Ayudar al pueblo cubano!
25/09/2008
- Opinión
Según el informe preliminar del gobierno cubano divulgado el 15 de septiembre de 2008, los huracanes Gustav e Ike ocasionaron pérdidas por cinco mil millones de dólares. Más de medio millón de personas han quedado sin hogar o con viviendas severamente dañadas. El Ministerio de Agricultura aún no tiene un estimado de las existencias de alimentos para los próximos meses.
La devastación ha agudizado el deterioro socioeconómico. Antes, ya la situación era crítica, por lo que el 26 de julio de 2008 el general Raúl Castro les advirtió a los cubanos que debían prepararse para tiempos más duros.
Desde hace cuatro décadas, la escasez de alimentos y vivienda son dos de los principales problemas que afectan al cubano. Según la CEPAL (1997), en La Habana “se ha experimentado un marcado incremento de los barrios y focos insalubres, donde viven casi 76 mil personas”. Según el Gobierno, a comienzos de este año: el déficit habitacional ascendía a 600 mil viviendas; necesita reparación el 85% de los inmuebles de más de tres pisos; en el 60% de las viviendas conviven hasta 4 generaciones; la situación más crítica es en la capital, donde el 70% de las viviendas estaban en un estado precario; y unos 1,400 edificios en mal estado son desalojados anualmente, por el peligro de derrumbarse.
Desde hace más de una década, las ‘posadas’ (push botton) se utilizan para albergar a personas sin vivienda. La crisis habitacional obliga a muchos divorciados a seguir conviviendo bajo el mismo techo, incluso hasta en el mismo cuarto.
Por mucho empeño que ponga una familia cubana en reparar su vivienda, es imposible que lo pueda hacer si no recibe ayuda de sus familiares que han emigrado. Por ejemplo, si necesita sustituir el inodoro, el más barato le cuesta unos ciento diez dólares; como el salario mensual promedio es de unos diecisiete dólares, tendría que utilizar los salarios correspondientes a seis meses.
Cuba, que hace medio siglo exportaba hortalizas, viandas, leguminosas, frutas, carne, etc., actualmente tiene que importar el 85% de los alimentos que consume, siendo EE.UU. su principal abastecedor: 42% de los suministros.
La alimentación del pueblo cubano depende del extranjero, debido a que sólo el 47% de la superficie agrícola cubana está cultivada. Según datos oficiales de finales del año 2006, el área agrícola de Cuba es de 6.6 millones hectáreas, de las cuales 3.1 millones está cultivada, mientras que 2.3 millones son pastos naturales y 1.7 millones está ociosa. El 80% de la superficie agrícola pertenece al Estado.
Con los alimentos racionados –vendidos a la población a bajos precios mediante la libreta de abastecimientos- el cubano puede comer unos diez días de cada mes; además, los niños pierden el derecho a recibir leche a precio subsidiado cuando cumplen siete años.
Para poder sobrevivir, los habitantes de las ciudades están obligados a comprar en divisas los bienes de primera necesidad -tienen un impuesto de ¡doscientos cuarenta por ciento!, el IVA más alto del mundo-, entre ellos, alimentos, ropa y artículos de higiene personal.
Según Karl Marx, el salario debe ser de tal cuantía que satisfaga las necesidades básicas del trabajador y su familia. Esto no se cumple en Cuba para la mayor parte de los trabajadores; el salario mensual de un médico es de unos veinte dólares y un profesor universitario devenga unos treinta dólares al mes, por lo que hasta ellos dependen de las remesas monetarias que enviamos los emigrados. Nuestros familiares pueden comer los veinte días restantes de cada mes, gracias a que los dos millones de cubanos que hemos emigrado remitimos más de mil millones de dólares anualmente; esta cifra es un estimado, dado que la mayor parte de las remesas no se hace por la vía oficial.
