Cuba: La revolución continúa

30/08/2006
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La Habana

La Proclama

Cuando en la noche del 31 de julio se difundió por la televisión cubana la “Proclama del Comandante en Jefe” anunciando su enfermedad y la decisión de transferir provisionalmente sus cargos al compañero Raúl y las tareas que en ese momento estaba impulsando personalmente a varios compañeros de la dirección del Partido y el Gobierno, el país se adentraba en una situación que se resumía en la pregunta muchas veces repetida: ¿Qué pasará cuando Fidel no esté?

A partir de ese momento la prensa internacional se hizo eco de múltiples comentarios y especulaciones sobre lo que sucedería. Transcurridas varias semanas de aquel anuncio lo que ha ocurrido, en contra de muchos vaticinios, es que el funcionamiento institucional y la gobernabilidad en Cuba están en total normalidad. Vale la pena analizar los hechos.

La decisión adoptada no responde a la improvisación, ni a un capricho de Fidel de dejar a “su hermano al frente del país”, como han repetido continuamente muchos medios de comunicación internacionales. De acuerdo a las normativas del Partido, el Segundo Secretario tiene entre sus funciones la de sustituir provisionalmente al Primer Secretario en ausencia o invalidez de éste. Igualmente la Constitución de la República de Cuba, aprobada en referéndum en 1976, establece en su artículo 94: En caso de ausencia, enfermedad o muerte del Presidente del Consejo de Estado lo sustituye en sus funciones el Primer Vicepresidente.

Raúl ocupa los cargos de Segundo Secretario del Partido Comunista y primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, no por ser el hermano de Fidel, sino en virtud de su trayectoria y aportes en la conducción de la Revolución.

El 26 de julio de 1953 cuando un grupo de jóvenes, encabezados por Fidel, asaltó el cuartel Moncada en Santiago de Cuba, Raúl no era el segundo jefe de esa acción, sino un combatiente de fila que integró el grupo que tuvo la misión de tomar uno de los edificios colindantes al cuartel, el denominado Palacio de Justicia, sede de los tribunales. En el transcurso de esta acción Raúl, a golpe de audacia y valor, se convirtió en el jefe del grupo. Al ser detenidos y ante la posibilidad de que Fidel estuviera muerto, Raúl asumió la responsabilidad del hecho ante las fuerzas represivas del régimen dictatorial.

Guardó prisión junto a Fidel y demás asaltantes que sobrevivieron a la represión y luego desempeñó un destacado papel en la preparación, en México, de la expedición del yate Granma que desembarcó en el oriente cubano el 2 de diciembre de 1956 formando parte de esta como Capitán jefe de un pelotón. No era tampoco el segundo jefe de la  expedición. Tres días después del desembarco fueron sorprendidos y la tropa rebelde fue diezmada y dispersada. Raúl logró mantener unido y con armas a un grupo de otros cinco combatientes que el 18 de diciembre se reencontró con Fidel que era acompañado por dos combatientes.

La conducta y el accionar de Raúl en la guerrilla le fueron otorgando autoridad y protagonismo en las decisiones. Cuando en marzo de 1958, Fidel decide abrir un segundo frente de batalla en el Norte y Este de la antigua provincia de Oriente, Raúl es designado como su jefe. Condujo a la tropa con éxito hasta el nuevo teatro de operaciones tras larga y difícil caminata. Liberó una amplia extensión de territorio y creó una administración civil que adelantó en esa zona muchas de las medidas que luego llevaría adelante la Revolución triunfante: organizó escuelas y centros de salud, un sistema tributario y un sistema de administración de justicia, distribuyó tierras a los campesinos y se organizó en ese territorio el Congreso Campesino en Armas, entre otras medidas.

Las tropas a su mando desempeñaron un importante papel en el asedio a Santiago de Cuba ya en las postrimerías de la guerra. Es Raúl el comandante rebelde al que se rinde la guarnición del cuartel Moncada.

Desde enero del 59 su labor estuvo vinculada a la creación y fortalecimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y en los primeros años también a la atención preferente de la zona oriental del país. En el propio año 59, ante las informaciones de planes de atentado para asesinar a Fidel, este propone que se designe a Raúl como su sustituto si esto ocurriera. Fue algo acogido como natural, Raúl era ya el segundo líder de la revolución. Durante todos estos años se ha desempeñado como tal apareciendo sobre todo en los momentos más difíciles. Baste como ejemplo las decisivas reuniones territoriales del partido que él presidió en los momentos más tensos del “periodo especial” (crisis económica generada con la desaparición de la URSS y el campo socialista europeo) y que constituyeron un despertar de fuerzas, optimismo y decisión de vencer en aquellas críticas circunstancias.

