La cruzada mediática, Chávez y una cuestión de principios
22/09/2009
- Opinión
La cartilla de Goebbels
Aunque el uso de los medios de comunicación para denostar al enemigo es un mal de vieja data, la irrupción del proceso bolivariano ha exacerbado de manera especial el ánimo de quienes ven en peligro sus inveterados privilegios, y se han sentido muy estimulados a ejercitarse en la mentira profesional. Ahora mismo en Venezuela nos ha tocado vivir los tiempos de la información intencionalmente retorcida, manipulada, tergiversada a la “n” potencia y con propósitos muy bien determinados. Se trata de la arremetida comunicacional (entre otras) cuyo objetivo final es quitar del camino a quien perciben como el actual enemigo número uno del imperio plutocrático: Hugo Rafael Chávez Frías.
Fuera de Venezuela, cualquier usuario, cualquier usuaria de la prensa escrita; cualquier cibernauta que navegue por los sitios especializados en noticias, o que encienda su radio o televisor, y recibe información sobre nuestro país a través de estas vías, la podrá imaginar, sin más, como una nación sumida en el caos social, político y económico. La Venezuela de los medios internacionales es aquella a quien la fortuna favoreció con abundante petróleo, pero que -para su desgracia- ha parado en manos equivocadas. Venezuela, según tales fuentes, está presidida por una especie de loco rabioso, déspota, pendenciero, con ínfulas de dictador y tirano, enemigo de la democracia, sediento de poder y que ejerce un poder omnímodo. Semejante monstruo tiene el control sobre una poderosa industria petrolera, cuya renta despilfarra como le venga en gana. Lo inconcebible consiste en que una parte de quienes no están fuera de Venezuela, sino que viven, comen, duermen, sueñan y caminan dentro, han quedado atrapados en ese trance mediático.
Y es que a lo largo de los diez años del Presidente Chávez en el gobierno, la cruzada nacional e internacional de los medios ha intentado, con relativo éxito, generar contra él una matriz de opinión adversa: la “satanización” de Chávez. Se trata de la muy conocida treta de enlodar todo lo posible la imagen y las intenciones de la víctima:
…Que si Chávez es el responsable del terrible (¿?) clima social y político que se vive en Venezuela.
…Que si él es el causante de la polarización existente entre los venezolanos.
…Que si la militancia que acompaña a Chávez no es pueblo ni es sociedad: son hordas ignorantes, fanáticas y mercenarias. Que el gobierno de Chávez carece del apoyo de la “gente”.
…Que si Chávez y su camarilla de “corruptos” e “ineptos” ejercen control a su antojo de los demás poderes públicos.
…Que si la propuesta política de Chávez es “en verdad” el “fracasado” modelo comunista de la antigua Unión Soviética y de Cuba.
…Que si las medidas aplicadas por Chávez están alejando las inversiones del país y conducen a Venezuela a la debacle económica.
…Que si la intención de Chávez es acabar con la “propiedad privada”.
…Que si Chávez es enemigo de la educación privada y quiere desaparecerla.
…Que si Chávez es un irresponsable que malbarata las riquezas del país, “regalándolas” a sus amigos del extranjero, y que con su “chequera petrolera” se agencia la buena voluntad de otros gobiernos.
…Que si Chávez apoya a la guerrilla colombiana, al terrorismo internacional y está emparentado con el narcotráfico.
…Que si Chávez busca acallar y persigue con violencia a las voces disidentes, en especial a las figuras más combativas de los partidos políticos “democráticos”, y a la prensa que “critica” sus errores de gobierno. Que quienes adversan a Chávez son “demócratas” mientras que Chávez es un dictador.
…Que si todos los planes de asistencia social, de ajustes económicos, educativos, de atención a la salud pública, de seguridad ciudadana, etc. están mal diseñados, mal implementados, mal administrados, sus ejecutores son incompetentes y nadan en la corruptela, no son más que proyectos populistas, desfasados de la realidad y no arrojan ningún resultado positivo.
…Que si Chávez intenta acabar con las libertades individuales, los valores esenciales de la democracia y permanecer para siempre en el poder.
…Que si Chávez promueve el ateísmo. Persigue a la iglesia (católica principalmente) y quiere destruirla de un modo u otro.
¡Pare Ud. de contar…!
