Alan defiende a las Fuerzas Armadas
24/09/2006
- Opinión
Primera escena: el ministro de Defensa recién juramentado señala que el gobierno no interferirá los procesos que se siguen contra personal militar acusado de violaciones de derechos humanos y que brindará la información que le sea solicitada por la justicia para esclarecer estos casos.
Segunda escena: la prensa denuncia que el ministro es un caviar que tenía relación con García Sayán en la Comisión Andina de Juristas, un infiltrado de la CVR, un toledista que fue ministro del gobierno anterior, un tonto que no sabe nada de militares, y que por todo esto debe dejar el cargo.
Tercera escena: el ministro precisa (retrocede) su posición original, anunciando que los militares que sean procesados por asuntos relacionados a violaciones de derechos humanos durante la guerra interna, serán apoyados en su defensa por el Estado, que pondrá a su disposición abogados y otros medios, en mérito a que fueron parte de una misión encargada por los gobiernos civiles y a que se presume inocencia antes que se pruebe lo contrario.
Cuarta escena: el presidente asiste a las celebraciones por el día de las Fuerzas Armadas y anuncia que su gobierno ha firmado un decreto histórico según el cual el Estado tomará en sus manos las defensa de los militares enjuiciados por haber participado en la lucha contra el terrorismo y acaba con esa afrenta que significa que quienes nos salvaron del terror sean perseguidos por la justicia.
Quinta escena: los medios celebran con grandes titulares la defensa presidencial de las Fuerzas Armadas.
¿Cómo se llama la película?
(a) Carambola aprista: el gobierno empieza apuntando en una dirección y termina en la ruta opuesta. Es decir el ministro quiere juzgar violadores, vacila, y el presidente termina defendiendo luchadores. En términos futbolísticos: se patea hacia un arco, pero se encuentra tanta resistencia, que al final el presidente toma la bola se la lleva sólo y emboca en las redes contrarias mientras todos discuten las primeras jugadas. Al final gran festejo por el goleador del año. Esto ha venido pasando con TLC, AFP y ahora con los juicios a militares.
(b) Mis ministros ya no son secretarios: los ministros y parlamentarios apristas lanzan iniciativas ante un presidente que no les dice lo que deben hacer (ya no son secretarios); luego arranca una batería de los medios contra las propuestas ministeriales o congresales que no les gustan; los ministros y congresistas tratan de salvar la cara haciendo precisiones; finalmente sale el presidente hablando de las buenas intenciones de todo el mundo, de los errores cometidos en las iniciativas, que él no es tonto y que García es la solución en todos los temas. Casos: despido arbitrario, renta básica, juicios a militares, etc.
(c) He madurado con los años: en los 80 propuse el diálogo con la subversión para acabar la guerra, en los 2000 propongo el diálogo con las grandes empresas; en los 80 hubo la masacre de los penales y dije “se van ellos o me voy yo”, en el 2006, tengo de vicepresidente a uno de los masacradores, y yo, y ellos, estamos todos de regreso; en los 80, Wagner marchó junto a mí sobre los escombros de la matanza en el penal de Lurigancho, en los 2000, Wagner marcha junto a mí sobre los escombros de sus propuestas de justicia para las víctimas de la violencia, en el patio del Pentagonito.
(d) Todo lo que hago es histórico: para el ministro se trata de ponerle a abogados a los militares que están procesados y tienen dificultades para pagarlos. Para el presidente la misma cosa equivale a una decisión que acaba con el supuesto maltrato a los militares. El ministro asume que hay violaciones, pero que hay dar oportunidad a los acusados a defenderse. El presidente, que hay mentira en las acusaciones y que el poder debe enfrentar una conjura para desprestigiar la lucha contra el terrorismo. Pero los dos firman el mismo decreto.
(e) Si quieres te defendemos, Ollanta: el presidente y el ministro ofrecen al principal rival del APRA en las elecciones del 2006 incluirlo en su paquete de “luchadores contra el terrorismo”, que van a ser protegidos y defendidos por el Estado de acuerdo al decreto alanista. Pero Ollanta se niega y pide que cada quién asuma su responsabilidad y que los políticos y generales, que enviaron a los soldados y oficiales jóvenes a un conflicto con instrucciones de eliminar al enemigo sin contemplaciones, asuman su responsabilidad y no se presenten como falsos protectores y defensores.
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