Crónicas del Sur
Casa tomada
29/06/2008
- Opinión
Buenos Aires
Las ocupaciones en Buenos Aires. Las diferencias entre Capital Federal y el Conurbano Bonaerense. Historias de quienes usurpan territorios y propiedades. Con ustedes los “ocupas”.
Viven en el vértigo de una cornisa a punto de ser arrojados al abismo de la calle. Su situación no se contiene en las cuatro paredes ajenas y precarias. Ocupan casas, edificios, terrenos, galpones y se asientan sobre propiedades que no les pertenecen. Son los “vecinos invasores” de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense.
Muchos se encontraron en la encrucijada de vivir en la calle u ocupar algo que les es ajeno. Algunos, ni siquiera tuvieron la intención de ser “ocupas”, o fueron engañados o no pueden seguir pagando el alquiler y se quedan resistiendo al desalojo. Pero todos ellos son consientes de que cada día tienen que luchar contra su dura realidad: la pobreza, la discriminación, la falta de recursos económicos.
Son producto de una lógica del sistema donde el acceso a la vivienda es limitado -consecuencia de los altos costos del sector inmobiliario- y además inalcanzable en el precio de los alquileres. La falta de crédito accesible y de políticas de Estados que los reconozca y los integre, se suman como factores. Luchan por el derecho básico de una vivienda digna, lo que parece ser el derecho para unos privilegiados.
La situación particular que se vive en la ciudad de Buenos Aires con respecto a los ocupantes tiene que ver con aquellas personas que no pueden pagar el alquiler, pero que tampoco tienen donde ir, y por lo tanto, terminan quedándose y ocupando el lugar.
Están también las personas que estuvieron pagando varios años alquileres irrisorios por una habitación, donde vive una familia entera que tiene que compartir todo, desde el baño hasta la cocina.
La mayoría son desalojadas por los dueños de la propiedad, que buscan un negocio más rentable, ya sea vendiendo o cambiando de rubro.
En este último caso, las condiciones de precariedad y hacinamiento de los inquilinos se acerca a los de los inmigrantes que llegaron a la Argentina y que se hospedaron en los famosos “Conventillos”. Perteneciente a grandes caserones donde familias enteras vivían en una sola habitación y tenían que compartir todos los ambientes de la casa con un centenar más de personas. En la actualidad todavía persiste esta situación en los inquilinatos. Miles de personas se encuentran encerradas con sus familias en habitaciones 4 por 4.
Las condiciones edilicias son deplorables, las paredes lloran lágrimas de humedad que se acercan peligrosamente a los pocos muebles de madera que se observan. La pintura descascarada arroja de ves en cuando -con toda su furia- los pedazos de parte blanca que quedan asentados en el suelo.
Las tristes baldosas, viejas, rotas y gastadas mantienen el polvo entre sus surcos. Las puertas de madera no terminan de cerrarse por que la humedad las ha hinchado. La privacidad de las familias se esconde tras una cortina precariamente dispuesta. Todas estas familias son gente trabajadora que no tiene el dinero para pagar otra cosa.
De acuerdo a datos de la Comisión de control y evaluación y seguimiento de la Ley 341 elaborado por la organización CIBA (Coordinadora de Inquilinos de Buenos Aires), en la ciudad hay un déficit de 500 mil viviendas, dentro de las cuales 90 mil familias se encuentran en emergencia habitacional. Estiman que en el último año, la política de desalojos arrasó con 6 mil familias, unas 30 mil personas.
El coordinador de CIBA, Jorge Abasto destacó: “este es un fenómeno grave. Los aumentos en los alquileres generan una onda expulsiva de la ciudad. Hay muchas familias que alquilan pero que no pueden renovar, por que los alquileres han subido un 300 por ciento en los últimos años. El año pasado en la ciudad de Buenos Aires hubo 6 mil familias desalojadas”.
El desalojo es moneda corriente en Buenos Aires. Este tipo de procedimiento por parte de las autoridades se lleva a cabo generalmente por la mañana, alrededor de las 5 o 6, y tiene una lógica medianamente perversa. La intención es encontrar a todos los habitantes de la familia y que no se les escape nadie para ser echado.
Con la llegada de Mauricio Macri al gobierno de la Ciudad se dejó a más de un centenar de personas con colchones en la calle y unos billetes en los bolsillos: 16.000 pesos recibieron –en total todas las familias- por liberar el edificio al que llamaban “El conventillo del Nacional Buenos Aires”, donde próximamente la empresa San Telmo House construirá un hostel.
