Mentiras repetidas
07/07/2007
- Opinión
Quito
Un célebre dirigente del nazismo alemán descubrió una teoría hasta hoy vigente: que una mentira repetida muchas veces (usando los medios de comunicación) se convierte en verdad. Desde luego que esto rige para los televidentes, radioescuchas, o lectores ingenuos, no alertados, y a quienes no les llega la réplica de los que pueden desmentir las falacias que se repiten.
En uno de mis artículos ciber (publicado el 20 de enero) con el título de "Guerra Declarada", yo advertía que era irreversible la confrontación entre el gobierno que preside Correa, con una sola cabeza, enfrentado a una criatura maléfica y multi céfala, que se desparrama desde la más radical extema derecha hasta algunos brotes de extrema izquierda, elementos todos creados en oposición al régimen, así mismo, por los más variados intereses, desde los económicos hasta los de dominio político.
En el ambiente de lucha en que se vive, matizado por la campaña electoral camino a la Asamblea y un engendro de consulta paralela organizada por uno de los cabecillas de oposición, el Alcalde de Guayaquil, Nebot y sus pelucones, hay algunas mentiras que se repiten con apasionada constancia para ver si se ganan adeptos a su causa.
Uno de estos casos es el del supuesto beneficio de la dolarización que, indiscutiblemente, benefició y sigue haciéndolo a la clase adinerada, media y alta, es decir, a los pelucones de costa, sierra, oriente y Galápagos, que viven fuera y dentro del país.
Nunca dicen que la economía de todos se licuó a la quinta parte de su valor: del salario, de los bienes muebles e inmuebles. Desde luego que este perjuicio afectó a cada familia en relación directamente proporcional: Los más pobres se fueron a la punta de un cuerno y a los más ricos poco les afectó, puesto que gran parte de sus fortunas, la tenían en el extranjero con todo su poder adquisitivo.
Ahora que la oposición a Correa está altamente preocupada por el incremento del precio del tomate no dicen media palabra de que poco antes de la dolarización una libra de tomates costaba aproximadamente doscientos cincuenta sucres (2,5 centavos de dólar de a 5 mil sucre); hoy cuesta 40 centavos de dólar de 25 mil sucres, es decir, 180% por el valor del producto y el 500% más por la variación de moneda, o sea el 680% más caro.
Tampoco dicen que la economía ecuatoriana, amarrada al signo monetario norteamericano, además de nuestra propia devaluación y deterioro económico y financiero, por esta dependencia al signo monetario de los gringos, debemos absolver la devaluación que ellos soportan y que se puede medir cuando al crearse la unidad monetaria para Europa (el euro) la paridad o costo de la moneda era inferior al dólar y hoy el euro está costando un dólar y casi cuarenta céntimos, es decir que hemos absorbido, a diferencia de los países que tienen moneda propia, una devaluación en ese período de casi un 40%,
Si no lo sentimos tanto, porque nuestra economía está altamente supeditada y dependiente del signo dólar, no quiere decir que en el ámbito mundial, esto no sea una realidad.
En la guerra de mercados que se genera entre las grandes potencias económico-financieras, incluyendo a las enormes empresas transnacionales, y la presencia en la contienda de poderosos componentes como China e India, la economía de Estados Unidos está en retroceso y los especialistas hablan de la posibilidad de una fractura como la que ese país sufrió en los años treinta del siglo pasado. Síntomas son: el abultadísimo déficit presupuestario, la descomunal deuda del estado al sector privado y el incontrolable gasto militar.
Una crisis gringa de magnitud similar arrastrará a toda la humanidad a conflictos de impredecibles consecuencias, pero los más perjudicados seremos los pobres países que estamos atados a la moneda dólar.
Y mientras todos los países del mundo, sin excepción, como parte de su soberanía, manejan una moneda propia, los pelucones ecuatorianos repiten que consideran un delito de lesa patria, que alguien se pronuncie diciendo que en un futuro será bueno que tengamos una moneda propia o una moneda regional, como el euro, si es que el proceso de integración sudamericana sigue consolidándose.
La mentira repetida para convertirse en verdad es que quien habla del dólar es un apátrida.
