Oposición política en el país del “purpurado”

23/03/2010
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La política es entre otras cosas una actividad ordenadora, esto es, que en los órdenes sociales que el hombre ha creado desde que Aristóteles habló por primera vez de la politika (tiranías, monarquías, democracias, regímenes autoritarios, totalitarios etc.) se ha desarrollado la dicotomía poder-oposición o más modernamente, gobierno-oposición.
 
Cuando aparecen los partidos políticos - que son una creación del mundo moderno – también nacen los sistemas políticos, y con ello, se desarrollan una serie de teorías, categorías, conceptos etc. que pasan a formar parte del objeto de estudio de la Ciencia Política y de otras ciencias sociales. Expresiones como “oposición”, “conducta” o “comportamiento” político, “reglas democráticas”, “tolerancia”, “pluralismo” “alternancia” en fin, son lo sustantivo de la llamada “democracia liberal” (burguesa en cierta literatura política) sin olvidar por supuesto, “sufragio”.
 
Una vez que los sistemas políticos se volvieron más sofisticados, la cultura política dio paso al entendimiento de una serie de fenómenos propios de la política relacionados con el poder, uno de ellos, es la oposición. Es una expresión que alude a las controversias que suceden en el proceso de adopción de decisiones políticas que afectan a una sociedad o grupo determinado, la oposición aparece y se desarrolla en sociedades más o menos pluralistas y tolerantes como expresión de ideas e intereses contrapuestos.
 
También oposición se refiere al ejercicio de libertades y derechos (de expresión, reunión, asociación, participación, sufragio y de resistencia) como rasgos esenciales de sistemas políticos ubicados en las denominadas democracias occidentales. La oposición puede adquirir diversas formas, pero en el sentido estricto es decir, como parte del conflicto y la tensión que supone la política, se presenta como una aspiración contrapuesta de dos fuerzas: una que detenta el poder y otra que “aspira” al menos, al gobierno; esta aspiración puede verse realizada a través de la alternancia en el poder siempre y cuando éste verdaderamente se ponga en juego, y que al final, es decidida por un apoyo electoral mayoritario lo que quiere decir que la alternancia quien la decide es la gente.
 
El conflicto que en el fondo es la oposición, en el ámbito de la democracia liberal, se resuelve como se ha mencionado aquí, con la alternancia en el “poder” pero en la política-práctica adquiere modalidades según el sistema político en que tenga lugar. En aquellos sistemas parlamentarios por ejemplo, la oposición mediante un mecanismo de competencia interna selecciona al líder que asumirá dicha función, sobre todo, después de una elección que ha perdido, incluso el candidato perdedor puede mantenerse como líder en el congreso y en otras ocasiones, surgen liderazgos nuevos tal es el caso de Inglaterra en la actualidad donde la oposición es ejercida por un líder de alta figuración política como David Cameron, también está el caso de España con Mariano Rajoy como cabeza del Partido Popular y de la oposición, ambos representan al partido conservador de cada país.
 
En cambio en sistemas presidencialistas, la oposición se hace desde el Congreso tal es el caso de Estados Unidos que por lo menos a nivel oficial, la oposición está en la Cámara de Representantes a través de un minority speaker o portavoz de la minoría. Aquí también es escogido mediante un mecanismo de votación entre sus pares legislativos del partido, y se convierte en una figura política importante incluso para el ejecutivo por cuanto la aprobación de políticas internas y externas, pasan primero por la cámara y allí se decide si se colabora o se obstruye, según los intereses y el juego político.
 
Por su parte, en América Latina la oposición adopta formas diversas y a menudo depende de la fuerza política que tenga, fuerza que se ve expresada por el número de cargos de elección popular con que cuente; diputados, senadores, alcaldes o intendentes según el caso. Además, en aquellos sistemas con un presidencialismo fuerte, el papel de la oposición es más bien débil por su limitada capacidad de influir en la agenda del poder Ejecutivo por lo que sus actuaciones varían entre el apoyo y el conflicto, y casi siempre su conducta está determinada por intereses de corto alcance como los electorales por lo que en la mayoría de la veces, se trata de una oposición obstruccionista en la falsa creencia que si le va mal al gobierno, me va bien a mí.
 
