Juan Carlos, el “facilitador”

Sobre conflictos, cumbres, reyes y contradicciones

07/11/2006
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  • Opinión
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Pasó la Cumbre Iberoamericana que dejó a los uruguayos un dejo de amargura, por la insólita actitud renuente de varios países que prefirieron que no viajaran sus presidentes por razones, en algunos casos, fuera de toda explicación. Especialmente, este extremo, se puede adjudicar al brasileño Lula da Silva que, más allá de otras consideraciones, afirmó un estado de cansancio provocado por la intensa campaña que lo llevó a la repetición de su mandato, cuando parecería que en realidad lo que estaba haciendo era tratar de evitar que prosperara la estrategia uruguaya en torno al conflicto con Argentina.

Es que Brasil tiene en sus manos la presidencia “pro tempore” del MERCOSUR y su papel en la negociación era aparentemente sustancial en este momento. Lula sabía de la intención de Tabaré Vázquez de enfrentarlo a los nuevos hechos de la realidad, absolutamente incontrastables e indiscutibles, que hacen cada vez más insostenible la posición del gobierno argentino. Por ello prefirió irse a una playa privada de Bahía, decir que estaba “agotado” por la tarea proselitista y hacer mutis por el foro.

Sin embargo en el dilatado proceso ha surgido una novedad que de alguna manera hay que interpretar. Es el pedido del propio Néstor Kirchner al rey de España Juan Carlos, a través del canciller Miguel Angel Moratinos, de que el monarca intervenga como “facilitador” en las relaciones entre los dos países.

¿De que se trata el pedido y a que obedece la gestión? La difícil situación planteada en las relaciones con la Argentina en razón de la construcción de la planta elaboradora de celulosa en la zona de Fray Bentos, tiene desde ahora este nuevo elemento para su complejo análisis, pero que no muestra que pueda contribuir a una salida a la situación planteada.

En este intento de acercamiento que comenzará a realizar el rey de España, Juan Carlos, a quién – según informaciones no desmentidas hasta hoy – el propio Presidente argentino, Néstor Kirchner, le habría solicitado su intervención. ¿Qué cambió en el gobierno argentino se han producido para que se diera este paso? ¿Es que teme que la vehemencia piquetera de Gualeguaychú que, durante la Cumbre Iberoamericana, tuvo cortada las rutas a los puentes internacionales, sea totalmente ingobernable y políticamente negativa para las expectativas reeleccionistas de Kirchner?

Las conclusiones que se puedan manejar sobre la nueva lectura que hay que hacer de la realidad no llevan a conclusiones que puedan aclarar en mucho la situación. Por otra parte: ¿por qué somos escépticos ante el intento de mediación que se intentará? Esencialmente por la actitud del propio gobierno argentino, que más allá de querer establecer un diálogo con su similar uruguayo, sigue sin resolver el tema fundamental en el conflicto que son los grupos de exaltados que en Gualeguaychu, los que continúan cortando las rutas a los puentes internacionales en una acción que es inadmisible, inamistosa, además de torpe, que sigue manteniéndose en el tiempo por el continuo “dejar hacer” del gobierno de Kirchner que ahora argumenta que no puede restablecer la ley, porque esos señores que no entienden razones de ninguna índole – ni siquiera de los técnicos de la más alta calificación a nivel mundial que dicen que las plantas no contaminarán – tienen derecho a expresarse de esa manera.

Acciones que por otra parte amenazan con repetir, extendiendo durante la temporada de verano la situación que hace que los viajeros de y hacia nuestro país tengan que buscar otras rutas o cruzar el río por otros medios.

Y por lo tanto siguen adelante en su agresiva mecánica que perjudica, obviamente, intereses comerciales y, especialmente, turísticos de nuestro país que inerme ante lo que se produce a treinta kilómetros de su frontera, solo sufre las consecuencias de la inaudita agresión.

Hay otro elemento en este análisis que se debe tener bien en claro: la planta que levanta la empresa Botnia, la que está siendo construida al más alto nivel técnico para evitar que su labor contamine la zona, ya se encuentra en más de un 70 % de avance, lo que significa que no hay posibilidad alguna de volver atrás con la obra como pretenden los agresivos “ambientalistas” de Gualeguaychú. Esto lo ha comprendido también el gobierno argentino que a esta altura no puede pretender – suponemos – que la planta se instale en otro lugar de nuestro territorio.

