Salvar la construcción de fraternidad!
18/05/2010
- Opinión
Este lunes 17 de mayo el diario montevideano El Observador, según su puesta en la internet Observa.com.uy (http://www.observa.com.uy/Actualidad/nota.aspx?id=97027), anunció que el gobierno de Argentina no volvería a otorgar permisos de exportación de mercaderías hacia Brasil si estas son transportadas por buques que hacen escala en Montevideo. Dice, también, que en la próxima reunión de los presidentes Pepe Mujica y Cristina Fernández en Colonia, el próximo 4 de junio, el uruguayo le presentará por ello a su colega una queja formal, y por escrito.
Observa.com.uy no indica la fuente en la que se basó El Observador para hacer ese anuncio. Varias decenas más de medios electrónicos y digitales, transcurridas pocas horas, replicaron la noticia. Entre ellos radioemisoras rioplatenses tanto orientales como occidentales y el suplemento económico del diario Clarín. Simultáneamente, un Power Point que circula por correo electrónico sobre enormes agujeros que se encuentran en la superficie terrestre, ocasionados algunos por el hombre como una mina para extraer diamantes en Sudáfrica, al final muestra al más desmesurado: la Casa Rosada de Buenos Aires, donde, dice, se esfuman millones y millones de dólares…
Un día antes del anuncio de El Observador, en Gualeguaychú, una asamblea a la que se definió como ampliada, pero que reunió a un escaso 1% de la población local a pesar de que a ella concurrieron delegaciones de toda la cuenca del río Uruguay, resolvió no discutir siquiera una única alternativa al corte absoluto de la ruta en Arroyo Verde. Esta única y tímida propuesta de un ya antiguo asambleísta planteaba permitir el tránsito de automóviles y motos los fines de semana, para facilitar el otrora tradicional intercambio de visitas entre los pueblos de una banda y de la otra, y así construir nuevas o reconstruir complementarias instancias de lucha social y en defensa del ambiente.
El sólo surgimiento de su voz con semejante blasfemia desencadenó un ritual de mociones de orden y cabildeos de quienes dirigían el cónclave, disparado todo por el enjundioso llamamiento que hizo otro asambleísta que aducía que ya se había aprobado antes una propuesta por él realizada disponiéndose lisa y llanamente “continuar como hasta ahora”, poco más o menos.
De la reunión realizada en un club de la ciudad entrerriana también participaron una periodista ambientalista de Colón, así se define ella a sí misma, Silvia “Poli” Echevarría, y Delia Villalba, fraybentina que también lucha contra la pastera UPM, ex Botnia, y que antes militara en el Frente Amplio pero que desde hace varios años lo hace en Asamblea Popular, un desgajamiento de aquél que en las recientes elecciones generales uruguayas también sólo pudo acumular algo más de 1% del total de votos, porcentaje similar al de la “representatividad” de la asamblea del domingo.
Pero la cuestión numeraria no menoscaba los valores que puedan movilizar a Delia Villalba y a Poli Echevarría. La ambientalista colonense se esfuerza por difundir en el blog Cuatro gatos locos (http://cuatrogatoslocos-poli.blogspot.com/) alertas sobre la frágil situación del planeta, llamando a la solidaridad con todos quienes se enfrentan a la minería devastadora, la industria de la celulosa, las fumigaciones con glifosato, etc. etc. Una encomiable acción.
Delia es una mujer mayor, muy agradable, con quien hemos intercambiado saludos y compartido algún mate e inclusive una fotografía documental, precisamente en Arroyo Verde. A Poli no la conozco personalmente. Delia Villalba está muy enojada con los gobiernos de Vázquez y de Mujica, entiendo sus argumentos, y pareciera que para ella todo lo que signifiquen escollos en la gestión del actual presidente uruguayo hay que auspiciarlo y multiplicarlo. Poli Echevarría, en su breve alocución del domingo pasado, esencialmente destacando la ética e inclusive la épica de la lucha ambiental, se refirió en tono de queja al “capitalismo absurdo”.