Antes, derrumbarán las paredes machacadas de la hedionda estructura, de cuyos balcones aun cuelgan pósters, sogas y descoloridos trapos. En febrero, también hubo que desalojar una plaza en el barrio de Belgrano, casi en las mismas condiciones.
Cabe recordar que desde el 2002 el Código Procesal porteño contempla el desalojo sumario quienes incumplan con sus contratos de alquiler u ocupen viviendas de manera ilegal. Según el artículo 680 bis de la Ley 25.488, ya no es necesaria la sentencia judicial para desalojar a los ocupantes.
“Esto es violatorio al derecho de la defensa, tiene que ver con una tendencia política más general de expulsar a los pobres de la ciudad orientado a que las propiedades de la ciudad sean propiedades para comercios, turismo, etc. Los pobres se tienen que ir de la ciudad. Esta es una tendencia de las grandes ciudades del mundo, estas ciudades no son para los pobres son para la gente media para arriba sobre todo en las capitales”, afirmó Jorge Abasto.
Los que terminan siendo expulsados de las grandes urbes se instalan en los alrededores marginales, buscan lugares donde vivir, donde asentarse en una casa. Terminan migrando hacia otros lugares en busca de un techo que los contengan, para no terminar viviendo en la calle o bajo un puente.
En el caso del Conurbano Bonaerense la situación es diferente, porque por lo general las ocupaciones se dan mayoritariamente en terrenos abandonados. Sólo algunos pocos toman casas abandonadas, viejas y gastadas que se encuentran más cerca del centro urbano.
Moreno es una ciudad ubicada al oeste de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, se localiza el barrio “La Loma Verde” donde se encuentran varios terrenos ocupados correspondientes a cuatro manzanas.
El abandono de la tierra está marcado por los frondosos cardos espinosos que aparecen en los lugares que todavía no han sido poblados. Los “invasores” han modificado el paisaje con la construcción de sus viviendas y los arreglos a los terrenos que actualmente se encuentra con sus pastos cortos.
Este barrio fue ocupado por familias, mujeres, hombre y niños que se asentaron en el lugar. Muchos sabían que estaban ocupando algo que no les pertenecía, otros fueron engañados con la compra de los terrenos, fueron estafados por una persona que decía ser el dueño y que se los vendió a un precio accesible para su bolsillo
Al recorrer el barrio se encuentran casillas precarias hechas de madera y chapa. Son viviendas que por lo general pertenecen al “ocupa”, que sabe que puede ser echado de un día para el otro. No cuenta con los recursos necesarios como para tener algo mejor o simplemente sabe que puede perderlo todo, y por eso no invierte en algo que de antemano puede ser un desperdicio.
Las casas echas de material (cemento), simples pero resistentes y menos precarias que las anteriores, en su mayoría pertenecen a las personas que creían ser dueñas del terreno y en realidad habían sido estafados. Característica de estas construcciones es la falta de revoque en sus paredes externas e internas.
El barrio tiene una humilde fisonomía, desde el inicio de la ocupación hasta estos días varias casas han sufrido una metamorfosis: en su estructura comparten piezas de material y porciones de maderas, son mitad casa mitad casilla.
Una particularidad, es que también muchos de los baños de las casas más rudimentarias se encuentran por fuera de la vivienda, como antaño con una puertita o una cortina que cubre su entrada. Además, es particular el colorido de las casillas realizadas con maderas de todos los matices; los palos o piedras que parecen sostener las chapas en el techo, pues está lleno de ellos por donde se quiera observar.
Pero fundamentalmente las carencias que comparten estos “ocupas” no distinguen a las casas de cemento o de maderas. Los gérmenes de la exclusión se sienten en los techos rotos donde las goteras caen como baldes de agua fría.
Las cañerías en el lugar no se quejan cuando el agua pasa ferozmente por sus entrañas. Este recurso es extraído de pozos con bombas manuales que se sienten chillar al hacer presión sobre la manija que parece un brazo extendido a punto de trabajar.
Las tuberías de gas los han esquivado a la vuelta de su morada. Entre medio de los estos terrenos y de las paredes frías, descascaradas o sin revocar se encuentran estos ocupantes. El municipio también los dejó en el olvido, el camión que recoge la basura da la media vuelta al finalizar la manzana donde se encuentra, el otro barrio, el de los propietarios.
