¿Gobernar o vender?
20/08/2007
- Opinión
Vender un apartamento con sala-comedor y ofrecer una ciudad con parques-biblioteca es una estrategia de venta: por un lado, el constructor empaqueta dos conceptos en un producto casi siempre deficiente para lograr la venta de bienes inmuebles, y, por el otro lado, el gobernante-vendedor, hace una amalgama de necesidades para matar dos pájaros con una sola piedra.
Gobernar es vender cuando el ciudadano es concebido como un consumidor y no como un sujeto de derechos. Se gobierna para que el consumidor acceda al mercado, a los bienes y servicios públicos.
El ciudadano consumidor alcanza la mayoría de edad en la ciudad comercial, la ciudad mall, que es la ciudad de los empresarios, la de la cultura “E”; no es la ciudad de los derechos, ni la ciudad de los trabajadores, ni la ciudad de los niños, ni la ciudad de la solidaridad. Es la ciudad sin ciudadanía, la ciudad sin cultura “C”.
El poder real o poder económico se inclina por el gobernante-vendedor. El poder económico ni siquiera busca un administrador, prefiere un vendedor con imagen, con manejo de medios, con buen castin, que exponga la ciudad como mercancía, un vendedor que reconozca sus atributos.
El poder económico elude al gobernante-político y patrocina y empodera al gobernante-vendedor en nombre de la eficiencia, la transparencia y la competitividad. Los gremios económicos presionan para que el Gobierno esté orientado a la comunidad empresarial más que a la comunidad política o a la ciudadanía.
La tarea de un buen Gobierno, en este modelo, no es la ley ni su cumplimiento, la tarea es “desregular”, generar “libertad” de consumo y capacidad de compra. Buen gobierno no es el que cumple la ley sino el que sigue las tendencias económicas, el que interpreta las encuestas, el que mantiene su imagen. Quien intente regular, poner límites a la especulación es un politiquero o un populista.
La ciudad “más educada” no es la que respeta la vida, es la más competitiva, la más visitada, la más atrayente. En una ciudad que quiere ser competitiva, como Medellín, pueden morir cuatro personas en un abaleo en una plaza de mercado (11-08-2007), o un niño de dos años perece por abuso sexual (13-08-2007) y seguirá siendo considerada la “más educada” porque esos hechos no afectan el consumo, no generan pánico en el comercio, son hechos aislados, sin nexo causal, es como si los hubiera matado un rayo.
Una ciudad en donde los servicios públicos domiciliarios han aumentado más para los estratos 1, 2 y 3 que para los estratos 4, 5 y 6, es una ciudad más competitiva, pero es una ciudad sin Gobierno. El objetivo del Gobierno municipal es el desarrollo con equidad. Crecer a costa de los más pobres es crecer de la mano de un vendedor y no de la mano de un gobernante.
La ciudad gobernada, al contrario de la ciudad vendida, tiene gobernantes repudiados por los gremios empresariales y sus comités cínicos, que son los ventrílocuos de los intereses económicos.
Una administración que tala un bosque urbano para ampliar una vía y mejorar el comercio de la comuna con más altos ingresos per cápita —con los recursos de la sobretasa ambiental, que legalmente son para mejorar la calidad ambiental— en detrimento de la mayoría de los contribuyentes, no está gobernando, está vendiendo.
El vendedor eterniza la pobreza. El vendedor le apuesta a los subsidios, a los restaurantes escolares y comunitarios, a la asistencia social. El vendedor genera dependencia, sus áulicos afirman que sin él la ciudad camina hacia el abismo.
El vendedor publicita el síndrome del diluvio. Antes de él era el caos, y después de él regresará el caos. El gobernante-vendedor desarrolla un proyecto neoconservador salvífico, de conocimiento apodíctico. El gobernante-vendedor birla las objeciones del ciudadano a sus mercancías afirmando que es un técnico.
El poder empresarial satisfecho con sus resultados le da el apellido del vendedor al modelo y lo promueve como práctica óptima, replicable.
En manos del gobernante-vendedor la ciudad se vuelve una marca, un distintivo comercial que está para la venta. La ciudad de marca es la de los plegables y desfiles, es la ciudad pasarela, la del jingle.
La otra ciudad, es la ciudad enrocada en la pobreza, la ciudad de los invisibles.
