De la asociación estratégica a la suma tensión
01/12/2007
- Opinión
Los tres últimos años colombo – venezolanos habían sido de los más importantes de la relación binacional que históricamente ha oscilado entre productivos aunque cortos periodos cooperativos y largos espacios de tensión y retroceso. Con la anterior crisis, todo parecía indicar que ambos mandatarios habían descubierto los umbrales de (in)tolerancia de su colega, y sabían que no podía permitirse una ambigüedad más en asuntos de seguridad. Este sensato reconocimiento parecía constituir el piso más firme y el mayor acicate para la mutua aproximación. Parecía que la firmeza de ambos gobiernos en la defensa de sus intereses había generado una cierta corriente de simpatía recíproca entre los mandatarios.
El prudente optimismo que siempre alertaba sobre el riesgo derivado de las divergencias políticas y de las diplomacias personalistas de los dos gobernantes no impedía destacar cómo los dos Estados habían empezado a ver que la frontera no es sólo fuente de problemas sino que tiene poblaciones compartidas, interacciones ambientales, energéticas, económicas, sociales y culturales, mutuamente ventajosas.
De ahí que se revivieron y formularon proyectos identificados décadas atrás de infraestructura fronteriza y de conformación de la zona de integración fronteriza al menos en el ámbito más poblado y connurbanado Táchira – Norte de Santander. También se pusieron en marcha proyectos energéticos y se analizaron alternativas de conexión interoceánica. Y se llegó hasta temas antes impensables: que Uribe aceptara la mediación de Chávez en el acuerdo humanitario con las FARC y que Chávez hablara de la posibilidad de retornar a la Comunidad Andina de la que salió en abril de 2006, y de la necesidad de resolver el diferendo limítrofe en el golfo de Venezuela.
No era tan fácil, sin embargo, que el fuerte cordón umbilical de la energía, la infraestructura y el comercio lograra articular a los dos grandes antagonistas latinoamericanos. Además, la complejidad de la relación, sobrepasa el solo entendimiento presidencial y requiere del concurso de los muy diversos sectores implicados en la vecindad. A pesar de las diferencias ideológicas entre los dos presidentes, ambos han reemplazado la gestión institucional y hasta las mediaciones por el manejo personal tanto de la política doméstica como de la política internacional. Ese relacionamiento directo de los presidentes permitía la resolución rápida de problemas que muchas veces las acciones diplomáticas manejan más lentamente. Así se vio hace poco con el tema de los peajes, por ejemplo, en la frontera. Pero su desavenencia directa también es catastrófica.
Los resultados están a la vista. En pocas horas uno y otro desencadenaron una crisis sin precedentes. No sólo por lo que mutuamente se dijeron, sino porque cada uno planteó las cosas para romper. Uribe no llamó antes, durante ni después de tomada su decisión de desmontar a los facilitadores. Chávez retó, insultó, amenazó. Uribe respondió el reto y le hizo las acusaciones que más desconfianza generan. Chávez sobrepasó los límites del elemental entendimiento entre países que se hace a través de los gobernantes elegidos por sus poblaciones. Ahí vamos al momento de escribir este artículo.
Las relaciones entre los dos países son más que las que se dan entre los dos gobernantes dado que ambos lados están articulados por fuertes lazos e interdependencias, aunque muchos de esos nexos no son orgánicos lo que les quita capacidad para incidir sobre las capitales y para cambiar el contexto y la dinámica entre ambos países. En esta crítica coyuntura desde la sociedad deberían venir iniciativas y esfuerzos en pro de un mayor entendimiento de las complejas circunstancias que enfrentan Venezuela y Colombia y su relación binacional a favor de una vecindad sin sobresaltos, que no se reduzca a agendas mínimas y problemáticas.
- Socorro Ramírez, IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
El prudente optimismo que siempre alertaba sobre el riesgo derivado de las divergencias políticas y de las diplomacias personalistas de los dos gobernantes no impedía destacar cómo los dos Estados habían empezado a ver que la frontera no es sólo fuente de problemas sino que tiene poblaciones compartidas, interacciones ambientales, energéticas, económicas, sociales y culturales, mutuamente ventajosas.
De ahí que se revivieron y formularon proyectos identificados décadas atrás de infraestructura fronteriza y de conformación de la zona de integración fronteriza al menos en el ámbito más poblado y connurbanado Táchira – Norte de Santander. También se pusieron en marcha proyectos energéticos y se analizaron alternativas de conexión interoceánica. Y se llegó hasta temas antes impensables: que Uribe aceptara la mediación de Chávez en el acuerdo humanitario con las FARC y que Chávez hablara de la posibilidad de retornar a la Comunidad Andina de la que salió en abril de 2006, y de la necesidad de resolver el diferendo limítrofe en el golfo de Venezuela.
No era tan fácil, sin embargo, que el fuerte cordón umbilical de la energía, la infraestructura y el comercio lograra articular a los dos grandes antagonistas latinoamericanos. Además, la complejidad de la relación, sobrepasa el solo entendimiento presidencial y requiere del concurso de los muy diversos sectores implicados en la vecindad. A pesar de las diferencias ideológicas entre los dos presidentes, ambos han reemplazado la gestión institucional y hasta las mediaciones por el manejo personal tanto de la política doméstica como de la política internacional. Ese relacionamiento directo de los presidentes permitía la resolución rápida de problemas que muchas veces las acciones diplomáticas manejan más lentamente. Así se vio hace poco con el tema de los peajes, por ejemplo, en la frontera. Pero su desavenencia directa también es catastrófica.
Los resultados están a la vista. En pocas horas uno y otro desencadenaron una crisis sin precedentes. No sólo por lo que mutuamente se dijeron, sino porque cada uno planteó las cosas para romper. Uribe no llamó antes, durante ni después de tomada su decisión de desmontar a los facilitadores. Chávez retó, insultó, amenazó. Uribe respondió el reto y le hizo las acusaciones que más desconfianza generan. Chávez sobrepasó los límites del elemental entendimiento entre países que se hace a través de los gobernantes elegidos por sus poblaciones. Ahí vamos al momento de escribir este artículo.
Las relaciones entre los dos países son más que las que se dan entre los dos gobernantes dado que ambos lados están articulados por fuertes lazos e interdependencias, aunque muchos de esos nexos no son orgánicos lo que les quita capacidad para incidir sobre las capitales y para cambiar el contexto y la dinámica entre ambos países. En esta crítica coyuntura desde la sociedad deberían venir iniciativas y esfuerzos en pro de un mayor entendimiento de las complejas circunstancias que enfrentan Venezuela y Colombia y su relación binacional a favor de una vecindad sin sobresaltos, que no se reduzca a agendas mínimas y problemáticas.
- Socorro Ramírez, IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/active/21010
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