En reafirmación de esa calificación, que no compartimos, pero sin duda desde otra perspectiva, otro diario de Montevideo retomó el tema lanzado un día antes por El Observador. El martes 18 de mayo El País informó en sus ediciones de papel y digital que la restricción al pasaje por el puerto de Montevideo surge de un ya existente convenio bilateral entre Argentina y Brasil, para que, efectivamente, las exportaciones entre ambos países (con frontera terrestre común, hay que recordarlo) que se realicen por vía marítima sean directas, de puerto a puerto.
Quien, según El País, manifestó malestar por ese convenio fue el Centro de Navegación presidido por Mario Baubeta, una entidad civil uruguaya que desde 1916 reúne a operadores portuarios, agencias marítimas, empresas aseguradoras, de depósitos de cargas y otros servicios conexos. Está bien, tienen todo el derecho del mundo a defender sus intereses comerciales y privados ante el gobierno de Uruguay, como lo han hecho en una presentación ante el ministro Almagro, de Relaciones Exteriores, y, además, conversarán sobre el tema con el agregado comercial de la embajada argentina, Berardi, quien tuvo la iniciativa de invitar a hacerlo a Baubeta y otros miembros del Centro. Las condiciones que impone el convenio entre Argentina y Brasil incidirían en exportaciones hacia Brasil de la producción industrial patagónica, que suelen llegar a Montevideo por barco y continúan en camión. Ahora la cosa está más clara; pero ayer sirvió para echar nafta al fuego y volver a alarmar con la conflagración entre “un pequeño país” y el “imperialismo kirchnerista”.
Cosas vederen queridos gurises
Todos los hechos humanos, voluntarios o no, suceden en contextos culturales, de época, según intereses de sus protagonistas, etcétera. Incluidos los hechos de gran incidencia política, sean estos explícitos o implícitos. Las conductas cotidianas en las que se enmarcan los hechos más trascendentes son indicadoras de tendencias. Esta mañana, mientras me desplazaba por una calle aledaña, vi en un lugar alejado del jardín y detrás de una construcción de la Universidad Nacional de General Sarmiento, en Los Polvorines, Provincia de Buenos Aires, dos solitarias sillas de plástico. Sin duda probablemente ayer, u hoy mismo más temprano, o anteayer o antes aún, dos estudiantes o docentes las trasladaron y usaron para conversar, quizá sobre cuestiones de sus quehaceres universitarios. Luego las dejaron ahí…
Ellos mismos, u otros viandantes, antes o después, quizá debieron hacer una cola frente a alguna entidad bancaria para acceder al cajero automático. La cola probablemente atravesara la entrada y salida de otras personas al y desde el banco, pero esa situación no los induciría a dejar un espacio libre. Es lo que sucede en “los híper” frente a las cajas, donde largas filas de clientes con sus carritos impiden que otros clientes circulen con sus respectivos carritos. Al comando del volante del auto, frente al semáforo rojo, si se detienen lo harán sobre la senda peatonal, no antes, y que quienes entonces marchen de a pie que, literalmente, se jodan. Si en lugar de conductores de un vehículo son inspectores de tránsito en una carretera, por caso en jurisdicción de Gualeguaychú, dejarán circular sin dar ningún aviso a quienes por descuido no han encendido los faros para prevención de colisiones, más adelante algún otro les avisará o no, o quizá directamente les aplique una multa. Los universitarios que abandonaron las sillas se quejarán sapientes y adustamente, y otro tanto harán todos aquellos que en una reacción típica de las aves de corral apenas sienten ruido a lata siempre están corriendo hacia el comedero.
Así fuimos y nos fue
El fenómeno asambleísta ambiental de Gualeguaychú nació bien, impulsado por activistas de un lado y del otro del río que no es un río sino un cielo azul que viaja (Aníbal Sampayo, Paysandú, 1926-2007). Entre ellos Delia Villalba y Silvia “Poly” Echevarría, la primera cruzando el puente desde Fray Bentos para avisar lo que se venía mucho antes de que se levantara el monumental adefesio industrial.
