Tupac Amaru? …Un fantasma recorre el Perú
22/07/2010
- Opinión
Inevitable pensar en García Márquez, Macondo y el realismo mágico. Policías, vecinos y la prensa infaltable en estos casos, observaban atónitos la bandera peruana con el rostro de Tupac Amaru que colgaba libre, ilesa, orgullosa en un balcón miraflorino, a la vista y paciencia de la clase media limeña. A nadie se le ocurrió que podría tratarse de una obra de arte, que fue parte de la colección Superhéroes de la patria del artista Germán Kino Ganoza ‘Cherman’, y que estuvo expuesta en el mismísimo Ministerio de Relaciones Exteriores.
Lo primero que se pensó es que se trataba de algún símbolo del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru – MRTA, que era una provocación, o que aquel departamento era nido de subversivos. Resultó ser solamente que el publicista Fernando Iyo, amigo de ‘Cherman’, quiso rendir un homenaje a la patria y reivindicar a un héroe nacional de una forma original, por lo que fue detenido y obligado a sacar la bandera de su casa. No debería extrañarnos que, como alguien escribió en el facebook, el Ministro de Educación sea citado a Seguridad del Estado por permitir imágenes de Tupac Amaru en los libros escolares.
Esto que podría pasar como una anécdota risible en los pasillos de algún bar del Centro de Lima, o como otro consabido video tragicómico y patético en youtube, que ya lo es, ha despertado la indignación y el cuestionamiento a las libertades por mucha gente.
Pero ¿qué hay detrás de esta paranoia con Tupac Amaru? ¿Por qué criminalizar una imagen? ¿Qué representa Tupac Amaru? ¿Quién era?
Quizás el nudo de la respuesta la encontremos en las expresiones de un vecino del refinado barrio de Miraflores entrevistado por la prensa televisiva mientras miraba la bandera y el rostro del Curaca de Tungasuca: “Parece la cara de una empleada, o de Tupac Amaru… no sé…” decía confundido y claramente preocupado.
Un fantasma recorre el Perú
La confusión entre una “empleada” y uno de los próceres oficiales del país, que no sólo lleva su nombre en innumerables calles, plazas y escuelas, sino que de uno de los principales salones del palacio de gobierno, resulta a primera vista exótica. Sin embargo, no puede ser más reveladora del Perú, el de ayer, el de hoy, el permanente.
Nada más lógico para un limeño de clase media, miraflorino, que asociar ese rostro de rasgos andinos pintado en la bandera con una “empleada”, es decir, lo que para ellos sólo puede ser una de sus sirvientas. Es la asociación inmediata y casi obligada en un país de entraña racista en el que la clase social siempre ha tendido a identificarse con los rasgos físicos. Es la mirada de la Lima blanca, acomodada, hacia el resto del Perú que considera serrano, indio o “cholo”, es decir amazónico, andino o cuando menos provinciano, con menos estatus y menos valor.
Aunque por razones contrarias, nada es más lógico también para el propio Tupac Amaru, que está bien lejos de ser esa estatua fría, inmóvil y de significados vagos de una supuesta “peruanidad” oficial.
A pesar que la ignorancia y el macartismo reinantes no pasen más allá de la monserga gastada del “terrorismo” y del contrasentido de una permanente preocupación por el “resurgir” del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru- MRTA, al que a la vez se le considera “definitivamente derrotado”, lo cierto es que las reacciones que la figura del fantasma de Tupac Amaru genera en el Perú oficial y la clase media limeña son las mismas que viene generando desde hace cuatro siglos.
Desde que los españoles cortaran la cabeza al primer Tupac Amaru (Felipe) en la plaza del Cusco en 1572, tras resistir militarmente por décadas en Vilcabamba, surgió inmediata y anónima entre los indígenas la certeza que la cabeza y el cuerpo volverían a reunirse para comandar otra vez la lucha contra los invasores. Doscientos años después, la cabeza y el cuerpo reunidos capitanearon, bajo Tupac Amaru II (José Gabriel), la rebelión anticolonial más grande en América, abarcando pueblos y territorios de cinco de las actuales repúblicas, decretando la libertad de los esclavos, la abolición de todas las servidumbres y discriminaciones raciales, las autonomías locales, y la independencia.
Derrotado también, esta vez los opresores descuartizaron y repartieron muy lejos los restos para asegurarse, pero los “cholos” porfiados de inmediato aseguraron que subterráneamente sus restos se reunirían gradualmente para volver a la lucha. Desde entonces, “Tupamaro” ha sido el sinónimo de todos los miedos de los opresores, y Tupac Amaru el fantasma paciente que no descansa ni deja descansar.
El último Tupac Amaru (Juan Bautista) enlazó su lucha con la de San Martín y Bolívar. Tupamaros fueron llamados los montoneros patriotas de la independencia, los guerrilleros uruguayos de los 1970, uno de cuyos jefes es hoy presidente de ese país. Tupac Amaru la guerrilla peruana siempre derrotada y siempre temida cada tanto en cualquier parte por el Perú oficial. Tupac Amaru, en fin, ese que no se sabe bien si no estará en el rostro de cualquier empleada u hombre sencillo de la calle… esperando, esperando su momento.
- Lucía Mariana Alvites S. es Socióloga peruana. Cursa el Magíster en Estudios de Género y Cultura en América Latina de la Universidad de Chile. Integrante de diferentes movimientos y organizaciones sociales.
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