Influenza, ciencia y tecnología

17/05/2009
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A nuestro querido colega Benjamín Flores de la Vega,

a quien también le atraían estos temas.

Uno de los aspectos más dramáticos (además de las pérdidas humanas) que evidencia la actual epidemia de influenza en el país, es que el descuido por décadas de la ciencia y la tecnología en un país como el nuestro acaba pasando la factura. Este nuevo virus nos encuentra especialmente mal armados: si hasta los años 70 el país era autosuficiente en la producción de vacunas, las políticas neoliberales, en las cuales tanto priístas como panistas están de acuerdo, promovieron la pérdida de esta capacidades, con lo cual México pasó a ser comprador de la mayoría de las vacunas que necesitamos. Eso, en el caso de los virus conocidos, cuya inmunización forma parte del programa de vacunación de rutina. Mucho más complicado es responder al nuevo virus A/H1N1, para lo cual no tenemos ni infraestructura de investigación suficiente ni capacidad productiva de vacunas. Ello para no abundar en que una epidemia infecto-contagiosa, en una población mayoritariamente pobre y desnutrida, tiene consecuencias más graves.

Aunque tardía, la convocatoria del Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal para otorgar un premio de un millón de pesos a los científicos que aporten conocimiento sobre el virus y una posible vacuna, es atinada y es lo que debería hacer un gobierno que en algo aprecie valores como la autonomía, el desarrollo y el bienestar de su población: estimular la ciencia y tecnología local. Desafortunadamente, nuestros gobiernos le han apostado a una mayor y creciente dependencia tecnológica. Nunca en el siglo XX y en lo que va del XXI hemos alcanzado el 1% del producto interno bruto (PIB), como mínimo de inversión en investigación y desarrollo, que recomiendan tanto la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos como la Organización de las Naciones Unidas. Es más, en el presente gobierno la inversión hasta disminuyó: de 0.34% del PIB en 2008 a 0.33% en 2009.

Hay otros indicadores en los que no quedamos bien parados: nuestro coeficiente de inventiva es de apenas 0.5%, nuestra competitividad cayó de ocupar como país el lugar 30, en 2000, al 60 en 2008 (ya con el Partido Acción Nacional en el gobierno). La inversión en infraestructura para investigación y desarrollo sólo creció del 0.37% del PIB en 2000 al 0.47% en 2006, mientras que la recomendación internacional es de 2.62%. Países como Suecia y Estados Unidos invierten 3.82% y 2.62% respectivamente. Brasil (que por cierto nos gana cada día en liderazgo latinoamericano), invierte el 0.97%. En el Foro Económico Mundial, de 125 países evaluados, el nuestro ocupa el lugar 71 en educación superior y capacitación y el 58 en disponibilidad tecnológica… Y podríamos seguir enumerando indicadores desfavorables, que nos hablan de que tanto a nuestros gobiernos como a nuestra iniciativa privada la ciencia no les interesa, y que nuestros políticos no tienen la visión de futuro para entender que la inversión en ciencia y tecnología nos podría ahorrar muchos problemas, como el tener recursos a tiempo para enfrentar epidemias como la presente. Nuestras empresas privadas siguen siendo renuentes a este tipo de inversión, prefieren seguir comprando tecnología más que generarla. De la inversión en instituciones de educación superior que realizan investigación y desarrollo, corresponde al gasto público el 99.8% y a la iniciativa privada el 0.14%.

En 2007 Birmex (Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México, empresa de participación estatal  productora de la vacuna contra la influenza, algo de lo que quedó de los recortes al sector), recomendó al gobierno la compra de una planta de Sanofi, con valor de 244.4 millones de pesos, para producir vacunas en el caso de una eventualidad como la actual. Su petición cayó en oídos sordos, seguramente porque no se trata de rescatar banqueros.

Es una contradicción flagrante no entender que, para lograr la tan ansiada competitividad internacional, la generación de tecnología endógena a partir de ciencia local resulta indispensable. Más aún cuando hasta los más convencidos de la lógica del libre mercado (hoy cuestionada internacionalmente, de lo que no se han dado cuenta nuestros gobernantes), aceptan que la capacidad de generar tecnología es una herramienta indispensable para competir. Sólo que la inversión en ciencia y tecnología ni da resultados garantizados e inmediatos, ni contribuye a ganar elecciones en el corto plazo.

 

yola_massieu@hotmail.com

Forum 188. Mayo de 2009. www.in4mex.com.mx   www.securities.com

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