Las honduras del golpe

13/07/2009
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  • Opinión
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Honduras está situada en el centro de Centroamérica, largo puente entre el Norte y el Sur de la Patria Grande latino-caribeña, que ya ha iniciado los esfuerzos hacia su anhelada segunda y definitiva independencia y hacia nuevas democracias con perspectivas neo-socialistas.

Honduras ha estado dominada por le imperialismo estadounidense en estrecha alianza con una “lumpen-clase” dominante-gobernante, integrada por oligarcas rapaces de viejos y nuevos cuños, por mafias políticas, por generales de horca y cuchillo, por empresarios gangsterizados y obispos trogloditas.

Honduras, como todos nuestros países, ha sido víctima del proceso de empobrecimiento material y espiritual provocado por la nueva barbarie capitalista y de la degradación moral y ambiental auspiciadas por los grandes beneficiarios de la globalización neoliberal; después de haber sufrido por décadas la embestida criminal derivada de la “guerra fría” y de la “doctrina de seguridad nacional” de los EEUU.

Pero además, Honduras es uno de los países donde más se enraizó el gorilismo militar y político.

Esto en parte explica la reacción de esa claque dominante frente a cualquier intento de remoción y cambio como el que ha representado el nuevo liderazgo de Manuel Zelaya, cada vez más identificado con la necesidad de desplegar en ese país un proceso parecido a los que han tenido lugar –y siguen avanzando- en Venezuela, Ecuador, Bolivia…: pasos hacia la recuperación de la autodeterminación política y la soberanía nacional, proceso constituyente destinado a reemplazar la vieja institucionalidad y la atrasada constitución vigente, democratización del sistema político, reformas sociales progresivas y esfuerzos a favor de una integración continental no subordinada al interés de EEUU (Alba, Petrocaribe…).

Esa realidad política interna –insisto- explica solo parcialmente esa reacción brutal, dado que en el caso hondureño la perspectiva de cambio de ese tipo está aun en cierne y enfrentado tanto a potentes obstrucciones institucionales como a bloqueos desde un poder permanente bastante unificado.

Zelaya ganó pueblo antes de ser derrocado, no tanto como ahora. Pero ganó pueblo y a la vez perdió su Partido Liberal sensiblemente derechizado; perdió de paso respaldo del Congreso de la República, del sistema judicial y más aun de los cuerpos castrenses de esa nación.

Ganó pueblo e intentó avanzar sobre esa ruta con la organización de la consulta popular sobre la posibilidad de instalación de una “cuarta urna” destinada a decidir lo relacionado con la propuesta de convocatoria a una asamblea constituyente después de las elecciones generales de noviembre próximo.

 Ganó también más odio del Partido Nacional (ultra conservador), de la oligarquía, de la partidocracia corrompida, de las mafias empresariales y de los impenitentes halcones de Washington.

 Conquistó un rostro propio, pero le endilgaron el estigma de “chavista”. La dictadura mediática se volcó en su contra, trasladando a su figura la ya trabajaba satanización del comandante Chávez: viejo y perverso truco de un sistema de comunicación pérfido y mentiroso.

Esas mafias lo consideraron “peligroso”, pero débil frente al poder establecido. Lo midieron con su rasero de poder, sin detenerse a pensar hasta donde su resaltante vulnerabilidad institucional ocultaba su potencial fortaleza a emerger con fuerza en caso de ser golpeado.

Pero todas maneras es claro que la decisión de deponerlo y secuestrarlo no podía ser ejecutada solo a partir de consideraciones internas, estrictamente nacionales.

Por eso al referirme a ese cuadro interno hablo de razones parciales para ejecutar un hecho tan aparentemente fuera de época y tan delicado, más aun después de las recién pasadas derrotas de procesos sediciosos similares en Venezuela y Bolivia.

Las razones mayores del golpe vinieron del Norte

Por eso pensé también en otras causas y en razones mayores, más norteñas, más imperiales y epocales, más mortificantes para los ideólogos estadounidenses:

- En la ola de cambios continentales que se inició con el levantamiento de Chávez hasta su ascenso al gobierno, seguida de la insurrección zapatista en el Sur de México y de la cadena de victorias populares en el Sur y en el centro de nuestra América.

