La breve historia de un robo anunciado: Los abusos de la banca en Colombia

26/11/2007
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“que delito es el de robar un banco, frente al de fundar un banco”
Bertold Bretch

Una de las noticias económicas que de tanto repetirse ya no asombran a nadie, son las que revelan mes a mes, año a año el monto de las jugosas utilidades que obtienen los bancos en Colombia, como si se tratara de un esfuerzo para entrar en el libro de los Records de Guiness. Los analistas económicos hacen apuestas y cábalas sobre el nivel de utilidades de la banca colombiana: para 2005 fueron 3 billones, para 2006 5 billones y de acuerdo a lo proyectado para el 2007 esta cifra ascenderá a los 6 billones de pesos en utilidades.

Esto coloca a la banca colombiana en una de las de mayor rentabilidad en el mundo: mientras que el nivel de rentabilidad sobre el capital de la banca colombiana se ubicó en el 2006 en un 37,6%, la banca mejicana exhibía una rentabilidad del 12%, la venezolana en un 10,3% y la norteamericana en un 6,8%.

Esto indica que ser banquero en Colombia no sólo es un buen negocio, es uno de los negocios más atractivos en el mundo, porque tasas de rentabilidad como estas, no tienen comparación ni en países desarrollados, y en muy pocos países no desarrollados. La primera pregunta que viene a la mente es: ¿Cómo hace la banca colombiana para tener tan altos niveles de rentabilidad? ¿Cómo puede ser un gran negocio los bancos en un país cuyo índice de penetración bancaria es de menos del 20% de la población total?

Y las respuestas son múltiples y creo que no se agotarán en los siguientes puntos que expondré a continuación:

1. La amplitud del margen de intermediación: éste representa la diferencia entre las tasas a las que los bancos prestan, y las tasas que pagan a los ahorradores. En Colombia mientras por el ahorro de una persona pagan entre 5% y 6% de interés efectivo anual (cuando no es menos), los mismos bancos cobran tasas por sus préstamos que se acercan hoy al 24% efectivo anual, la diferencia de más de 18 puntos porcentuales es la más alta de los mercados financieros latinoamericanos, y la tercera más alta entre los países subdesarrollados. Solamente por mostrar las diferencias, en un país como Bolivia el margen de intermediación no excede el 10% y eso que allá se considera el mercado crediticio como de mayor riesgo.

2. Se supone que la inversión extranjera que entró a la banca colombiana en los años noventa y a lo largo de esta década, vino para abrir la competencia en los mercados, reducir los costos de los servicios y reducir las tasas de interés al nivel de los países de origen de estos. Esto indicaría por ejemplo que el BBVA que es de propiedad española (y ahora alemana) debería tener un margen de intermediación que estuviera alrededor del 5%, y no el exagerado 17,3% que cobran en la actualidad.

3. Los bancos han asumido una política inflexible de recortes laborales: los despidos masivos de trabajadores, la introducción de sistemas electrónicos que hacen innecesario el uso de personal para las transacciones, han implicado tremendos ahorros en la estructura de costos de los bancos, que han entrado de lleno en la onda de terciarizar todos sus procesos, de tal manera que incluso ni siquiera quienes atienden en las ventanillas son funcionarios directos del banco. Los ahorros en el caso colombiano por este tipo de medidas según la UNEB representarían más de 900 mil millones en los últimos tres años, ahorros que van a parar directamente a los bolsillos de los dueños del capital del banco.

4. Pero hay un aspecto sustancial en este proceso: se supone que los bancos ganan en la medida en que son capaces de ampliar su cartera de clientes y de gestionar con éxito su cartera, se supone que el premio de los banqueros es la tasa de intermediación que como vimos no es nada pequeña en el contexto internacional. Pero si a ello le sumamos la práctica cada vez más amplia de cobrar por servicios “adicionales” precios que en muchos casos son abusivos y lesivos para el cliente, pues se entiende de donde salen los billones de utilidades que se declaran año a año.

Algunos ejemplos: hay bancos que cobran por la expedición de un extracto $3.500 pesos por hoja, e imprime un extracto de 10 transacciones en más de 3 hojas: costo para el cliente $10.500 pesos. El retiro de los cajeros automáticos que se supone es un derecho que se paga por la cuota de manejo trimestral (que va desde los $5.000 hasta los $16.000 para las tarjetas débito, y hasta los $35.000 para las de crédito) se cobra por cada retiro, estos costos para el usuario van desde los $700 hasta los $1.500 y si se retira de un cajero que no es de la red del banco este costo se dispara hasta los $5.000.

Y podríamos seguir con el listado de precios, que no se explica que sentido tienen: ¿Será posible que una hoja de papel impresa en una impresora laser de alto rendimiento y supereconómicas con una firma al final pueda llegar a valer la increíble suma de $3.500 pesos? ¿Será que con los avances de la tecnología realmente un retiro puede valer $700 o $1.500? ¿Alguien hace control a los sistemas de costeo de servicios de los bancos?

Y la respuesta es NO. La superintendencia solamente se ocupa de que los bancos “publiquen” las tarifas de sus servicios y hasta allí llega su capacidad regulatoria, porque cualquier limitación “implica aumentos en los costos para los usuarios, y desmejoras en el servicio” o sea que cualquier intento de defender a los usuarios del sistema se va a ir nuevamente contra nosotros, contra los usuarios. Y además es definida como un “retroceso” en la regulación prudencial del sector.

Pero la verdad es que buena parte de los países del mundo recurren a controlar el aumento de los costos anexos de los bancos, y a examinar la base con la cual determinan esos costos y además obligan a los bancos a reportar qué parte de su utilidad corresponde a la venta de estos servicios.

Los abusos en esto han sido increíbles porque los bancos comienzan a diseñar modelos en los que inventan nuevos procesos para hacer más complejas las transacciones (a veces dizque para mejorar la seguridad de los clientes) por las cuales, claro está, cobran un valor sustancial, sin que haya más control que el de los mismos bancos prestos a descontar de la cuenta el valor exigido.

Nadie defiende a los usuarios del sistema bancario, y realmente esto ya parece un episodio en donde uno va al banco para que lo atraquen, pero no el ladrón sino el mismo banquero…la frase de Bretch con la que corono este artículo está quizás hoy más vigente que nunca.

Jairo Alonso Bautista
Contador Público Universidad Nacional
Asesor Congreso de la República

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
semanariovirtual@viva.org.co 

www.vivalaciudadania.org

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