Sin embargo, el propio Raúl se ha ocupado de dejar claro que la sustitución del líder histórico de un proceso revolucionario no trascurre como un simple relevo de cargos y ha puesto énfasis como es el Partido emergido de la Revolución, como una instancia colectiva, la garantía de la continuidad del proceso.

El pueblo cubano

Lo ocurrido en estas semanas reafirma la certeza de que la Revolución cubana no depende de Fidel, por muy importante que haya sido y sea su papel en su gestación, desarrollo, consolidación y continuidad. La Revolución es un proceso que descansa ante todo en el apoyo y la participación del pueblo en su realización. Sus líderes, en primer lugar Fidel, han tenido el extraordinario valor de interpretar los anhelos e intereses de las grandes mayorías y actuar honesta y consecuentemente en beneficio de ellas. Con ello se han  ganado la confianza y la lealtad de la mayoría de las cubanas y los cubanos.

La obra misma de la revolución, en lo material y sobre todo en la subjetividad de las gentes es su principal garantía. Generaciones enteras cambiaron radicalmente su perspectiva del mundo, asumieron como derechos lo que antes otros prometían como dádivas, pudieron tener planes de vida con amplios horizontes para ellos y sus hijos. Una vida modesta, difícil en su cotidianidad, pero digna y con la seguridad de que su mejoría depende de los cubanos y las cubanas, es esto lo que ofreció la revolución a las capas más amplias de la población.

Esa herencia perdura, no sin contradicciones y debilidades, pese a los avatares de los últimos 15 años. El otro factor de unidad, vinculado estrechamente a lo anterior, es el rechazo prácticamente unánime a la injerencia norteamericana en los asuntos de Cuba.

Las pretensiones imperiales de los Estados Unidos sobre Cuba datan del siglo XIX y tuvieron su colofón en la intervención militar de 1898 que frustró el triunfo de las armas del ejército independentista cubano frente al ejército colonial español. Como consecuencia de esa intervención, la República cubana nació mediatizada por una enmienda a la Constitución que fue gestada no en la asamblea constituyente cubana sino en el Congreso de los Estados Unidos. La llamada Enmienda Platt (por el nombre del Congresista que la propuso) otorgaba a la nación norteamericana el derecho a intervenir en los asuntos de Cuba cuando lo estimara necesario, lo cual fue utilizado abiertamente, es decir con la introducción de tropas, en 1906 y por diversas vías durante toda la primera mitad el siglo XX. También daba todas las facilidades a las empresas norteamericanas para apropiarse de las riquezas de la nación. Esta enmienda constitucional es el origen de la tristemente célebre base naval norteamericana de Guantánamo.

Aunque la enmienda fue abolida en la Constitución de 1940 fruto de la revolución popular antimachadista de 1933, la injerencia norteamericana se mantuvo.

Esa política imperialista quedó bien gravada en la memoria del pueblo cubano, sobre todo en la de los sectores más humildes, es decir los más grandes perjudicados con aquella. El triunfo sobre la dictadura de Fulgencio Batista en enero de 1959 fue a la vez el triunfo contra esos “derechos imperiales” sobre Cuba.

El gobierno de los Estados Unidos hizo todo lo que pudo por evitar el triunfo revolucionario. En documentos desclasificados del gobierno de los Estados Unidos se encuentran muchas referencias al respecto. También inició desde los primeros momentos posteriores a enero del 1959 una estrategia básica para hacer fracasar a la Revolución triunfante y que mantienen hasta hoy, pese a su inutilidad. Esa estrategia se resume en esta expresión: “la mayoría de los cubanos apoyan a Castro... debemos adoptar rápidamente todas las medidas posibles para debilitar la vida económica de Cuba... provocar el hambre y la desesperación para  derrocar al Gobierno“.

“El Plan Bush”

La actual administración norteamericana intenta llevar adelante esa estrategia mediante el llamado “Plan Bush para Cuba”.

Veamos algunas de sus propuestas:

...“el gobierno de los Estados Unidos establecerá un programa para modificar el sistema legal (...) y ofrecerá asistencia para enmendar la actual Constitución o la suspenderá”.

Se creará un “nuevo sistema electoral”, utilizando el manual ya elaborado por el gobierno de Estados Unidos.