Las calles son de tierra, que con el viento levantan su polvillo que vuela y se cuela entre las casas. Las cuatro manzanas están separadas del barrio convencional donde viven los propietarios. Los divide como el océano a la tierra, los asfaltos que poseen la parte legítima barrio y los caminos de tierra y barro de los ocupantes.
Los “invasores” han logrado su primera conquista, pero luchan todos los días por la misma batalla: mantenerse fuera de la calle y puertas adentro. Pero hace pocos días, a una de las manzanas del barrio “ocupante” un oficial de policía vino a golpear las manos, para dejarles una orden de desalojo.
La noticia conmovió a todos en el barrio, los ocupantes de las otras manzanas que no estaban involucradas en la orden de desalojo se reunieron para apoyar a sus vecinos. Cortaron la ruta lindante al pueblo y así evitaron momentáneamente el desalojo. Son 38 familias las que pueden ser expulsadas de sus hogares
Los dueños de los terrenos quieren lo que legalmente les pertenecen, reclaman su propiedad. Están aparados por la ley, no piden nada que no les corresponda. El problema es que tras más de 20 años de abandono de las tierras, ahora no son simples terrenos que tienen un valor económico.
Lo triste, es que allí se encuentran familias enteras que tienen su vida formada, que con mucho esfuerzo pudieron construir su casa y que realmente han ocupados los terrenos por necesidad.
Aparentemente los propietarios no han tenido la necesidad de usarlo, de habitarlo y lo han dejado en el olvido. Puede ser que el actual precio de los terrenos sea una tentación para acordarse de ellos.
El caso más relevante de esta manzana es la de Fernando Fabián Gonzáles de 41 años, que hace 15 años vive en el lugar junto a su padre que vive allí desde los años 80.
La relevancia de esta historia es que la familia Gonzáles vive en un caserón, que alguna vez perteneció a una estancia y que sus antiguos dueños (no los actuales) dejaron el cuidado al padre de Fernando. La construcción es muy antigua y muestra los furiosos estragos del paso del tiempo.
Son los primeros que habitaron en el lugar y que vieron como se fue poblando a lo largo de los años.
“Con el tiempo -recuerda Fernando- los dueños no aparecieron más y la gente fue habitando el lugar, fue ocupando el terreno”. En lugar tiene mucho más que una connotación económica: “mi señora nació acá, hace 28 años”, comentó.
“La carta de desalojo la tomamos mal, porque ninguno de los supuesto dueños dieron la cara de venir y hablar con nosotros para explicarnos que querían desalojar el lugar. A mi padre lo dejaron cuidando, nos cayó como un balde de agua fría la noticia, de que te desalojan de una día para el otro”, explicó Fernando.
Agregó que “antes no le daban importancia, no tenían en cuenta a estos terrenos, ahora los supuestos dueños dicen que tienen valor, a lo mejor les hace falta la plata. Nosotros pusimos un abogado y vamos a ver si en realidad nos quieren vender las tierras. Nosotros tenemos la intención de comprar las tierras, no nos queremos ir de acá, de este barrio del lugar donde nació mi señora. Hay gente que está desde hace 10 o 12 años”.
Los ocupas involucrados en el posible desalojo ha proponido la compra de los terrenos al municipio que se encuentra como mediador en el conflicto. La idea es que los propietarios les permitan pagar el terreno en cuotas accesibles.
Fernando señaló que “el abogado nos dijo que si por ahí estaba de acuerdo el dueño en venderlo, pero tenemos que ver que precio nos pone. Porque acá no hay agua corriente, el alumbrado que hay es el que pusimos nosotros, no hay asfalto, no pasa el camión recolector de basura, no tenés nada”.
“Yo soy el que mantiene la casa, mi papá vive conmigo, él es jubilado y cobra el mínimo. Yo trabajo por mi cuenta en el cementerio de Moreno, soy encargado de un sector pero no tengo un pago fijo, no tengo descuento por jubilación. Como están las cosas hoy en día no alcanzan para nada los ingresos. Los ladrillos que vengo comprando que son para edificar, los vengo juntando de hace 5 años”, contó Fernando.
Este fenómeno tiene como protagonista a los muros impenetrables de la propiedad privada, que es la bandera gloriosa del capitalismo feroz y que lleva en sus entrañas a las desigualdades de vida.
