Uruguay asiste a una nueva puja por el ingreso

No condenar al país a la permanente mediocridad

08/05/2007
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La carencia de políticas ajustadas para lograr el desarrollo homogéneo del país, ha determinado que los ingresos obtenidos por el crecimiento exponencial de las exportaciones cuyos resultados van a sectores de la economía que, en general, son reacios en reinvertir en el desarrollo y la modernización de su actividad, casi nunca pudieron ser redirigidos hacia una mejoría de los niveles y la calidad de la producción transformadora de las materias primas que producimos en relativa abundancia.

Esta es una de las constantes históricas que tiene el Uruguay y como resultado lamentable de ella aparecen repetidos los bajos niveles de inversión productiva, donde la industria al llegar en períodos a un tope su capacidad ociosa, ha tenido un párate que es otra de las caras del mismo fenómeno, sin que la inversión externa – fuera del caso de Botnia – haya aumentado de manera significativa, pese a que los cómputos de la CEPAL, haciendo una medición de lo ocurrido en el 2006 indique que la inversión extranjera directa, “per cápita”, de Uruguay ha sido la mayor del continente. Claro, sumamos el ingreso de divisas por ese rubro, con los mil millones o más de la empresa finlandesa, y los dividimos por el número de habitantes escasos que tiene el país, y la cuenta es espectacularmente alentadora. Pero, ¿qué pasará este año 2007, cuando no estará Botnia invirtiendo ni todavía ENCE en marcha, para colocar sus capitales? ¿Volveremos a tener niveles de inversión parecidos a los de Haití, entre los más esmirriados del continente?

Lo que debemos reconocer es que estamos en el cuarto año de crecimiento sostenido, porque seguimos comercializando a buen ritmo nuestras materias primas sin transformar, lo que significa, que esos ingresos notables que se verifican en los cómputos del Banco Central y del Ministerio de Economía sirven de poco a la hora de modificar la problemática social, combatir el subdesarrollo, con sus consecuencias de miseria, retroceso cultural y violencia, que es el basamento para que muchos uruguayos que no se han podido insertar en la maquinaria de la producción todavía prefieran irse a trabajar al exterior como forma de sortear un destino lamentable que dentro de nuestras fronteras parece consolidado y permanente.

A ello se suman los preocupantes niveles de inflación verificados los últimos meses, que tienen varias causas y que el gobierno pretende acotar con medidas monetaristas aplicadas por el Banco Central, sacando de plaza por varios mecanismos el dinero que tiene en sus bolsillos la gente en razón de la mejoría de los salarios, fenómeno este último que fue el que provocó en los meses anteriores el ostensible crecimiento en la demanda y, por supuesto, la mejoría de la actividad.

Por algo el PIT-CNT ha comenzado a reclamar un mayor ritmo en las actualizaciones salariales, acusando, en un análisis bastante superficial, a los empresarios de ser responsables de la carrera alcista de los precios, lo que más allá de la especulación puntual que se ha verificado, no lleva a englobar para nada la universalidad de un proceso que tiene también otras causas y que, eso es estrictamente cierto, está carcomiendo al salario y haciendo peligrar a que los nuevos ajustes no alcancen para cubrir el desajuste alcista.

Claro, pueden ocurrir excesos, pero ninguno que sobrepase los equilibrios de la economía, porque es evidente que intentar vender los morrones “rojos” a 120 pesos el kilo, como hemos detectado en algunos casos extremos, es determinar que estos se pudran decisivamente en los cajones, siendo sustituidos por otros elementos acordes a las posibilidades de compra existentes.

Ningún empresario puede especular más allá de ciertos límites, pero sí lo puede hacer de manera paulatina, jugando al alza de sus productos, cuando se aproxima la reforma tributaria, para que la rebaja del IVA y la desaparición del COFIS se conviertan en ganancia pura que favorezca a ese sector y no, como aspiraba el gobierno, a los consumidores. Parecería que en Uruguay, como ha pasado en tantas ocasiones, se ha desatado una lucha brutal por el ingreso, conflicto que siempre ha llevado a empobrecer a unos y a otros, por más que quienes monopolizan la fijación de precios, en alguna medida, crean tener el sartén por el mango.

De la realidad e la ficción

Mientras la oferta de bienes sea menor que la demanda siempre se verificará el proceso inflacionario que, de acuerdo a lo establecido por el Instituto Nacional de Estadística (INE), se ubicó en abril en el impensado 1,22%, cifra alarmante pues los analistas privados estimaban que no pasaría del 0,62%. Esperemos que el Ministerio de Economía, como se ha hecho en la Argentina, no trate de apaciguar el proceso de alza, metiendo su uña en los índices de inflación, modificando las formas de recolección de datos, para llegar siempre a conclusiones que sean favorables publicitariamente a los economistas que, con cejas levantadas, deben mirar casi con desdén lo que está ocurriendo en el país, porque ellos suponían (y decían), que se estaba en el mejor de los mundo, con la inflación controlada, la que es un impuesto ingobernable seguramente mucho más pernicioso que el que caerá sobre todos los uruguayos a partir del 1ro de Julio.