Ahora bien, la oposición actúa y se desarrolla en un contexto social determinado en el que interactúan una serie de intereses variados y complejos dependiendo de la estructura social de cada caso, se sabe que las crecientes demandas sociales cuentan con una limitada respuesta y que los canales por los que tradicionalmente discurren dichas demandas, han perdido en una proporción preocupante, su capacidad de canalizarlas; me refiero a los partido políticos que dicho sea de paso, también perdieron el monopolio de la representatividad ciudadana en éste ámbito, hace mucho rato. Este aspecto resulta crucial para articular una oposición que pueda ser percibida como “una opción de gobierno”, existen varios casos en Latinoamérica de partidos fuertes, pero que tenían serias dificultades para acceder al poder por quedarse en la denuncia social.
 
En el caso de Honduras y para no retrotraernos a la época de la independencia donde aparecieron los “gacistas” o bacos o sea los conservadores; “cacos” o liberales, moderados, serviles y aristócratas los conservadores, fiebres, anarquistas y descamisados los liberales o “timbucos” y “calandracas”, la oposición ha girado más bien alrededor de las personalidades que han representado grupos o facciones de cada partido tradicional desde su fundación: “pirata de agua dulce”, “revolucionario profesional”, “conspirador incorregible”, “el más caro de los políticos profesionales” tal son algunos de los adjetivos que la “oposición” le daba al fundador del Partido Liberal, Policarpo Bonilla.
 
En un sistema bipartidista (en la práctica) como el nuestro (según la teoría política es multipardista) en el que el teóricamente el poder lo disputan los dos partidos tradicionales, la idea de oposición tal como se entiende modernamente, es decir, como forma de disconformidad política, como disentimiento, como límite, como alternativa, como contrapeso, como balance, como contraste etc. en una perspectiva democrática, no existe.
 
Para que exista la oposición política deben darse al menos tres condiciones: una, que quienes se consideran opositores sean distintos, es decir, tener una visión del mundo y de la sociedad contrapuesta, un modo distinto de ver el Estado, el mercado, tener valores políticos diferentes incluso, una cultura diferente y en consecuencia actuar distinto. Dos, aceptación y por lo tanto, tolerancia del disenso o sea aceptar y respetar la libertad y el derecho a disentir, a no estar de acuerdo y reconocer la vigencia de la tolerancia, y tres, que exista institucionalización de la misma como un principio democrático de la vigencia del régimen de libertades. Se podría agregar una cuarta condición, reconocer y aceptar que la oposición puede llegar a ser opción de gobierno, razón por la que el trato hacia la oposición es de mucho respeto sobre todo, si cuenta con un apoyo político importante.
 
En términos de política-práctica democrática, la oposición es esencial para el funcionamiento del sistema político, así sucede en aquellos países que cuentan con una democracia sólida, estable y madura. Como bien dice un editorial de Diario Tiempo, “la oposición es en cierto modo un gobierno a la inversa…que regula las acciones gubernamentales, a manera de freno…” y más adelante continúa, “probablemente la causa principal del colapso del sistema bipartidista hondureño ha sido, precisamente, su renuncia al funcionamiento de la oposición, la cual tiende a ser, en la práctica, una función constitucional”.
 
A la pregunta ¿quién hará la función de oposición en las condiciones actuales de continuidad del golpe militar? creo que la respuesta no resulta difícil encontrarla, pero antes deseo hacer un alcance. Cuando “incubaron” el Partido Unificación Democrática (UD) se abrieron unas expectativas esperanzadoras relacionadas con la posibilidad de que un referente político nuevo, “oxigenara” un poco el atrofiado y desfasado bipartidismo por lo menos, en términos de oposición; con el andar del tiempo y en la medida que la UD fue alcanzando cierto poder electoral sobre todo en el Congreso, hizo de la denuncia ciudadana no sólo su táctica de lucha política, sino también, una forma de oposición y como bien dice el mismo editorial aquí citado, al haber renunciado a la oposición, la clase política oligárquica (el subrayado es mío) se abalanzó sobre la disidencia representada en los diputados “udeistas”, en una muestra más de intolerancia y de total irrespeto a las condiciones mínimas del funcionamiento de la oposición.
 
