2011: Entre esperanzas y temores
01/02/2011
- Opinión
Comienza un año lleno de expectativas. Esperanzas y temores se agolpan. No puede ser menos. Ante situaciones económicas muy difíciles, ante un acumulado de insatisfacciones materiales y espirituales se emprende un camino de cambios que alterará nuestras formas de existencia en múltiples sentidos. Nadie quedará ajeno a los impactos de las transformaciones anunciadas. Por eso nadie debería quedar al margen de la consulta en marcha que busca generar un consenso que haga posible enfrentar el desafío anunciado.
La situación es muy compleja. Convergen problemas coyunturales —crisis económica mundial con sus impactos concretos sobre Cuba y los efectos aún latentes de los huracanes del 2008—, con el acumulado de problemas que se derivan de la permanente guerra económica sobre el país y de los errores del modelo económico y político estadocéntrico que se erigió como única noción de socialismo. Las soluciones entonces son inevitablemente también complejas y provocarán nuevos problemas y contradicciones.
No podemos perder de vista que hay una lucha de sentidos, de valores, de imaginarios sobre el futuro de Cuba. Es evidente que dos proyectos políticoideológicos están en pugna. Uno, el socialista que la Revolución triunfante en enero de 1959 ha llevado adelante y que produjo transformaciones de enorme significación en la historia del país; otro, el de la restauración capitalista. En la coyuntura actual, debemos reconocer que la hegemonía del primer proyecto se ha debilitado y está siendo disputada en todas las esferas y sectores de la actividad social por ese otro que desea restaurar el capitalismo.
Ahora bien ¿quiénes apuestan a favor de uno y otro proyecto? Hay algunos actores claramente identificados: el Gobierno de los Estados Unidos, la mayor parte de la emigración cubana en ese país, gobiernos de países capitalistas, corporaciones trasnacionales, medios de comunicación al servicio de la hegemonía imperial que apuestan, sin dudas, por el proyecto de restauración capitalista pero lo hacen no desde un monolitismo de posiciones; muchas veces intereses puntuales matizan sus acciones.
Al interior de Cuba el escenario de la correlación de fuerzas es aún más complejo. Poca gente declara su apuesta por el capitalismo pero muchos, en los más diversos sectores, lo hacen calladamente y otros, inclusive, sin plena conciencia que lo están favoreciendo. En los sectores populares, de Gobierno, la intelectualidad, los estamentos burocráticos y otras instituciones pueden encontrarse posiciones y actitudes que favorecen la emergencia del capitalismo. Desde expresiones del sentido común hasta elaboraciones intelectuales de mayor o menor profundidad pero, sobre todo, desde conductas concretas se disputa hegemonía al proyecto revolucionario. Los privilegios, la corrupción, la insensibilidad hacia los menos favorecidos, las actitudes burocratizadas, autoritarias y despreciativas del pueblo; el desconocimiento de la realidad, los dogmas que inmovilizan a las instituciones y la ausencia de una reflexión crítica que obstaculizan la creación de nuevas formas y horizontes socialistas, son actitudes y conductas que favorecen al proyecto de restauración capitalista.
La crítica comprometida, la información transparente, la iniciativa creadora, la confianza en el saber y el poder del pueblo, el vínculo estrecho con la realidad, la confianza de que con honestidad, laboriosidad y en cooperación podemos vencer los desafíos actuales, son actitudes que favorecen al proyecto socialista. Un gran potencial de estos elementos está presente en todos los sectores y grupos sociales aunque su reservorio más importante está en las trabajadoras y los trabajadores.
La crisis del capitalismo y los grandes desafíos actuales, sobre los que la humanidad va tomando conciencia, erosionan la hegemonía global del sistema y crean un escenario propicio para la emergencia de alternativas nuevas. Ello es un factor importante que debe nutrir el pensamiento socialista cubano y que refuerza la lucha contra la hegemonía capitalista también al interior de nuestro país.
El aporte de la Educación Popular
En este contexto tan difícil, lleno de desafíos, lo que hacemos desde la Educación Popular es aún mucho más importante que nunca antes. La participación no se puede decretar, ni si gesta desde arriba aunque puede y debiera ser estimulada. La participación, en el sentido con que entendemos el término, es el resultado de procesos de formación y articulación que no se improvisan. Entonces lo que hacemos es construir desde abajo parte importante de las respuestas a los desafíos históricos del socialismo cubano. De ahí el lema que presidió las sesiones del IV Encuentro Nacional de educadoras y educadores populares: Por una opción socialista sentida y pensada desde nuestras prácticas. 7
Debemos identificar y aprovechar las oportunidades que aparecen aunque nos resulten insuficientes. A modo de ejemplo podemos mencionar dos de ellas:
- La emergencia de formas nuevas o renovadas de propiedad social (cooperativas, arrendamientos, etc.) pueden originar demandas de formación y acompañamiento a esos colectivos de trabajadores para que no reproduzcan en las nuevas formas, los viejos métodos.
- Se aprecia una tendencia a la descentralización hacia lo municipal. Esto por sí mismo no entraña un cambio en el modelo, porque simplemente se puede reproducir allí en esa escala el modelo burocratizado y autoritario, sin embargo crea condiciones para que desde las prácticas concretas que estimulamos y acompañamos, se geste un ejemplo exitoso de otra forma de gestión que pueda ser “contagiosa” y vaya extendiendo prácticas realmente participativas.
La cultura de la participación es indispensable al socialismo, sin ella no habrá continuidad ni sostenibilidad del proyecto. La participación que es un derecho de cada ciudadana y ciudadano es, además, la posibilidad de gestar verdaderos consensos que comprometan y motiven a la acción, de preservar que el poder esté siempre al servicio del pueblo y de aprovechar la inteligencia colectiva, los saberes y experiencias de todas las personas.
No puede constreñirse la participación a los momentos en que se llame a consulta desde las instancias de Gobierno; es esencial que permanentemente, como estilo de trabajo, como cultura en el ejercicio del poder, se garanticen los espacios públicos de intercambio y debate de ideas y los mecanismos de participación popular tanto en la concepción y planificación de aquellos proyectos y planes que le atañen directamente (el plan de su empresa, el proyecto de su comunidad) como los aspectos medulares de las políticas nacionales y sobre todo que estén debidamente establecidos, en el derecho y en los hechos, los procesos de rendición de cuentas y de control popular sobre la gestión de las instancias de dirección a los diferentes niveles, de manera directa o mediante el efectivo papel de los órganos representativos electos por el pueblo, es decir, las asambleas del Poder Popular en todas las instancias.
El futuro no está predeterminado, tampoco depende de los deseos y la voluntad de algunos, sólo el trabajo honesto y útil y las formas de organización participativas que permiten tomar en cuenta los legítimos intereses diversos que hay en la sociedad, pueden garantizar que el futuro de Cuba sea próspero, solidario, profundamente humano, donde la aspiración martiana de tener una “República con todos y para el bien de todos” sea definitivamente el rasgo distintivo de nuestra República.
Fuente: Caminos 109, Boletín digital del Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr., enero-febrero 2011
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