El Gobierno de Washington no entenderá nunca a la América Latina
07/09/2009
- Opinión
Así tituló el Maestro Lombardo Toledano su artículo publicado en la Revista Siempre, en su número 456 del 21 de marzo de 1962, donde analizaba la pobreza de espíritu de un gobierno norteamericano sediento de poseer las riquezas más allá de sus fronteras. El imperio bárbaro del norte, le arrebató a México, por la fuerza de las armas, más de la mitad de su territorio, en el siglo XIX, lo que le permitió crecer territorialmente, sus ansias imperiales lo hicieron erigirse como un peligroso vecino que habría de inmiscuirse en la vida interna de las jóvenes naciones independientes en el continente, violando flagrantemente sus soberanías, Lombardo Toledano lo describe de la siguiente manera:
“El pueblo norteamericano nació a la vida internacional en la etapa del ascenso histórico del régimen capitalista. Por la extensión del territorio sobre el cual –mediante despojos y operaciones mercantiles- organizó su nación, y por las enormes riquezas que contiene, así como por la inmigración de centenares de miles de europeos deseosos de hacer fortuna, en un siglo se convirtió en la potencia industrial más importante de la tierra. Participó en las dos guerras mundiales con el mínimo de sacrificios, logrando enormes ventajas; pero jamás ha sufrido en su propia casa las consecuencias de la lucha armada. Ese pueblo de un nivel de vida superior a la mayoría de los que tienen el mismo régimen social, no ha sentido nunca la angustia colectiva que ha acompañado a lo largo de su existencia a los pueblos europeos creadores de la civilización occidental, ni puede comprender el sufrimiento milenario que ha padecido y sigue sufriendo los pueblos atrasados de todas las latitudes”.
Los gobiernos norteamericanos usaron las conciencias de sus habitantes corrompiéndolas con una serie ideas que tenían que ver con un exagerado nacionalismo y un adoctrinamiento de valores que servían solo al capital, a este respecto Lombardo Toledano lo describía de esta forma: “Es un pueblo laborioso, disciplinado, sin ideales superiores y sin preocupaciones profundas por el saber y la cultura. Por estos y los otros factores de su formación, los dirigentes de los monopolios de la producción y de las finanzas, que ha gobernado al país de un modo absoluto desde fines del siglo XIX, han creado en él un sentimiento de superioridad que se expresa de muchas maneras especialmente ante los otros pueblo del mundo. De una manera ingenua y sincera, por su ignorancia de lo que ha sido, es y será la humanidad mañana, se cree predestinado a dirigir a todos y a imponerles sus puntos de vista, tratando de obligarlos a que se plieguen a sus intereses y sigan a su gobierno en las grandes y pequeñas aventuras que realiza.”
“Sólo así se puede entender que un pueblo con cualidades indudables, como el norteamericano, con una energía creadora de bienes materiales importantes, pero no educado para vivir en un ambiente de cordialidad con los pueblos más antiguos que él y con virtudes superiores a las suyas en muchos aspectos de la vida y conformado mentalmente por un sistema de enseñanza mediocre, orientada sólo hacia el trabajo material disciplinado y sistemático, haya producido tan pocos hombres de excepción y tan escaso número de estadistas de gran personalidad. Su horizonte es como el de los niños, llega hasta donde sus sentidos lo permiten y, sintiéndose poderoso acepta de una manera natural la filosofía que sus gobernantes le imponen y que consiste en pretender dirigir al género humano. A todo esto se debe que se haya formado, inclusive en gran parte de su clase obrera, la vanidad de la pujanza de su país y el espíritu mesiánico de imponer ‘el modo de vida americano’ al mundo entero.”
