¿Hacia dónde va el péndulo?
- Opinión
Réplica: la valoración de la magnitud de los cambios en curso en América Latina, incluso el cuestionamiento de que los hay realmente, surca el debate en el seno de las fuerzas progresistas, de izquierda o revolucionarias, tanto en aquellos países donde éstos vieron la luz, como en general en todo el subcontinente. Es una definición estratégica aún pendiente y tal vez sea prematuro tener una respuesta doctrinaria al respecto. Probablemente es necesaria una mayor madurez para entender los procesos sociales y políticos, medir el verdadero estado de las correlaciones de fuerza, y aquilatar la claridad ideológica de los líderes que han encabezado estos procesos.
Bajo el título Latinoamérica en su péndulo a la derecha, un reciente artículo del diario británico The Guardian, asevera en un escueto análisis de la situación política regional que “la tendencia actual, apenas registrada todavía, es la nueva emergencia de la derecha”. Citando varios casos entre los que ubica los posibles resultados futuros en las urnas en Chile, Brasil y Uruguay, entre otros procesos electorales por venir o ya realizados, el artículo termina preguntándose: ¿por qué algunos líderes progresistas, populares y aún exitosos, ven que sus partidarios se inclinan a la oposición de derecha? Con el ánimo de contribuir al debate, y de paso intentar ayudar a los lectores de The Guardian, conviene evaluar las siguientes formulaciones sobre la realidad política regional y sus perspectivas.
Primera hipótesis: la consolidación política del gobierno en cuestión, con su correlato electoral, se verifica en aquellos países donde los cambios han sido más profundos, entendiéndolo por el lugar donde claramente se apela a la transformación del capitalismo en un sistema superior o socialista, se dan pasos concretos para modificar las estructuras neoliberales (en última instancia la fase actual del capitalismo, el capitalismo en su contemporaneidad) y consecuentemente, se aplican programas dirigidos a modificar los patrones de distribución de la riqueza, por una mayor igualdad social y combate activo contra la pobreza y la marginalidad, más allá de que no siempre sean exitosos, pero que se verifica claramente una voluntad política de lograrlo. Los ejemplos son conocidos: la Revolución Bolivariana de Venezuela, el proceso emancipador en Bolivia, o el socialismo autóctono e inextinguible de la Revolución Cubana.
Segunda hipótesis: en caso de verificarse un eventual movimiento pendular a la derecha, dado que no todos los procesos que anunciaron su intención de cambios lo han hecho en la magnitud arriba expresada, no sería por mérito propio de las derechas vernáculas. Su situación particular en cada país varía, sin embargo convéngase que en general todas deben encarar, probablemente por primera vez en estos 200 años, un panorama muy complejo para garantizar la continuidad de su hegemonía.
Cabe comenzar por lo más obvio: en clave capitalista se está ante la ausencia de una solución viable a la actual crisis global, que algunos académicos denominan dramáticamente como crisis civilizatoria, que a diferencia de otros momentos cercanos en el tiempo estalla en el Centro, allí donde descansan los supuestos pilares del sistema burgués. ¿Qué puede esperarse entonces de las burguesías latinoamericanas y sus delegados políticos? ¿Acaso pueden ir ahora a Washington o sus embajadas, a procurar una respuesta para enfrentar tantos fantasmas o evitar “democráticamente” la insurgencia de sus clases explotadas? ¿Cómo explicar que, paradójicamente, para tener algún logro electoral deben apelar al menos a una retórica progresista en sus promesas de campaña?
El golpe militar en Honduras, encubierto de civilidad y legalidad, que se pudo ver con asombro e impotencia por las pantallas de TV el pasado 28 de junio, da algunas luces a estas interrogantes, tal vez en su forma más descarnada. Muestra cómo los que detentan el poder real están, en el mejor de los casos, en estado de perplejidad por no decir de pánico, que según las circunstancias puede conducir al envalentonamiento. Cómo si no interpretar que esa derecha decide meterse en un verdadero embrollo internacional y enfrentar la resistencia de una parte mayoritaria de su propia población, cuando tenía una salida a sus males -es decir los cambios realmente difíciles de aplicar proyectados por el presidente Zelaya- con sólo esperar pacientemente unos meses, hasta las elecciones de noviembre próximo, cuando los dos candidatos con más posibilidades habían prometido pública y privadamente el regreso del país a la “normalidad”. Tercera hipótesis: fruto de esa perplejidad o pánico la realidad muestra otra señal.
Algunos de los grandes empresarios locales, transnacionalizados y globalizados, interpretan que se agotó el tiempo de seguir delegando la función del control del Estado a políticos rentados, que en ciertos casos se vuelven “creativos” y aplican un guión que afecta los intereses, a veces mínimamente, de los primeros. “En medio de esta confusión debemos asumir personalmente las riendas del gobierno”, parece ser la consigna de orden entre estos sectores; basta echar una ojeada a la lista de candidatos con más posibilidades en los procesos electorales por venir o ya realizados para verificar que los apellidos de sangre azul (empresarios de primer nivel) predominan y se imponen. ¿Qué son sino Piñera, Macri, Facusé o Martinelli? Parecen partir de la lógica de ¿quién mejor que un empresario exitoso para conducir los desafíos, si se quiere el caos, y presumiblemente las crecientes demandas de sus subordinados de clase, ante la gravedad de la crisis? Las perspectivas son francamente complicadas, pero no sólo para los que históricamente, y salvo honrosas excepciones, siempre fueron derrotados: los oprimidos y la izquierda. Dicho sea esto muy a pesar del velado regocijo que por el contrario intenta instalar el artículo de The Guardian. Justamente esta es la última y cuarta hipótesis que corresponde evaluar, derivada de las anteriores y base para concebir de otra forma, más optimista, el porvenir e incluso la propia coyuntura actual.
No resulta difícil entender que tras los fracasos más estrepitosos en el orden social de las políticas neoliberales en nuestro continente, los pueblos reaccionaron con furia inusitada, generando lo que podríamos denominar una nueva subjetividad, fruto de las experiencias de estas revueltas. Añádase que algunos de los instrumentos de control tradicionales, como la represión descarnada y convenientemente censurada su denuncia, son cosas del pasado, sobre todo en lo que a esto último se refiere. Es un tema que merece una reflexión propia, por caso, el papel de los grandes medios de comunicación, pero sobran los episodios en toda la región, que demuestran la virtual imposibilidad de reprimir sin una condena de alcance casi global, más temprano que tarde.
Por tanto se abren, también como nunca antes, las grandes posibilidades para darle sustentabilidad en tiempo y contenido, al sentimiento que, probablemente por primera vez desde los años de las luchas de independencia de la metrópoli española, se abren posibilidades para nuevos cambios, en una dimensión realmente superadora de lo hasta ahora imperante, a casi 200 años de aquella gesta liberadora. ¿Habrá llegado la hora en términos históricos (que no culmina en la próxima escaramuza electoral) de que los de abajo logren organizarse y unirse, como las raíces de los Andes, para terminar la obra de los libertadores, la definitiva independencia? Es preferible responder a eso en otra ocasión, no sólo para evitar que los lectores de The Guardian se aburran, sino sobre todo para que no se contagien con el pánico aquí descripto. En última instancia, aunque sean rehenes de sus burguesías imperiales, seguramente serán finalmente y en su inmensa mayoría aliados de esa gesta emancipadora.
América XXI, Año 7, No. 53, septiembre 2009
http://www.americaxxi.com.ve/numeros/0053/index0053.html
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