Efecto de los TLCs en la integración latinoamericana

12/01/2007
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El siglo XXI ha traído cambios estructurales en la economía mundial. Mientras en Estados Unidos y Japón la producción y el comercio crecen poco, Europa se recupera de un estancamiento. El comercio internacional decreció en 2001 y ahora crece, pero debe su crecimiento a China y también a la India.

La
situación afectó a América Latina con una disminución en el ingreso de capitales y un é
xodo de 75 mil millones de dólares entre 2002 y 2003; éxodo que aumento dramáticamente en 2004, cuando  llegó a 78 mil millones.[1]

Europa espera un crecimiento promedio de 2.5% para 2006. Pero la economía de Estados Unidos sigue estancada y mostrando graves problemas estructurales: inflación en 3.5%[2], déficit comercial sobre los US$ 716 millardos de 2005[3]; déficit fiscal sobre los 760 millardos de 2005[4], deuda pública total de 8.6 billones (US trillions)[5] y lo peor es, un Déficit Profundo (Deep Deficit) en el North American Industry Classification System (NAICS), que señala que los insumos en los productos norteamericanos finales[6] son extranjeros.

Este panorama de cambios económicos en los protagonistas con influencia en la región nos invita a reinventar la integración, como opción para el desarrollo. La integración es una vieja idea que los tiempos nuevos hacen necesaria. Tiempos nuevos que comenzaron con el rechazo del ALCA.

La división del ALCA

La propuesta ALCA no era otra cosa que una integración subalterna de America Latina con Estados Unidos. Desde
la reunión del Comité de Negociaciones Comerciales (CNC) de Puebla en febrero de 2004, los puntos de conflicto definieron tres posturas en las negociaciones: los que rechazaron la propuesta de Washington: MERCOSUR y Venezuela; los que ofrecieron otras opciones: CARICOM y Bolivia y por último, los que la aceptaron: México, Chile, Colombia, Dominicana, Ecuador, Panamá, Perú y Centroamérica.

El punto principal del desacuerdo son los más de US$70 millardos (Farm Bill y otros) en subsidios que el gobierno de los EE.UU. aplica a los productos agrícolas y que bajan los precios internacionales. Medida que beneficia a los agro-negocios y no a los agricultores, quienes prefieren precios reales, que serían más altos. Los Estados Unidos en sus acuerdos delegan la negociación de ese tema espinoso al ámbito de la OMC, pero mientras tanto piden apertura de mercado.

Otros puntos de desacuerdo son la desigual apertura en servicios[7] y la inclusión de temas que no son comerciales, como un aumento en el monopolio de la propiedad intelectual y tres de los llamados temas de Singapur: inversión extranjera, compras gubernamentales y procedimientos aduaneros.

Las exigencias de los tratados de libre comercio (TLCs) con que Estados Unidos substituyó al ALCA se negocian en secreto. Eso aumenta las desventajas para los sectores afectados en los países clientes.

El desacuerdo sobre ALCA ha ganado espacio y profundidad en la crítica al sistema norteamericano. Se rechaza la ausencia de un sentido social en los parámetros que miden la  eficacia de la economía. La ola de cambios en la escena política de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y ahora Ecuador, reflejan un instintivo rechazo al precedente modelo de políticas públicas. Ese rechazo erosionan también al Grupo de los 15: Costa Rica firmó el CAFTA, pero vacila en ratificarlo por la gran oposición popular, que no es ajena al triunfo de Ortega en Nicaragua.


El modelo de integración europeo

Una evocación de la Unión Europea es pertinente, porque resalta la necesidad técnica del desarrollo social. Europa hoy es un tejido de acuerdos que se yuxtaponen y complementan en el camino hacia la explotación común de recursos y mercados hasta alcanzar la fusión en un ámbito institucional. Su estructura tiene una sola voz –y muy fuerte– en los asuntos económicos del concierto mundial, pero en los políticos, por pasados errores, esa voz es apenas un susurro.

Un análisis de la experiencia europea identifica una grave omisión en los modelos de integración latinoamericanos. Nos referimos a la gran importancia de la protección social en el modelo europeo, que permitió el consenso para ceder soberanía sólo por que las medidas sociales a nivel europeo superaban las condiciones nacionales. Esas garantías sociales estimularon también el apoyo popular a la adhesión en toda Europa Central, a partir de la reunificación alemana.


La preocupación por una desmejora en la protección social, está presente en el rechazo a la propuesta de Constitución Europea, cuando hubo consulta popular (Francia, Holanda). La propuesta se percibió como un instrumento para alejar del electorado la influencia en las decisiones políticas y desmejorar las conquistas sociales, bajo el manto de la flexibilidad laboral y la reforma al sistema de salud y de pensiones. Los opositores tacharon la propuesta de “neo-liberal” porque reniega la responsabilidad social, siguiendo un modelo cuyo peor   ejemplo – dicen- es el desamparo del sistema social estadounidense.