Lo cierto es que estas matrices son generadas en los laboratorios de propaganda sucia y toca a los medios darles operatividad. Lo que continúa entonces es que todos los días del mundo por la prensa venezolana: llámense diarios, radio, televisión o Internet, salen disparados estos misiles de la infamia. Lo extravagantemente curioso es que sucede en el país donde, según el oposicionismo “está amenazada o no existe la libertad de expresión”.
Solo tres condiciones de la psiquis humana pueden dar cabida a esta patraña: la estupidez, la demencia o el odio infinito.
“No mentirás”
A muchos colegas, dentro y fuera de las fronteras del país, les resulta definitivamente incomprensible que un pastor, un sacerdote o que gente de iglesia se defina a favor del gobierno del “comunista” Chávez y se empeñen en defenderle de sus opositores, o peor aún, hagan causa común con su proyecto político. Los geográficamente lejanos se preguntarán ¿Será entonces que todas las acusaciones con la que descargan a Chávez carecen de fundamento? ¿Un mínimo de objetividad no exigiría el reconocimiento de los desafueros y desatinos del gobierno de este señor? Ante estas interrogantes creemos que se hace necesario algunas consideraciones:
En primer lugar, sería deshonesto no admitir que en la llamada revolución bolivariana existen importantes debilidades y motivos para quejas. ¿Quién espera que la tarea titánica de reconstruir un Estado, un país, una patria, esté exenta de errores y ambigüedades? Ahora bien, de allí a hacerse cómplices por conveniencia, por prejuicios o por comodidad de la grotesca e inmoral campaña de descrédito a un gobierno, cuyo único delito ha sido asumir la bandera de la soberanía nacional y de la lucha por una sociedad más justa es absolutamente inadmisible.
Que la polarización apareció con Chávez: falso. Las condiciones del país, poco antes de Chávez, no permitían hacer visible los polos sociales existentes. Todo estaba disimulado, primero con el espejismo de la Venezuela Saudita, y, después del viernes negro, con las bien elaboradas truculencias de la sociedad de cómplices.
El quid del asunto es ¿Chávez está conduciendo a Venezuela a un despeñadero? ¿Chávez y la revolución bolivariana son responsables de una depreciación de la democracia venezolana? ¿Marcha la economía del país por sendas equivocadas? ¿El proyecto bolivariano es un proyecto irresponsablemente populista? ¿Está el gobierno de Chávez sostenido sobre los pilares de la corrupción? ¿Está en peligro las libertades individuales en Venezuela? A todo ello hay que responder responsablemente con un categórico, rotundo y definitivo no. No podemos asumir como verdadera una burda generalización y magnificación de las fallas del proceso venezolano. No podemos invisibilizar los incuestionables avances en materia de dignificación social de los sectores empobrecidos de la patria. El tratamiento de los derechos humanos contrasta positivamente con la representada por la democracia formalista del pasado. Completas mentiras el que en Venezuela se acose o se hostilice a quien exprese sus diferencias con el gobierno. Hay que decir con igual responsabilidad que, como no ocurría antes, en Venezuela no hay presos políticos. Políticos presos y en fuga sí hay –pocos por cierto, y no por políticos, sino por delinquir las leyes y la constitución. Es decir, por infractores. Raya en la ridiculez la matriz de que “la iglesia” está siendo acosada y hasta perseguida por un régimen laicista y ateo. O que se aspira a acabar con los valores religiosos. Cosa muy distinta es que a los personeros del gobierno, comenzando con el presidente Chávez, les ha tocado responder a unas cuantas perversidades de las autoridades episcopales. Entre otras, a las acciones de complicidad con el golpe de estado del año 2002. Ningún gobierno anterior ha tratado con la deferencia manifestada al sector evangélico. Bastaría solo con atender lo escrito al respecto, hace ya unos cuantos años, por el recientemente desaparecido líder evangélico venezolano Asdrúbal Ríos, a quien nadie se le ocurriría dudar de su ortodoxia ni de sus principios fundamentalistas, sobre como los gobiernos del “puntofijismo” menospreciaron a este sector de la vida religiosa nacional. En cambio, y sin negar que persisten notables discriminaciones, la presencia y protagonismo del sector evangélico en las políticas emprendidas por Chávez es una realidad poco publicitada pero muy real. Sobran las y los ciudadanos que abusan de las libertades de empresa y de la libertad de expresión. Es del todo probable que no exista país en el mundo donde dueños de medios, periodistas y opinadores se expresen del gobierno de su país de forma tan amañada, y que se atrevan a sugerir abiertamente la sedición y el magnicidio como aquí ocurre. También se ha dicho por allí que en Venezuela no hay un alto índice de inflación sino un alto grado de inescrupulosa especulación, gracias al respeto por las “libertades económicas”. No obstante esto último, hay que señalar que la crisis económica global, en el caso de Venezuela, ha impactado con muchísima menos fuerza, gracias a las políticas financieras de un gobierno alejado de las recetas del neoliberalismo. En fin, por obligación moral hay que desmentir la propaganda artera y alevosa de los sectores interesados en acabar con un proyecto político que fija su principal atención en los sectores empobrecidos y depauperados, sin detrimento de quienes han disfrutado de las mieles de las riquezas.