Un célebre dirigente del nazismo alemán descubrió una teoría hasta hoy vigente: que una mentira repetida muchas veces (usando los medios de comunicación) se convierte en verdad. Desde luego que esto rige para los televidentes, radioescuchas, o lectores ingenuos, no alertados, y a quienes no les llega la réplica de los que pueden desmentir las falacias que se repiten.
En uno de mis artículos ciber (publicado el 20 de enero) con el título de "Guerra Declarada", yo advertía que era irreversible la confrontación entre el gobierno que preside Correa, con una sola cabeza, enfrentado a una criatura maléfica y multi céfala, que se desparrama desde la más radical extema derecha hasta algunos brotes de extrema izquierda, elementos todos creados en oposición al régimen, así mismo, por los más variados intereses, desde los económicos hasta los de dominio político.
En el ambiente de lucha en que se vive, matizado por la campaña electoral camino a la Asamblea y un engendro de consulta paralela organizada por uno de los cabecillas de oposición, el Alcalde de Guayaquil, Nebot y sus pelucones, hay algunas mentiras que se repiten con apasionada constancia para ver si se ganan adeptos a su causa.
Uno de estos casos es el del supuesto beneficio de la dolarización que, indiscutiblemente, benefició y sigue haciéndolo a la clase adinerada, media y alta, es decir, a los pelucones de costa, sierra, oriente y Galápagos, que viven fuera y dentro del país.
Nunca dicen que la economía de todos se licuó a la quinta parte de su valor: del salario, de los bienes muebles e inmuebles. Desde luego que este perjuicio afectó a cada familia en relación directamente proporcional: Los más pobres se fueron a la punta de un cuerno y a los más ricos poco les afectó, puesto que gran parte de sus fortunas, la tenían en el extranjero con todo su poder adquisitivo.
Ahora que la oposición a Correa está altamente preocupada por el incremento del precio del tomate no dicen media palabra de que poco antes de la dolarización una libra de tomates costaba aproximadamente doscientos cincuenta sucres (2,5 centavos de dólar de a 5 mil sucre); hoy cuesta 40 centavos de dólar de 25 mil sucres, es decir, 180% por el valor del producto y el 500% más por la variación de moneda, o sea el 680% más caro.
Tampoco dicen que la economía ecuatoriana, amarrada al signo monetario norteamericano, además de nuestra propia devaluación y deterioro económico y financiero, por esta dependencia al signo monetario de los gringos, debemos absolver la devaluación que ellos soportan y que se puede medir cuando al crearse la unidad monetaria para Europa (el euro) la paridad o costo de la moneda era inferior al dólar y hoy el euro está costando un dólar y casi cuarenta céntimos, es decir que hemos absorbido, a diferencia de los países que tienen moneda propia, una devaluación en ese período de casi un 40%,
Si no lo sentimos tanto, porque nuestra economía está altamente supeditada y dependiente del signo dólar, no quiere decir que en el ámbito mundial, esto no sea una realidad.
En la guerra de mercados que se genera entre las grandes potencias económico-financieras, incluyendo a las enormes empresas transnacionales, y la presencia en la contienda de poderosos componentes como China e India, la economía de Estados Unidos está en retroceso y los especialistas hablan de la posibilidad de una fractura como la que ese país sufrió en los años treinta del siglo pasado. Síntomas son: el abultadísimo déficit presupuestario, la descomunal deuda del estado al sector privado y el incontrolable gasto militar.
Una crisis gringa de magnitud similar arrastrará a toda la humanidad a conflictos de impredecibles consecuencias, pero los más perjudicados seremos los pobres países que estamos atados a la moneda dólar.
Y mientras todos los países del mundo, sin excepción, como parte de su soberanía, manejan una moneda propia, los pelucones ecuatorianos repiten que consideran un delito de lesa patria, que alguien se pronuncie diciendo que en un futuro será bueno que tengamos una moneda propia o una moneda regional, como el euro, si es que el proceso de integración sudamericana sigue consolidándose.
La mentira repetida para convertirse en verdad es que quien habla del dólar es un apátrida.
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