Desaparecidos

El por qué del silencio de los culpables

15/05/2007
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  • Opinión
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En un editorial que escribí ya hace unos años, me preguntaba cuales serían las razones por las que nuestros terroristas de Estado mantenían su pacto de silencio en torno a lo sucedido con los detenidos desaparecidos.

Es que reconocer que los habían asesinado y entregar sus restos como prueba, hubiera entonces significado el fin de todos los procesos a los que venían siendo sometidos, ya que ¬a diferencia del de desaparición, que se sigue cometiendo hasta que no aparezca el desaparecido en cuestión- el delito de asesinato ya ha prescripto y no pueden ser juzgados por eso.

Sin embargo, el silencio se mantuvo, se mantiene, y aventuro que se mantendrá. ¿Y por qué? Pues porque sólo hemos estado viendo la punta del iceberg de sus iniquidades, porque sólo conocemos una pequeña parte del horror, porque todavía tienen muchas otras porquerías que ocultar. En el día de hoy, por ejemplo, el abogado Oscar López Goldaracena presenta una denuncia sobre el secuestro en Argentina y asesinato en Uruguay de otras 40 personas. Es así que en pocos años, entre los incluídos en esta denuncia y los incluídos en la del Segundo Vuelo, la cantidad de desaparecidos en nuestro país se ha cuadruplicado.

Pero lo curioso (por llamarlo de algún modo) es que el principal explorador del iceberg de las violaciones a los Derechos Humanos de la Dictadura Patronal Militar, no ha sido ni la Justicia ni el Poder Ejecutivo, sino un periodista. Un sólo periodista, con medios limitados, haciéndose tiempo entre sus dos trabajos, ha logrado muchísimo más que todo el Estado Uruguayo, que ¬si quisiera- tendría recursos ilimitados para buscar la verdad. Hablamos, claro, de Roger Rodríguez, el hombre que encontró a Simón Riquelo.

Mientras Roger investigaba en Montevideo y en Buenos Aires, el presidente Tabaré Vázquez se limitó a pedir a los lobos que investigaran a su manada. Ordenó a los comandantes de las tres armas que le confeccionaran un informe sobre lo sucedido con los detenidos desaparecidos, y hace ya casi dos años, lo presentó públicamente con gran aspaviento, agradeciendo ostentosamente la colaboración de las Fuerzas Armadas en la investigación.

Muy poco tiempo bastó para constatar que esos informes, al contrario de lo que afirmó entonces Vázquez, eran mentira en un “99,9 por ciento”. Sin embargo, el presidente ni se inmutó al constatar el engaño. Es más, hasta el día de hoy ni se da por enterado de que le tomaron el pelo, como si ignorando el asunto pudiera evitar el escarnio público al que fue sometido por los militares. Y peor aún, manda al Parlamento una ley para resarcir económicamente a los familiares de los Terroristas de Estado e inventa un “Día del Nunca Más” para lograr la “reconciliación entre todos los orientales”. ¿Necedad o simple y pura estulticia? No sé, la mente del presidente es un misterio insondable.

A la baldada justicia uruguaya, siempre tan unida al poder de turno y tan atada por leyes espurias como la de Caducidad, poco le podemos reprochar. Recién ahora tiene las manos mas o menos libres para investigar estos asuntos, aunque sigue careciendo de los medios económicos y humanos como para hacerlo a conciencia. Recién ahora, y precisamente en base a la información proporcionada por Rodríguez, por los familiares, y por las organizaciones defensoras de los derechos humanos, está por abandonar la etapa de los inútiles interrogatorios a los terroristas y pasar a la investigación en serio.

La salida a luz de estos otros traslados clandestinos y ejecuciones a los que refieren la denuncia de Goldaracena, me da la pista sobre por qué los terroristas de Estado no revelan el lugar en el que enterraron a los asesinados: ¡porque son muchos más de los que nos pensábamos! Es muy probable que la abrumadora mayoría de los ciudadanos uruguayos desaparecidos en Argentina estén enterrados en inmensas fosas colectivas al estilo de las de los Balcanes o las de América Central. Linda gente para reconciliarse con ella...

- Andrés Capelán/ COMCOSUR
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