Por su heterogénea composición y origen, los estadounidenses siguen siendo, en su mayoría, fieles peones de sus gobiernos y son muy pocos aquellos que han logrado hasta hoy, una visión crítica de la realidad, y han adquirido una sensibilidad política que los una contra las políticas arbitrarias de su propio gobierno. Pocos han sido los cambios logrados para alcanzar un mejoramiento en las condiciones de vida interna, los movimientos sociales son reprimidos cuando salen a las calles exigiendo los derechos de negros o latinos que hasta la fecha son limitados. Culturalmente hablando los estadounidenses naturales siguen estando vacíos ante su mundo de consumo y de negocios prósperos que es donde radica su riqueza material, pero pobres de conciencia y en la elevación de su espíritu humano. Lombardo Toledano lo definió de manera certera:
“A los que menos ha entendido la América anglosajona es a sus vecinos del sur. Lo único que les envidia es la antigüedad de algunos de ellos; los restos de las grandes culturas aborígenes, los monumentos de la larga etapa colonial y algunas de sus costumbres refinadas, fenómeno general que acompaña a la burguesía bronca cuando llega al poder, admirando a la aristocracia que ha derrumbado en su fuerza económica y despreciando la miseria de quienes no la pueden superar precisamente por la dictadura de la burguesía. Fuera de esos aspectos, para los del norte los descendientes de los auténticos americanos, de las civilizaciones indígenas que habían florecido de un modo espléndido cuando en la parte septentrional del Hemisferio no había sino praderas y montañas vacías por las que andaban las tribus de cazadores, seguimos siendo pueblos sucios, enemigos del trabajo, ignorantes del valor del tiempo y con la mano extendida hacia ellos en actitud de gentes que piden limosna.”
“Este cuadro de tipo psicológico y político, es el que revela las causas de la conducta de los círculos dominantes de los Estados Unidos y de nuestras vicisitudes. El Procurador de Justicia, Robert Kennedy, hermano del Presidente, acaba de mencionar en un discurso pronunciado muy lejos de América, la guerra infame que se nos impuso en 1847. Tiene razón, pero yo deseo referirme al momento que vivimos. El gobierno norteamericano está empeñado en que la América Latina evolucione para dos fines exclusivos, para que sus pueblos no estallen violentamente y para que sigamos siendo el mercado mayor de sus inversiones y ganancias. No se ha dado cuenta todavía de que nuestros pueblos tienen que romper su estructura económica atrasada con fuertes supervivencias feudales, entregar la tierra a los campesinos y establecer su industria con la ayuda de afuera, pero sin depender del exterior, afectando todos los intereses creados. No comprende que los veinte pueblos semicoloniales del Continente han llegado a un punto tal de su “evolución histórica, que sus graves contradicciones domésticas e internacionales no se pueden mantener en silencio por más tiempo. Quiere engañar a su propio pueblo y a la opinión pública del mundo, afirmando que la inquietud de las masas populares de la América Latina, sus protestas constantes y sus movimientos tumultuosos para emanciparse, se deben a la propaganda de lo que él llama el comunismo internacional, y obra en consecuencia.”
Las nuevas modalidades que emplea el imperio para detener el avance de los pueblos latinoamericanos es la utilización de sus grandes capitales a través de las empresas transnacionales en contubernio con los capitales domésticos, conformando un cuño de poder capaz de derrocar gobiernos legítimos y progresistas, como es el caso de Manuel Zelaya de Honduras, aquí el ejército hondureño fue infiltrado por elementos fieles al gran capital y se volcó contra un gobierno bien constituido de acuerdo a la Constitución hondureña. Los demás países de Latinoamérica deben revisar la composición de sus fuerzas armadas, para, que por lo menos lograr la formación de un ejército con alta fidelidad y respeto a sus gobiernos, los mercenarios deben ser detectados a tiempo, pues de lo contrario el mismo escenario puede repetirse, ahora que algunos países de América Latina están dando la lucha por la emancipación política y económica de sus países.
Al respecto el Maestro Vicente lombardo Toledano afirmó que: “Si el gobierno de Washington trata de impedir este gran movimiento va a fracasar. Dispone de medios para aumentar la miseria y la angustia de nuestros pueblos, para comprar a algunos gobiernos de la América Latina y hasta para organizar y dirigir una serie de contrarrevoluciones, pero esa política dará frutos opuestos a los que persigue.”