Los ocupas reivindican el derecho estipulado por la Constitución Nacional que en su artículo 14 bis afirma que todo ciudadano tiene el derecho a la vivienda. Pero las leyes, también, garantizan la propiedad privada que incluye a algunos y excluye a otros de poseer una vivienda digna.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
http://www.prensamercosur.com.ar
Las ocupaciones en Buenos Aires. Las diferencias entre Capital Federal y el Conurbano Bonaerense. Historias de quienes usurpan territorios y propiedades. Con ustedes los “ocupas”.
Viven en el vértigo de una cornisa a punto de ser arrojados al abismo de la calle. Su situación no se contiene en las cuatro paredes ajenas y precarias. Ocupan casas, edificios, terrenos, galpones y se asientan sobre propiedades que no les pertenecen. Son los “vecinos invasores” de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense.
Muchos se encontraron en la encrucijada de vivir en la calle u ocupar algo que les es ajeno. Algunos, ni siquiera tuvieron la intención de ser “ocupas”, o fueron engañados o no pueden seguir pagando el alquiler y se quedan resistiendo al desalojo. Pero todos ellos son consientes de que cada día tienen que luchar contra su dura realidad: la pobreza, la discriminación, la falta de recursos económicos.
Son producto de una lógica del sistema donde el acceso a la vivienda es limitado -consecuencia de los altos costos del sector inmobiliario- y además inalcanzable en el precio de los alquileres. La falta de crédito accesible y de políticas de Estados que los reconozca y los integre, se suman como factores. Luchan por el derecho básico de una vivienda digna, lo que parece ser el derecho para unos privilegiados.
La situación particular que se vive en la ciudad de Buenos Aires con respecto a los ocupantes tiene que ver con aquellas personas que no pueden pagar el alquiler, pero que tampoco tienen donde ir, y por lo tanto, terminan quedándose y ocupando el lugar.
Están también las personas que estuvieron pagando varios años alquileres irrisorios por una habitación, donde vive una familia entera que tiene que compartir todo, desde el baño hasta la cocina.
La mayoría son desalojadas por los dueños de la propiedad, que buscan un negocio más rentable, ya sea vendiendo o cambiando de rubro.
En este último caso, las condiciones de precariedad y hacinamiento de los inquilinos se acerca a los de los inmigrantes que llegaron a la Argentina y que se hospedaron en los famosos “Conventillos”. Perteneciente a grandes caserones donde familias enteras vivían en una sola habitación y tenían que compartir todos los ambientes de la casa con un centenar más de personas. En la actualidad todavía persiste esta situación en los inquilinatos. Miles de personas se encuentran encerradas con sus familias en habitaciones 4 por 4.
Las condiciones edilicias son deplorables, las paredes lloran lágrimas de humedad que se acercan peligrosamente a los pocos muebles de madera que se observan. La pintura descascarada arroja de ves en cuando -con toda su furia- los pedazos de parte blanca que quedan asentados en el suelo.
Las tristes baldosas, viejas, rotas y gastadas mantienen el polvo entre sus surcos. Las puertas de madera no terminan de cerrarse por que la humedad las ha hinchado. La privacidad de las familias se esconde tras una cortina precariamente dispuesta. Todas estas familias son gente trabajadora que no tiene el dinero para pagar otra cosa.
De acuerdo a datos de la Comisión de control y evaluación y seguimiento de la Ley 341 elaborado por la organización CIBA (Coordinadora de Inquilinos de Buenos Aires), en la ciudad hay un déficit de 500 mil viviendas, dentro de las cuales 90 mil familias se encuentran en emergencia habitacional. Estiman que en el último año, la política de desalojos arrasó con 6 mil familias, unas 30 mil personas.
El coordinador de CIBA, Jorge Abasto destacó: “este es un fenómeno grave. Los aumentos en los alquileres generan una onda expulsiva de la ciudad. Hay muchas familias que alquilan pero que no pueden renovar, por que los alquileres han subido un 300 por ciento en los últimos años. El año pasado en la ciudad de Buenos Aires hubo 6 mil familias desalojadas”.
El desalojo es moneda corriente en Buenos Aires. Este tipo de procedimiento por parte de las autoridades se lleva a cabo generalmente por la mañana, alrededor de las 5 o 6, y tiene una lógica medianamente perversa. La intención es encontrar a todos los habitantes de la familia y que no se les escape nadie para ser echado.
Con la llegada de Mauricio Macri al gobierno de la Ciudad se dejó a más de un centenar de personas con colchones en la calle y unos billetes en los bolsillos: 16.000 pesos recibieron –en total todas las familias- por liberar el edificio al que llamaban “El conventillo del Nacional Buenos Aires”, donde próximamente la empresa San Telmo House construirá un hostel.
