La Muerte de Temaca

04/03/2009
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Ahora en México sabemos que Temacapulín es un pequeño pueblo enclavado en Los Altos de Jalisco, en el occidente del país; apenas hace unos meses conocimos sus calles empedradas, muchas de sus casas en ruinas, su vieja y bella basílica y sus edificios coloniales, un ambiente  que nos recordó de inmediato la atmósfera irreal y misteriosa de Comala, el pueblo retratado en la genial obra del escritor Juan Rulfo. Nos pareció que ahí el tiempo se había detenido  desde hacía muchos años.

Sus gentes nos dijeron que ahora  viven ahí sólo  unos pocos centenares de pobladores, ya que la mayoría de sus habitantes habían emigrado buscando la vida en ciudades como Guadalajara, Monterrey y Tijuana. Otros muchos de los hijos ausentes como llaman a los migrantes están ahora en los Estados Unidos, principalmente en California.

En voz de su cronista Miguel Angel Casillas nos enteramos que Temaca cuenta con una larga historia, ya que tuvo un primer poblamiento allá por el siglo XI y que sus antiguos habitantes los pueblos cazcanes y tecuexes lograron  en 1541 derrotar  al  sanguinario capitán español Pedro de Alvarado. Con orgullo nos platico en una pequeña fonda y acompañados de una cerveza que estos pueblos mantuvieron durante muchos años una férrea resistencia en contra de los invasores europeos y nutrieron las huestes de Tenamaxtli  en la llamada guerra del Mixtón. Que los abuelos de sus abuelos fueron derrotados por los españoles y una vez   sometidos muchos de ellos fueron enviados en calidad de esclavos a las minas de plata de Zacatecas y Guanajuato, donde fueron exterminados. Por ello todavía entre los pueblos alteños, se llama a los nativos de Temaca como “los indios”.

Al paso de los años y ya en la época colonial Temaca  fue declarado  como Republica indiana y tiempo después sus gentes participaron activamente en la guerra de Independencia, esta tradicional liberal la mantuvieron y a diferencia de otros pueblos alteños, los pobladores de Temaca no se sumaron a la llamada Cristiada.

Ahora en los periódicos aparece cada vez más el nombre de este pequeño y casi desconocido poblado, gracias ya no sólo a su Cristo de la Peñita y a sus numerosos manantiales y balnearios. Ahora es cada vez más conocido  por la tenaz resistencia de sus gentes quienes se oponen a la desaparición de su pueblo  bajo  las aguas de  la represa El Zapotillo. Esta gigantesca obra hidráulica la pretenden construir  el Gobierno de Jalisco y la Comisión Nacional del Agua (CNA) en contubernio con grandes empresas constructoras para beneficiar principalmente a industriales y fraccionadores de León.

Según el proyecto elaborado por la CNA esta represa contará con una cortina de 105 metros de altura y almacenará 911 millones de metros cúbicos de agua provenientes del río Verde y su embalse  inundará casi 4,000 hectáreas, borrando del mapa a tres poblaciones: Acasico, Palmarejo y Temacapulín. La resistencia pacífica de sus habitantes se ha expresado desde el año 2005 y ha venido creciendo en la medida de que los atropellos gubernamentales se han incrementado. Los opositores a la presa han denunciado que el gobernador panista del estado Emilio González sólo los ha engañado, ya que se comprometió a organizar una consulta en torno a la obra y nunca la convocó, negándose además a recibirlos; de Luege Tamargo titular de la CNA sólo han recibido amenazas, ya que en tono autoritario les dijo que la “presa va porque ya lo dijo así el Presidente Calderón”

Sabemos que desde hace años, los pobladores de Temaca, han vivido en la angustia, la zozobra y han sido sometidos a numerosas  presiones y maniobras por parte de los funcionarios de los Gobiernos estatal y federal. Recientemente el titular del Consejo Estatal del Agua de Jalisco, César Coll Carabías trato infructuosamente de criminalizarlos, argumentando que los opositores a la presa estaban agrediendo a las personas que estaban a favor de la misma. Con el fin de debilitar al movimiento el sacerdote Gabriel Espinoza,  quién se había destacado en las acciones de resistencia pacífica fue  removido y trasladado por órdenes de la jerarquía católica a una parroquia distante.

Una noche del pasado mes de Junio en que caminaba por las solitarias calles de Temaca, me encontré con una anciana sentada a la puerta de su casa, ella me dijo con voz entrecortada que estaba vieja y cansada, muy triste y atemorizada, pues tenía miedo de que la sacaran de su casa y la llevaran a un lugar desconocido lejos de sus recuerdos y de sus muertos, me despedí  sin siquiera saber que decirle. Al retirarme alcance oír como un susurro que me decía, “no dejare que me lleven, aquí nací y aquí me voy a morir”.

La resistencia de las gentes de Temaca en contra de este megaproyecto ha venido siendo acompañada principalmente  por algunas pequeñas organizaciones ciudadanas y ambientalistas de Jalisco y algunas más del país que han constituido el Comité Salvemos a Temacapulín, Acasico y Palmarejo. También en diferentes partes del mundo se empiezan a levantar voces  demandando la cancelación de esta obra que agravia a la población local, destruye un invaluable patrimonio cultural  y trae consigo graves impactos ambientales.

Sin embargo sabemos bien que es necesaria una gran movilización ciudadana para frenar la locura que significa el desaparecer estos viejos pueblos, para detener la imbecilidad que representa el ahogar lugares cargados de historia y de belleza.  Bien sabemos lo que sufre la gente cuando le inundan su pueblo, me pregunto ¿que hace falta para que los jaliscienses y los mexicanos despertemos y detengamos este acto de barbarie?

Este atropello en contra de las gentes de Temacapulín, Acasico y Palmarejo, este gran negocio de los señores del poder sólo podrá ser detenido a través de acciones amplias de protesta que le hagan entender a los funcionarios panistas que no son los dueños de México. Disculpen mi palabra, pero aunque algunos no les guste, les digo: Temaca no debe morir. Temaca merece ser salvado.

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