Operación Jaque sin Mate

03/07/2008
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  • Opinión
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Por primera vez el gobierno, la oposición y la sociedad en general celebran el triunfo que significó traer con vida a los diecisiete liberados entre los que se encuentran Ingrid Betancourt y los tres ciudadanos estadounidenses. Lo imposible se hizo realidad y mereció el aplauso, no menos inesperado, de toda Colombia. Pero en medio del festejo, las felicitaciones y la melopea colectiva, Colombia no ha logrado asimilar a fondo el significado y las consecuencias de este insólito acto de rescate en medio de nuestra compleja situación nacional.

Y aunque un acto de libertad sólo debería traer consigo cosas afables, es hora de hacer un alto en el jolgorio y preguntarnos como país ¿qué vamos a hacer ahora con el resto de secuestrados, no menos importantes pero si más anónimos, para los que no se repetirá el milagro? Porque sino lo hacemos, lastimosamente serán ellos las primeras víctimas de todo nuestro alborozo. Alborozo más que merecido pero al que hay que darle su justa proporción para no caer en la trampa triunfalista que muchos medios oficiales y privados pretenden imponer para enterrar la critica, la oposición, doblegar a la justicia y rechazar de tajo futuras salidas humanitarias.

Ahora que recuperó la libertad Ingrid y los estadounidenses ¿a qué plano de importancia caerá la situación de los demás secuestrados? Ya una primera consecuencia parece ser el entierro de un acuerdo humanitario por la legitimidad ganada por los rescates militares. Pero paradójicamente, el hecho que los posiciona no fue una acción a sangre y fuego, todo lo contrario y como lo dice el comandante del Ejército “no se disparo ni un solo disparo”. La versión oficial habla de un engaño muy bien planeado, de un operativo perfecto dijo Ingrid, quien además lo cataloga de milagro. Otra versión, menos aceptada, habla del pago de 20 millones de dólares por los secuestrados, lo que no le quitaría ni un ápice a la alegría por el resultado conseguido pero si desnudaría la verdadera intención y el frío cálculo del gobierno, en lo que sería el mayor falso positivo de la historia.

Pero, si se entierra definitivamente la posibilidad de un acuerdo humanitario ¿Habrá que esperar otros milagros para que las familias de los que siguen en el monte puedan volver a abrazarlos? O en el caso de que la versión que habla del pago sea cierta ¿Se pagarán otros millones de dólares por ciudadanos anónimos y sin el despliegue internacional que suscitaban Ingrid y los tres norteamericanos?

Gracias a la seguridad democrática las Farc dejaron de ser el principal problema para Colombia, y eso nadie se lo puede dejar de reconocer al presidente Uribe. Es más, este operativo, sea como sea que haya sido conseguido, fija el techo hasta donde puede llegar la política militar del gobierno. De aquí en adelante, y ya sin la premura de acabar con una guerrilla anacrónica y asesina, hay que reclamar el mismo empeño por parte del gobierno para solucionar la situación de todas las víctimas del conflicto armado en Colombia. Por ejemplo: ¿Cómo conseguimos que el presidente Uribe, la comunidad internacional y la sociedad colombiana se duelan de igual forma por víctimas tan o más maltratadas como los desaparecidos?, que según cifras pasan de los veinte mil. ¿Cómo logramos una condena nacional e internacional ante el desplazamiento forzado?, que ya supera la cifra de los cuatro millones de desterrados. O ¿Cómo convencemos a los gobiernos extranjeros de ayudarnos a acabar con las minas anti-persona en Colombia, de castigar a las transnacionales que financian grupos paramilitares o de cooperar con la superación de la pobreza extrema, causa última de nuestro doloroso conflicto, con el mismo empeño y dedicación con el que se preocuparon por Ingrid?

Lo cierto es que el hecho del rescate de esta semana, ha despertado un ambiente de esperanza que no tiene igual en los últimos años. Pero, si esa esperanza es canalizada para alimentar intereses políticos personales por medio de un falso triunfalismo, cuando lo más importante esta por resolver, y no como el primer gran impulso para comenzar a reconstruirnos como nación, nos esperan años más duros y violentos que hoy el aplauso unánime no nos permite vislumbrar.

- Gabriel Bustamante Peña, Integrante del Equipo Jurídico-Político, Corporación Viva la Ciudadanía

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/active/25096
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