Vientos y tempestades

18/09/2001
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Rosario

Por consiguiente, como organización ecuménica que ora y
trabaja en la esperanza de un mundo nuevo, "en el cual reine
la justicia", no podemos sino solidarizarnos con el dolor de
un pueblo hermano y de todas las familias que se han visto
enlutadas por la pérdida de seres queridos y de miles de
víctimas inocentes que han caído atrapadas en las garras de
la violencia, que como la guerra, al decir de León Gieco,
"es un monstruo grande y pisa fuerte sobre la pobre
inocencia de la gente". Por eso no podemos sino rechazar
toda la forma de terrorismo, nacional o internacional, de
grupos clandestinos o de estados genocidas, así como las
guerras de venganza o escarmiento (alimentadas por un
armamentismo insaciable), que siguen cobrándose miles de
víctimas, años tras años, y en todas las regiones de la
tierra.

Pero, a la vez, el hecho de que en esta ocasión, esas
fuerzas que generalmente traspasan límites nacionales y
obedecen a diferentes signos ideológicos, hayan fijado su
blanco en uno de los gigantescos símbolos del capitalismo
mundial, en el corazón de Nueva York; y en el Pentágono,
centro de las formas más sofisticadas y poderosas del
militarismo y armamentismo contemporáneo, nos obligan a
detenernos en el curso de la indignación, la ira o las
emociones desbordadas, para reflexionar sobre el sentido de
tanta violencia y de tanta muerte, y evitar continuar
agravando esa fatal espiral sin término, que ilustra esa
extraordinaria afirmación de la sabiduría bíblica que nos
advierte: "quien siembra vientos, recoge tempestades", y que
de continuar, no puede sino conducirnos a nuestra
autodestrucción, como familia humana.

Lamentablemente el hombre que encabeza actualmente el
gobierno de los Estados Unidos, a raíz de una de las
elecciones más dudosas y bochornosas en la historia del
pueblo norteamericano, y exhibiendo la triste fama entre los
gobernadores de su país, de campeón en la aplicación casi
morbosa de la pena de muerte, es el mismo que se opone a la
creación del Tribunal Penal Internacional, a la adhesión al
Protocolo de Kioto en defensa del medio ambiente, y a las
conclusiones de la Conferencia Internacional contra el
Racismo recientemente celebrada en Sudáfrica. Y el mismo
que con su fabuloso proyecto de Escudo Espacial
Antimisilístico, heredado de sus predecesores Reagan y Bush
(padre), sigue reforzando la cautividad de su pueblo a la
ideología de "seguridad nacional" que tantas calamidades ha
traído a nuestros pueblos latinoamericanos y a la humanidad
en general. Por eso no podemos sino refrendar las fuertes y
claras palabras de uno de nuestros escritores argentinos,
que verdaderamente ama al pueblo norteamericano, y sobre
todo a la humanidad, cuando afirma:

"Lo que los estadounidenses deberían meditar (y la
televisión jamás les dice) es que por lo menos en todo el
siglo XX, el papel de los gobiernos norteamericanos ha sido
horrible. Sus gobiernos fueron constantemente
intervencionistas, manejados casi siempre por conveniencias
e intereses sectoriales. Funcionaron como gendarmes
militares al servicio de muchísimas injusticias, y abortaron
decenas de procesos de libertad y democracia autónomos y
originales. Protegieron a los peores dictadores, entrenaron
a miles de torturadores y asesinos, y corrompieron a
infinidad de políticos, empresarios y sindicalistas en cada
país. Fueron promotores de todo tipo de injusticias
laborales, y protegieron siempre a las empresas más voraces,
que explotaron a generaciones enteras de ciudadanos y
ciudadanas de todo el planeta, en centenares de países... y
sus bancos, su sistema financiero-bursátil, sus consultoras
económicas y sus organismos de crédito, chuparon y siguen
chupando cada día, la sangre de millones de personas de todo
el planeta." (Mempo Giardinelli)

Sólo el reconocimiento de esa triste realidad, ya no más
ocultable y menos defendible, liberará al pueblo más
poderoso de la tierra, de su ceguera y de su soberbia, y a
la humanidad de una guerra, que se sabe cómo comienza, pero
nunca cuando y en qué puede terminar.

Además, como cristianos, creemos que ha llegado la hora de
que los miembros de la familia Abrahámica -judíos,
cristianos e islámicos- se encuentren en sus más altos
niveles, para impedir que a la locura, se responda con una
locura mayor. Recordando las proféticas palabras de ese
inolvidable teólogo vasco, y mártir de El Salvador, Ignacio
Ellacuría, que en uno de sus últimos documentos afirmó:

"No será directamente Dios quien destruya la vida sobre la
tierra; los hombres autoconvertidos en dioses están ya
preparados para hacerlo. Lo están ya haciendo por la
expoliación y la polución de la naturaleza, pero están
dispuestos a culminar la destrucción con la energía nuclear.
Nada más inhumano, nada más antidivino, nada más irracional
que este individualismo y positivismo de las naciones que no
pueden entenderse entre sí, ni llegar a acuerdos, más que
amenazándose mutuamente con la guerra nuclear. Las
religiones de vida, las religiones de promesas utópicas, las
religiones monoteístas y monosalvíficas pueden y deben
impedir esta locura colectiva y lo harán si instauran el
Reino de Dios, como el reino del pueblo entero de la
humanidad."

Con esta firme conciencia y vocación de vida, de esperanza y
de paz, no sólo debemos negarnos a participar en toda
violencia fratricida, sino que debemos esforzarnos
incansablemente, para disuadir a nuestros gobernantes de
toda nueva aventura belicista, que sólo añadiría más dolor y
más sangre, a la mucha que ya ha sido derramada en la
historia, en el altar de los dioses del dinero y de la
guerra. Solo así seremos fieles a la oración que
pronunciamos en la reciente celebración ecuménica, en la
plaza del obelisco de Bs. Aires: "Señor, ayúdanos a vivir en
paz, con justicia."

Concluimos estas reflexiones, trayendo a nuestra memoria,
otras palabras proféticas que en 1990, en una multitudinaria
conferencia ecuménica que tuvo lugar en la ciudad de Seúl,
Corea del Sur, pronunciara Jim Wallis, una de las voces más
coherentes y valientes de la dirigencia religiosa
norteamericana, en días de la estrepitosa caída del muro de
Berlín:

"Los acontecimientos históricos que hoy presenciamos son
proféticos. Hoy sopla del Este, un viento de democracia y
libertad que está barriendo aires viejos. Mañana soplará
del Sur un viento de justicia y liberación que pondrá en
libertad a los oprimidos... Cuando sople el viento del Sur,
cargadas sus alas de la esperanza de los pobres del mundo,
hará sentir un vendaval helado en los centros del poder del
Norte, que manipulan el sistema mundial de apartheid
económico. Hoy se está derrumbando un muro infranqueable de
represión ideológica. Mañana comenzarán a tambalearse
también las murallas invisibles del comercio internacional,
las finanzas y la opresión económica. ¡Difícil es parar el
viento cuando empieza a soplar!"
https://www.alainet.org/es/articulo/105304
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