Antes, derrumbarán las paredes machacadas de la hedionda estructura, de cuyos balcones aun cuelgan pósters, sogas y descoloridos trapos. En febrero, también hubo que desalojar una plaza en el barrio de Belgrano, casi en las mismas condiciones.
Cabe recordar que desde el 2002 el Código Procesal porteño contempla el desalojo sumario quienes incumplan con sus contratos de alquiler u ocupen viviendas de manera ilegal. Según el artículo 680 bis de la Ley 25.488, ya no es necesaria la sentencia judicial para desalojar a los ocupantes.
“Esto es violatorio al derecho de la defensa, tiene que ver con una tendencia política más general de expulsar a los pobres de la ciudad orientado a que las propiedades de la ciudad sean propiedades para comercios, turismo, etc. Los pobres se tienen que ir de la ciudad. Esta es una tendencia de las grandes ciudades del mundo, estas ciudades no son para los pobres son para la gente media para arriba sobre todo en las capitales”, afirmó Jorge Abasto.
Los que terminan siendo expulsados de las grandes urbes se instalan en los alrededores marginales, buscan lugares donde vivir, donde asentarse en una casa. Terminan migrando hacia otros lugares en busca de un techo que los contengan, para no terminar viviendo en la calle o bajo un puente.
En el caso del Conurbano Bonaerense la situación es diferente, porque por lo general las ocupaciones se dan mayoritariamente en terrenos abandonados. Sólo algunos pocos toman casas abandonadas, viejas y gastadas que se encuentran más cerca del centro urbano.
Moreno es una ciudad ubicada al oeste de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, se localiza el barrio “La Loma Verde” donde se encuentran varios terrenos ocupados correspondientes a cuatro manzanas.
El abandono de la tierra está marcado por los frondosos cardos espinosos que aparecen en los lugares que todavía no han sido poblados. Los “invasores” han modificado el paisaje con la construcción de sus viviendas y los arreglos a los terrenos que actualmente se encuentra con sus pastos cortos.
Este barrio fue ocupado por familias, mujeres, hombre y niños que se asentaron en el lugar. Muchos sabían que estaban ocupando algo que no les pertenecía, otros fueron engañados con la compra de los terrenos, fueron estafados por una persona que decía ser el dueño y que se los vendió a un precio accesible para su bolsillo
Al recorrer el barrio se encuentran casillas precarias hechas de madera y chapa. Son viviendas que por lo general pertenecen al “ocupa”, que sabe que puede ser echado de un día para el otro. No cuenta con los recursos necesarios como para tener algo mejor o simplemente sabe que puede perderlo todo, y por eso no invierte en algo que de antemano puede ser un desperdicio.
Las casas echas de material (cemento), simples pero resistentes y menos precarias que las anteriores, en su mayoría pertenecen a las personas que creían ser dueñas del terreno y en realidad habían sido estafados. Característica de estas construcciones es la falta de revoque en sus paredes externas e internas.
El barrio tiene una humilde fisonomía, desde el inicio de la ocupación hasta estos días varias casas han sufrido una metamorfosis: en su estructura comparten piezas de material y porciones de maderas, son mitad casa mitad casilla.
Una particularidad, es que también muchos de los baños de las casas más rudimentarias se encuentran por fuera de la vivienda, como antaño con una puertita o una cortina que cubre su entrada. Además, es particular el colorido de las casillas realizadas con maderas de todos los matices; los palos o piedras que parecen sostener las chapas en el techo, pues está lleno de ellos por donde se quiera observar.
Pero fundamentalmente las carencias que comparten estos “ocupas” no distinguen a las casas de cemento o de maderas. Los gérmenes de la exclusión se sienten en los techos rotos donde las goteras caen como baldes de agua fría.
Las cañerías en el lugar no se quejan cuando el agua pasa ferozmente por sus entrañas. Este recurso es extraído de pozos con bombas manuales que se sienten chillar al hacer presión sobre la manija que parece un brazo extendido a punto de trabajar.
Las tuberías de gas los han esquivado a la vuelta de su morada. Entre medio de los estos terrenos y de las paredes frías, descascaradas o sin revocar se encuentran estos ocupantes. El municipio también los dejó en el olvido, el camión que recoge la basura da la media vuelta al finalizar la manzana donde se encuentra, el otro barrio, el de los propietarios.
