Esto no es Haití, esto es aquí, Oaxaca
28/10/2006
- Opinión
El 27 de octubre del 2006, es ya una fecha inolvidable, para miles de oaxaqueños; una fecha aciaga, donde las bandas paramilitares, los policías vestidos de civil y los golpeadores tuvieron luz verde para agredir impunemente a los ciudadanos y ciudadanas que resisten aún en estos momentos en cientos de barricadas, la brutalidad de un régimen que sólo es sostenido por los resortes antidemocráticos que caracterizan la vida política en México.
El saldo rojo arrojado en la sangrienta jornada del 27 de octubre, aún es incierto, se habla de entre 4 y hasta 11 muertos; de más de 30 heridos de bala; de por lo menos 45 desaparecidos y de aproximadamente 19 personas detenidas o secuestradas. Oaxaca se convirtió en un campo de batalla desigual que enfrentó por un lado a bandas de sicarios armados hasta los dientes y protegidos por la impunidad que les brinda un régimen espurio y por otro lado, hombres y mujeres de todas las edades, gente del pueblo: plomeros, amas de casa, estudiantes, empleados, obreros, maestros, albañiles; gente que se protege y lucha sólo con garrotes y piedras, y también con una heroicidad impresionante.
Una batalla desigual en la que en la mayoría de los combates, los alzados, los de la APPO, los rebeldes salieron airosos. En algunos lugares como en La Experimental y en Coyotepec, las barricadas fueron arrasadas, dejando atrás un elevado saldo de heridos, desaparecidos y de un profesor indígena zapoteca muerto a golpes y machetazos.
La brutalidad policíaca y paramilitar desatada en Oaxaca no es lejana a la que sufrieron los haitianos cuando los tonton macoutes de Papa Doc, salían a las calles a sembrar la muerte y el terror entre la población. Sólo que como diría la canción de Caetano Veloso, el compositor brasileño: “Esto no es Haití, esto es Aquí”, sí aquí en una supuesta nación democrática, donde a juicio de su Presidente, no pasa nada.
Mientras en la ciudad de Oaxaca la población se batía en las barricadas, en diferentes lugares del Estado, indígenas y sindicalistas bloqueaban carreteras en el Istmo de Tehuantepec, La Mixteca y La Cañada; los medios no hablan de estas acciones que se prolongaron por varias horas y donde hubo también enfrentamientos con grupos policíacos.
A la negra noche oaxaqueña se suma hoy un actor que ya tiene meses emplazado en la zona y que busca ahora un papel protagónico: La Policía Federal Preventiva; un cuerpo de Policía militar que en número de 3,700 efectivos se encuentra ya en Oaxaca con el fin reestablecer una normalidad autoritaria y a sostener a un Gobernador ilegítimo y desconocido por el grueso de la población.
Ya el movimiento ciudadano oaxaqueño en estos momentos prepara la respuesta ante la ofensiva gubernamental; en todo el Estado se programan ya acciones de resistencia pacífica ante el inminente desalojo del Centro histórico por parte de las fuerzas de la Policía Militar. Vicente Fox no ha entendido que detrás de la revuelta ciudadana en Oaxaca, se encuentran siglos de agravios, de humillaciones y la profunda necesidad de democratizar de manera efectiva la vida pública de esta pequeña República bananera en que la han convertido los caciques gobernantes priistas.
Desde luego que seguimos haciendo un llamado urgente a la solidaridad activa dentro y fuera del país, para evitar que este baño de sangre siga enlutando los hogares humildes de las familias oaxaqueñas. Esto no es Haití pero como si lo fuera, carajo.
El saldo rojo arrojado en la sangrienta jornada del 27 de octubre, aún es incierto, se habla de entre 4 y hasta 11 muertos; de más de 30 heridos de bala; de por lo menos 45 desaparecidos y de aproximadamente 19 personas detenidas o secuestradas. Oaxaca se convirtió en un campo de batalla desigual que enfrentó por un lado a bandas de sicarios armados hasta los dientes y protegidos por la impunidad que les brinda un régimen espurio y por otro lado, hombres y mujeres de todas las edades, gente del pueblo: plomeros, amas de casa, estudiantes, empleados, obreros, maestros, albañiles; gente que se protege y lucha sólo con garrotes y piedras, y también con una heroicidad impresionante.
Una batalla desigual en la que en la mayoría de los combates, los alzados, los de la APPO, los rebeldes salieron airosos. En algunos lugares como en La Experimental y en Coyotepec, las barricadas fueron arrasadas, dejando atrás un elevado saldo de heridos, desaparecidos y de un profesor indígena zapoteca muerto a golpes y machetazos.
La brutalidad policíaca y paramilitar desatada en Oaxaca no es lejana a la que sufrieron los haitianos cuando los tonton macoutes de Papa Doc, salían a las calles a sembrar la muerte y el terror entre la población. Sólo que como diría la canción de Caetano Veloso, el compositor brasileño: “Esto no es Haití, esto es Aquí”, sí aquí en una supuesta nación democrática, donde a juicio de su Presidente, no pasa nada.
Mientras en la ciudad de Oaxaca la población se batía en las barricadas, en diferentes lugares del Estado, indígenas y sindicalistas bloqueaban carreteras en el Istmo de Tehuantepec, La Mixteca y La Cañada; los medios no hablan de estas acciones que se prolongaron por varias horas y donde hubo también enfrentamientos con grupos policíacos.
A la negra noche oaxaqueña se suma hoy un actor que ya tiene meses emplazado en la zona y que busca ahora un papel protagónico: La Policía Federal Preventiva; un cuerpo de Policía militar que en número de 3,700 efectivos se encuentra ya en Oaxaca con el fin reestablecer una normalidad autoritaria y a sostener a un Gobernador ilegítimo y desconocido por el grueso de la población.
Ya el movimiento ciudadano oaxaqueño en estos momentos prepara la respuesta ante la ofensiva gubernamental; en todo el Estado se programan ya acciones de resistencia pacífica ante el inminente desalojo del Centro histórico por parte de las fuerzas de la Policía Militar. Vicente Fox no ha entendido que detrás de la revuelta ciudadana en Oaxaca, se encuentran siglos de agravios, de humillaciones y la profunda necesidad de democratizar de manera efectiva la vida pública de esta pequeña República bananera en que la han convertido los caciques gobernantes priistas.
Desde luego que seguimos haciendo un llamado urgente a la solidaridad activa dentro y fuera del país, para evitar que este baño de sangre siga enlutando los hogares humildes de las familias oaxaqueñas. Esto no es Haití pero como si lo fuera, carajo.
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