Alternancia, elecciones y democracia

23/01/2009
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Todo indica que el 2009 será un año agitado en el terreno político en vista de la iniciativa de los uribistas, para elegir por tercera vez al Presidente de la República y las fisuras que se abren en las organizaciones partidistas ante esta eventualidad.
 
No faltan las mentes suspicaces que creen que la obsesión por aferrarse al poder, obedece a la necesidad de evitar que la opinión pública escrute la actuación de los actuales gobernantes, desde posiciones menos ventajosas para estos últimos. Tampoco faltan los que abogan por una alternancia en el poder con el argumento de que cuando no hay cambio difícilmente se puede hablar de democracia. El problema, en este caso, se debe a que no se ha dilucidado quién será el contendor de peso que se enfrente a Álvaro Uribe o a su heredero político en las elecciones de 2010, ni su modo de designación.
 
El Partido Liberal y el Polo, han considerado que es menester adelantar la elección de sus respectivos candidatos para, como dice el senador Juan Fernando Cristo, tener “una hoja de ruta clara de aquí a las elecciones de 2010” y evitar las prolongadas disputas internas.
 
Lo que queda por aclarar es si las fuerzas antiuribistas van separadas a la elección o si constituyen una coalición; si los candidatos se definen en el seno de las organizaciones partidistas o fuera de ellas; si las lealtades son personales o se deben a acuerdos programáticos.
 
La renuncia de Gina Parody a su curul en el Senado y al partido de la U, así como los avatares de Cambio Radical ilustran bien la situación. En ambos casos se ha afirmado que el compromiso es con los programas, no con una persona, pero los rumores apuntan a una degradación de los vínculos personales de los dirigentes políticos con el Primer Mandatario, lo que no deja de tener repercusiones en el curso que adopte la dinámica política en los cálculos de los estrategas y en las aspiraciones presidenciales.
 
Mientras Gina Parody renuncia porque considera que el Presidente no es fiel al programa con el que ella se comprometió, Germán Vargas Lleras afirma que no se va del Gobierno porque el compromiso con Uribe fue de carácter programático, aunque no quiere acompañarlo a una nueva reelección. También ha expresado que no quiere intervenir en la consulta interna del Partido Liberal, dispuesto a acogerlo en su seno.
 
Vargas Lleras ha sido enfático en afirmar que el apoyo que presta a Uribe es de carácter programático, no personal, y que se opone a su candidatura a un tercer mandato. Sin embargo, en cuanto a su propia aspiración, ha dicho que tomará una decisión cuando termine el recorrido nacional que viene realizando para tomar el pulso a sus copartidarios y a la opinión pública.
 
Las declaraciones del Presidente de Cambio Radical no ocultan, empero, las tensas relaciones que mantiene con algunos miembros de su partido puesto que varios congresistas de Cambio Radical insisten en buscar fórmulas que le permitan a Álvaro Uribe, aspirar a un período inmediato en 2010 y no en 2014 como considera la mayoría de integrantes de la colectividad.
 
El análisis de los acontecimientos recientes no puede detenerse, sin embargo, en las pugnas de carácter personal, ciertamente, la agitación política y los preparativos para la próxima gesta electoral son el reflejo de la reacomodación de fuerzas, tanto en la oposición como en la coalición de Gobierno ante la velada aspiración de Uribe a un tercer mandato y el cariz caudillista de su Gobierno. Pero tampoco son ajenos a ésta agitación los escándalos que han salpicado al Gobierno como las actuaciones de ciertos funcionarios que descaradamente hacen proselitismo político, las prácticas clientelistas que marginan a los críticos del régimen, los “falsos positivos” que han dado lugar a la destitución de varios oficiales del Ejército y las relaciones turbias de algunos altos funcionarios con personajes oscuros. Hechos que han llevado a algunos dirigentes políticos como Camilo Sánchez a afirmar que “empezó la hecatombe del uribismo”.
 
Indudablemente la oposición tiene hoy una ventana de oportunidad, pero no puede perder de vista que enfrenta un adversario formidable, experto en dinamitar desde dentro el esquema de Partidos. Lo que ocurre con Cambio Radical, es bien diciente al respecto e ilustra cómo el Gobierno puede dividir una fuerza política cuando lo desea, valiéndose del poder del Estado y de la rendida colaboración de ciertos parlamentarios.
 
En Colombia el poder de los políticos asienta en el control de la burocracia, en las “cuotas políticas” y, pese a lo que afirman algunos de los integrantes de Cambio Radical, que insisten en la excelente relación del partido con el Gobierno, lo cierto es que hay hechos que demuestran lo contrario. Desde luego, la renuncia de la viceministra del Interior María Isabel Nieto, es el acontecimiento más visible, pero se ha conocido que otras cuotas del vargasllerismo han sido afectadas por el despido intempestivo de varios funcionarios, después de que Cambio Radical votara el referendo reeleccionista pero después del 2014. Uno de ellos, el de la hija de Rosmery Martínez, abierta opositora en el Congreso a la reelección del Presidente; otros casos son el director de Comcaja Germán Córdoba y el de Charles Berger Cadavid quien fuera subdirector financiero de la misma entidad, cuotas del presidente de la Cámara, Germán Varón Cotrino.
El tema de las candidaturas y de las alianzas depende de si el Presidente se lanza o no, a una segunda reelección. Pero, más allá de ésta circunstancia cabe preguntarse si la alternancia en el poder es una condición de la democracia; así, al menos lo plantean algunos críticos de la reelección. A este respecto, la respuesta es clara: la alternancia no es garantía de democracia ni de mejoría en la vida política. Tal como lo ha expuesto Michelangelo Bovero, el hecho de que ocurra una renovación política no es prueba suficiente de la buena calidad democrática de un régimen dado que puede no haber democracia donde hay elección.
 
En realidad, el criterio formal mínimo, con base en el cual se distingue un régimen democrático del que no lo es, está representado por el sufragio universal y libre, cuando todos aquellos a los que se dirigirán las decisiones políticas tienen el derecho de participar directa o indirectamente en el proceso electoral.
 
En términos lógicos, vincular de manera estrecha el concepto de democracia al de alternancia, implica desvincularlo de las elecciones y perder de vista los condicionamientos materiales y morales del voto. No obstante, su ausencia es un punto importante para cualificar la vida política por cuanto la longevidad de un partido, grupo o individuo en el poder favorece un sistema complicado y casi intocable de privilegios. La historia abunda en ejemplos a éste respecto.
 
Rubén Sánchez David
Politólogo
  
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
 
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