Discurso presidencial: oídos sordos al ruido de la protesta social

01/08/2007
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Doble telón de fondo, “el ruido” de las protestas sociales y regionales; y una nueva mesa directiva del Congreso que formalizaba los amores clandestinos del APRA y el fujimorismo, con acompañamiento musical del transfuguismo canalla. Este es el marco del tradicional discurso presidencial por fiesta patrias, a un año de gobierno aprista.

La novedad fue el tono conciliador que empleó Alan García en varios pasajes de su presentación en el Congreso, pidiendo disculpas por los excesos verbales a los sectores que encabezaron la protesta social, y solicitando tregua a los pobres por su “cólera histórica”, prometiendo –una vez más- que el gobierno reducirá la pobreza en los próximos años. Sin embargo, no hubo un mea culpa por las promesas electorales aún incumplidas.

La otra sorpresa, las espectaculares metas del presidente para el 2011, como reducir la pobreza de 50% al 30%, la desnutrición crónica del 25% a menos del 16%, erradicación absoluta del analfabetismo, la ampliación de la cobertura de servicios básicos y electricidad al 90% de los peruanos, seguro universal de salud para todos, reducción de la deuda externa a 13%, inflación anual a menos del 2%, reducción de la brecha de la pobreza en 50%, e incrementar en dos tercios la inversión pública en manos de los gobierno regionales y locales; entre otros.

Para García la necesidad de reconciliación y las metas propuestas tienen relación porque “el ruido de los conflictos ha disminuido esa confianza, haciendo pensar que el país no tiene rumbo ni objetivos”. Por el contrario, el país crece, en el 2006 alcanzamos el 8%, en el 2007 lograremos igual tasa, y para los años siguientes la tendencia ascendente asegura que las promesas no son imposibles. “Para ello conservaremos el orden y la estabilidad económica” señalo enfáticamente, o sea más neoliberalismo y mano dura a las “conductas inmediatistas y depresivas”. Será por eso que con silencio aprobador, siguen inamovibles las recientes normas que penalizan la protesta social y la participación de presidentes regionales y alcaldes en ellas.

Con este enfoque, el presidente señaló las cinco líneas básicas del gobierno: descentralización, austeridad, crecimiento, redistribución social y afirmación del Perú ante el mundo. Se extravió en cifras y porcentajes, intentando proyectar un mensaje sólido, que por el contrario, ha dejado una sensación ambigua y escéptica en el ciudadano.

Es que para García, la descentralización es “la ejecución de las obras”, por eso remarcó el “inmenso aumento de dinero” transferido a los gobiernos regionales y gobiernos locales, ahora estos tienen el 70% de los recursos de inversión. Entonces, si se ha descentralizado el gasto, también hay que descentralizar el pedido, no hay que reclamar más al gobierno central, “deben ser sus pueblos los que rectifiquen” a autoridades regionales y locales si se equivocan. Sin embargo, en el discurso no se dijo una palabra de la responsabilidad del gobierno nacional para fortalecer capacidades técnicas de los gobiernos subnacionales. Es obvio, que el mensaje tiene un trasfondo, poner a los gobiernos regionales como blanco de la demanda social regional.

Para acabar con el tema de la descentralización, Alan anunció la transferencia de las empresas de electricidad y los proyectos de INADE a los gobiernos regionales; así como dedicó unas cuantas líneas al inicio de las regiones piloto y la constitución del CEPLAN. Aunque no preciso fechas, hay que tomarle la palabra, por lo que se hace necesaria una vigilancia permanente para evitar nuevas promesas incumplidas.

La austeridad apareció como un tema gastado; sin embargo, la aplicación centralista de esta medida, sigue dañando la débil institucionalidad de las municipalidades rurales, ahuyentando a los técnicos y fijando sueldos mendigos a los alcaldes.

El crecimiento, fue el tema preferido del presidente. Exhibió la ya emblemática tasa de 8% del 2006, olvidando reconocimientos al gobierno anterior sobre este resultado. Presentó indicadores espectaculares de crecimiento, el empleo en 9%, la producción industrial en 12%, el consumo en 6%, el consumo de alimentos en 5%; también crecieron el crédito de consumo, el consumo familiar de electricidad, las ventas de cemento, la demanda de pasajes aéreos. Y en el paroxismo del discurso presentó un nuevo indicador de crecimiento, el aumento de la telefonía celular, cuyas mayores tasas se dieron en Madre de Dios, San Martín y Huancavelica, es decir, estos departamentos habrían entrado en la senda del desarrollo ¡Y no nos hemos dado cuenta!