Las calles son de tierra, que con el viento levantan su polvillo que vuela y se cuela entre las casas. Las cuatro manzanas están separadas del barrio convencional donde viven los propietarios. Los divide como el océano a la tierra, los asfaltos que poseen la parte legítima barrio y los caminos de tierra y barro de los ocupantes.
Los “invasores” han logrado su primera conquista, pero luchan todos los días por la misma batalla: mantenerse fuera de la calle y puertas adentro. Pero hace pocos días, a una de las manzanas del barrio “ocupante” un oficial de policía vino a golpear las manos, para dejarles una orden de desalojo.
La noticia conmovió a todos en el barrio, los ocupantes de las otras manzanas que no estaban involucradas en la orden de desalojo se reunieron para apoyar a sus vecinos. Cortaron la ruta lindante al pueblo y así evitaron momentáneamente el desalojo. Son 38 familias las que pueden ser expulsadas de sus hogares
Los dueños de los terrenos quieren lo que legalmente les pertenecen, reclaman su propiedad. Están aparados por la ley, no piden nada que no les corresponda. El problema es que tras más de 20 años de abandono de las tierras, ahora no son simples terrenos que tienen un valor económico.
Lo triste, es que allí se encuentran familias enteras que tienen su vida formada, que con mucho esfuerzo pudieron construir su casa y que realmente han ocupados los terrenos por necesidad.
Aparentemente los propietarios no han tenido la necesidad de usarlo, de habitarlo y lo han dejado en el olvido. Puede ser que el actual precio de los terrenos sea una tentación para acordarse de ellos.
El caso más relevante de esta manzana es la de Fernando Fabián Gonzáles de 41 años, que hace 15 años vive en el lugar junto a su padre que vive allí desde los años 80.
La relevancia de esta historia es que la familia Gonzáles vive en un caserón, que alguna vez perteneció a una estancia y que sus antiguos dueños (no los actuales) dejaron el cuidado al padre de Fernando. La construcción es muy antigua y muestra los furiosos estragos del paso del tiempo.
Son los primeros que habitaron en el lugar y que vieron como se fue poblando a lo largo de los años.
“Con el tiempo -recuerda Fernando- los dueños no aparecieron más y la gente fue habitando el lugar, fue ocupando el terreno”. En lugar tiene mucho más que una connotación económica: “mi señora nació acá, hace 28 años”, comentó.
“La carta de desalojo la tomamos mal, porque ninguno de los supuesto dueños dieron la cara de venir y hablar con nosotros para explicarnos que querían desalojar el lugar. A mi padre lo dejaron cuidando, nos cayó como un balde de agua fría la noticia, de que te desalojan de una día para el otro”, explicó Fernando.
Agregó que “antes no le daban importancia, no tenían en cuenta a estos terrenos, ahora los supuestos dueños dicen que tienen valor, a lo mejor les hace falta la plata. Nosotros pusimos un abogado y vamos a ver si en realidad nos quieren vender las tierras. Nosotros tenemos la intención de comprar las tierras, no nos queremos ir de acá, de este barrio del lugar donde nació mi señora. Hay gente que está desde hace 10 o 12 años”.
Los ocupas involucrados en el posible desalojo ha proponido la compra de los terrenos al municipio que se encuentra como mediador en el conflicto. La idea es que los propietarios les permitan pagar el terreno en cuotas accesibles.
Fernando señaló que “el abogado nos dijo que si por ahí estaba de acuerdo el dueño en venderlo, pero tenemos que ver que precio nos pone. Porque acá no hay agua corriente, el alumbrado que hay es el que pusimos nosotros, no hay asfalto, no pasa el camión recolector de basura, no tenés nada”.
“Yo soy el que mantiene la casa, mi papá vive conmigo, él es jubilado y cobra el mínimo. Yo trabajo por mi cuenta en el cementerio de Moreno, soy encargado de un sector pero no tengo un pago fijo, no tengo descuento por jubilación. Como están las cosas hoy en día no alcanzan para nada los ingresos. Los ladrillos que vengo comprando que son para edificar, los vengo juntando de hace 5 años”, contó Fernando.
Este fenómeno tiene como protagonista a los muros impenetrables de la propiedad privada, que es la bandera gloriosa del capitalismo feroz y que lleva en sus entrañas a las desigualdades de vida.
Los ocupas reivindican el derecho estipulado por la Constitución Nacional que en su artículo 14 bis afirma que todo ciudadano tiene el derecho a la vivienda. Pero las leyes, también, garantizan la propiedad privada que incluye a algunos y excluye a otros de poseer una vivienda digna.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
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