Con el mismo interés con que fue recibida en el país la noticia de que científicos croatas hicieron importantes descubrimientos sobre la vida sexual de las bacterias, fue recibido el debate al Ministro de Agricultura sobre el caso de Carimagua, una evidente muestra de para quien es que gobierna Uribe.

Y todo porque el país pasmado por los espectaculares sucesos de las ultimas semanas -con amenaza de guerra externa a bordo- vio sin mayor escándalo, como el Ministro Arias usando la demagogia característica de los funcionarios del gobierno, descartó la gravedad del caso Carimagua y dejo sentado que eso se haría y que solamente podría atajarlo una decisión definitiva de los órganos de control.

Y el debate no es estéril en lo absoluto: lo que se pone de presente es que el gobierno tiene claro su proyecto de “reforma agraria”: validar por cualquier medio el robo de la tierra de los campesinos (recordemos los dos tramites de la ley de los derechos a la propiedad de la tierra que consagraban que personas sin títulos legítimos que demostraran la propiedad, mostraran que esta estaba desocupada y que podían ocuparla efectivamente con tan solo 5 de ocupación) convertirlos en desplazados totalmente dependientes de las ayudas miserables del Estado o viviendo del rebusque y finalmente cuando la Corte legisla sobre los derechos de los desplazados, recurre a cuanto argumento “técnico”, o leguleyo tenga a mano para no entregarles la tierra a sus dueños legítimos sino a sus íntimos amigos.

Y las mentiras de Arias no tienen fin, y el caso Carimagua no es el único que demuestra que Uribe y su sequito de incondicionales han cambiado la divisa de “tierra pa´l que la trabaje” por el de “tierra pa´l que tenga el dinero para explotarla”. Ya hay investigaciones de algunos medios de comunicación sobre nuevos casos en los cuales los proyectos de distribución de tierras para desplazados se han convertido en emporios empresariales de palmicultores y otros empresarios de nuevo cuño.

Mientras tanto la producción agrícola a duras penas crece al 2% al año, hay una altísima dependencia de la importación de alimentos y el monocultivo de la palma aceitera amenaza con convertirse en la única producción industrial con potencial, pero cuyo negocio está totalmente repartido entre unos cuantos poderosos que incluso se han aliado con ejércitos ilegales y han desplazado comunidades enteras como debemos recordar en el caso de Curvaradó entre otros.

La inquina del Ministro, reproducida y patrocinada desde el Palacio de Nariño, es la muestra mas clara de que la agricultura que piensa el gobierno es la de los ricos, la de los poderosos, los campesinos tienen dos opciones: o se desplazan hacia las ciudades y se convierten en desempleados o informales, o se convierten en peones de los nuevos latifundios palmeros, azucareros, donde el régimen amenaza con convertirlos en seudoesclavos, es decir, con salarios que rayan en la miseria y el hambre (en algunas zonas esto ya es así).

Y frente a ello, el país indolente eleva a nuevas cumbres de popularidad a un gobierno que se dedica a justificar a los empresarios y a atacar a los campesinos pobres, que terminan siendo una carga para los planes empresariales, son obstáculos que impiden alcanzar la sacrosanta eficiencia empresarial.

Y eso en un país donde al fin de cuentas parece importar más la vida sexual de las bacterias, que el derecho mínimo a la vida y a la tierra de millones de colombianos.


- Jairo Bautista, Asesor Económico. Congreso de la República

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org