Y de nuevo: soñar con los pies en la tierra
24/01/2008
- Opinión
Se agita en el Movimiento Ciudadano la ansiedad y la aspiración por lograr construir una alternativa política que sea viable, es decir, que tenga posibilidades de enfrentar exitosamente al neoliberalismo. Alguna gente parece resolver el asunto de forma retórica y voluntarista: todo lo reducen a una convocatoria exaltada a la insurrección callejera. Otros pensamos, sin embargo, que Costa Rica es cosa compleja y que, en consecuencia, demanda respuestas más elaboradas.
¿Qué hay y qué viene?
Enfrentamos una realidad que define un punto de partida inevitable: tenemos lo que tenemos y desde ahí hemos de trabajar. Cualquier otra cosa es simple voluntarismo sin mejor asidero que las buenas intenciones de cada quien. Y lo que tenemos se bifurca en dos grandes componentes: de un lado, un movimiento ciudadano vigoroso, creativo, politizado, sumamente pluralista y diverso; del otro, una gama, más o menos dispersa o fragmentada, de organizaciones partidarias que, en la mayoría de los casos, son proyectos de partido antes que partidos constituidos. Quizá el PAC es el único que alcanza estatus de tal.
En síntesis, somos ricos en organización ciudadana, pero enclenques en el ámbito político-partidario. Y esto último vale también para el PAC, ya que su armadura organizativa resulta insignificante para enfrentar lo que se les viene encima, es decir, las elecciones de 2010.
El panorama para estas elecciones me lo represento en los términos siguientes: una vez más los partidos oligárquicos se dividirán a lo largo de líneas que nada tienen que ver con lo programático e ideológico, cuanto más bien están trazadas en función de intereses y ambiciones personales, familiares, de amigos y "socios". Esa división dará lugar a unas cuantas escaramuzas y ataques personales. Eso sí, prevalecerá un hecho básico: las oligarquías costarricenses se han unificado sólidamente alrededor de un proyecto de transnacionalización de la economía, al cual han apostado prácticamente la totalidad de sus intereses (el TLC y su agenda de implementación lo ratifican con ruidosa elocuencia). Saben muy bien que esto demanda mantener el control de los mecanismos políticos y de la institucionalidad pública-estatal. E igualmente saben que para ello deben definir claramente su candidato y su partido, tal cual lo hicieron con Arias y el PLN en 2006. Guevara podrá vociferar y pavonearse y el PUSC sacará algún candidatillo de gris catadura. Resultan útiles para fingir diversidad de posiciones. Sin embargo la oligarquía -el poder económico, el poder mediático, los mecanismos público/institucionales bajo su control, incluido el Tribunal de Elecciones- se alineará a favor de su candidato y su partido. Apostemos que el PLN será el partido y un delfín de Arias el candidato.
¿Jugar con las reglas?
Frente a esto, las opciones del pluralista contingente social opuesto al neoliberalismo se estrechan. Podemos ir dispersos en varios partidos, o podemos intentar unificarnos en una alianza amplia y pluralista. Lo primero, tengámoslo claro, implica entrar al juego electoral atenidos estrictamente a las reglas que fijan los poderes oligárquicos establecidos. Lo segundo conlleva un esfuerzo por activar contrapoderes que rompan con la lógica siniestra que imponen esas reglas. Intentaré explicar lo que acabo de decir.
Al entrar fragmentados en varios partidos, lo que se planteará, sin más, es la típica competencia electoral "partido contra partido", que, en las condiciones actuales que vive Costa Rica, sería, en realidad, "partidos alternativos fragmentados contra poderes económicos, político-institucionales y mediáticos concentrados". No será el PAC contra el PLN -para ponerlo en los términos que seguramente imaginan algunos en el PAC- sino el PAC contra la alianza de esos tres grandes núcleos de poder bajo control de las oligarquías. Y el PAC, por cierto, librado a sus propias limitaciones y a sus recurrentes desfallecimientos y vacilaciones.
Esto último ha quedado ratificado con motivo del esfuerzo de oposición realizado por el PAC frente a la tal agenda de implementación. Han dado una lucha muy dura y han sido brutalmente golpeados por una campaña infame, frente a la cual, sin embargo, no han tenido capacidad alguna de respuesta. O, mejor dicho, la única respuesta que a fin de cuenta lograron articular, ha implicado admitir la propia debilidad. Se reúnen con Arias, retornan al "buen comportamiento legislativo", se ganan algunos benevolentes comentarios editoriales de La Nación, y para justificar todo esto se escudan en el usual principismo reglamentista que sus liderazgos imponen. No dudo, ni por un momento, de la valentía y honestidad de los 16 diputados y diputadas del PAC. Lo que afirmo es que, como organización política, el PAC es débil y esa debilidad inevitablemente arrastra a sus diputados.