Por el contrario, lo que no quiere darse cuenta el presidente es que el 50% o 54% de pobres (la cifra está en controversia) no se beneficia de esta bonanza; que ese crecimiento inclusivo y social pregonado en su discurso, no tiene asidero si se mantiene el mismo modelo económico. Que ese crecimiento, es en la costa norte e Ica, y en segmentos articulados a la globalización económica. El agro sigue deprimido y la pymes sobre la que descansa el empleo, siguen sobreviviendo con créditos con altas tasas de interés. Además, es el desarrollo lo que se busca, no solo crecimiento, como lo señala recientemente Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, Presidente de la Conferencia Episcopal del Perú “el progreso económico de un país no implica necesariamente un progreso social, pues el hecho que la macroeconomía del Perú crezca no quiere decir que la economía de todos los peruanos esté creciendo, y menos aún en la misma proporción”. Corrija señor presidente la línea básica del gobierno debe ser el desarrollo, el crecimiento es una parte.

Y pasando al tema de la redistribución social, García mencionó la reducción de programa sociales de 82 a 26, siendo las nuevas estrellas de la acción social el programa Juntos y Crecer –dirigido por FONCODES-; el primero llegaría atender al 50% de los pobres extremos, mientras que Crecer “tiene como meta la atención directa y sostenida a 1 millón de niños menores de 3 años en todo el país”. Siendo importantes, estos programas adolecen de un problema de fondo, no están articulados con los gobiernos locales, existiendo el riesgo de duplicidad de acciones y debilitamiento de la institucionalidad municipal, sin mencionar que la conducción es más centralista, y por lo tanto susceptible de manejos clientelistas.

En la línea de posicionamiento del Perú en el contexto internacional, la mayor preocupación presidencial es la aprobación del TLC. Como una reedición del “sí o sí” de Toledo, el presidente a emplazado sutilmente al congreso norteamericano y a la mayoría demócrata para aprobar un tratado que debió ser sometido a consulta popular mediante un referéndum y que genera justas desconfianzas en vastos sectores de la población.

Mención especial merecen el recuento de obras que se realizan a través de los programas Agua para Todos, Techo Propio, Mi Hogar, proyectos de electrificación, obras viales, infraestructura y reequipamiento de salud y educación. Se presentó un largo listado de obras en estos aspectos dirigidos por el gobierno nacional con el defecto centralista de siempre, escasa coordinación con los niveles subnacionales.

En el espinoso tema del conflicto magisterial, alabó la Ley de la Carrera Pública Magisterial, reconociéndola como la única reforma de fondo que esta haciendo su gobierno. Sin embargo, en este tema, el Consejo Nacional de Educación señala “que no estamos ante una reforma o transformación educativa como la que propone el Proyecto Educativo Nacional”. Y añade que “se ha llegado a la situación paradójica en que una medida favorable para docentes y estudiantes, la ley de Carrera Pública Magisterial, está siendo resistida por sus potenciales beneficiarios, los maestros, debido a que la implementación de la política magisterial, centrada en mensajes punitivos y descalificadores de la profesión docente, ha llevado a que el magisterio acumule una insatisfacción, que finalmente se ha expresado en la última huelga. Escasa atención, en cambio, ha sido dada a la urgente necesidad de construir confianza e institucionalidad en los procesos necesarios para ponerla en marcha”. Estas afirmaciones nos relevan de mayor comentario.

Otro punto criticable en el mensaje fue no anunciar el incremento del salario mínimo, derivándolo al lanzamiento de un pacto social entre trabajadores y empresarios. Esta incoherencia entre la pregonada bonanza económica y la falta de firmeza para optar como una forma redistributiva el aumento del salario mínimo, no hace sino confirmar la sumisión del gobierno a los sectores empresariales en desmedro de los trabajadores, en ese sentido el pacto social aparece como una maniobra dilatoria y difusa, que terminará cansando a ambas partes.

Finalmente, las grandes ausencias del discurso como la aprobación de un impuesto a las sobreganancias mineras, políticas para el agro de la pequeña producción, el reemplazo del CND, la reforma del Estado, la reforma tributaria, políticas para promover las pymes, la implementación de una estrategia de lucha anticorrupción, los derechos humanos y la extradición de Fujimori, son mudas expresiones de las opciones, apuestas y alianzas del gobierno actual. Si no hay un giro, García sabe que la cólera histórica deviene en furia presente.

- Jorge Romero, Asociación SER-Oficina Regional Puno

Fuente: Asociación Servicios Educativos Rurales (SER), Perú.
http://www.ser.org.pe
https://www.alainet.org/es/active/18927
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