Unidad política y social en torno a un nuevo proyecto de país
04/02/2003
- Opinión
El discurso dominante pretende polarizar y restringir el debate respecto a las
alternativas que se le plantean al país. Por un lado nos presentan la perpetuación
del presente. El devaluacionismo duhaldista exhibido como la apuesta a un modelo
productivo, pero que en la práctica supone la consolidación de una factoría
exportadora dedicada a malvender recursos naturales y mano de obra barata, luego de
haber pulverizado los ingresos de la sociedad y de haber resuelto la crisis
financiera esquilmando a los ahorristas e incrementando la deuda pública para
preservar el patrimonio de los bancos. Por otro, nos contraponen la propuesta
menemista que sugiere ir más a fondo en la medicina aplicada durante los noventa.
Medicina sostenida en los criterios aperturistas, desreguladores y privatistas,
fundada en el endeudamiento permanente, y que habiéndose aplicado en un contexto
internacional más favorable (en los noventa había financiamiento externo y hoy no),
ya demostró su absoluta incapacidad para poner en marcha un crecimiento armónico y
sostenido, así como su imposibilidad de afirmar equilibrios sociales elementales.
Durante su aplicación se profundizó la regresividad distributiva, se expandió la
tasa de desempleo y los niveles de pobreza.
La discusión planteada en estos términos constituye una falacia que lejos de
confrontar posturas antagónicas, sólo debate predominios distintos al interior de
los ganadores de la reestructuración capitalista abierta en 1976. El menemismo
expresa la articulación entre el capital financiero internacional ,los grandes
Bancos Privados locales y los conglomerados que operan las empresas privatizadas.
El duhaldismo intenta expresar la nueva etapa de un mundo en recesión, donde los
acreedores del exterior tienden a articular con los grupos de inserción
exportadora, desplazando en el predominio a los grandes bancos y a las
privatizadas. Se trata de un debate acerca de cómo se reparten la rentas
extraordinarias colocando como variable de ajuste al resto de la sociedad. Así, el
discurso nacional levantado por Duhalde en Davos y los gestos supuestamente
autónomos de Lavagna ante el FMI deben ser vistos como un emergente de este intento
de alterar los predominios al interior de una cúpula empresarial
trasnacionalizada,y bajo ningún aspecto como una estrategia productiva dirigida a
resolver los problemas que exhibe la sociedad argentina.
Abrirle la puerta a otro país supone ser capaces de conjugar tres criterios:
Distribución-Autonomía nacional y Democratización. El primero de ellos remite a
entender que la distribución (la igualdad) no es un subproducto del crecimiento. En
realidad ,hay que modificar el modo bajo el cual funciona la economía a los efectos
de garantizar el tipo de crecimiento (equitativo) que necesitamos. La distribución
es hoy indispensable ya que no hay democracia posible con 22 millones de argentinos
bajo la línea de pobreza, pero también para garantizar una adecuada inserción en el
mundo de hoy. En el contexto del cambio tecnológico, no hay perspectiva sin ser
capaces de garantizar la reproducción de una fuerza de trabajo con crecientes
niveles de calificación. Pues bien, vulnerar el nivel de vida presente resiente la
productividad futura de la economía local. Por otra parte, la incorporación de
progreso técnico requiere de inversión y para esto deben desterrarse las
posibilidades de incrementar los beneficios en base a rentas fáciles procedentes de
la sobreexplotación del trabajo, el mantenimiento de monopolios, privilegios
fiscales o el control de recursos naturales que otorgan rentas. Si estas
posibilidades existen ,la inversión y el progreso técnico se resiente.
Para poder distribuir es necesario recuperar autonomía nacional, lo cual supone en
el presente contexto otra negociación externa del endeudamiento, una regulación
efectiva del capital interno mas concentrado (tanto extranjero como local), y la
ampliación del espacio regional priorizando el Mercosur y América Latina. En esta
dirección se requiere afirmar la regulación pública sobre el comercio exterior y el
sistema financiero, restringir la libre movilidad de los capitales, replantear el
sistema arancelario y renacionalizar, así como garantizar una adecuado control
público sobre las áreas privatizadas. Lo expuesto permitiría construir una nueva
moneda y gobernar la asignación de nuestros propios recursos.
Por cierto, es imposible distribuir y recuperar autonomía nacional sin ampliar la
capacidad de nuevos actores sociales para influir sobre el proceso económico
(democratización). Se necesita, por tanto, generalizar la experiencia del
presupuesto participativo para que la comunidad incida en la asignación de los
recursos públicos; se requiere una ley antimonopólica para favorecer la
desconcentración de la economía; necesitamos un compre nacional que nos permita
integrar nuestro aparato productivo, se necesita promover la organización autónoma
y libre de los trabajadores al interior de las empresas (sobre todo las más
grandes) para que sean socios de una estrategia de regulación pública sobre los
precios, las ganancias y las inversiones de las mismas y, por último, necesitamos
conformar un área de economía pública y social que se transforme en motor de la
generación de empleo y la incorporación de tecnología, ante la ausencia de un
empresariado nacional que controle los resortes principales de la economía local
.Es en este contexto que podemos impulsar una estrategia de reindustrialización y
desarrollo de las economías regionales. Contexto que para ser posible, exige de una
amplia unidad política y social y una renovación profunda de las instituciones.
Difícilmente esto pueda encararse con el mismo parlamento que le cedió las
facultades extraordinarias a Cavallo o que convalidó sin chistar la brutal
transferencia de ingresos de la devaluación duhaldista. Parlamento que sobrevivirá
a las próximas elecciones de abril. Difícilmente pueda resolverse manteniendo la
actual Corte Suprema de Injusticia. Unidad política y social en torno a un nuevo
proyecto de país y con la decisión de renovar el conjunto de las instituciones, es
la agenda política pendiente de quienes pretendemos una Argentina más justa. Con
estos objetivos, el Congreso de nuestra Central se autoconvocó y convocó al resto
de las fuerzas políticas y sociales, a la construcción de un nuevo Movimiento
político en la Argentina.
* Claudio Lozano. Director Instituto Estudios y Formación CTA
https://www.alainet.org/es/active/3157