Surgen entonces algunas preguntas inevitables: ¿está el PAC conciente de su propia debilidad? ¿Tendrá el PAC la generosidad y humildad necesarias para tender la mano y abrirse al diálogo respetuoso con otras expresiones políticas y ciudadanas? Y, en fin, ¿tendrá este partido conciencia acerca de la enorme responsabilidad histórica que esto conlleva?
Innovar las reglas y descomponerles el ajedrez
He dicho que enfrentar las elecciones del 2010 cada quien por su cuenta es jugar el juego que las oligarquías diseñan y manejan. Queda la otra opción: construir la unidad desde lo diverso y, así, llevar adelante una alianza política amplia y pluralista que tenga la fortaleza de subvertir, o por lo menos retar y debilitar, las reglas de la oligarquía y, al mismo tiempo, de innovar creando nuevas formas de jugar el torneo electoral.
Dije que las reglas de la oligarquía ponen a competir a los partidos de raíz ciudadana -PAC incluido- con los poderes económicos, mediáticos y político-institucionales bajo control de esas oligarquías. Todo muy a conveniencia de ésta. Crear una fuerza política alternativa que se unifique alrededor de un programa mínimo rompe con esa lógica porque introduce nuevos elementos y nuevos actores en el juego.
Intentaré explicar esto último. Al consolidar una alianza política amplia y pluralista, lo que estaremos buscando es que esta alianza se alimente del gran Movimiento Ciudadano surgido de la lucha contra el TLC. No puede ser -insensato sería tal cosa- que sea una organización político-partidaria ajena o independiente de esa ciudadanía organizada. Muy por el contrario, debería estar abierta a esta ciudadanía, enriquecida y fortalecida por ésta y bajo su escrutinio directo y permanente. Ahí ya tendríamos en embrión, pero en pleno movimiento evolutivo, toda una nueva forma de democracia. Pero ello es importante también por una razón más inmediata y pragmática: solo de esa forma podríamos convocar y poner en marcha toda la fuerza organizativa, de comunicación, información, educación y movilización que este Movimiento Ciudadano ha demostrado poseer.
Entonces, la competencia electoral dejaría de ser entre un conjunto disperso de partiditos alternativos frente a los poderes concentrados de la oligarquía, para ser un enfrentamiento entre estos poderes y un vasto movimiento -nuestro Movimiento- que será, en un mismo proceso, un movimiento político-partidario y un movimiento cívico-ciudadano.
Se parece mucho a lo que ya hicimos en la lucha contra el TLC, cuando, con incomparable creatividad, construimos nuevos espacios de poder por completo autónomos respecto de los poderes oligárquicos. Introdujimos, así, nuevas e inéditas reglas de juego y, al hacerlo, descompusimos el ajedrez que ellos venían montando y pusimos en jaque a los millones y millones de dólares que los oligarcas criollos -coaligados con transnacionales y gobierno gringo- pusieron en juego.
Lo novedoso es que ahora aparecerían, a la par de la ciudadanía organizada, una alianza político-partidaria unitaria. Y, por otra parte, la ventaja es que ahora atesoramos experiencias -incluso errores- acumulados a lo largo de esa gesta luminosa contra el TLC. Sacarle jugo a esa experiencia permitirá afinar nuestro accionar, de forma que pueda ganarse a pesar de todas las manipulaciones y triquiñuelas que las oligarquías, gustosas y dedicadas, querrán hacer.
Algunos dirán que esta propuesta tiene el defecto de enfocarse en un objetivo electoral de corto plazo. En cambio yo diría que, como Movimiento Ciudadano, tenemos la capacidad para hacer que esta sea una propuesta de largo plazo que emprende su marcha enfrentando un objetivo cercano: las elecciones del 2010. Y, por otra parte, los que proponen como única alternativa la insurrección callejera deberían, cuanto menos, poner en claro algunos detalles: ¿existen condiciones para que tal cosa se dé? ¿Es posible unificar las fuerzas sociales y políticas alternativas al neoliberalismo alrededor de tal estrategia? Y, finalmente, y una vez pasado el incendio callejero, y suponiendo con optimismo que se logre que lo que se pretende ¿Qué sigue, qué hacemos, qué construiremos? O dicho de otra forma: nuestros niños y niñas tienen derecho a su ración diaria de leche y nuestros hombres y mujeres a un trabajo decente ¿Cómo garantizaremos que lo tengan?