Por primera vez, el gobierno cubano aceptó asistencia económica de las Naciones Unidas para enfrentar el desastre: poco más de tres millones de dólares. Los cubanos de la diáspora podemos brindar una ayuda mucho mayor: varios miles de millones de dólares.
La historia reciente de Cuba demuestra que cuando se han liberalizado las actividades económicas (1980-1985 y en 1994-1996), se ha producido una vigorosa reactivación económica. Lamentablemente, el Gobierno eliminó las medidas que permitieron esas mejoras.
En 1996, después del huracán Lili, la desconfianza mutua impidió que gran parte de la ayuda enviada por los cubanos radicados en EE.UU. llegara a sus destinatarios; para evitar que algo similar ocurra ahora, el apoyo debe ser directo: de familia a familia, para que miles de cubanos que lo han perdido todo, reciban ayuda directa y sin limitaciones de sus familiares que han emigrado.
Considerando todo lo anterior, es imprescindible que:
1- El Congreso norteamericano derogue el arbitrario e ilegal embargo comercial contra Cuba, que en reiteradas oportunidades ha recibido el repudio casi unánime de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
2- El gobierno estadounidense elimine definitivamente, las restricciones a los viajes a Cuba de los cubanos radicados en EE.UU., así como al envío de remesas monetarias, alimentos, artículos de higiene personal y ropa.
3- El gobierno cubano suspenda por un año los impuestos y recargos a las remesas monetarias y los envíos de ayuda humanitaria; derogue las restricciones para ir a nuestra patria a todos los que nacimos en Cuba, sin distingo de credo político o de otra índole, como lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la cual Cuba es signataria; autorice a los nacidos en Cuba a viajar con los pasaportes otorgados por otros países o no cobre varios cientos de dólares por la elaboración del pasaporte cubano; permita que los cubanos puedan crear pequeñas empresas con las remesas monetarias recibidas; y elimine el oneroso impuesto a los alimentos, ropa, artículos de higiene personal y materiales de construcción.
Todos los cubanos tenemos el derecho y el deber de ayudar a Cuba a salir de la crisis en que se encuentra, dado que la patria es de todos los que allí nacimos. En palabras de José Martí: “La patria tiene hoy una gran necesidad, y es desertor el que no acuda hoy mismo a ella”.
La devastación ha agudizado el deterioro socioeconómico. Antes, ya la situación era crítica, por lo que el 26 de julio de 2008 el general Raúl Castro les advirtió a los cubanos que debían prepararse para tiempos más duros.
Desde hace cuatro décadas, la escasez de alimentos y vivienda son dos de los principales problemas que afectan al cubano. Según la CEPAL (1997), en La Habana “se ha experimentado un marcado incremento de los barrios y focos insalubres, donde viven casi 76 mil personas”. Según el Gobierno, a comienzos de este año: el déficit habitacional ascendía a 600 mil viviendas; necesita reparación el 85% de los inmuebles de más de tres pisos; en el 60% de las viviendas conviven hasta 4 generaciones; la situación más crítica es en la capital, donde el 70% de las viviendas estaban en un estado precario; y unos 1,400 edificios en mal estado son desalojados anualmente, por el peligro de derrumbarse.
Desde hace más de una década, las ‘posadas’ (push botton) se utilizan para albergar a personas sin vivienda. La crisis habitacional obliga a muchos divorciados a seguir conviviendo bajo el mismo techo, incluso hasta en el mismo cuarto.
Por mucho empeño que ponga una familia cubana en reparar su vivienda, es imposible que lo pueda hacer si no recibe ayuda de sus familiares que han emigrado. Por ejemplo, si necesita sustituir el inodoro, el más barato le cuesta unos ciento diez dólares; como el salario mensual promedio es de unos diecisiete dólares, tendría que utilizar los salarios correspondientes a seis meses.
Cuba, que hace medio siglo exportaba hortalizas, viandas, leguminosas, frutas, carne, etc., actualmente tiene que importar el 85% de los alimentos que consume, siendo EE.UU. su principal abastecedor: 42% de los suministros.
