Qué ética va a prevalecer?

22/10/2006
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En la campaña electoral por la presidencia, la ética constituye uno de los tópicos principales. Y ahí no cabe el fariseísmo, en el sentido de sentirse por un lado el portador de la ética y por el otro, su violador. Ambos candidatos necesitan entonar su mea culpa y reconocer graves desvíos éticos en sus respectivos partidos. Existe el peligro de que se privatice la ética, es decir, que se discuta solamente la ética en la política y no la ética de la política. En otras palabras, no basta que haya políticos éticos, con virtudes personales reconocidas (ética en la política); lo importante es que prevalezca la discusión acerca de la ética de la política. É sta trata del marco institucional que obliga a los ciudadanos a vivir ciertos valores fundamentales para la sociedad. Principalmente importa discutir el carácter ético del proyecto político del candidato; en qué medida rompe con la tradición de privilegios que han caracterizado a la política brasilera y qué mediaciones usará para promover más justicia e inclusión de los millones desposeidos. E ste es el nudo de la cuestión. Los ciudadanos tienen derecho a conocer los proyectos políticos de cada candidato y las formas de implementarlos. Ahí podrán ver su carácter ético o no ético.

Con la intención de animar este debate quisiera referir una discusión reciente entre dos paradigmas de la ética: entre el núcleo de la moralidad clásica, la ética de la justicia, y el núcleo de la nueva moralidad, la ética del cuidado. He participado en esta reflexión, suscitada por primera vez por filósofas y educadoras feministas estadounidenses, especialmente Carol Gilligan y Nel Noddings. Ellas nos han hecho tomar conciencia del hecho de que la reflexión ética de Occidente, heredada de los griegos, pasando por Tomás de Aquino, Kant y culminando en Habermas es marcadamente masculina. Se centra en la autonomía del individuo, portador de derechos y deberes, teniendo como eje estructurador, la imparcialidad de la justicia.

Esta ética ha alcanzado dimensiones irrenunciables, tanto en el aspecto interpersonal como en lo social, pero en ella hay un empobrecimiento de la experiencia humana ya que no incluye la contribución de las mujeres. <las mujeres están más próximas al misterio de la vida, son por naturaleza más cooperativas, tejen más adecuadamente redes de relaciones afectivas, familiares y comunitarias, alimentan la preocupación por los otros y toman en consideración las debilidades humanas y los procesos de desarrollo, poco contemplados por la ética de la justicia. Para que la vida humana funcione no basta que haya igualdad de derechos y deberes y que unos y otros sean obervados. Se necesita también el cuidado, pues todo ser vivo desea y necesita ser cuidado, y nosotros sentimos naturalmente el impulso de cuidar. De ahí la solidaridad, la corresponsabilidad y la compasión, como irradiaciones del cuidado.

La base antropológica de esta ética de lo femenino es otra. Para ella no existe el individuo aislado que precisa un contrato social para vivir junto con los otros, sino que ese individuo está siempre conectado con el otro y con la naturaleza. La motivación para vivir valores, y con ello una vida ética, no viene de la razón y de los principios, sino de la emoción del afecto y de la autoimplicación. El deseo natural de ser cuidados, aceptados y amados, cosa que ha sido ignorada por la ética vigente, es lo que mueve profundamente nuestras vidas.

Hacer política es cuidar del pueblo y atender a sus necesidades, repitió muchas veces el presidente Lula. Realizar esto es poner en práctica la justicia. Este es el criterio para juzgar éticamente los proyectos de los dos candidatos.
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