Otra mirada frente al cambio climático

22/04/2010
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En el marco del Día de la Tierra y mientras en Bolivia se celebra la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra, un repaso por el rol de los países para cuidar el planeta y el papel de las mujeres en esa empresa.
 
Nos encontramos en una semana nutrida de citas ecologistas. Por un lado, hoy se celebra el Día de la Tierra que cumple en esta edición su cuarenta aniversario. El evento, organizado por primera vez por el senador estadounidense Gaylord Nelson, impulsó la creación de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. A lo largo de los años el Día de la Tierra se fue extendiendo por decenas de países. Junto a esta cita con un toque institucional y de moderada - por no decir escasa- visibilidad se desarrolla un evento más novedoso: la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra, en la ciudad de Cochabamba (Bolivia).
 
Queda en el recuerdo la Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU, celebrada el pasado diciembre, donde se evidenció la brecha entre los movimientos sociales preocupados (y afectados) por el cambio climático, y unos poderes políticos cómplices y/o rehenes de los poderes económicos, con poca voluntad de tomar medidas concretas.
 
La cumbre concluyó con un documento de mínimos, consensuado exclusivamente por unos pocos países (Estados Unidos, Unión Europea, Brasil, China, India, Sudáfrica) en el que se elevaba a 2º el límite de incremento en la temperatura para finales de siglo (frente a los 1.5º de los que se venía hablando) y no se establecía ningún mecanismo de evaluación y seguimiento, ni siquiera un calendario de reducciones de emisiones de carbono.
 
Las organizaciones de mujeres integrantes del Grupo de Mujeres y Género, de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático, denunciaron su inquietud antes la ausencia de avances e informaron que, como al resto de las organizaciones civiles, se les había impedido la participación en numerosos paneles.
 
El pasado marzo, Barack Obama - quien fuera el invitado estrella de Copenhague al haber despertado esperanzas tras plantear una drástica reducción de emisiones en su ambicioso plan de clima y energía - dio un giro a su discurso, abriendo la posibilidad de extraer petróleo en altamar en zonas hasta ahora protegidas. Con este paso el presidente estadounidense provocó la furia de los ecologistas, que le acusaron de alejarse así de sus compromisos. La traición de Obama escenifica bien el déficit de credibilidad que los líderes mundiales van acumulando en cuestiones ambientales.
 
Con la intención de integrar a aquellos que no sólo quedaron excluidos si no que fueron duramente reprimidos en Dinamarca (se detuvo a centenares de activistas permaneciendo algunos de ellos incomunicados durante días), Bolivia convocó la cumbre de Cochabamba, que se desarrolla entre el 19 y 22 de abril. Se calcula que participarán más de 15.000 personas, que incluyen a los presidentes del ALBA, a representantes de movimientos sociales, organizaciones civiles, pueblos indígenas, científicos y hasta artistas. Entre los objetivos de esta cumbre destaca la realización de un referéndum mundial del cambio climático, el establecimiento en el seno de Naciones Unidas de un Tribunal Internacional de Justicia Climática, y el impulso para consensuar una Declaración Universal de Derechos de la Madre Tierra.
 
Al margen de juzgar la eficacia de un encuentro de estas características y sin convertir su respaldo por parte del ALBA en un argumento de deslegitimación automática, no se puede negar que la cumbre supone un modo nuevo de enfocar el desafío del cambio climático, hecho que ha sido saludado con entusiasmo por movimientos sociales y ecologistas.
 
Nutriendo estos movimientos se encuentran, a veces bien visibles, a ratos relegadas a un plano secundario, muchas mujeres.
 
Mujeres que luchan por la Tierra
 
Es común, cuando se habla de mujer y medio ambiente, mentar el ecofeminismo. Sin embargo resulta difícil encontrar un cuerpo teórico o ideológico unívoco que explique este movimiento, sobre todo porque engloba distintas corrientes. Sí existe consenso en afirmar que se basa en la vinculación entre la explotación de la tierra y la explotación de la mujer en manos del patriarcado capitalista. En esta línea escribieron las más conocidas ecofeministas: la británica Virginia Henderson, la francesa Françoise d’Eaubonne, o la india Vandana Shiva.
 
La asociación tradicional de las mujeres al mundo de la naturaleza y de los hombres al mundo de la cultura ha servido históricamente para subordinar a las primeras. Sin embargo algunas ecofeministas retoman esta visión esencialista para darle un lugar privilegiado a la mujer en relación a la naturaleza, reivindicando su papel como defensora y transformadora de ésta. Más allá de esta perspectiva, se admite que, por sus roles sociales y económicos las mujeres tienen una vinculación más estrecha con la tierra, y son las más afectadas ante el deterioro ecológico. Así la lucha por el medio ambiente está íntimamente ligada con la lucha por la igualdad de género, y sólo integrando a las mujeres en las decisiones medioambientales podrá preservarse el planeta. 
 
A esta conclusión se llegó en la cuarta Conferencia Mundial de la mujer celebrada en Beijing en 1995, que introdujo la incorporación de las mujeres en la lucha por el medio ambiente como prioridad, idea desarrollada dos años después por la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas. La comisión recomendaba asumir una perspectiva de género en las políticas ambientales, e incorporar a las mujeres en la adopción de decisiones relativas al desarrollo sostenible, entre otras medidas. Principios retomados una vez más por la Primera Asamblea Mundial de Mujeres sobre Medio Ambiente celebrada en Nairobi (Kenya) en la sede del Programa de Naciones Unidas por el Medio Ambiente en Octubre del 2004.
 
Más allá de las iniciativas institucionales, lo cierto es que la implicación de las mujeres en la lucha por el medio ambiente es un hecho, múltiples son los antecedentes de movimientos ecologistas participados o encabezados por ellas, y varias son las lideresas que han conseguido el reconocimiento por su labor medioambiental.
 
Los movimientos de mujeres locales ligadas a la tierra, van desde las Mujeres Ecologistas de Petatlán (suroeste de México) lideradas por Celsa Baldovinos, que luchan contra la deforestación de las montañas del Sur del Estado de Guerrero, o las plantadoras de árboles del movimiento Cinturón Verde de la Kenyata Wangari Mathaai, primera mujer africana en recibir un premio Nobel (2004) y ministra de Medio Ambiente en su país entre 2003 y 2005, hasta el movimiento Chipko de la India, integrado mayoritariamente por mujeres que se abrazan a los árboles para salvarlos de la tala y de donde proviene la también Premio Nobel Vandana Shiva. Todos estos movimientos se han desarrollado y ampliado con los años constituyéndose en esperanzadoras plataformas de empoderamiento para las mujeres y de protección para el medio.
 
A veces certámenes como los premios Goldman para el Medio Ambiente, o los Right Livelihood Awards (conocidos como Nobel alternativos) sacan algunas de estas luchas a la luz, pero el resto del tiempo los focos se proyectan sobre los de siempre: políticos (principalmente hombres) que se reúnen de cumbre en cumbre sin acabar de asumir ningún compromiso determinante.
 
Va siendo hora de dirigir la mirada a esas miles de personas reunidas esta semana en Cochabamba y entre ellas buscar a esas mujeres que luchan cotidianamente por la conservación del planeta.
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