“Se designarán asesores norteamericanos a los ministerios por períodos de dos años con opción de renovación de sus contratos”.

“Como prioridad inmediata, el gobierno de los Estados Unidos ayudará a establecer una nueva fuerza policial”.

Se perseguirían “a los ex funcionarios y miembros del gobierno, del Partido, de las fuerzas de seguridad, de las organizaciones de masas y otros ciudadanos progubernamentales, quizás también a muchos miembros de los Comités de Defensa de la Revolución. La Lista pudiera ser larga.

“(
¼) Se creará un Comité Permanente de los EE.UU. para la Reconstrucción Económica (...) integrado por representantes del Departamento de Estado, Comercio, Tesoro, Justicia, Agricultura, Vivienda y la USAID.”
“El Gobierno de los Estados Unidos alentará las reclamaciones de las propiedades confiscadas, (...) se ocupará de solucionar las reclamaciones pendientes (...) y establecerá una estructura para dirigir la devolución de propiedades, la Comisión para la Restitución de los Derechos de Propiedad”.

Esta medida afectaría a:

Más del 80% de las familias cubanas, que hoy son propietarias de sus viviendas. El título de propiedad entregado por la Revolución no sería reconocido.

Desaparecerían las escuelas, círculos infantiles, hospitales y otras instituciones sociales, establecidas en instalaciones nacionalizadas o construidas en terrenos expropiados.

Perderían sus tierras la mayor parte de los 65 mil campesinos asociados a las Cooperativas de Producción Agropecuaria y los 261 mil campesinos socios de las Cooperativas de Crédito y Servicios.

Se afectarían también los 301 mil trabajadores de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) y los 341 mil de la agricultura urbana.

Perderían su empleo los trabajadores cuyas industrias serían cerradas o privatizadas como resultado de los ajustes neoliberales que propone el “Plan” como programa económico.

Por ejemplo:

El “Plan Bush” asegura que un país como Cuba no puede disponer de una industria biotecnológica que “no es apropiada por su magnitud y gastos para una nación fundamentalmente pobre”.

Se cerrarían los 53 centros de investigación de esta rama y se convertirían en desempleados sus 15.000 científicos y trabajadores. Se cancelaría así, además, el tránsito hacia una economía basada en el conocimiento y no en la exportación de productos básicos como fue tradicional durante siglos de dependencia y subdesarrollo.

Se cancelarían los programas sociales de salud, educación y seguridad social.

El “Plan Bush” pretende:

“Facilitar el desarrollo de la educación privada”.

Que las escuelas funcionen con maestros “traídos del exterior”, “preparados por el Departamento de Educación de los Estados Unidos”.

El “Plan Bush” asegura que:

“La economía cubana y el presupuesto del Gobierno después de la transición no podrán sostener el nivel inmerecido y los relajados requerimientos de elegibilidad que el sistema comunista de seguridad social permitía”.

Se creará el “Cuerpo de Jubilados Cubanos”, para poner a trabajar a los jubilados “si tienen buena salud”.

Un millón 985 mil 399 cubanos dejarían de beneficiarse de la seguridad y la asistencia social.

Para ejecutar este plan el Gobierno norteamericano ya designó a un funcionario del Departamento de Estado nombrado Caleb McCarry como “Coordinador para la transición en Cuba”, es decir un procónsul imperial encargado de hacer realidad estos planes de restitución del poder neocolonial.

¿Alguien en su sano juicio cree que en Cuba estas propuestas van a recibir algún apoyo?

En realidad han provocado todo lo contrario, han reafirmado la unidad en contra de toda injerencia en los asuntos internos de Cuba. En las últimas semanas hemos escuchado a obreros, campesinos, estudiantes intelectuales, figuras religiosas, (incluso el Cardenal Jaime Ortega,) rechazar toda pretensión de definir el destino de Cuba desde el exterior.
La amenaza externa une y refuerza el apoyo a la revolución.

Vemos así que el “Plan Bush”, además de violatorio de la soberanía de Cuba y de toda norma legal internacional, es absurdo. Es un plan poco serio que hay que tomar muy en serio dado la agresividad y pocas luces del grupo neoconservador que integra hoy el Gobierno de los Estados Unidos.

