La lección de Venezuela

A propósito de elecciones y reelecciones

23/02/2009
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Se ha discutido mucho acerca de la enmienda constitucional en Venezuela que dio la posibilidad de reelegir indefinidamente al presidente y otros cargos electivos. Como casi siempre, los medios hegemónicos defenestraron a Hugo Chávez: hablan del peligro antidemocrático, de tiranía, y hasta de ¡dictadura! ocultando en forma deliberada que hay un pueblo que respalda el cambio al socialismo.

Desde todos los arcos políticos se bastardea el proceso. No entienden o no quieren entender. Sus parámetros son otros, viejos, no comprenden que la evolución, también en lo social y político marca que hay cambios que ya se están concretando, en este caso en Venezuela como punta de lanza.

No sorprende que el ataque provenga de los sectores que históricamente se han resistido a que los desposeídos puedan tener poder popular. Lo han hecho y lo seguirán haciendo, no ahorraran dinero, epítetos, mentiras o foros internacionales para atacar cualquier proceso que ellos huelan como revolucionario. Ni hablar de los medios de comunicación.

Claro, ataca sus intereses particulares y de clase y de alguna manera se entiende que apelan a estrategias desestabilizadoras.


Pero lo que mas llama la atención y acaso indigne más a los que pensamos que el socialismo es la única alternativa hacia, y permítaseme el romanticismo semántico, felicidad de los pueblos, es que sea desde el propio campo progresista donde salen diatribas y manifiestos antipopulares.

Hablando por los medios de comunicación de la derechas nacionales e internacionales (los mismos que sistemáticamente han silenciado su voz cuando se denuncia la corrupción del sistema capitalista o se habla de distribuir la riqueza), los sectores de izquierda disparan con los mismos argumentos que sus supuestos adversarios.

La izquierda latinoamericana y mundial le tiene miedo a las reelecciones, mucho más si estas son indefinidas. Los intelectuales piensan que si una persona permanece por mucho tiempo en el poder, éste lo corrompe, lo manipula lo lleva a sentirse un ser extraordinario, a que todo lo puede (a esto le llaman mesianismo) y que sintiéndose un dios podrá gobernar a su antojo a las masas que, mansas como ovejas, seguirían a su líder hasta al abismo si este lo ordenase.

Y de hecho, en muchas ocasiones los regímenes unipersonales generan abusos contra la población, suma del poder, devienen en tiranías y por último, en dictaduras.

Para esos sectores que se constituyen en los guardianes de la libertad es ya una ley universal, es siempre así, no puede constituirse en otra cosa.

En la historia hay numerosos casos de diferentes personalidades de signos ideológicos diversos que han derivado en regímenes autocráticos y autoritarios: la Alemania de Hitler, Stalin en Rusia, Nicolás Ceaucescu en Rumania, Francisco Franco en España entre el fin de la guerra civil hasta su muerte en 1975, y siguen las firmas en Africa y Asia. Todos hacían de su propia persona casi un culto a la personalidad.

America Latina, no fue la excepción: Leonidas Trujillo en República Dominicana durante mas de 30 años, Alfredo Stroessner que gobernó Paraguay con mano dura desde 1954 a 1989, Francois “Papa Doc” Duvalier en la Haití de los años 50 y 60 del siglo pasado, el régimen de Batista en Cuba hasta la victoria de la Revolución en 1959, por citar algunos ejemplos.

Todas ellas fueron gobiernos conservadores y de derecha que se convirtieron en feroces dictaduras, ya sea gobernando efectivamente, ejerciendo el poder en las sombras, anulando la libertad de prensa, maquillando el sistema electoral, prohibiendo a los partidos políticos, asesinando y despareciendo opositores, entre otras hechos condenables

No es este, ni se le parece, el caso venezolano. En Venezuela cada cual habla y publica lo que quiere, la gente se manifiesta pacíficamente, se votó libremente 15 veces en los últimos 10 años, funcionan los partidos políticos, no se persigue a los opositores, y el sistema electoral funciona en forma transparente, tal como los han dicho cada vez que hay elecciones los observadores internacionales.

La posibilidad de que Chávez siga en el poder ilimitadamente, es una potestad del pueblo de Venezuela. El pueblo es el verdadero protagonista del proceso, no Chávez ni un partido político. ¿Que hay un líder, una “figura carismática” al frente? Sí, negar la relevancia estratégica de Hugo Chávez sería necio, y hasta peligroso; gran parte de los avances sociales y políticos se aglutinan en su figura, pero el grado de conciencia, de empoderamiento, que han adquirido las otrora excluidas clases bajas venezolanas es innegable; ellos serán quienes pondrían límites a posibles abusos o signos de autoritarismo de Chávez, de su entorno, o de quien sea y no solo en la cúspide presidencial, sino en todos los espacio del poder.

Cuando se habla de democracia, ¿qué mejor democracia que el pueblo decida qué y a quien quiere? Reelección ilimitada, sí, pero poco se menciona que el mismo pueblo puede revocar el mandato de sus dirigentes, incluido, claro está, Hugo Chávez. Esto sería impensable para las democracias de los países centrales -y no tan centrales-, habiendo muchos motivos para que un mecanismo similar se estableciese.

¿Se imagina si hubiera habido referendo revocatorios en la época de Menem o de la Rua en la Argentina, del segundo mandato de Fujimori en Perú, del mismísimo George W. Bush en Estados Unidos? Estos países funcionan con otras reglas y funciona bien, dirán muchos; aun siendo discutible este punto, ¿no podría considerarse esta cláusula en el futuro?

Lo que se ataca entonces, según creo, no es tanto la figura de una persona, sino el fondo de la cuestión: dicho en términos antiguos, la famosa vía alternativa hacia el socialismo. A eso le tienen miedo tanto la derecha como ciertos sectores de la izquierda. Y contra ese miedo traducido en poder económico y mediático, hay que luchar, dar la batalla de las ideas.

Que se entienda, no se trata de hacer apología del individualismo en el poder, no. Lo que se afirma aquí es la posibilidad de que sean los pueblos quienes soberanamente decidan cómo quieren ser gobernados y por quién. Es la democracia en las calles, lo que se ha llamado democracia participativa, sin elitismos, con el pueblo movilizado por el bien común.

Es muy claro que Venezuela no es un paraíso bíblico, que hay problemas graves de corrupción, que falta mucho para destrabar los verdaderos mecanismos de poder enquistados, que falta más participación, que aun hay que erradicar la pobreza y la marginalidad, que hay que distribuir la riqueza, problemas todos que comparte con América Latina. Pero los venezolanos ya han optado, 14 veces de 15 veces han apoyado al gobierno y de su propia decisión futura surgirá si continuarán o no con la Revolución Bolivariana.

A
PM | Agencia Periodística del Mercosur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.

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