La democracia es un ratico
23/10/2007
- Opinión
Treinta candidatos a corporaciones públicas han sido asesinados en Colombia en vísperas de las elecciones locales y regionales a realizarse el próximo 28 de octubre. Candidatos de todos los partidos están en riesgo. La seguridad democrática es una seguridad aristocrática que sólo brinda tranquilidad a unos cuantos propietarios. Es la seguridad económica de un puñado de privilegiados.
La seguridad democrática del presidente Uribe V. es una seguridad sin derechos.
El derecho humano fundamental a elegir y ser elegido — el ratico de la democracia— está en riesgo por la violencia que ejercen las organizaciones armadas contra líderes políticos y por la negligencia de un “Estado Comunitario” que la única seguridad que les ofrece es desplazarlos a los cascos urbanos.
Mientras los candidatos son asesinados el comandante general de la policía, general Óscar Naranjo Trujillo, se dedica a quemarle incienso a su jefe, el presidente Uribe V., y a informarlo indebidamente de las investigaciones que desarrolla la Fiscalía General de la Nación y la Corte Suprema de Justicia.
Narcotráfico, guerrillas y paramilitares siguen empeñados en gobernar. A la fuerza expulsan de la justa electoral a sus contradictores. No hay elecciones libres en dónde una sola persona es asesinada o es amenazada. 328 municipios, de los 1098 que tiene el país, presentan algún grado de riesgo electoral según la Misión de Observación Electoral (MOE).
Colombia es una democracia muerta en vida. Los enormes esfuerzos de autoridades locales y regionales, de líderes políticos y sociales por revivir la democracia son enervados por las mil cabezas de la corrupción electoral y por la persistencia de las mafias que a la brava imponen sus distritos electorales y sus testaferros políticos.
La corrupción electoral va desde la burda compra del voto, pasando por la dudosa financiación de las campañas hasta la participación directa en política de los gobernantes para defender sus preferencias y conservar sus poderes.
Agravan la situación de la democracia quienes reniegan de la política y la envilecen en nombre de la transparencia. La propaganda negra, la calumnia, la tergiversación de la información son los métodos de los propagandistas y de persuasores profesionales que usando las técnicas comerciales venden los candidatos de la misma manera como se venden vehículos, jabones y perfumes.
La plaza pública era el termómetro de las campañas políticas. El acto de cierre era el acto de persuasión por excelencia. Llenar la Plaza de Bolívar en Bogotá o el Parque de Berrío en Medellín era el desafío final de cada candidato.
Hoy quienes sondean en profundidad la opinión pública (firmas encuestadoras) conjugados con los medios de comunicación son los que “orientan” las votaciones hacia el candidato líder, y si bien ellas no son definitivas, sí generan proclividad en un país sin partidos sólidos y en donde la pobreza multiplica la vulnerabilidad electoral.
El abstencionismo es otro problema de la democracia electoral colombiana. En Bogotá vota solo el 42% del censo electoral, en Medellín el 45% y en Cali apenas el 39%. Si la cultura política se midiera por la participación en las elecciones, las capitales de departamento, las que tienen mayores recursos, las que privilegian la educación serían calificadas con insuficiente.
Las cartas de los candidatos políticos están sobre la mesa, llegó la hora del ciudadano, el ratico de la democracia. Durante seis intensos meses los candidatos a corporaciones locales y regionales, a alcaldías, gobernaciones han recorrido sus territorios, se han reunido con sus gentes, se han publicitado, han debatido para conseguir el favor electoral.
Llegó la hora de la quema y la hora del humo. La fiesta electoral, esencia de la democracia liberal, es solo un ratico. El ciudadano tiene su cuarto de hora en ese ratico, tiene la oportunidad de forjar su destino o dejar que el abstencionismo, el enemigo silencioso de la democracia, le imponga la voluntad ajena.
Medellín, 23 de octubre de 2007
- Rafael Rincón es director del Consultorio de Derechos y Gobernabilidad háBeas Corpus, Medellín- Colombia.
La seguridad democrática del presidente Uribe V. es una seguridad sin derechos.
El derecho humano fundamental a elegir y ser elegido — el ratico de la democracia— está en riesgo por la violencia que ejercen las organizaciones armadas contra líderes políticos y por la negligencia de un “Estado Comunitario” que la única seguridad que les ofrece es desplazarlos a los cascos urbanos.
Mientras los candidatos son asesinados el comandante general de la policía, general Óscar Naranjo Trujillo, se dedica a quemarle incienso a su jefe, el presidente Uribe V., y a informarlo indebidamente de las investigaciones que desarrolla la Fiscalía General de la Nación y la Corte Suprema de Justicia.
Narcotráfico, guerrillas y paramilitares siguen empeñados en gobernar. A la fuerza expulsan de la justa electoral a sus contradictores. No hay elecciones libres en dónde una sola persona es asesinada o es amenazada. 328 municipios, de los 1098 que tiene el país, presentan algún grado de riesgo electoral según la Misión de Observación Electoral (MOE).
Colombia es una democracia muerta en vida. Los enormes esfuerzos de autoridades locales y regionales, de líderes políticos y sociales por revivir la democracia son enervados por las mil cabezas de la corrupción electoral y por la persistencia de las mafias que a la brava imponen sus distritos electorales y sus testaferros políticos.
La corrupción electoral va desde la burda compra del voto, pasando por la dudosa financiación de las campañas hasta la participación directa en política de los gobernantes para defender sus preferencias y conservar sus poderes.
Agravan la situación de la democracia quienes reniegan de la política y la envilecen en nombre de la transparencia. La propaganda negra, la calumnia, la tergiversación de la información son los métodos de los propagandistas y de persuasores profesionales que usando las técnicas comerciales venden los candidatos de la misma manera como se venden vehículos, jabones y perfumes.
La plaza pública era el termómetro de las campañas políticas. El acto de cierre era el acto de persuasión por excelencia. Llenar la Plaza de Bolívar en Bogotá o el Parque de Berrío en Medellín era el desafío final de cada candidato.
Hoy quienes sondean en profundidad la opinión pública (firmas encuestadoras) conjugados con los medios de comunicación son los que “orientan” las votaciones hacia el candidato líder, y si bien ellas no son definitivas, sí generan proclividad en un país sin partidos sólidos y en donde la pobreza multiplica la vulnerabilidad electoral.
El abstencionismo es otro problema de la democracia electoral colombiana. En Bogotá vota solo el 42% del censo electoral, en Medellín el 45% y en Cali apenas el 39%. Si la cultura política se midiera por la participación en las elecciones, las capitales de departamento, las que tienen mayores recursos, las que privilegian la educación serían calificadas con insuficiente.
Las cartas de los candidatos políticos están sobre la mesa, llegó la hora del ciudadano, el ratico de la democracia. Durante seis intensos meses los candidatos a corporaciones locales y regionales, a alcaldías, gobernaciones han recorrido sus territorios, se han reunido con sus gentes, se han publicitado, han debatido para conseguir el favor electoral.
Llegó la hora de la quema y la hora del humo. La fiesta electoral, esencia de la democracia liberal, es solo un ratico. El ciudadano tiene su cuarto de hora en ese ratico, tiene la oportunidad de forjar su destino o dejar que el abstencionismo, el enemigo silencioso de la democracia, le imponga la voluntad ajena.
Medellín, 23 de octubre de 2007
- Rafael Rincón es director del Consultorio de Derechos y Gobernabilidad háBeas Corpus, Medellín- Colombia.
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