Entonces, ¿cuál será el camino posible para el acercamiento entre las partes? La gestión de buena voluntad que iniciará el rey Juan Carlos deberá vencer, obviamente, la resistencia argentina de reconocer que las acciones en Gualeguaychú son desmedidas e ilegales y que la oferta de Uruguay, de crear una comisión binacional para el monitoreo conjunto de la planta de Botnia, es una garantía suficiente para zanjar la cuestión.
Sin embargo a esta altura debemos recordar que ese extremo ha sido rechazado una y otra vez por Kirchner y su gobierno, incluso con cajas destempladas, cuando no concurrió – recordemos- a la reunión programada en la estancia de Anchorena, en donde se firmaría un acuerdo con esas características.

Pero, ¿por qué el gobierno argentino cambió ahora su visión y busca un camino de entendimiento, si siempre ha afirmado que la acción de los piqueteros que cortan las rutas es una expresión “legítima” y que habrá consecuencias ambientales para la ciudad entrerriana con el funcionamiento de la planta elaboradora de celulosa?

La historia de todo el conflicto, las declaraciones del presidente argentino Néstor Kirchner, de su canciller Jorge Taiana que incluso en Gualeguaychú alentó las medidas más radicales, y de otros altos funcionarios, han ido mostrando una clara línea de conducta que tendría que modificarse para que la gestión del rey Juan Carlos llegara a un resultado medianamente positivo para las dos partes.

Pero hay más. Mientras el Presidente argentino trata de abrir un camino de mediación con el rey Juan Carlos como “facilitador” en las relaciones, con el fin de lograr algunos puntos de descompresión con Uruguay, la encargada de temas medioambientales de Argentina, Romina Piccholotti, viaja a Washington para intentar “torpedear” ante el Banco Mundial el préstamo que este organismo se apresta de otorgar a la empresa que construye la planta.

¿Cómo interpretar esta contradicción, este antagonismo casi absurdo? ¿Es posible que Piccholotti actúe por su cuenta, sin el aval del gobierno argentino, en su gestión contra Uruguay? Dado el centralismo manifiesto del gobierno de Néstor Kirchner, no creemos que esto sea así. Más bien nos parece que todo es un conglomerado de hechos e informaciones contradictorias, difíciles de interpretar y que el tiempo comenzará a dar puntas para revelar que cangrejo se esconde bajo esta piedra.

Pero la verdad que la gestión misma de Argentina ante España para que el propio rey actúe como mediador, la compromete a moverse con una seriedad que hasta ahora no fue la constante en su accionar. ¿O será que entiende que a través de España se pueden llegar a acuerdos, como ocurriera en el caso de la empresa ENCE, porque allí existen posiciones más permeables a los planteos de la Casa Rosada?

Sin embargo a esta altura, más allá de que toda gestión de acercamiento, todo camino de negociación que abra una posibilidad de entendimiento entre los dos países sea bienvenida, la lectura de la realidad es tan contradictoria que es difícil que alguien bata palmas y entienda que por este camino se podrá encontrar una solución a la situación planteada, porque nos parece que los piqueteros de Gualeguaychú no aceptarán ningún tipo de solución que no sea el drástico cierre de Botnia, para lo cual – incluso – han amenazado con acciones violentas en contra Uruguay.

Difícil la tarea del rey Juan Carlos; tendrá que conciliar lo que en apariencia irreconciliable. No hablamos de las posiciones de los gobiernos, sino de uno de ellos, el argentino que, lamentablemente, se ha dejado llevar por la irracionalidad de un grupo de supuestos ecologistas que no entienden razones de ningún tipo.

No habrá ninguna comisión técnica seria, de alto nivel, que los pueda convencer que la planta de celulosa no contaminará. Su dinámica militantista es tan obtusa y negativa, que continuamente se estrellarán contra el muro que ellos mismos han levantado para enrarecer aún más las relaciones con los uruguayos que solo pretenden abrir su territorio a la inversión, para que a través de la industrialización de los recursos naturales, se pueda lograr un abatimiento de los niveles de desocupación. Claro, no con los criterios del “capitalismo salvaje” del período Menem – Cavallo, en donde importaba la inversión por si misma, sino buscando que las plantas industrializadoras no actúen contra el medio ambiente y cumplan con todos los extremos legales que regulan el trabajo.

En cambio el gobierno argentino ha seguido la línea de los piqueteros de Gualeguaychú, que se han encerrado en una posición intransigente, se mantienen firmes en esa irracionalidad y con ella han determinado y orientado a la política exterior del país vecino.

- Carlos Santiago es periodista.
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