¿Por qué no participé en la marcha homofóbica?
31/07/2008
- Opinión
¡Ay, perdón! Me equivoqué. Fue "la gran marcha por la protección del matrimonio, la familia y la paz social". Se repetía frecuentemente, "Esta es una marcha de amor". Pero por supuesto no lo fue. El tono era de hostilidad agresiva. En toda esa marcha, que escuché por radio, no oí la menor nota de amor a los homosexuales o de respeto a su persona. ¿Cómo pudo ser una marcha de amor, cuando repetían que están declarando la guerra a la homosexualidad y pedían que Dios destruyera esa maldición? Ninguna lesbiana ni ningún gay se hubiera sentido amado o amada en ese ambiente fanatizado. ¿Cómo hubiera ayudado esa marcha a un padre o una madre con un hijo homosexual a comprender y amar a ese miembro de su familia? Esa marcha jamás ayudará para la paz social en Costa Rica.
Fue una marcha contra una abstracción despersonalizada, "la homosexualidad". Todas las personas afectadas, como seres humanos, estaban ausentes de esa marcha, estaban invisibles. Existían sólo como objetos de guerra espiritual. Pero la homosexualidad es un fenómeno humano, y el evangelio nos enseña a amar al prójimo, aunque sea homosexual. Nos exige amar al pecador, a la vez que repudiamos el pecado. Los homosexuales también son imagen de Dios y ciudadanos de la patria, y deben gozar de los derechos civiles que les corresponden legítimamente.
Quiero dejar claro que soy un evangélico de firmes convicciones y creo sin reservas en la inspiración divina de las escrituras, incluso los textos sobre la homosexualidad. Pero el problema bíblico y ético es mucho más complejo que el uso simplista de textos de prueba fuera de contexto. De hecho, es contradictorio que la Alianza Evangélica apela a textos bíblicos cuando le conviene, pero a la vez sigue a cada viento de doctrina falsa sin el menor criterio bíblico (prosperidad, apóstoles, falsas profecías, manipulación constante de las escrituras). Quizá habrá llegado la hora cuando las iglesias que toman en serio la Palabra de Dios deben luchar por la interpretación fiel de las escrituras, y si no, retirarse de la Alianza por sus herejías anti-bíblicas.
La Alianza Evangélica, y el diputado Guyón Massey, hacen alarde de defender la moralidad sexual. Pero deben corregir primero los problemas morales dentro de la misma iglesia. Algunos casos han sido descubiertos y denunciados; circulan rumores muy preocupantes de otros casos más. No es descomunal que se encubren los abusos, haciendo la vista gorda, mientras los culpables juran ante Dios que son inocentes. Un primer paso para poner la casa en orden sería que algunos pastores se sometieran a pruebas de ADN para comprobar si han procreado hijos fuera del matrimonio. Está presente también el problema de la violencia doméstica en parejas dizque cristianas.
La Alianza Evangélica y el diputado Massey no han dado buen testimonio en la vida política de nuestro país. Ya comenzamos a ver las consecuencias nefastas de decisiones que ellos apoyaron ciegamente, por los motivos que pueden haber sido. Nuestro diputado no tuvo ninguna palabra profética ante el "Memorandum de la vergüenza" sino ayudó a archivar el problema; tampoco insistió en que acusaciones de acoso sexual fuesen investigadas debidamente. Ante la manipulación inmoral del plebiscito, y otros mil abusos, nuestro diputado no ha tenido nada que decir; más bien, se enredó en su propio escándalo de plata. En la marcha hubo oraciones fervientes contra el narcotráfico, el robo y la violencia, pero sin mencionar la represión violenta de marchas de protesta. Se oró también por todos los gobernantes, según sus puestos oficiales, y por cada provincia del país por nombre. Entre tantas plegarias, nunca escuché nada sobre la galopante corrupción del gobierno y el irrespeto a la ley que carcomen la vida cívica de nuestra patria. Tampoco oró nadie para que el magistrado Sosto se arrepintiera, ni por los campesinos de Sardinal, para que no pierdan su agua, ni contra las lujosas marinas que van a contaminar nuestros mares para la ganancia de unos pocos ricos.
Mejor nos hubiera correspondido un acto masivo de arrepentimiento por no ser fieles al evangelio y a la misión profética de la iglesia (en el verdadero sentido bíblico de "profecía").
La marcha me daba mucha pena por el contingente católico que estaba presente y por los demás que la escuchaban por los medios de comunicación. Se exhibió, sin el menor pudor, toda la banalización del evangelio que ha venido ocurriendo en las últimas décadas. La repetición de fórmulas vacías, a gritos, tan superficiales como ruidosas, se parecía mucho a la "vana repetición" que denunció Jesús. En los púlpitos protestantes el nivel general de predicación es pésimo, y en la marcha ni hubo lugar para algo un poco serio como una exposición bíblica o una aclaración sensata del tema de la homosexualidad. Abundaban las payasadas: "Muevo las manos, doy vuelta para marcar el territorio contra los demonios, doy una patada y después un brinquito", etc. etc. Eso no es el gozo del Señor; es frivolidad absurda e irreverente. De principio a fin, la marcha dio muy mal testimonio del evangelio.
Hubiera sido más responsable y más edificante organizar una serie de talleres sobre el tema de la homosexualidad, desde la perspectiva bíblica, teológica, ética, genética y social. Lo correcto hubiera sido invitar a conferencistas de diferentes puntos de visita para ayudar al pueblo a madurar. Pero la Alianza Evangélica escogió un método politiquero, nada apropiado para el tema ni para el buen testimonio de la iglesia.