El Banco Central ha tratado de influir significativamente en este sentido controlando la masa monetaria y, por lo tanto, afectando las tasas de interés a la alza, medidas que de acuerdo a la teoría económica reducen el crecimiento en la tasa monetaria, la que es una forma tradicional de combatir la inflación. Sin embargo, esa estrategia, en un país en donde el crédito no es una constante y todavía los empresarios y los particulares no recurren asiduamente a él, por temer consecuencias como las del pasado, el encarecer el costo del dinero parecería que es un contrasentido. Además porque además el Estado nacional no se apea de ninguna de sus prerrogativas impositivas y siempre va montado sobre los precios, como la carga que impone en las tarifas publicas, lo que juega también un papel decisivo en todo el proceso.

Hace algunos días aumentaron los combustibles nuevamente. Y como el crecimiento de su precio provoca un reflejo en cadena que tiene incidencia sobre el resto de la economía, el tema tiene graves consecuencias sobre el índice de inflación. La razón explícita fue la suba internacional del precio del petróleo. Sin embargo sabemos todos que la tajada impositiva por cada litro de combustible es del 40%, la que aumenta proporcionalmente con cada incremento de los precios.

Sin embargo nunca hubo un movimiento en el Ministerio de Economía para modificar esta brutal imposición, absolutamente desproporcionada, que hace que los uruguayos paguemos los combustibles más caros del continente. No siquiera hubo algún intento, que hubiera sido muy bien visto, para congelar por algún tiempo esa pesada carga. Nada de nada.

El lado negativo de toda esta política que es tradicional en el Uruguay, la que no se le puede asignar al actuar gobierno, es que puede contribuir decisivamente a estancar el crecimiento de la economía y promover el desempleo. Además, recordemos nuevamente, que desde el 1ro de julio, habrá otro elemento que provocará un efecto en la misma dirección, el comienzo de la aplicación de la Reforma Impositiva, que sacará más dinero de la plaza, lo que, a la vista de la “actualización” de precios que llevan adelante los empresarios, seguramente se convertirá en otro freno al consumo.

Según los datos divulgados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en lo que va del año, el aumento de precios fue de 4,58%, levemente por encima del piso de la meta del BCU. En los últimos 12 meses cerrados al 30 de abril, la suba de precios fue de 8,11%, es decir 1,6 puntos porcentuales por encima del techo establecido por el BCU y correspondió al registro más alto desde diciembre de 2004.

En enero, el Indice de Precios al Consumo (IPC) había sido de 1,77%; en febrero 0,61%; y en marzo 0,90%. La fuerte suba de precios de abril afectará el poder de compra de los sueldos, pues los aumentos salariales serán menores en términos reales al alza del costo de la vida.

El incremento de precios en abril se explicó principalmente por la suba de los alimentos y bebidas (2,90%) y de vestimenta y calzado (2,52%). En el caso de alimentos, las verduras, legumbres y tubérculos aumentaron 35,27%, destacándose la suba en zanahorias (151,18%), morrones (93,69%), tomates (38,69%), lechugas (37,37%) y papas (33,18%).

Por supuesto que en la medición de abril hubo elementos imponderables, como el mal tiempo, que en buena medida afectó la producción de granja determinando que las hortalizas llegaran a niveles siderales. Sin embargo los síntomas son también de recalentamiento de la economía, por haber llegado a su fin la capacidad ociosa de la industria que trabaja para el mercado interno y que no compite con las ruinosas exportaciones a las que Uruguay, a diferencia de todos los países con que se comercia, incluido EEUU, pone ningún freno, sin que en el rubro máquinas y herramientas hayan habido inversiones significativas que puedan movilizar un aumento de la producción.

“Llegó la hora que estos señores que se reúnen en los almuerzos de ADM para escuchar a ministros y economistas, exigiendo cada vez que pueden soluciones que tienen costos para todos los uruguayos, o sea que determinan pequeños triunfos en la lucha por la apropiación del ingreso, piensen en el futuro de su empresa, en el mercado en expansión que tienen a su disposición y dependan de una vez por todas de su propio esfuerzo y de su propia inversión.

Veremos lo que ocurre en las próximas semanas. Se ha desatado una evidente puja por el ingreso por parte de los trabajadores de la administración pública y los privados que, de obtener sus objetivos – de mantenerse el actual proceso - seguramente los dejarán por el camino cuando comiencen a pagar el empobrecedor impuesto inflacionario.

Los empresarios están tirando del otro extremo de la cuerda, pero tampoco sin entender de lo que se trata, cuales son las condiciones del mercado interno para el que trabajan y les da de comer. Tienen que dejar de soñar con grandes aperturas de mercados internacionales, las que no ocurrirán hasta que en casa no produzcan con niveles de alta calidad y competitividad. En esta etapa, en Uruguay, el crecimiento es para adentro.

El gobierno tiene que arbitrar esta puja con habilidad y justicia, sabiendo que la piedra de toque para el futuro del país está en la Reforma del Estado que, de fracasar, condenará al país a una eterna mediocridad, la del permanente empleado público.

- Carlos Santiago es Periodista. (http://www.lacoctelera.com/carlos-santiago)
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