A treinta años del golpe de estado: recuperar el pasado
27/06/2003
- Opinión
"Quien es dueño del presente domina el pasado; quien es dueño del
pasado domina el futuro." George Orwell ("1984")
Uno de los elementos centrales de esa gran anti-utopía del siglo XX
que es la novela "1984" de George Orwell, es la contínua
transformación del pasado. En la pesadilla orwelliana, el
protagonista (Winston Smith) trabaja en el "Ministerio de la
Verdad," una repartición estatal que se encarga de modificar los
registros históricos de acuerdo a las necesidades del partido único
que gobierna Europa. En su oficina, Smith recibe periódicos viejos y
vuelve a redactar los pronósticos y las promesas del "Gran Hermano"
para que se ajusten a lo que realmente sucedió luego.
Del mismo modo, cuando el gobierno "desaparece" a quienes intentan
luchar contra su dictadura, hace borrar sus nombres de todos los
registros burocráticos. Detalla Orwell en su novela: "En la inmensa
mayoría de los casos, no se abría proceso ni se informaba al público
de la detención. La gente sencillamente desaparecía, casi siempre de
noche. Se borraba de los registros el nombre del preso, eliminándose
todo vestigio de su identidad o de sus antecedentes personales; su
existencia era negada y luego echada al olvido. El individuo
resultaba suprimido y liquidado: 'evaporado' era la expresión en
boga."
Aquí en Uruguay, el 27 de junio pasado se cumplieron 30 años de la
disolución del Parlamento decretada por el presidente Juan María
Bordaberry (Partido Colorado, 1972-76). La ocasión fue propicia para
que se desarrollara una serie de actividades alusivas, que fueron
desde manifestaciones de repudio hasta la inauguración de un centro
de estudios que lleva el nombre del fallecido embajador de la
dictadura y ex presidente Jorge Pacheco Areco (Partido Colorado,
1967-1972). El tenor de dichas actividades demostró una vez más que
en estos temas, el país está dividido en tres grandes franjas: la de
los militares y sus acólitos más directos, que reivindica el
avasallamiento de las instituciones y las violaciones a los derechos
humanos en nombre de un interés mayor llamado "Patria"; la de los
políticos de derecha, que echa las culpas de lo sucedido al accionar
de la guerrilla tupamara, que provocó la irrupción de las fuerzas
armadas en la vida política del país; y la del campo popular, que
afirma que el Golpe de Estado fue dado para destruir el movimiento
obrero y poder luego proceder a una brutal rebaja salarial que sólo
benefició a la oligarquía y la burguesía nacional.
Por boca de sus principales líderes (los ex presidente Julio
Sanguinetti y Luis Lacalle), los gobernantes Partido Colorado y
Partido Nacional insisten en la segunda opción, y han aprovechado
sus discursos en las jornadas de recordación realizadas en el
Parlamento Nacional para machacar sobre el tema. Por supuesto que se
cuidaron muy bien de evitar mencionar el hecho de que para junio de
1973 la guerrilla tupamara estaba totalmente derrotada, ya que si
tomaran en cuenta dicha circunstancia, su castillo de naipes
ideológico se les derrumbaría estrepitosamente. Ambos insistieron en
que en esos inicios de la década del 70 Uruguay vivió una guerra y
tienen razón. Pero no fue una guerra entre las instituciones y la
guerrilla; fue una guerra entre la burguesía y la clase trabajadora
que se sintetiza en la consigna que por aquellos años levantaba la
Tendencia Combativa: "La Guerra es contra el Pueblo."
Tan contra el pueblo fue esa guerra, que la abrumadora mayoría de
los miles de presos políticos que hubo en nuestro país en esos años
pertenecía al movimiento sindical y estudiantil, y nunca en su vida
había tomado entre sus manos un arma más letal que un cuchillo de
cocina. Sin embargo, la dictadura se ensañó con ellos y los
desapareció, torturó, y asesinó con saña. Ejemplo paradigmático de
esta circunstancia es el caso del maestro Julio Castro, quien fue
secuestrado por los militares el 1° de agosto de 1977, cuando tenía
69 años de edad, y sigue desaparecido hasta el día de hoy.
Sanguinetti y Lacalle culparon a la intolerancia y a la
intransigencia del quiebre en nuestra vida institucional. Por
supuesto que ambos también omitieron minuciosamente referirse a los
asesinatos, desapariciones y torturas cometidas por los gobiernos
inmediatamente anteriores a la dictadura, de los que el ex
presidente Sanguinetti fue ministro de Educación y Cultura.
En ese mismo marco recordatorio, el ex comandante en jefe del
Ejército del gobierno de Julio Sanguinetti, el teniente general (r)
Daniel García dijo muy claro: " Una enorme cantidad de políticos fue
a golpear las puertas en los cuarteles para empujar la acción e
irrupción de las FFAA y la ruptura del orden constitucional porque
entendían que el sistema político era incapaz de dominar el desorden
de la sociedad y esas medidas extremas era la única solución para
evitar el caos." Por supuesto que no dió el nombre de esa "enorme
cantidad de políticos," aunque no es necesario investigar mucho para
descubrir quienes fueron. Muchos de ellos colaboraron luego
directamente con la dictadura, y muchos otros vivieron
tranquilamente en el país durante toda esa década infame. Los otros,
debieron exilarse o fueron encarcelados, desaparecidos y asesinados.
Entre quienes fungieron como consejeros de estado de la dictadura
había varios políticos de los partidos Colorado y Nacional. Por lo
pronto, el primer presidente de esa cohorte de amanuenses de los
militares fue Martín Etchegoyen, entonces líder del Herrerismo, el
sector que hoy lidera el ex presidente Luis Lacalle. También a su
mismo partido y a su mismo sector pertenecían los consejeros Ricardo
Reilly Salaverry, Antonio Gabito Barrios, Domingo Burgueño Miguel y
Daniel Rodríguez Larreta, por no abundar. Por su parte, el partido
de Julio Sanguinetti estuvo ampliamente representado: Pedro W.
Cersósimo, Wilson Craviotto, Walter Belvisi Marcial Bugallo, Hugo
Manini Ríos, Alejandro Végh Villegas, Eduardo Praderi, Mario
Coppetti, y Pablo Millor, integraron dicho consejo, entre otros.
Vuelta la democracia, casi todos los mencionados integraron las
listas de sus respectivos partidos y desempeñaron cargos en los
gobiernos de Sanguinetti y Lacalle.
Los dos ex presidentes siguen repitiendo una y mil veces el falso
discurso con el que la derecha uruguaya pretende ocultar su
complicidad con la dictadura que asoló el país durante más de una
década. Son dignos alumnos de Goebbels e intentan repetir mil veces
una mentira para que se transforme en verdad. Los uruguayos decentes
seguiremos desenmascarándolos una y otra vez. No permitiremos que
dominen el pasado porque no queremos que dominen el futuro. Ya
sabemos de lo que son capaces.
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