Sombrías tardes de socavón…
09/10/2006
- Opinión
Los acontecimientos luctuosos de Huanuni son el producto de una ecuación altamente explosiva de: pobreza, desocupación, demagogia y una codiciosa expectativa en torno al cerro Posokoni, el yacimiento de estaño más rico de Bolivia, actualmente.
Tras la relocalización de 1985, emergente de la abrupta caída del precio de los minerales, miles de mineros tuvieron que cambiar radicalmente el rubro de sus actividades y optar por transformarse en: cocaleros en el Chapare, comerciantes informales en las principales ciudades del país y/o cooperativistas en las minas que habían sido abandonadas. Los mineros remanentes de la antigua COMIBOL, como es el caso de Huanuni, decidieron apostar por lo seguro y permanecer en ese distrito, como asalariados del Estado. Es ampliamente conocida la suerte corrida por los primeros, en tanto que los últimos fueron presa fácil de hábiles estafadores que encontraron en la conformación de cooperativas un rápido y lucrativo negocio. Estableciéndolas, por lo general, en zonas auríferas por el precio del oro que justificaba un análisis de costo/beneficio. Muy pocas fueron aquellas que se dedicaron a trabajar en otros minerales y menos las que coronaron, con éxito, su emprendimiento; ya que su sistema de trabajo carece de todo principio técnico que apoye la prospección y exploración de la mina y menos hacerla sostenible en el tiempo. Por el contrario, su método de explotación consiste en depredar rápidamente el yacimiento en una actitud conocida como “juqueo” o robo de mineral. Habitualmente, gran parte de los aportes o la utilidad queda en los bolsillos de los gestores convirtiéndolos en “empresarios informales” que dejan a su paso una estela de mayor pobreza y desesperanza.
En la conformación de una cooperativa intervienen: un caza minas, un tinterillo, un gestor y una inocente masa de trabajadores que aportan con los dinerillos que recibieron en su liquidación y participan del emprendimiento sin ningún derecho laboral o seguro social que los proteja. De 17,000 cooperativistas existentes en 1980, estos subieron a 100.000 en 1985, hasta llegar a 500.000 en la actualidad; agrupados en 510 entidades.
El alza repentina de los precios del estaño disparó las utilidades y la codicia de los cooperativistas hacia Posokoni. Al mejor estilo “neoliberal” una delegación de estos “prósperos empresarios de izquierda” portando una millonada de dólares fue a Londres a discutir infructuosamente la compra de Huanuni. Carlos Mesa ya los había favorecido concediéndoles graciosamente la mina Caracoles mediante un decreto que despojaba del yacimiento a su legítimo propietario y el gobierno actual , por su parte, pagaba facturas de apoyo político, concediéndoles nada más ni menos que el propio ministerio de minería.
En un gobierno que ha hecho de la nacionalización de los recursos naturales su bandera resulta un contrasentido la existencia de este tipo de “consorcios” que pronto pretenderán cooperativizar a YPFB y otras fuentes de producción pertenecientes a todos los bolivianos. De no poner freno a semejante atropello serán varias las guerras del estaño que debamos librar y cantar con Savia Andina: “Sombrías Tardes de Socavón”...
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