Sin dramatismo pero discutiendo
Contra el TLC con los EE.UU.
13/08/2006
- Opinión
1- La semana que pasó puso al Frente Amplio en una situación delicada. Se desataron temas que, de no mediar cambios en las posiciones políticas y los estilos de discusión y comunicación, podrían conducir a una crisis.
2- Las divergencias en torno cómo encarar la posible suscripción de un tratado de libre comercio con los EE.UU. conllevan no uno sino varios dilemas para la izquierda uruguaya.
3- Vivimos un momento en el que, más que de administrar el silencio, se trata de comprometer opinión. Para los dirigentes políticos, asumir posiciones expectantes, preferir no arriesgarse, no parece ser una actitud responsable. Menos lo es en una formación política como el Frente Amplio, nacida de una dinámica de divergencias y acuerdos elaborados sobre la base de la explicitación franca del pensamiento, “la toma de partido” de cada una de las organizaciones que lo componen.
4- La existencia del FA presupone la existencia de una tarea. De la intervención en un conflicto. En el caso del FA, un conflicto que lo precede en el tiempo. Una pugna que ya existía cuando en 1970-71 el FA fue fundado.
5- Ese conflicto se expresaba en los años anteriores en las luchas obreras y estudiantiles, en la formulación de programas destinados a orientar las iniciativas por los cambios estructurales (de verdad) y en las mil formas de lucha que nuestro pueblo fue desarrollando.
6- Ese conflicto apuntaba a remover el estatuto neo-colonial al que Uruguay estaba sometido en la división internacional del trabajo, superando cualquier posición adaptativa, que las había por cierto. Se trataba de no adaptarse a un mundo polarizado entre países ricos y regiones subdesarrolladas, a una América Latina dividida y débil. No adaptarse a unas relaciones internacionales construidas con las reglas de juego impuestas por los países ricos como la regulación del comercio, el flujo y el precio de los créditos, el monocultivo. Junto con esos factores económicos son insoslayables las construcciones ideológicas con que se adiestraban las fuerzas armadas, como las doctrinas de la defensa hemisférica, del enemigo interior o de la seguridad nacional.
7- La voluntad popular de romper la dependencia externa, la visión latinoamericanista solidaria con Cuba, formaba parte de una concepción que bregaba por enfrentar la injusticia que anidaba dentro del país, en las estructuras de apropiación y dominación propias del capitalismo dependiente.
8- Al mismo tiempo las fuerzas que conformaron el FA se enfrentaron al proceso de descomposición autoritaria del estado burgués- dependiente. Tampoco en eso quisieron adaptarse. Y rechazaron la consigna, que venía de la dictadura de Terra, de “amansarse para vivir”.
9- De estos últimos postulados se deriva un aspecto programático fundamental: la necesidad de la profundización de la democracia y el desarrollo de la participación popular en la decisión de los grandes problemas del país. La intensificación de la participación popular ocupa un lugar muy importante en todos los discursos del Gral. Seregni entre 1971 y 1973. Era la respuesta frenteamplista a la crisis política de los sesenta. Participación no como una suerte de ‘ampliación del universo encuestado’ sino como forma de fortalecer las herramientas del cambio y mejorar nuestra desempeño en el conflicto. Para vencer.
10- El FA se transformó en la herramienta política de esa decisión que, en las fábricas y en las calles, muchas veces a costa de su sangre, expresaban las luchas de la FEUU, la CNT y, en el plano de la elaboración del pensamiento, los escritos de Carlos Quijano, Rodney Arismendi, Vivian Trías, Héctor Rodríguez, Raúl Sendic, Gerardo Gatti, Raúl Cariboni, para nombrar apenas algunos de los intelectuales y dirigentes políticos y obreros que marcaron rumbos.
11- El conflicto al que aludíamos se sitúa ahora en un plano de mayor complejidad que, pero no ha desaparecido. Aunque nadie lo dice abiertamente, en algunas posiciones aparece la idea de que, ahora, ‘como somos gobierno’, nuestro papel sería exclusivamente arbitral, ideológicamente neutro. Nuestra acción carecería de un designio. Nuestro programa, letra sin contenido. A mano para la retórica.
12- Suele decirse que el “FA ha ganado el gobierno, pero no el poder”. Algo de eso hay. El gobierno ha sido elegido por el pronunciamiento de la ciudadanía. El poder no estaba en juego. Sigue pues en manos de sus antiguos detentadores: los banqueros, los dueños de la tierra, los grandes comerciantes, las burocracias civiles y militares, los estudios de abogados que defienden los intereses de bancos y empresas extranjeras y, finalmente, los operadores de los medios de comunicación de masas.
13- Designado por el pueblo para ejercer el gobierno, el FA llega con un programa, elaborado a través de luchas y debates de decenios y que es una guía para la acción, para la continuación de la antigua lucha en otras condiciones y avanzar en mejorar las condiciones de vida del pueblo. Presupone entonces una tensión genuina, un forcejeo acerca de cuya legitimidad nadie debiera dudar, entre el gobierno elegido por el pueblo y el país conservador atrincherado en su poder. Un poder en el que se entrelazan los propósitos de las grandes trasnacionales, la diplomacia, el gobierno y las FF.AA. de los EE.UU., con los objetivos conservadores de las clases poseedoras de nuestro país.
14- Tratándose de un frente, esa tensión con los defensores del privilegio y de la subordinación externa podría expresarse en la existencia de distintas corrientes que, a través de la vida interna de la fuerza política, discutan y acuerden los pasos a seguir. Siempre a partir del principio que nuestras diferencias no nos deben confundir acerca de quiénes son y qué quieren las derechas.
15- Cuando ellos felicitan a los compañeros que están en el gobierno, no lo hacen porque celebren las palabras pronunciadas. Regurgitan su júbilo porque alientan la esperanza que la izquierda se debilite o se divida. Nadie debiera engañarse sobre eso. Las derechas, de dentro y de fuera, a nuestros gobernantes no los deja solos. Los asedia con zalamerías anhelando compartir escarapelas.
16- Ahora bien, el decurso político ha generado una situación paradójica. Por un lado, desde el M. de Economía se busca y se obtiene el visto bueno del FMI, de diplomáticos influyentes, de buena parte de los empresarios y de los dirigentes de los partidos conservadores, todo con la reproducción benevolente del oligopolio mediático.
17- Por otro, a la fuerza política FA se le va quitando gravitación. El ideal participativo es dejado de lado. Los temas se encarpetan, la información no circula, la militancia es desmoralizada. ‘Hay que tener confianza en los compañeros’, de acuerdo. Pero cómo se amplía nuestra capacidad de acción política.
18- ¿Hay otra forma de crecer que no sea en el contacto con la gente, en la movilización política organizada? Si no se trabaja en esa zona, nada de lo que se intente en materia de medios de comunicación surtirá efectos. Es más, hasta es posible que los emprendimientos sean vistos como un desborde o una presión sobre la opinión pública.
19- Las ideas más adaptativas tienen derecho a expresarse y sus sostenedores tienen el derecho de pelear por ellas, desde donde estén. Pero en el FA no solo hay identidades capaces de agradar al FMI y los empresarios. Es más, cada vez que se midieron democráticamente, esas propuestas resultaron minoritarias. De ahí la conveniencia para todos de deslindar y de expresar con palabras precisas y adecuadas lo que se está haciendo y en concordancia con qué postulaciones políticas. Gargano ha sido claro. Otros, pronunciándonos en la Plaza Libertad, también lo hemos hecho. Pero están faltando voces.
- Hugo Cores PVP567-Frente Amplio
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