La alimentación del pueblo cubano depende del extranjero, debido a que sólo el 47% de la superficie agrícola cubana está cultivada. Según datos oficiales de finales del año 2006, el área agrícola de Cuba es de 6.6 millones hectáreas, de las cuales 3.1 millones está cultivada, mientras que 2.3 millones son pastos naturales y 1.7 millones está ociosa. El 80% de la superficie agrícola pertenece al Estado.
Con los alimentos racionados –vendidos a la población a bajos precios mediante la libreta de abastecimientos- el cubano puede comer unos diez días de cada mes; además, los niños pierden el derecho a recibir leche a precio subsidiado cuando cumplen siete años.
Para poder sobrevivir, los habitantes de las ciudades están obligados a comprar en divisas los bienes de primera necesidad -tienen un impuesto de ¡doscientos cuarenta por ciento!, el IVA más alto del mundo-, entre ellos, alimentos, ropa y artículos de higiene personal.
Según Karl Marx, el salario debe ser de tal cuantía que satisfaga las necesidades básicas del trabajador y su familia. Esto no se cumple en Cuba para la mayor parte de los trabajadores; el salario mensual de un médico es de unos veinte dólares y un profesor universitario devenga unos treinta dólares al mes, por lo que hasta ellos dependen de las remesas monetarias que enviamos los emigrados. Nuestros familiares pueden comer los veinte días restantes de cada mes, gracias a que los dos millones de cubanos que hemos emigrado remitimos más de mil millones de dólares anualmente; esta cifra es un estimado, dado que la mayor parte de las remesas no se hace por la vía oficial.
Por primera vez, el gobierno cubano aceptó asistencia económica de las Naciones Unidas para enfrentar el desastre: poco más de tres millones de dólares. Los cubanos de la diáspora podemos brindar una ayuda mucho mayor: varios miles de millones de dólares.
La historia reciente de Cuba demuestra que cuando se han liberalizado las actividades económicas (1980-1985 y en 1994-1996), se ha producido una vigorosa reactivación económica. Lamentablemente, el Gobierno eliminó las medidas que permitieron esas mejoras.
En 1996, después del huracán Lili, la desconfianza mutua impidió que gran parte de la ayuda enviada por los cubanos radicados en EE.UU. llegara a sus destinatarios; para evitar que algo similar ocurra ahora, el apoyo debe ser directo: de familia a familia, para que miles de cubanos que lo han perdido todo, reciban ayuda directa y sin limitaciones de sus familiares que han emigrado.
Considerando todo lo anterior, es imprescindible que:
1- El Congreso norteamericano derogue el arbitrario e ilegal embargo comercial contra Cuba, que en reiteradas oportunidades ha recibido el repudio casi unánime de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
2- El gobierno estadounidense elimine definitivamente, las restricciones a los viajes a Cuba de los cubanos radicados en EE.UU., así como al envío de remesas monetarias, alimentos, artículos de higiene personal y ropa.
3- El gobierno cubano suspenda por un año los impuestos y recargos a las remesas monetarias y los envíos de ayuda humanitaria; derogue las restricciones para ir a nuestra patria a todos los que nacimos en Cuba, sin distingo de credo político o de otra índole, como lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la cual Cuba es signataria; autorice a los nacidos en Cuba a viajar con los pasaportes otorgados por otros países o no cobre varios cientos de dólares por la elaboración del pasaporte cubano; permita que los cubanos puedan crear pequeñas empresas con las remesas monetarias recibidas; y elimine el oneroso impuesto a los alimentos, ropa, artículos de higiene personal y materiales de construcción.
Todos los cubanos tenemos el derecho y el deber de ayudar a Cuba a salir de la crisis en que se encuentra, dado que la patria es de todos los que allí nacimos. En palabras de José Martí: “La patria tiene hoy una gran necesidad, y es desertor el que no acuda hoy mismo a ella”.
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