Para lograr sus propósitos, la administración Bush lo que ha hecho es recrudecer la política de bloqueo y subversión hacia Cuba. Entre otras medidas ha limitado a la comunidad cubano americana el envío de remesas, las visitas a familiares en Cuba y la suma de dinero que se les permitirá gastar en la isla a los que viajen; ha ordenado  operaciones encubiertas contra los que lleven dinero a sus familiares y ofrece recompensas a quienes los delaten; restringe las visas de académicos e instituciones cubanos para visitar los Estados Unidos y cancela las licencias que diversas instituciones tenían para organizar viajes a Cuba; amenaza y persigue a personas de terceros países que comercian o invierten en Cuba y promueve campaña contra la revolución cubana en todo el mundo; ha aportado más fondos a la radio y televisión que el gobierno norteamericano creó para desestabilizar al gobierno cubano; financia muy abundantemente a las organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en Miami y a la maltrecha “disidencia” interna.

En las últimas semanas, la retórica subió de tono y los esfuerzos por invadir el espacio radioeléctrico cubano se incrementaron con la utilización de dos sofisticados aviones portadores de tecnología de avanzada que, por cierto, no les han dado ningún resultado. Parece que la tecnología de interferencia de Cuba es más avanzada porque logra frustrar que la TV mal llamada Martí se vea.

Las autoridades cubanas han adoptado medidas de reforzamiento de su disposición defensiva llamando a algunas decenas de miles de reservistas a filas como medida de prevención por si se intenta pasar más allá de la retórica, según declaró al diario Granma Raúl Castro.

En realidad, lo acontecido desde el 31 de julio refuerza la confianza mutua entre la dirección del gobierno y el partido y el pueblo cubanos, ha hecho evidente el prestigio y apoyo internacional que goza el pueblo cubano y su revolución y debía poner a los centro pensantes de los Estados Unidos a reconsiderar sus planes, pronósticos y expectativas sobre el futuro de la nación cubana.

Se esfumaron las ilusiones del “estallido” de Cuba ante la ausencia de Fidel al frente del Estado y el Partido. Se hizo evidente, lo que ya sabíamos, la imposibilidad real del gobierno norteamericano de determinar el rumbo institucional de Cuba. Les quedaría la opción militar para llevar adelante el “Plan Bush”, lo cuál sería además de un crimen de lesa humanidad una insensatez política ante el alto costo, en todos los sentidos, que tendría que pagar la administración norteamericana por una ocupación siempre parcial y altamente insegura del territorio cubano.

Quizás sea hora que desde dentro de los propios Estados Unidos se presione a fondo a la administración para que vea con realismo y no a través de los retorcidos intereses de Miami, cuál puede ser la política más sensata hacia Cuba.

Cuba será la sede en septiembre próximo de la Cumbre del Movimiento de Países no Alineados, lo que la llevará a la presidencia de ese importante foro mundial; sus relaciones con América Latina tienen un auge sin precedentes desde 1959, en correspondencia con los aires políticos que recorren la región, la presencia de médicos cubanos en muchos países, la “operación Milagro”, las campañas alfabetizadotas, los planes de becas para jóvenes de sectores humildes de muchos países para estudiar en Cuba  acrecientan el conocimiento y la gratitud hacia este pueblo. La economía cubana creció 11,2 % en el 2005 y la balanza comercial le resultó favorable por primera vez en muchos años, gracias al auge de la exportación de servicios. Para el presente año se esperan resultados similares.

Estos resultados económicos han permitido iniciar diversos programas para ir dejando atrás los problemas acumulados durante la profunda crisis económica de los años 90. Muchos de estos impactan ya en la vida cotidiana de millones de cubanos y cubanas.  

Las visiones apocalípticas de una Cuba que fenece van siendo cada vez más irreales. Cuba tiene, claro está, muchos problemas por resolver ¿Qué país no los tiene?, pero cuenta con condiciones y potencialidades muy elevadas para enfrentarlos con éxito. El primero de ellos es la recuperación del valor del trabajo como la fuente principal de bienestar personal y familiar. Una consecuencia de la crisis de los 90 fue un deterioro de esa relación con los efectos sociales negativos que esto supone para una sociedad que se define de trabajadores/as y que tiene a la justicia social y el bienestar para todos y todas como sus objetivos básicos.

El fortalecimiento de las instituciones y mecanismos de participación popular en el gobierno de la sociedad es otra de sus tareas inmediatas. La lucha contra expresiones burocráticas y contra privilegios y corrupción de funcionarios, entre otros, son importante retos pero la inmensa mayoría de los cubanos y las cubanas saben que la solución de estos problemas y el mejoramiento, paulatino pero seguro, de la calidad de vida de todos y todas solo se lograrán con la revolución. Nunca contra ella.

José R. Vidal, periodista cubano integrante del Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr. de la Habana.

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