Rafael Rincón
Director de háBeas Corpus, Consultorio de Derechos y Gobernabilidad.
Medellín, 21 de agosto de 2007
Gobernar es vender cuando el ciudadano es concebido como un consumidor y no como un sujeto de derechos. Se gobierna para que el consumidor acceda al mercado, a los bienes y servicios públicos.
El ciudadano consumidor alcanza la mayoría de edad en la ciudad comercial, la ciudad mall, que es la ciudad de los empresarios, la de la cultura “E”; no es la ciudad de los derechos, ni la ciudad de los trabajadores, ni la ciudad de los niños, ni la ciudad de la solidaridad. Es la ciudad sin ciudadanía, la ciudad sin cultura “C”.
El poder real o poder económico se inclina por el gobernante-vendedor. El poder económico ni siquiera busca un administrador, prefiere un vendedor con imagen, con manejo de medios, con buen castin, que exponga la ciudad como mercancía, un vendedor que reconozca sus atributos.
El poder económico elude al gobernante-político y patrocina y empodera al gobernante-vendedor en nombre de la eficiencia, la transparencia y la competitividad. Los gremios económicos presionan para que el Gobierno esté orientado a la comunidad empresarial más que a la comunidad política o a la ciudadanía.
La tarea de un buen Gobierno, en este modelo, no es la ley ni su cumplimiento, la tarea es “desregular”, generar “libertad” de consumo y capacidad de compra. Buen gobierno no es el que cumple la ley sino el que sigue las tendencias económicas, el que interpreta las encuestas, el que mantiene su imagen. Quien intente regular, poner límites a la especulación es un politiquero o un populista.
La ciudad “más educada” no es la que respeta la vida, es la más competitiva, la más visitada, la más atrayente. En una ciudad que quiere ser competitiva, como Medellín, pueden morir cuatro personas en un abaleo en una plaza de mercado (11-08-2007), o un niño de dos años perece por abuso sexual (13-08-2007) y seguirá siendo considerada la “más educada” porque esos hechos no afectan el consumo, no generan pánico en el comercio, son hechos aislados, sin nexo causal, es como si los hubiera matado un rayo.
Una ciudad en donde los servicios públicos domiciliarios han aumentado más para los estratos 1, 2 y 3 que para los estratos 4, 5 y 6, es una ciudad más competitiva, pero es una ciudad sin Gobierno. El objetivo del Gobierno municipal es el desarrollo con equidad. Crecer a costa de los más pobres es crecer de la mano de un vendedor y no de la mano de un gobernante.
La ciudad gobernada, al contrario de la ciudad vendida, tiene gobernantes repudiados por los gremios empresariales y sus comités cínicos, que son los ventrílocuos de los intereses económicos.
Una administración que tala un bosque urbano para ampliar una vía y mejorar el comercio de la comuna con más altos ingresos per cápita —con los recursos de la sobretasa ambiental, que legalmente son para mejorar la calidad ambiental— en detrimento de la mayoría de los contribuyentes, no está gobernando, está vendiendo.
El vendedor eterniza la pobreza. El vendedor le apuesta a los subsidios, a los restaurantes escolares y comunitarios, a la asistencia social. El vendedor genera dependencia, sus áulicos afirman que sin él la ciudad camina hacia el abismo.
El vendedor publicita el síndrome del diluvio. Antes de él era el caos, y después de él regresará el caos. El gobernante-vendedor desarrolla un proyecto neoconservador salvífico, de conocimiento apodíctico. El gobernante-vendedor birla las objeciones del ciudadano a sus mercancías afirmando que es un técnico.
El poder empresarial satisfecho con sus resultados le da el apellido del vendedor al modelo y lo promueve como práctica óptima, replicable.
En manos del gobernante-vendedor la ciudad se vuelve una marca, un distintivo comercial que está para la venta. La ciudad de marca es la de los plegables y desfiles, es la ciudad pasarela, la del jingle.
La otra ciudad, es la ciudad enrocada en la pobreza, la ciudad de los invisibles.
Rafael Rincón
Director de háBeas Corpus, Consultorio de Derechos y Gobernabilidad.
Medellín, 21 de agosto de 2007
Fuente: el yesQuero
www.elyesquero.blogspot.com
Medellín, Colombia
https://www.alainet.org/es/active/19191
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