Por otra parte, el proyecto de país para Venezuela es un proyecto enmarcado en el concepto de la Patria Grande y del Otro Mundo Posible y Necesario. De manera que el camino a seguir no depende –como muy equivocadamente suponen los detractores de oficio- de las ocurrencias de un hipotético caudillo sino que responde a un ideario liberador, antihegemónico y, por ende, antiimperialista que forma parte del sueño de millones en todos los continentes, y por tanto, un proceso emancipador irreversible. Es lo que el presidente ecuatoriano Correa catalogó “un cambio de época”. Ello se convierte en una suerte de retrovirus para la moral pública. Y es a esa visión que responde las políticas sociales, económicas, educativas, culturales, que buscan echar raíces en suelo venezolano. Todo lo demás es pura propaganda de los medios interesados. El aval de la consistencia del proceso venezolano está representado en el respaldo electoral que ha llevado a Chávez a triunfar en casi todas las confrontaciones a votos en solo una década. Esto no significa otra cosa que el espaldarazo del pueblo a quien considera el líder necesario para caminar en esa dirección.
Es por esta causa que en el entorno religioso –con mucha más razón- toca hacer una seria reflexión: ¿los prejuicios ideológicos deben conducir al recurso de la infamia? ¿El fin justifica los medios?
Es por todos conocido que en Venezuela, como en el resto del mundo, la alta institucionalidad católica y la gran mayoría de las organizaciones evangelicalistas de cuño norteamericano han sido pregoneros incansables del anticomunismo. Les asiste un miedo atávico por el espectro de esta ideología “atea”. Los primeros no quieren que una sociedad de iguales les termine de derrumbar su vasallaje de siglos. Los otros no se imaginan vivir en otro ámbito que no sea el de la “cristiana cultura” de la American Way Of Life, responsable por cierto del peligroso deterioro del planeta. Ciertamente, uno esperaría que el compromiso ético, que supone la lealtad al evangelio de Jesús, produzca como resultado un posicionamiento capaz de juzgar con equilibrio y ecuanimidad lo que acaece en el país. Pero no es así, para desgracia del pueblo de fe. Unos cuantos representantes de estos sectores, lamentablemente, también se han convertido en instrumentos de la maquinaria de la mentira. A los primeros habrá que traerles a la memoria las palabras del catolicísimo pensador Jacques Maritain, quien dijo: "los medios deben ser proporcionados y adecuados a los fines" "Los fines de una acción se leen, se identifican, se descubren en los medios que se emplean, en el estilo o manera de hacer política. Allí y no en la verbalización de los fines se encuentra la clave para determinar la dirección real y verdadera de una acción determinada" "el aplicar medios intrínsecamente malos para alcanzar un fin bueno es simple necedad y desatino" (El hombre y el Estado). Mientras que a los segundos habrá que recordarles las concluyentes palabras de ese campeón de la dignidad, pastor evangélico, llamado Martin Luther King Jr. Cuando expresó: "Los medios destructivos no pueden conducir a un fin constructivo, porque los medios representan el ideal en acción y ya llevan el fin en embrión. Los medios inmorales no pueden conducir a fines morales, pues los fines preexisten en los medios" (La fuerza de amar).
No está de más recordar que estas advertencias deberían igualmente ser atendidas por los operadores políticos de la causa popular.
- Valmore Amarís es Pastor Presbiteriano. Coordinador de Comunicación y Formación de ECUVIVES
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