Para nadie es un secreto que nuestro país es visto, en muchas partes, como un incondicional aliado de EEUU.Elegir al próximo miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se ha convertido en una tarea difícil, complicada y muy extensa en el tiempo. Hoy cumplimos una semana de haber iniciado las rondas de votación, 35 en total, sin que hasta el momento los países hayan conseguido un consenso mínimo para definir entre Guatemala y Venezuela a la nación que sustituirá a Argentina.
Durante los días, y semanas anteriores han surgido diversas versiones y comentarios que paulatinamente han dibujado un escenario latinoamericano digno para recordar. Guatemala y Venezuela son dos naciones hermanas, que han se han sabido respetar y conducir en armonía. Son dos pueblos que mantienen relaciones diplomáticas armoniosas, flujo comercial sin mayores alteraciones y en ningún caso han existido atisbos de enfrentamiento o cosa que se le parezca.
En ese contexto es que se entienden las expresiones del Presidente venezolano Hugo Chávez, quien la semana anterior marcó una línea bien definida respecto a la puja por el asiento en el Consejo. Según Chávez la batalla que lleva en Naciones Unidas no es contra Guatemala, precisamente, sino contra Estados Unidos, país identificado plenamente por él como “el imperio”. Resalta la intención venezolana de no alterar las cordiales relaciones entre ambos contendientes.
Sin embargo, las palabras de Hugo Chávez denotan la molesta idea que se tiene de Guatemala en el mundo. Y es que para nadie es un secreto que nuestro país es visto, en muchas partes, como un incondicional aliado de EEUU. Un país que al ocupar un puesto en el Consejo responderá con mansedumbre a los intereses de Washington. Adicionalmente se ha proyectado la idea de que la candidatura de Guatemala responde a un interés estadounidense por bloquear la llegada de Venezuela al Consejo.
No obstante, es importante hacer algunas anotaciones al respecto, si bien los gobiernos guatemaltecos han sido cómplices y disciplinados aliados de Estados Unidos, esto no constituye una regla de vida inalterable, porque esa complicidad tiene sus matices y excepciones. Por aparte, tampoco se pueden tomar como válidas las versiones respecto a que Guatemala participa en esta elección con el único propósito de evitar que Venezuela llegue al Consejo de Seguridad.
Al respecto se ha mencionado con insistencia, pero tal vez no lo suficiente, que la candidatura de Guatemala fue propuesta por el gobierno de Alfonso Portillo, hace cuatro años, cuando Edgar Gutiérrez fungía como Canciller y Gert Rosenthal era embajador ante las Naciones Unidas. Ahora Rosenthal es el Canciller y participa directamente en el proceso de elección en la ONU, es decir que defiende una propuesta que en nada rechaza la participación de los venezolanos. A nuestro país no le interesa si Venezuela llega o no llega a ocupar un asiento en el Consejo en otro momento, para comenzar porque no se tiene ningún conflicto con ese hermano pueblo, pero si nos preocupa que las pugnas entre el presidente de EEUU y el de Venezuela, nos arrastren a un descrédito que en estos precisos momentos no nos merecemos como pueblo.
Y es que el hecho de mantener aún la despreciable etiqueta de sumisos ante “el imperio” y, que además no nos haya permitido como país acceder al puesto en la ONU sin mayores complicaciones es, en gran medida, responsabilidad del anterior Canciller, Jorge Briz. Un sujeto incapaz de entender la trascendencia del asunto y que por ello lo dejó al tiempo, sin tomar las previsiones necesarias para demostrar que Guatemala puede adoptar posturas independientes. Desde luego que él no es el único responsable de esta caricatura que se hace de nosotros, también tiene incidencia directa el comportamiento servil que la élite económica nacional ha tenido siempre hacia “el imperio” de quien se llaman “socio”.
El empantanado proceso de elección ha demostrado entonces que: primero, Guatemala tiene ante el mundo una imagen de servilismo que no corresponde necesariamente a una realidad permanente; segundo, que Venezuela no tiene el interés particular de entrar en diferencias con Guatemala, aunque si nos perjudica por convertirnos en víctimas colaterales de su enfrentamiento con EEUU; un tercer elemento que ha quedado al descubierto es, en la práctica, la división que existe en América Latina, observada en términos políticos pero también geográficos; asimismo como la falta de un sistema de rotación para optar a pue
Luego de tres días de votaciones en donde ha habido 35 rondas, la correlación de fuerzas parece invariable. Guatemala no ha conseguido convencer a más países de que será independiente en sus decisiones, y Venezuela tampoco ha logrado demostrar que estando en el Consejo será un aporte para la paz y no un generador de más divisiones.
Así las cosas, hay varios interesados en proponer un tercer candidato, lo cual implicaría el retiro de los dos contendientes actuales y, por lo visto, ni Guatemala ni Venezuela están dispuestos a semejante idea. De modo que el próximo miércoles, cuando se reinicien las votaciones, es posible que sigamos entrampados.
Erwin Pérez, Editor del Reporte Diario y Analista de Incidencia Democrática.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
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