- Luis Paulino Vargas Solís es profesor e investigador universitario y catedrático de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) de Costa Rica.
¿Qué hay y qué viene?
Enfrentamos una realidad que define un punto de partida inevitable: tenemos lo que tenemos y desde ahí hemos de trabajar. Cualquier otra cosa es simple voluntarismo sin mejor asidero que las buenas intenciones de cada quien. Y lo que tenemos se bifurca en dos grandes componentes: de un lado, un movimiento ciudadano vigoroso, creativo, politizado, sumamente pluralista y diverso; del otro, una gama, más o menos dispersa o fragmentada, de organizaciones partidarias que, en la mayoría de los casos, son proyectos de partido antes que partidos constituidos. Quizá el PAC es el único que alcanza estatus de tal.
En síntesis, somos ricos en organización ciudadana, pero enclenques en el ámbito político-partidario. Y esto último vale también para el PAC, ya que su armadura organizativa resulta insignificante para enfrentar lo que se les viene encima, es decir, las elecciones de 2010.
El panorama para estas elecciones me lo represento en los términos siguientes: una vez más los partidos oligárquicos se dividirán a lo largo de líneas que nada tienen que ver con lo programático e ideológico, cuanto más bien están trazadas en función de intereses y ambiciones personales, familiares, de amigos y "socios". Esa división dará lugar a unas cuantas escaramuzas y ataques personales. Eso sí, prevalecerá un hecho básico: las oligarquías costarricenses se han unificado sólidamente alrededor de un proyecto de transnacionalización de la economía, al cual han apostado prácticamente la totalidad de sus intereses (el TLC y su agenda de implementación lo ratifican con ruidosa elocuencia). Saben muy bien que esto demanda mantener el control de los mecanismos políticos y de la institucionalidad pública-estatal. E igualmente saben que para ello deben definir claramente su candidato y su partido, tal cual lo hicieron con Arias y el PLN en 2006. Guevara podrá vociferar y pavonearse y el PUSC sacará algún candidatillo de gris catadura. Resultan útiles para fingir diversidad de posiciones. Sin embargo la oligarquía -el poder económico, el poder mediático, los mecanismos público/institucionales bajo su control, incluido el Tribunal de Elecciones- se alineará a favor de su candidato y su partido. Apostemos que el PLN será el partido y un delfín de Arias el candidato.
¿Jugar con las reglas?
Frente a esto, las opciones del pluralista contingente social opuesto al neoliberalismo se estrechan. Podemos ir dispersos en varios partidos, o podemos intentar unificarnos en una alianza amplia y pluralista. Lo primero, tengámoslo claro, implica entrar al juego electoral atenidos estrictamente a las reglas que fijan los poderes oligárquicos establecidos. Lo segundo conlleva un esfuerzo por activar contrapoderes que rompan con la lógica siniestra que imponen esas reglas. Intentaré explicar lo que acabo de decir.
Al entrar fragmentados en varios partidos, lo que se planteará, sin más, es la típica competencia electoral "partido contra partido", que, en las condiciones actuales que vive Costa Rica, sería, en realidad, "partidos alternativos fragmentados contra poderes económicos, político-institucionales y mediáticos concentrados". No será el PAC contra el PLN -para ponerlo en los términos que seguramente imaginan algunos en el PAC- sino el PAC contra la alianza de esos tres grandes núcleos de poder bajo control de las oligarquías. Y el PAC, por cierto, librado a sus propias limitaciones y a sus recurrentes desfallecimientos y vacilaciones.
Esto último ha quedado ratificado con motivo del esfuerzo de oposición realizado por el PAC frente a la tal agenda de implementación. Han dado una lucha muy dura y han sido brutalmente golpeados por una campaña infame, frente a la cual, sin embargo, no han tenido capacidad alguna de respuesta. O, mejor dicho, la única respuesta que a fin de cuenta lograron articular, ha implicado admitir la propia debilidad. Se reúnen con Arias, retornan al "buen comportamiento legislativo", se ganan algunos benevolentes comentarios editoriales de La Nación, y para justificar todo esto se escudan en el usual principismo reglamentista que sus liderazgos imponen. No dudo, ni por un momento, de la valentía y honestidad de los 16 diputados y diputadas del PAC. Lo que afirmo es que, como organización política, el PAC es débil y esa debilidad inevitablemente arrastra a sus diputados.
