La última maratónica sesión de la Asamblea Constituyente
19/07/2008
- Opinión
Estuve despierta toda la noche, siguiendo por televisión la última y maratónica sesión de la Asamblea (19 horas de un tirón) hasta que concluyó a las 8:30am del día siguiente, sábado.
Histórico, sí, pero lamentable. Deja un amargo sabor en la boca, el que ya venía acumulándose a lo largo de los últimos días.
Vi el rechazo a reconsiderar el kichwa como lengua oficial de nuestro país, el desprecio al excelente texto preparado por A. Acosta, la espesa capa de votos rojos allí donde suele extenderse el abrumador pasto de votos verdes, entre los mismos "aliados" de PAIS. Vi la justa indignación de los asambleistas de Pachakutik, y de otros, retirándose airados.
Vi el ala derecha, la que usualmente aporta los votos rojos (no) y azules (abstención), virtualmente vacía, llena de asientos en negro, con la oposición ausente y ausentándose desde hace varios días. Por momentos, no más de 100 y hasta 80 asambleístas estaban presentes en los conteos, de los 130 que componen la Asamblea.
Ví y escuché las numerosas voces de protesta que se levantaron durante toda la noche, las escaramuzas, las amenazas, los insultos, las subidas de tono, los gritos, los gestos de desagrado e irrespeto.
Ví el abandono de la sala de León Roldós, seguido de Martha Roldós, después de su enérgica protesta por la "comadrona" invisible de la habitación de al lado, que - como él dijo - paría textos sin parar, y que resultó ser la comisión de redacción, recién instalada, cuyos nombres dio a conocer el nuevo presidente de la Asamblea, ya cuando el enojo y el asombro habían cundido en la sala.
Vi los bostezos, los desperezamientos, los cabeceos, el cansancio de muchos asambleístas clavados en sus asientos frente a sus laptops o levantándose de tanto en tanto a estirar las piernas, charlar o evacuar sus necesidades o hacerse retoques en el baño.
Era difícil creer que estas personas estuviesen, a estos ritmos y en estas condiciones, tomando decisiones trascendentales para el futuro de todos los ecuatorianos, para el futuro del país.
Un espectáculo lamentable el que hemos visto en los últimos días las y los ecuatorianos en vivo y en directo a través del canal estatal.
Lástima. Este país, este pueblo, este mismo gobierno, merecían otra cosa.
En los próximos días nos pondremos a analizar el proyecto de Constitución en su versión final, a compararlo con la Constitución vigente, a leer y hacer sentido del conjunto de lo aprobado, a deliberar con uno mismo y con otros de cara a la votación en el futuro referéndum.
Pero el proceso es parte del resultado, el cómo también es qué, e incide en nuestras percepciones y decisiones.
El sabor amargo de estas últimas semanas, de los últimos "debates", resoluciones, redacciones y votaciones en el seno de una Asamblea que perdió toda tonicidad democrática, corriendo escolarmente en pos de un currículo, una prueba y una fecha, atropellando en el camino todo sentido común, dejará irremediablemente huella.
Histórico, sí, pero lamentable. Deja un amargo sabor en la boca, el que ya venía acumulándose a lo largo de los últimos días.
Vi el rechazo a reconsiderar el kichwa como lengua oficial de nuestro país, el desprecio al excelente texto preparado por A. Acosta, la espesa capa de votos rojos allí donde suele extenderse el abrumador pasto de votos verdes, entre los mismos "aliados" de PAIS. Vi la justa indignación de los asambleistas de Pachakutik, y de otros, retirándose airados.
Vi el ala derecha, la que usualmente aporta los votos rojos (no) y azules (abstención), virtualmente vacía, llena de asientos en negro, con la oposición ausente y ausentándose desde hace varios días. Por momentos, no más de 100 y hasta 80 asambleístas estaban presentes en los conteos, de los 130 que componen la Asamblea.
Ví y escuché las numerosas voces de protesta que se levantaron durante toda la noche, las escaramuzas, las amenazas, los insultos, las subidas de tono, los gritos, los gestos de desagrado e irrespeto.
Ví el abandono de la sala de León Roldós, seguido de Martha Roldós, después de su enérgica protesta por la "comadrona" invisible de la habitación de al lado, que - como él dijo - paría textos sin parar, y que resultó ser la comisión de redacción, recién instalada, cuyos nombres dio a conocer el nuevo presidente de la Asamblea, ya cuando el enojo y el asombro habían cundido en la sala.
Vi los bostezos, los desperezamientos, los cabeceos, el cansancio de muchos asambleístas clavados en sus asientos frente a sus laptops o levantándose de tanto en tanto a estirar las piernas, charlar o evacuar sus necesidades o hacerse retoques en el baño.
Era difícil creer que estas personas estuviesen, a estos ritmos y en estas condiciones, tomando decisiones trascendentales para el futuro de todos los ecuatorianos, para el futuro del país.
Un espectáculo lamentable el que hemos visto en los últimos días las y los ecuatorianos en vivo y en directo a través del canal estatal.
Lástima. Este país, este pueblo, este mismo gobierno, merecían otra cosa.
En los próximos días nos pondremos a analizar el proyecto de Constitución en su versión final, a compararlo con la Constitución vigente, a leer y hacer sentido del conjunto de lo aprobado, a deliberar con uno mismo y con otros de cara a la votación en el futuro referéndum.
Pero el proceso es parte del resultado, el cómo también es qué, e incide en nuestras percepciones y decisiones.
El sabor amargo de estas últimas semanas, de los últimos "debates", resoluciones, redacciones y votaciones en el seno de una Asamblea que perdió toda tonicidad democrática, corriendo escolarmente en pos de un currículo, una prueba y una fecha, atropellando en el camino todo sentido común, dejará irremediablemente huella.
Rosa Maria Torres
Fronesis
https://www.alainet.org/es/active/25319