Desde Ronald Reagan en los Estados Unidos, los políticos han entendido muy bien que la guerra contra la homosexualidad es un instrumento poderoso para acaparar muchos votos. Nada mejor que una gran marcha en esa causa para favorecer las posibilidades de salir bien en las elecciones de 2010. Después del vergonzoso fracaso de los partidos "cristianos" y el desprecio que han traído al evangelio, sería sumamente lamentable que el pueblo cristiano se dejara engañar de nuevo por tanta demagogia y manipulación. ¡Pueblo evangélico, despiértate!
Juan Stam
Teólogo
Fue una marcha contra una abstracción despersonalizada, "la homosexualidad". Todas las personas afectadas, como seres humanos, estaban ausentes de esa marcha, estaban invisibles. Existían sólo como objetos de guerra espiritual. Pero la homosexualidad es un fenómeno humano, y el evangelio nos enseña a amar al prójimo, aunque sea homosexual. Nos exige amar al pecador, a la vez que repudiamos el pecado. Los homosexuales también son imagen de Dios y ciudadanos de la patria, y deben gozar de los derechos civiles que les corresponden legítimamente.
Quiero dejar claro que soy un evangélico de firmes convicciones y creo sin reservas en la inspiración divina de las escrituras, incluso los textos sobre la homosexualidad. Pero el problema bíblico y ético es mucho más complejo que el uso simplista de textos de prueba fuera de contexto. De hecho, es contradictorio que la Alianza Evangélica apela a textos bíblicos cuando le conviene, pero a la vez sigue a cada viento de doctrina falsa sin el menor criterio bíblico (prosperidad, apóstoles, falsas profecías, manipulación constante de las escrituras). Quizá habrá llegado la hora cuando las iglesias que toman en serio la Palabra de Dios deben luchar por la interpretación fiel de las escrituras, y si no, retirarse de la Alianza por sus herejías anti-bíblicas.
La Alianza Evangélica, y el diputado Guyón Massey, hacen alarde de defender la moralidad sexual. Pero deben corregir primero los problemas morales dentro de la misma iglesia. Algunos casos han sido descubiertos y denunciados; circulan rumores muy preocupantes de otros casos más. No es descomunal que se encubren los abusos, haciendo la vista gorda, mientras los culpables juran ante Dios que son inocentes. Un primer paso para poner la casa en orden sería que algunos pastores se sometieran a pruebas de ADN para comprobar si han procreado hijos fuera del matrimonio. Está presente también el problema de la violencia doméstica en parejas dizque cristianas.
La Alianza Evangélica y el diputado Massey no han dado buen testimonio en la vida política de nuestro país. Ya comenzamos a ver las consecuencias nefastas de decisiones que ellos apoyaron ciegamente, por los motivos que pueden haber sido. Nuestro diputado no tuvo ninguna palabra profética ante el "Memorandum de la vergüenza" sino ayudó a archivar el problema; tampoco insistió en que acusaciones de acoso sexual fuesen investigadas debidamente. Ante la manipulación inmoral del plebiscito, y otros mil abusos, nuestro diputado no ha tenido nada que decir; más bien, se enredó en su propio escándalo de plata. En la marcha hubo oraciones fervientes contra el narcotráfico, el robo y la violencia, pero sin mencionar la represión violenta de marchas de protesta. Se oró también por todos los gobernantes, según sus puestos oficiales, y por cada provincia del país por nombre. Entre tantas plegarias, nunca escuché nada sobre la galopante corrupción del gobierno y el irrespeto a la ley que carcomen la vida cívica de nuestra patria. Tampoco oró nadie para que el magistrado Sosto se arrepintiera, ni por los campesinos de Sardinal, para que no pierdan su agua, ni contra las lujosas marinas que van a contaminar nuestros mares para la ganancia de unos pocos ricos.
Mejor nos hubiera correspondido un acto masivo de arrepentimiento por no ser fieles al evangelio y a la misión profética de la iglesia (en el verdadero sentido bíblico de "profecía").
La marcha me daba mucha pena por el contingente católico que estaba presente y por los demás que la escuchaban por los medios de comunicación. Se exhibió, sin el menor pudor, toda la banalización del evangelio que ha venido ocurriendo en las últimas décadas. La repetición de fórmulas vacías, a gritos, tan superficiales como ruidosas, se parecía mucho a la "vana repetición" que denunció Jesús. En los púlpitos protestantes el nivel general de predicación es pésimo, y en la marcha ni hubo lugar para algo un poco serio como una exposición bíblica o una aclaración sensata del tema de la homosexualidad. Abundaban las payasadas: "Muevo las manos, doy vuelta para marcar el territorio contra los demonios, doy una patada y después un brinquito", etc. etc. Eso no es el gozo del Señor; es frivolidad absurda e irreverente. De principio a fin, la marcha dio muy mal testimonio del evangelio.
Hubiera sido más responsable y más edificante organizar una serie de talleres sobre el tema de la homosexualidad, desde la perspectiva bíblica, teológica, ética, genética y social. Lo correcto hubiera sido invitar a conferencistas de diferentes puntos de visita para ayudar al pueblo a madurar. Pero la Alianza Evangélica escogió un método politiquero, nada apropiado para el tema ni para el buen testimonio de la iglesia.
Desde Ronald Reagan en los Estados Unidos, los políticos han entendido muy bien que la guerra contra la homosexualidad es un instrumento poderoso para acaparar muchos votos. Nada mejor que una gran marcha en esa causa para favorecer las posibilidades de salir bien en las elecciones de 2010. Después del vergonzoso fracaso de los partidos "cristianos" y el desprecio que han traído al evangelio, sería sumamente lamentable que el pueblo cristiano se dejara engañar de nuevo por tanta demagogia y manipulación. ¡Pueblo evangélico, despiértate!
Juan Stam
Teólogo
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