La puerta entornada
30/07/2008
- Opinión
Alejandro Moreano
El artículo sobre el quichua –y el shuar- como idioma oficial de las relaciones interculturales, aprobado al final en Montecristi, es una síntesis del sentido global de la nueva Constitución: haberse quedado con la puerta apenas entornada en el camino del cambio.
Lo mismo ocurrió con el mandato agrario, las tercerizadoras, la soberanía alimentaria. Pedro de la Cruz, amable componedor entre las alas de Alianza País y entre la izquierda y el Gobierno, caracterizaba, a modo de justificación, al Mandato Agrario como un momento de transición entre la agricultura de las trasnacionales y de la revolución verde, y una nueva agricultura de pequeños y medianos campesinos comprometidos con la soberanía alimentaria.
¿Cuál fue la dialéctica que llevó a tal resultado?
En la primera fase, que duró hasta abril, la euforia del proceso constituyente, llevó a sectores de Alianza País y de la izquierda a formular propuestas radicales sobre todos los temas: estado plurinacional, consulta vinculante, soberanía sobre los recursos naturales, democracia directa, reforma agraria… A finales de abril esa línea parecía haberse impuesto con la aprobación del Mandato sobre las mineras y la aceptación en el seno de Alianza País, de la tesis del Estado Plurinacional.
"Comenzaron con las restricciones al derecho de huelga y la propuesta de una nueva..."
La derecha respondió con una oposición extrema: defensa a ultranza de las bases militares extranjeras, subordinación a las trasnacionales, conservadurismo moral decimonónico respeto a los derechos sexuales y reproductivos, a los GLBT, a los tipos de familia, rechazo histérico a expresiones como colonialismo, imperialismo, neocolonialismo, y otras constantes en la Constitución de 1998 aprobada con mayoría socialcristiana. Y la creación de un clima de histeria religiosa y moral por los medios de comunicación.
Nunca la derecha se ha mostrado tan irrisoria y proterva que merece todo el escarnio del mundo.
A partir de mayo se inició la fase de la moderación. Comenzaron con las restricciones al derecho de huelga y la propuesta de una nueva Ley de Minería. Las presiones y concesiones se ejercieron cada vez con más intensidad y alcanzaron su fase dramática en los días finales, a propósito de las reconsideraciones.
Pero, la moderación no fue efecto del juego de fuerzas en el interior de la Constituyente sino de la presión del Gobierno. Era obvio que ese proceso se expresara en el interior de Alianza País y provocara la posición diferenciada de un buen sector suyo en el asunto del Mandato Agrario y, sobre todo, del quichua.
La Constitución aprobada quedó así con la puerta solo entornada o, en el lenguaje de Pedro de la Cruz, en transición. Pero la puerta del cambio, apenas entornada, puede abrirse o cerrarse. Me temo que esa nueva burguesía en formación y que ya no mira al Norte sino al Este, cuyos exponentes son los "infiltrados" de Palacio, quiere cerrar la puerta. La desafortunada declaración del Presidente de que el enemigo ahora ya no es la derecha sino el izquierdismo, el ambientalismo y el indianismo infantiles, así lo anuncian.
Para los pueblos indios, la izquierda y los sectores populares, la lucha continúa. La puerta está entornada, hay que abrirla y recorrer el camino.
Hay, pues, dos maneras de votar por el SI.
Publicado en Diario El Telégrafo
El artículo sobre el quichua –y el shuar- como idioma oficial de las relaciones interculturales, aprobado al final en Montecristi, es una síntesis del sentido global de la nueva Constitución: haberse quedado con la puerta apenas entornada en el camino del cambio.
Lo mismo ocurrió con el mandato agrario, las tercerizadoras, la soberanía alimentaria. Pedro de la Cruz, amable componedor entre las alas de Alianza País y entre la izquierda y el Gobierno, caracterizaba, a modo de justificación, al Mandato Agrario como un momento de transición entre la agricultura de las trasnacionales y de la revolución verde, y una nueva agricultura de pequeños y medianos campesinos comprometidos con la soberanía alimentaria.
¿Cuál fue la dialéctica que llevó a tal resultado?
En la primera fase, que duró hasta abril, la euforia del proceso constituyente, llevó a sectores de Alianza País y de la izquierda a formular propuestas radicales sobre todos los temas: estado plurinacional, consulta vinculante, soberanía sobre los recursos naturales, democracia directa, reforma agraria… A finales de abril esa línea parecía haberse impuesto con la aprobación del Mandato sobre las mineras y la aceptación en el seno de Alianza País, de la tesis del Estado Plurinacional.
"Comenzaron con las restricciones al derecho de huelga y la propuesta de una nueva..."
La derecha respondió con una oposición extrema: defensa a ultranza de las bases militares extranjeras, subordinación a las trasnacionales, conservadurismo moral decimonónico respeto a los derechos sexuales y reproductivos, a los GLBT, a los tipos de familia, rechazo histérico a expresiones como colonialismo, imperialismo, neocolonialismo, y otras constantes en la Constitución de 1998 aprobada con mayoría socialcristiana. Y la creación de un clima de histeria religiosa y moral por los medios de comunicación.
Nunca la derecha se ha mostrado tan irrisoria y proterva que merece todo el escarnio del mundo.
A partir de mayo se inició la fase de la moderación. Comenzaron con las restricciones al derecho de huelga y la propuesta de una nueva Ley de Minería. Las presiones y concesiones se ejercieron cada vez con más intensidad y alcanzaron su fase dramática en los días finales, a propósito de las reconsideraciones.
Pero, la moderación no fue efecto del juego de fuerzas en el interior de la Constituyente sino de la presión del Gobierno. Era obvio que ese proceso se expresara en el interior de Alianza País y provocara la posición diferenciada de un buen sector suyo en el asunto del Mandato Agrario y, sobre todo, del quichua.
La Constitución aprobada quedó así con la puerta solo entornada o, en el lenguaje de Pedro de la Cruz, en transición. Pero la puerta del cambio, apenas entornada, puede abrirse o cerrarse. Me temo que esa nueva burguesía en formación y que ya no mira al Norte sino al Este, cuyos exponentes son los "infiltrados" de Palacio, quiere cerrar la puerta. La desafortunada declaración del Presidente de que el enemigo ahora ya no es la derecha sino el izquierdismo, el ambientalismo y el indianismo infantiles, así lo anuncian.
Para los pueblos indios, la izquierda y los sectores populares, la lucha continúa. La puerta está entornada, hay que abrirla y recorrer el camino.
Hay, pues, dos maneras de votar por el SI.
Publicado en Diario El Telégrafo
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