- En el l Alba, Petroamérica, Petrocaribe y en hasta Unasur.

- En Cuba altivamente de pie, pese a todos los intentos contrarios.

- En las dos victorias electorales fronterizas: primero la del FSLN en Nicaragua y luego la del FMLN en El Salvador.

- En la incomoda situación de los halcones al verse desplazados del solio presidencial por Obama y sus circunstancias, que no es igual a solio de la jefatura del poder imperial que ellos siguen ejerciendo.

- En la mega-crisis capitalista y su tendencia a potenciar los planes imperiales de reconquista de recursos naturales valiosos, acompañada de reacciones represivas de corte fascistoide.

Pensé en todo eso y en los planes estratégicos de un imperialismo a todas luces pentagonizado y decadente.

Examiné, concretamente, las fuerzas acumuladas por EEUU en función de esos planes regionales, los obstáculos que ahora se le interponen en el camino para llevarlo a feliz término y las presiones para golpearlos y revocarlos.

Recordé que la base militar yanqui de Soto Cano (Palmarola) tiene más honduras que Honduras y me vino a la mente la idea de que el Pentágono, el Complejo Militar Industrial y el poder corporativo-empresarial del imperialismo estadounidense podría estar pensando en no arriesgarse a perder ese punto estratégico aceptando pasivamente que siga avanzando en su entorno geográfico la presente oleada de cambios emancipadores. Soto Cano cuenta con los equipos más avanzados de intervención y espionaje dirigidos no simplemente a Honduras sino a toda la zona centroamericana.

Por su parte el Plan Pueblo-Panamá -presente y vigente con Obama y sin Obama- proyecta construir un gran corredor estratégico desde el centro de México hasta Colombia, donde empalmaría con el Plan Colombia-Iniciativa Andina; ambos llamados a convertirse en autovía de la intervención económica y militar de EEUU desde el Norte hasta el Sur; destinada a su vez a garantizarle a esa súper-potencia -hoy en declive- el control sobre las grandes reservas naturales continentales (hidrocarburos, agua, minerales estratégicos, biodiversidad) existentes en México, Centroamérica, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador y parte de Brasil (¡la pródiga Amazonía!).

El imperialismo estadounidense cuenta todavía -aunque cada vez con más dificultades y fuertes tendencias a la ingobernabilidad de esos países- con el control político-militar sobre México y Colombia. Pero ha perdido influencias políticas fundamentales en el escenario centroamericano y parece tentado y dispuesto a revocar por la fuerza esa situación, por demás determinante para cumplir sus designios más al Sur.

¿Gopear los eslabones débiles?

Vista la nueva realidad política de El Salvador y Nicaragua, no es desatinado pensar que sus ideólogos han concebido a Honduras como un eslabón en proceso de desplazamiento hacia la izquierda, aunque ciertamente más débil que los demás.

Han podido entonces llegar a la conclusión de que ahí es que pueden comenzar a golpear con menores riesgos. No solo pensando en afirmarse en Honduras, sino en iniciar una tendencia hacia la reversión de la oleada continental que se interpone a sus designios imperiales y a derrotar en lo inmediato los cambios en Nicaragua, El Salvador y en otros países más distantes.

Honduras ha sido concebida como un punto crítico de inflexión: su avance hacia el Alba tiene un precio muy alto para las derechas por su significado continental y la derrota de su proyecto progresista favorecería la contraofensiva imperialista; escogiendo a continuación los eslabones que entiendan más frágiles o más débiles después de consumada la experiencia hondureña, para darle así continuidad a lo que podría ser una cadena de golpes “sui generis” dentro de la lógica de la “teoría del dominó”.

El precedente de la consolidación de ese golpe sería tan funesto y estimulante para su repetición, como alentador y trascendente resultaría para Honduras y más allá de sus fronteras la derrota de los golpistas y la vuelta de Zelaya a la presidencia de ese país; lo cual posibilitaría, una vez derrota la “lumpen clase” gobernante, profundizar las transformaciones.