Surgen entonces algunas preguntas inevitables: ¿está el PAC conciente de su propia debilidad? ¿Tendrá el PAC la generosidad y humildad necesarias para tender la mano y abrirse al diálogo respetuoso con otras expresiones políticas y ciudadanas? Y, en fin, ¿tendrá este partido conciencia acerca de la enorme responsabilidad histórica que esto conlleva?
Innovar las reglas y descomponerles el ajedrez
He dicho que enfrentar las elecciones del 2010 cada quien por su cuenta es jugar el juego que las oligarquías diseñan y manejan. Queda la otra opción: construir la unidad desde lo diverso y, así, llevar adelante una alianza política amplia y pluralista que tenga la fortaleza de subvertir, o por lo menos retar y debilitar, las reglas de la oligarquía y, al mismo tiempo, de innovar creando nuevas formas de jugar el torneo electoral.
Dije que las reglas de la oligarquía ponen a competir a los partidos de raíz ciudadana -PAC incluido- con los poderes económicos, mediáticos y político-institucionales bajo control de esas oligarquías. Todo muy a conveniencia de ésta. Crear una fuerza política alternativa que se unifique alrededor de un programa mínimo rompe con esa lógica porque introduce nuevos elementos y nuevos actores en el juego.
Intentaré explicar esto último. Al consolidar una alianza política amplia y pluralista, lo que estaremos buscando es que esta alianza se alimente del gran Movimiento Ciudadano surgido de la lucha contra el TLC. No puede ser -insensato sería tal cosa- que sea una organización político-partidaria ajena o independiente de esa ciudadanía organizada. Muy por el contrario, debería estar abierta a esta ciudadanía, enriquecida y fortalecida por ésta y bajo su escrutinio directo y permanente. Ahí ya tendríamos en embrión, pero en pleno movimiento evolutivo, toda una nueva forma de democracia. Pero ello es importante también por una razón más inmediata y pragmática: solo de esa forma podríamos convocar y poner en marcha toda la fuerza organizativa, de comunicación, información, educación y movilización que este Movimiento Ciudadano ha demostrado poseer.
Entonces, la competencia electoral dejaría de ser entre un conjunto disperso de partiditos alternativos frente a los poderes concentrados de la oligarquía, para ser un enfrentamiento entre estos poderes y un vasto movimiento -nuestro Movimiento- que será, en un mismo proceso, un movimiento político-partidario y un movimiento cívico-ciudadano.
Se parece mucho a lo que ya hicimos en la lucha contra el TLC, cuando, con incomparable creatividad, construimos nuevos espacios de poder por completo autónomos respecto de los poderes oligárquicos. Introdujimos, así, nuevas e inéditas reglas de juego y, al hacerlo, descompusimos el ajedrez que ellos venían montando y pusimos en jaque a los millones y millones de dólares que los oligarcas criollos -coaligados con transnacionales y gobierno gringo- pusieron en juego.
Lo novedoso es que ahora aparecerían, a la par de la ciudadanía organizada, una alianza político-partidaria unitaria. Y, por otra parte, la ventaja es que ahora atesoramos experiencias -incluso errores- acumulados a lo largo de esa gesta luminosa contra el TLC. Sacarle jugo a esa experiencia permitirá afinar nuestro accionar, de forma que pueda ganarse a pesar de todas las manipulaciones y triquiñuelas que las oligarquías, gustosas y dedicadas, querrán hacer.
Algunos dirán que esta propuesta tiene el defecto de enfocarse en un objetivo electoral de corto plazo. En cambio yo diría que, como Movimiento Ciudadano, tenemos la capacidad para hacer que esta sea una propuesta de largo plazo que emprende su marcha enfrentando un objetivo cercano: las elecciones del 2010. Y, por otra parte, los que proponen como única alternativa la insurrección callejera deberían, cuanto menos, poner en claro algunos detalles: ¿existen condiciones para que tal cosa se dé? ¿Es posible unificar las fuerzas sociales y políticas alternativas al neoliberalismo alrededor de tal estrategia? Y, finalmente, y una vez pasado el incendio callejero, y suponiendo con optimismo que se logre que lo que se pretende ¿Qué sigue, qué hacemos, qué construiremos? O dicho de otra forma: nuestros niños y niñas tienen derecho a su ración diaria de leche y nuestros hombres y mujeres a un trabajo decente ¿Cómo garantizaremos que lo tengan?
- Luis Paulino Vargas Solís es profesor e investigador universitario y catedrático de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) de Costa Rica.
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