Las humillaciones, insultos y groserías de que han sido objeto esos diputados, asfixian cualquier espíritu democrático. Sin embargo, podría objetarse y con razón, que la función de oposición ya no la puede ejercer la UD dado la decisión de integrar la junta directiva del Congreso y el nuevo gobierno. Sobre lo primero, soy de la opinión que es un acto que corresponde a la política misma ya que pertenecen a un poder eminentemente político como es el Congreso, ocurre en cualquier parlamento de cualquier democracia que se precie de ser moderna y democrática, lo segundo, eso sí me parece que invalida política y éticamente el derecho de hacer oposición, lejos de ayudar a la supuesta “unidad nacional”, se parece más a un acto de oportunismo políticamente impresentable.
 
Si se responde la pregunta planteada líneas arriba sobre quien debería ejercer oposición post golpe militar, en un sistema donde la oposición tiene un nivel importante de institucionalización debería hacerla un partido político pero ante esa ausencia, seguramente le corresponderá a una fuerza social que en el momento actual, está aglutinada en EL FRENTE NACIONAL DE RESISTENCIA POPULAR. La teoría política postula que las fuerzas sociales expresadas en movimientos y otras formas de organización, no tienen la función de hacer oposición política pues sus intereses se dirigen a conseguir determinados objetivos específicos.
 
Hace ya mucho tiempo, que se ha instalado en el ambiente político y en parte del imaginario colectivo que los partidos políticos tradicionales son como “dos hermanos que cada vez se parecen más”, y últimamente, se ha acuñado la frase “el partido púrpura” para significar con ello, el desaparecimiento de las “diferencias” entre ambos y la unificación total de la élites que en ellos están representadas tal como se demostró durante el golpe militar. La actual dirigencia del Partido Liberal casi en su totalidad, estuvo comprometida en la conspiración institucional contra el ex presidente Zelaya por lo que es fácil deducir, que tampoco puede hacer oposición, queda por ver, si el grupo del partido que se opuso al golpe está en capacidad de ejercerla.
 
Pero más importante que interrogarse sobre quién asumirá la oposición, es cómo se hace oposición y cómo debería ser. Claramente no es fácil abordar el tema sobre todo en una situación excepcional como la que vive Honduras, donde persisten hechos que caracterizaron al régimen de facto instaurado por la fuerza el 28 de junio como ser, la violación de los Derechos Humanos, la violencia contra miembros y familiares de personas y dirigentes del Frente de Resistencia, la presencia en las instituciones del Estado de quienes dirigieron el golpe militar, los medios de comunicación en su mayoría continúan empecinados en mantener el status quo y transmitir falsamente, la sensación de normalidad frente a hechos gravísimos como los mencionados.
 
No existe una receta pero sí algunos criterios que puede servir para orientar la creación de oposición : a. debe ser hecha por un liderazgo con credibilidad e importante figuración política, b. ser lo suficientemente inteligente para encontrar el equilibrio entre discrepar, destruir y proponer sobre todo si se tiene en consideración el objetivo de constituirse en opción de gobierno, c. debe ser capaz de mostrar las diferencias con el gobierno porque le hace mal a la democracia que los ciudadanos no perciban esas diferencias, d. debe ser capaz también, de hacer ver a la opinión pública que la oposición es un elemento esencial en el debate político y e. no ser percibida como una amenaza.
 
Por último, cuando la oposición política no existe, hay que crearla dice un lugar común porque sin ella, cualquier arbitrariedad puede ocurrir; abusos de poder, violación de la leyes, violación a la libertades y derechos etc. lo que da lugar sin duda, al surgimiento de la resistencia como un derecho y con ello aparece la desobediencia civil. La resistencia es la última opción que queda cuando se le niega a la oposición, el derecho de existir; presupone el rechazo y la ilegitimización del orden establecido por parte de amplios sectores de la sociedad. Hace poco le pregunté a un dirigente social en una comunidad de Comayagua, sobre lo “positivo” del golpe de Estado y en una muestra más de la toma de conciencia social y política de amplios sectores de la sociedad, sobre todo los más excluidos por el sistema, respondió con una seguridad que asombra: el golpe mismo!. Si quienes han vivido en la exclusión por años (cuasi analfabetos por demás) tienen esa claridad, ¿existirán otros (supuestamente letrados) con la capacidad para crear la oposición política en el país del partido “púrpura”? la respuesta, en un momento más.
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