Hacia la Comunidad Latinoamericana

Los acuerdos bilaterales con Estados Unidos tienen la virtud de empujar a quienes los rechazan hacia una mayor integración. Los rasgos distintivos que se perciben son los de un nacionalismo más amplio que el de un desarrollo autóctono del patrimonio económico, porque incluye valores culturales comunes y exige una sociedad más equitativa.
  
La propuesta de una Comunidad Suramericana y del Caribe es un inicio lúcido, pero para ser convincente es indispensable la participación de la sociedad civil. Sabemos que una exclusiva participación de los gobiernos puede ser voluble sin el compromiso popular. La ausencia del gran público, fue una causa de la esterilidad de los acuerdos de integración anteriores.

La fractura de la vieja integración

El CAFTA desborda ampliamente el Sistema de Integración Centroamericana -SICA. Igual sucede con los bilaterales de Colombia y Perú con Estados Unidos, que fragmentaron una  Comunidad Andina que nunca llego a serlo. En los TLCs con Estados Unidos hay concesiones de soberanía que no contemplaban los acuerdos autóctonos de integración.

Las normas sobre Propiedad Intelectual e Inversiones de los TLCs desbordan las normas nacionales en la materia y obligan a reformarlas hacia un nuevo patrón desventajoso. Su contenido ataca la salud pública porque demora la elaboración de medicinas genéricas más baratas y  desmejora la competitividad agrícola al prolongar el monopolio sobre agroquímicos.

En el capítulo 10, sobre Inversiones, se crea para el inversionista extranjero el privilegio de una jurisdicción legal extraterritorial y se restringen las opciones en política económica, porque no se permiten medidas que  puedan perjudicar sus ganancias.

En los cuatro capítulos (11 a 14) dedicados a los  servicios se nota la intención estratégica de ir más allá de los viejos esquemas de integración. El SICA no tiene ningún acuerdo de servicios y la Comunidad Andina apenas si tiene una nebulosa normativa. Sucede que en una integración económica los servicios son lo mas importante de su tejido conectivo: telecomunicaciones, transporte, banca, seguro, mercadeo, distribución, contaduría, etc., etc.

Lo peor no es la desproporción evidente de recursos entre los prestadores de servicios de las partes, sino que además los socios de Estados Unidos no obtienen una apertura equivalente. EE UU mantiene una reserva sobre las medidas restrictivas a los servicios de “los estados, Puerto Rico y el Distrito de Columbia” que es el nivel en el que allá se suele reglamentar su prestación.

MERCOSUR como eje de integración

MERCOSUR se perfila como el motor de la integración latinoamericana y crece en consecuencia. Venezuela, ya es miembro. Bolivia y Ecuador quieren integrarse. Esto deja a la América Latina dividida en dos campos: una comunidad latina que busca integrarse con MERCOSUR y otra región en integración subalterna con Estados Unidos.  

MERCOSUR también está incrementando sus iniciativas fuera de la región. Con la India, con el África Austral (Botswana, Lesotho, Namibia, Sudáfrica y Swazilandia), con el Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Omán y Bahrein)[8] y con la Federación Rusa.

En Latinoamérica hay algunas iniciativas. Se conversa desde siempre sobre una convergencia con la Comunidad Andina; hace poco se aceptó negociar la asociación con México y también hay
encuentros con los miembros del SICA. Sin embargo dudamos que estas sean opciones de integración válidas mientras se mantengan los TLCs con Estados Unidos.

Conclusión

La comprensión de los cambios recientes es indispensable para trabajar en el interés general latinoamericano y caribeño. Los viejos esquemas de integración continuarán aparentando, porque la burocracia y la retórica son perdurables.  Pero no hay que confundirse: ahora hay dos campos y nada más.

Fuente: Instituto de Relaciones Económicas Internacionales (IREI), Ginebra
Ventana Global www.ventanaglobal.info


[1] CEPAL, Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2004, diciembre, pp. 176 y 179.

[2] New York Times, 28/08/2006; Edmund Andrews: Global Trends May Hinder Effort to Curb Inflation

[3] New York Times, 25/11/2006; Jeremy Peters: Dollar falls sharply against Euro and Pound.

[4] USA today, 04/08/2006; Dennis Cauchon: What is the real Federal Deficit, at www.usatoday.com/news

[5] Bureau of the Public Debt, at www.publicdebt.treas.gov/opd/opdpenny.htm. Cifra del 30/11/06

[6] Alan Tonelson: Frightening Tales of the Deep Deficit, 14/09/2005

[7] Estados Unidos excluye del acuerdo las medidas disconformes de estados, Puerto Rico y Distrito de Columbia

[8] Por de América del Sur Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay, Venezuela. Por los países asistieron Arabia Saudita, Argelia, Bahrein, Comoras, Djibouti, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Mauritania, Marruecos, Omán, Palestina, Qatar, Siria, Somalia, Sudán, Túnez y Yemen.

https://www.alainet.org/es/active/15909
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