Hacia un nuevo frente

23/08/2001
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Leer el diario (cuando todavía lo podemos hacer), o escuchar las noticias que la radio o la televisión nos transmiten cotidianamente, se va convirtiendo casi en un acto de masoquismo. La injusticia, la violencia, la delincuencia de los débiles desesperados y de los poderosos cínicos e insaciables, van llegando a grados y formas incalificables. El otro día nos despertamos con la noticia de que sólo en la Capital Federal, más de 1.100 personas duermen a la intemperie, en las noches de hielo que estamos soportando. Por otra parte, el Secretario de Tercera Edad de la Nación, nos informa, a través de datos precisos, acerca de la sensación que invade a la clase pasiva, de no tener ya un lugar en el seno de nuestra sociedad. ¡Que diremos de las noticias policiales! La tragedia, en talar de Pacheco, de una familia que de pronto por el desmoronamiento de una de las paredes de un pozo, sufrió la perdida de dos de sus miembros, el padre de solo 48 años y su hijo de 20, quienes después de una prolongada desocupación, habían logrado al fin un trabajo compartido. ¡No sabemos en qué condiciones y bajo qué medidas de protección y seguridad! Y otra tragedia en la localidad de Garín: el asalto y literal fusilamiento, con una espeluznante frialdad y crueldad, de un joven agente de policía de 35 años. Mientras aquí en Rosario, como contraparte, pobladores de la zona de Molino Blanco luchan para que se haga justicia, ante la muerte de un adolescente, por acción de la llamada "policía de gatillo fácil". Habría que estar ciegos para no percibir que como sociedad, estamos cautivos de lo que ese gran obispo que fue Dom Helder Cámara denominara, "la espiral de la violencia". En nuestro caso seguimos padeciendo las secuelas de los años crueles y sangrientos de la dictadura militar; de la década reciente de corrupción y degradación moral más insolente; y finalmente, la etapa desconcertante que atravesamos, como traición a una Alianza, que en una inolvidable pero olvidada "carta a los argentinos", nos hablaba, no de repetir "más de lo mismo", sino de otro país posible, caracterizado por una mayor transparencia y equidad, y una creciente participación democrática y popular. Cambio de rumbo En medio de toda esta desmoralización, escepticismo y violencia, los que, a pesar de nuestros años, o tal vez gracias a ellos, hemos aprendido a caminar por fe, y sin arrimar la esperanza y el amor que con ella nos han sido dados, no olvidamos, que como dice un antiguo proverbio (creo que español): "los molinos de Dios muelen lento pero muelen fino"; así como tampoco, lo que afirmaba un viejo reformador inglés, en plena revolución industrial del siglo 18: "los extremos del hombre son las oportunidades de Dios". Por consiguiente, de Seattle en adelante, hasta las recientes conmociones en Génova (que se cobraron su primer mártir), nos parece percibir el fin de un tiempo de conformismo e inmovilismo, para dar lugar al despertar de crecientes sectores de nuestros pueblos, que parecían sumidos en el sopor y el fatalismo. Aquí mismo, entre nosotros, el antiquísimo Mamón (dios-dinero) del Evangelio, encarnado en el "Mercado" todopoderoso, y sus defensores a ultranza, los economistas, banqueros y políticos de turno, parecían intocables e invencibles. Pero hoy sus días de fiestas también están contados. Nuestro pueblo va tomando conciencia de las fuerzas externas e internas que se mueven para llevarnos al sometimiento total y al caos, que contrariamente a lo que el "inocente" Secretario del Tesoro de los EE.UU. piensa, no es lo que los argentinos y argentinas que conservamos el sentido de la vida y de la historia, y de sus valores esenciales, buscamos o deseamos. Esa ciudadanía que ha sobrevivido a tantas frustraciones y fraudes, que viene de distintas vertientes ideológicas, filosóficas, religiosas, etc. y que se va agrupando en el Frente contra la Pobreza, o en el Polo Social, o en el Cooperativismo, o en "Nueva Tierra", o en ARI, o en el Movimiento de Desocupados y Piqueteros, o en innumerables organizaciones de Derechos Humanos o Ecuménicas, y en tantos otros movimientos que luchan dentro y más allá de nuestras fronteras por el fin de un orden global, inhumano, inmoral e hipócrita. Así como por otro país y otro mundo, soñado, anunciado y posible. Como ha afirmado en estos días, Pablo Bergel, miembro del Comité Argentino del Foro Social Mundial: "la voluntad de construir ese nuevo país y ese nuevo mundo, es indomable". Y ese es el nuevo frente y la nueva responsabilidad histórica que nos cabe a los argentinos y a los latinoamericanos (incluyendo pueblos indígenas y negros) en esta hora. El nuevo frente que soñé cuando el 5 de julio de 1994, recibimos en Rosario a la primera marcha Federal, con estas palabras: "Como la corriente, que avanza y avanza, se mueve ya el pueblo, harto de promesas y de corrupciones que engañan y matan; como mil afluentes que brotan y crecen en toda la patria, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, emprenden la marcha? por sus jubilados, sus desocupados, sus niños hambrientos. A cambiar el rumbo, a cambiar la historia, por un mundo nuevo, donde la justicia con la Paz se abracen, ¡entre tierra y cielo! ¡Arrímate, hermano! Enciende tu antorcha, ¡Arrímate hermana! Que América toda concibe en su seno tiempos de esperanza."
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