Brukman: Las pájaras tirándole a la escopeta
21/04/2003
- Opinión
El lunes por la tarde, después de infructuosos intentos
de resolver el conflicto desatado cuando los jueces
ordenaron el desalojo policial de la empresa recuperada
Brukman, cuatro trabajadoras de la empresa decidieron
poner el pecho a las balas, y atravesaron la valla
puesta por los represores, con la voluntad de
reingresar a la fábrica. Inmediatamente se desató una
gigantesca represión y una extendida cacería humana,
que no respetó ni la autonomía universitaria, ni el
Hospital de Niños Garraham. Hubo decenas de heridos
por gases, por balas de goma y de plomo; así como
decenas de detenidos. Hoy a las 17 hs. se vuelve a
marchar hacia la empresa, desde la Plaza Once.
Las obreras de Brukman estaban decididas. Toda la
Semana Santa acamparon frente a la empresa recuperada
el 18 de diciembre del 2001, a la que hicieron suya con
su trabajo cotidiano, mientras los dueños, los hermanos
Brukman, desaparecían en acción, obviando así el pago
de los salarios, las indemnizaciones y las deudas con
los acreedores y el Estado. Ahora que la empresa ha
vuelto a producir, y que incluso a tomado a nuevos
trabajadores, ellos reclaman por su propiedad privada,
y están dispuestos a obtenerla, a costa de la vida de
los trabajadores y trabajadoras. Así lo han expresado
ellos, y los jueces, y el comisario. Y nadie desde el
poder, ha hecho nada para impedirlo. La complicidad es
la palabra del orden.
Las obreras de Brukman no querían la violencia.
Querían ingresar a la planta para poner en marcha sus
máquinas como lo hicieron todos los días de todos los
años. Querían completar los pedidos que les habían
hecho diferentes clientes. Querían trabajar, como lo
hicieron toda su vida. Ellas aprendieron ayer, que el
derecho a seguir trabajando, es subversivo.
Celia Martínez, una de las dirigentes de Brukman, no
podía creer lo que expresa la resolución de los jueces
que ordenaron el desalojo: "no hay supremacía de la
vida y la integridad física frente a los intereses
económicos", dice claramente el texto que los jueces
Bonorino Peró y Piombo entregaron a un grupo de
abogados que exigieron que se hiciera pública esta
resolución, en la que también consta que el desalojo se
debía realizar "bajo secreto de sumario" y "previas
tareas de inteligencia que debían llevarse a cabo de
manera encubierta, para determinar cuál era el mejor
momento para ejercer la orden represiva". Celia me
dijo el lunes al mediodía: "pediles el texto a las
abogadas. No se puede creer lo que escribieron".
Las obreras de Brukman, como muchos de los que ahí las
estábamos acompañando, supimos que estos jueces de
cámara, que aceptaron impartir justicia durante la
dictadura, que rechazaron con la misma firma con la que
ahora ordenan la represión miles de hábeas corpus, los
mismos que aceptan que el punto final prescribe los
crímenes contra la vida humana, sean los defensores,
por encima de todo valor, de la sacrosanta propiedad
privada.
Las obreras de Brukman, obreras textiles como aquellas
del 8 de marzo, aprendieron muchas cosas en este tiempo
en que tuvieron que hacerse cargo de la empresa. No
sólo aprendieron a administrarla, a auto gobernarse, a
producir sin patrones. Aprendieron también la dignidad
de quien se vuelve sujeto de la historia. Por ello no
aceptan arrastrarse. Aprendieron a volar.
El lunes por la tarde, cansadas de esperar sin
respuesta alguna, rodeadas de la solidaridad de miles
de hombres y mujeres llegados hasta la puerta de la
empresa, las trabajadoras se resolvieron.
Las pájaras de Brukman se pararon frente a las vallas
policiales, vieron los rostros fieros de los
represores, cebados por los días de aguante, por las
humillaciones y el desprecio popular que se les escupió
minuto a minuto a la cara ("no alimente a los
animales", se leía en improvisados carteles del otro
lado de las rejas); midieron el tamaño de sus alas, e
intentaron el vuelo.
Las escopetas llenaron de gases el cielo de Balvanera.
Llanto que no era de tristeza lloraron las obreras.
Llantos de bronca. Llantos de gases. Llantos del
dolor de aprender en segundos los secretos del cuerpo
contra las balas. Llantos de la memoria que grita los
muertos del 19 y 20; por Darío y Maxi, por los
30.000...
Las pájaras de Brukman lograron volar. No fue lejos el
vuelo, porque las escopetas lo impidieron. Pero la
imagen de las cuatro mujeres que atravesaron las
vallas, será una página ineludible en cualquier
historia de la resistencia popular argentina.
Las obreras de Brukman, junto a las Madres de Plaza de
Mayo, junto a los piqueteros y piqueteras, junto a los
obreros de Zanon, junto a las asambleas populares,
junto a algunos periodistas que decidieron no repetir
los cuentos del poder sino denunciar la verdadera
historia, junto a unos pocos legisladores de izquierda,
junto a los muchos jóvenes, junto a las muchas
ancianas. Las obreras de Brukman, a las que el poder
en todas sus expresiones les dieron la espalda. A las
que dejaron en la estacada las centrales que se
llamaban obreras. A las que les faltó el apoyo más
decidido de los que creen que el fin de la historia o
el comienzo se encuentra en las próximas elecciones
fraudulentas.
Las obreras de Brukman hoy volverán a marchar hacia su
empresa. E intentarán volar las veces que sea
necesario. Porque creen, como las Madres, como las
palomas de la Plaza de Mayo, que "la única lucha que se
pierde es la que se abandona".
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