No olvidemos que en esa pelea esta también en juego el intento de los halcones de Washington de emprender su contraofensiva fuera y dentro de su territorio, dirigida a imponerse por encima de la presidencia formal e institucional de ese país para poner a prueba al propio Obama frente a nocivas situaciones de hecho y de fuerza; procurando evidenciar así las debilidades de fondo de su proyecto de “poder suave” en el contexto del imperialismo actual.

Las ambigüedades de Obama ya se han hecho sentir al punto de que su pronunciamiento reconociendo a Zelaya como presidente constitucional de Honduras, no ha estado acompañado de ninguna señal fuerte en esa dirección y sí de un infeliz intento de conciliar lo inconciliable y de su evidente disposición a tolerar el accionar ultraderechista de sus diplomáticos y de los operadores de los mecanismos militares, policiales y económicos estadounidenses con fuertes raíces en Honduras. La idea de la “supremacía” gringa, del “liderazgo mundial” de EEUU, muy presente en el discurso de Obama lo inhibe, lo condiciona y lo conduce a recular cuando se trata de las determinaciones de su complejo militar industrial.

Enclaves y resortes dentro de Honduras

No debemos pasar por alto que el funesto Negroponte –quien visitó recientemente ese país- fue el funcionario que dirigió en el pasado la agresión paramilitar desde Honduras contra Nicaragua, instaló todas las agencias de intervención y consolidó los vínculos carnales entre los jefes militares de ese país y la Escuela de las Américas, donde incluso se graduaron los dos principales jefes militares golpistas: Romero Vázquez y Prince Suárez. Que el coronel Richard Juergen es quien dirige las fuerzas militares estadounidenses emplazadas en la Base de Soto Cano y fue quien comandó el secuestro del presidente Aristide en Haití y que además hay demasiadas evidencias de la participación del coronel Juergen y del Embajador estadounidense Hugo Llorens en la conspiración golpista y el secuestro de Zelaya.

Esto deja claro que no estamos ante un golpe de exclusiva factura local, sino producto de la alianza estratégica entre el poder supranacional del imperialismo estadounidense y sus aliados en Honduras; extensiva a todas las fuerzas de la misma calaña a escala continental.

De paso la ultraderecha continental piensa golpear los intentos de rehabilitación (y de relativa insubordinación respecto a esos poderes) de la maltrecha OEA, y a la vez obstaculizar el camino de los cambios progresistas por la vía “pacifica”; algo de interés de los halcones de todos los pelajes.

De ahí la trascendencia de esta pelea, en lo que ya el pueblo hondureño ha dado un salto espectacular en materia de movilización, resistencia y desobediencia civil; en la que el liderazgo de Manuel Zelaya ha repuntado en grande y en la que la gestión del régimen golpista está sumergida en la ingobernabilidad, pese a los resortes del poder estatal que todavía domina.

Todo esto indica, que sin desconocer el enorme valor de repudio continental al golpe y la importancia del aislamiento de los golpistas, lo decisivo habrá de ser la confrontación interna entre los intentos consolidar el golpe por la vía del uso de la fuerza hasta contener la ofensiva popular y vencer la sociedad por cansancio, y los trascendentes esfuerzos desde abajo para avanzar hacia la huelga política general o hacia la insurgencia generalizada hasta acorralar al régimen de facto y finalmente provocar la ruptura de los aparatos de poder y lograr la plena victoria del pueblo.

La debilidad del movimiento popular y progresista está en los problemas de conducción, comunicación, coordinación, organización, unificación del mando interno y capacidad de respuesta militar; lo que exige de medidas audaces y despliegue de solidaridad.

Hay pueblo movilizado.

Hay liderazgo nacional.

Hay claridad de propósito.

No hay todavía respaldo militar a la movilización popular-nacional. No hay un partido o movimiento conductor unificado, aunque comienzan a cristalizarse acciones de frentes políticos-sociales que bien podrían llenar ese vacío y se han presentado algunas señales de descontento al interior de las fuerzas armadas.

Confiamos de todas maneras en la formidable exhibición de creatividad mostrada por el pueblo hondureño, en la conciencia que expresa a través de su heroísmo, en su manifiesta convicción de que la cuestión es de vida o muerte. Y apostamos, en consecuencia, a la superación de todas las dificultades presentes hasta ver alcanzar la victoria necesaria para Honduras y para nuestra América.

- Santo Domingo RD.

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