Cuando los gobiernos de América Latina, ven las necesidades de sus pueblos y luchan por cambiar un estado de cosas contrarias que les impide avanzar, el proyecto de tipo revolucionario es un acto grotesco para el imperio del norte, una ofensa por querer salir del subdesarrollo y ponerse a la altura de los “amos del norte”, a nuestro país le costó mucho trabajo poner en práctica los lineamientos marcados por la Revolución Mexicana del 20 de Noviembre de 1910, el enojo del imperio fue tal que muchas veces deseó la creación de problemas capaces de hacernos retroceder.
“México – finalizaba Lombardo - se encuentra hoy ante una nueva presión del gobierno norteamericano, tratando de que retroceda en los tres más importantes aspectos positivos de la Administración del Presidente Adolfo López Mateos; su política internacional, el desarrollo de la economía nacionalizada y el nuevo impulso a la Reforma Agraria. Como la Casa Blanca no puede emplear el lenguaje directo de la protesta, porque nuestro gobierno no ha violado ninguno de los estatutos del derecho de gentes, emplea las presiones laterales que todos advertimos. ¿Cree el Presidente John F. Kennedy que vamos a rectificar lo hecho, que vamos a desandar el camino impuesto por nuestro pueblo a sus gobernantes? Se equivoca de una manera rotunda. ¿Piensa que va a ganar nuestra amistad acusándonos de sospechosos de comunismo y haciendo la exaltación pública de algunos de los tiranos o de los oportunistas de la América Latina, disfrazados de demócratas, y de individuos como José Figueres y Víctor Raúl Haya de la Torre, atreviéndose hasta a situarlos al lado de Benito Juárez y Simón Bolívar? También se equivoca, porque esos juicios constituyen un verdadero insulto a nuestro pasado, a nuestro presente y a nuestro porvenir.
“La única manera de obtener nuestra amistad es la de dejarnos en paz, de no entrometerse en los asuntos domésticos de nuestros países, de no estorbar la difusión de nuestro comercio con el exterior, de no pretender arrastrarnos a aventuras que no son las nuestras. El único modo de tener nuestra amistad es dejar tranquila a Cuba y no andar enviando delegados a Europa para que se suspenda todo trato mercantil y diplomático con la Isla y, también, para pedir que se restrinjan los créditos por los seis países que en Punta del Este, impidieron el castigo colectivo contra la Revolución Cubana, que el jefe del Departamento de Estado había exigido. Si el gobierno de Estados Unidos comercia con la Unión Soviética, ¿por qué no vamos a hacer nosotros lo mismo? Si mantiene relaciones diplomáticas con esa gran nación, ¿por qué los gobiernos latinoamericanos no han de tenerlos también? Alguna vez ha dicho que una de las características del imperialismo consiste en que las metrópolis hacen con libertad lo que quieren; pero impiden que sus colonias las imiten. Acordar ahora crear una “Comisión de Seguridad contra el Comunismo”, para impedir la influencia ideológica del socialismo en la América Latina, es absurdo y ridículo. Lo único que va a lograr el Presidente Kennedy es que aumenten los adversarios de su política en las tierras de América.
“Ojalá que la nueva generación de los Estados Unidos reciba una mejor educación, desde la escuela primaria hasta las universidades y los institutos tecnológicos. Enseñanzas serias de carácter científico y cultural para que comprenda dos hechos trascendentales; el de que los Estados Unidos no son la potencia hegemónica del mundo y el de que la humanidad camina hacia adelante. Esa nueva generación, que en pocos años tendrá el mando de su país, quizá pueda hacer de los Estados Unidos lo que las generaciones pasadas no lograron; una nación vista con simpatía por el mundo gracias a su actitud de humildad y de comprensión para todos los pueblos de la tierra.”
Finalmente el sentimiento antiyanqui en América Latina tiene un sentido histórico, y patriótico, los pueblos se alzan con el propósito de lograr sus plenas independencias, sobre todo en lo económico y lo político para reivindicar tanta necesidad del grueso de sus poblaciones, salir del atraso en el que el imperialismo los sometió durante décadas. México, debe retomar el camino trazado por la Revolución Mexicana, que los últimos gobiernos neoliberales han abandonado.
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