Ya lo he dicho varias veces, fue la época de la firma del tratado de promoción y protección de inversiones entre Uruguay y Finlandia, durante el gobierno de Jorge Batlle gestionado por blancos y colorados, en marzo de 2002 y ratificado por ley en mayo de 2004, con la oposición del Frente Amplio. Laura Vales, en el diario Página/12 del 5 de marzo de 2006, hizo un relato más que claro (las bastardillas son mías):
“Supongamos que las papeleras que se construyen en Fray Bentos comienzan a funcionar. Pasa el tiempo, un día ocurre un problema de contaminación. Los vecinos de Fray Bentos protestan. Y sus acciones –cortes de ruta que bloquean la entrada de camiones a las plantas, por ejemplo– perjudican a las empresas. La situación es nada más que una conjetura, pero ya está prevista y sus consecuencias, férreamente pautadas: el Estado uruguayo se verá obligado a indemnizar a las plantas de celulosa por sus pérdidas, aunque sean culpables de afectar el ambiente. Así lo establece el Acuerdo de Protección de Inversiones que Uruguay firmó con Finlandia, en cuyo artículo 6 se lee, sin maquillaje: ‘Los inversores que sufran pérdidas’ por ‘revueltas, insurrecciones o manifestaciones’ serán indemnizados ‘en efectivo, en moneda de libre conversión e inmediatamente transferible’, con una cifra que se calculará según el criterio ‘que resulte más favorable’ a los dueños de las empresas.”
¿Qué pasó después? Que personalidades emergentes de las clases medias, en general diletantes en las cosas políticas, asumieron la gestión a favor o en contra de la fábrica de pasta celulosa. No se profundizó en los riesgos y consecuencias en uno y en el otro obcecamiento. Hace poco, aquí mismo, en estas páginas de ALAI (“El fallo de La Haya: es lo que hay”), manifestamos que la primer medida de un gobierno realmente progresista y sin pujas internas hubiera sido en 2005 protestar aquel convenio leonino, y para hacerlo convocar a los pueblos y gobiernos hermanos para que lo acompañaran. ¿Adónde? A La Haya, pero por eso. Lo que se hizo fue “empastar”, y así resultaría imposible ganarle a los especialistas finlandeses. Pareciera que apenas fuera ayer cuando los británicos hicieran basa en los asuntos del Río de la Plata, y así estamos todavía.
¿La situación es producto de un “absurdo”? No… el capitalismo tiene sentido y es racional aunque pudiera parecer extravagante, irregular, chocante, contradictorio, arbitrario y disparatado como cualquier cosa absurda. Que el capitalismo es un sistema de dominación y expoliación en beneficio de una minoría que se apropia de los recursos sociales es otra cosa, pero no es absurdo. Lo absurdo es irrefutable: no se puede contradecir, rebatir o impugnar con argumentos o razones. El capitalismo es refutable.
Volviendo atrás con eso de las personalidades emergentes de la clase media. Quiénes sino esas personalidades, con disponibilidad de tiempo porque su desempeño es en calidad de pequeños o medianos empresarios o profesionales independientes, actividades objetivamente en nada absurdas, son las que se han ocupado de reivindicar el interés ambiental (el problema es que ahora aparecen pares que anuncian que si es necesario irán poco menos que al combate cuerpo a cuerpo para liberar la ruta, porque sus negocios se funden si no vuelven los viajeros Gualeguaychú-Fray Bentos y viceversa).
De la clasificación provocativa que estoy haciendo no eximo a los jerarcas de ambos gobiernos en apuros. ¿O no son ellas y ellos personalidades emergentes de la movilidad social en países con notoria población de origen inmigrante y que arrastra culpas y responsabilidades como la espalda dada a Artigas y el genocidio de los pueblos charrúa, toba y mapuche y de tantas otras etnias originarias? Algunos hicieron sus aportes al nacionalismo popular y otros en sus primeros votos ya renunciaron a la herencia de la condición proletaria de sus padres, sin que mediara tristeza o rezongo en estos porque si había era muy lábil la conciencia de clase en sí.
Ahora llegó la hora de hacer política en serio. Todavía no es tarde, pero el tiempo tampoco sobra…
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