Tres meses después, el sismo es político
29/04/2010
- Opinión
La noche del 16 de abril marca la fecha en que el gobierno de Haití le abrió las puertas a la participación directa, en sus decisiones gubernamentales, a estados donantes y bancos de desarrollo, entre otras agencias extranjeras, lo que algunos califican como una pérdida de la soberanía constitucional.
Uno de ellos es el senador y especialista en derecho Youri Latortue, del Partido Artibonite en Acción, en el Departamento del mismo nombre. Latortue rehusó votar ese día a favor de la resolución del Senado que creó la Comisión Nacional de Reconstrucción, argumentando públicamente que no podía aprobar tal medida porque "es contra la constitución y viola la soberanía".
La votación fue realizada por un Senado a medias, con apenas 13 senadores a favor, uno en contra, dos abstenciones y otros 11 ausentes. El Senado de Haití cuenta en total con 30 miembros; sin embargo, 10 ya habían terminado su mandato y sus escaños quedaron vacíos por falta de convocatoria a nuevas elecciones, al término de sus periodos.
La Comisión que nombró el Senado está co-presidida por Bill Clinton, el esposo de la Secretaria de Estado de los Estados Unidos y representante especial de la ONU para Haití, y el primer ministro haitiano Jean-Max Bellerive. La componen, además, una decena de representantes de los países donantes, los bancos multilaterales, la Comunidad del Caribe (Caricom) y las Naciones Unidas.
Las naciones que más fondos prometieron para la reconstrucción de Haití en la Cumbre de Donantes del pasado 31 de marzo, en la sede de la ONU, en Nueva York, son: Estados Unidos, Canadá, Brasil, Francia y Venezuela.
Con igual cantidad de miembros que la parte internacional, la nacional se compone de legisladores, empresarios, otros servidores públicos y un sindicalista. El Trust Fund multilaterial, creado para tales efectos, será supervisado por el Banco Mundial.
Las medidas que acompañan la creación de esa comisión extienden por 18 meses el "Estado de emergencia", lo que autoriza al gobierno haitiano a usar los fondos y tomar otras medidas necesarias para la reconstrucción, sin tener que pasar por la aprobación del Parlamento y sobrepasando los mecanismos de control y rendición de cuentas ordinarios vigentes en el país.
El presidente puede vetar las decisiones de la comisión, con lo cual el ejecutivo tiene poderes unilateralmente centralizados para actuar, pero también queda sin responsabilidad alguna para rendir cuentas en el ámbito nacional sobre sus actuaciones y el uso del dinero.
Analistas locales estiman que, difícilmente, el presidente contradiga los deseos de una comisión con una fuerte representación financiera de quienes ponen el dinero; ni creen que considere propuestas que se salgan del deseo de los donantes, dado que representantes nacionales en la comisión pertenecen a un gobierno saliente y sin mecanismos de participación social y política de otras fuerzas. Un sindicalista es la excepción que prueba la regla.
Pese a que el texto del "Estado de emergencia" estipula que, eventualmente, tras la crisis, el Primer ministro debe rendir informe al senado, es muy probable que, a la larga, cuando al fin suceda, ellos no estén ya en el gobierno.
El propio mandato del Primer ministro vence a inicios del año entrante y, aunque no hay indicios de elecciones a corto plazo, tampoco hay plazo para esa rendición de cuentas después de los 18 meses.
Igualmente, el senado actual puede que tampoco sea el que reciba el informe, ya que su mandato vence en mayo de este año y tampoco se sabe cómo y cuándo podría ser electo un nuevo cuerpo legislativo.
La decisión que otorga poderes únicos al presidente, y que les abrió las puertas a los organismos financieros y gobiernos donantes a participar directamente en las decisiones sobre el futuro de Haití, tiene como trasfondo inmediato las promesas de casi cinco mil millones de dólares para la reconstrucción, en esos 18 meses.
Así lo ha confirmado el presidente Preval cuando contestó a Latortue, públicamente, diciendo que las cosas se habían hecho así para recibir los fondos.
Otro "trasfondo" ha sido planteado por Naomi Klein, autora del libro La Doctrina del Shock*, cuando dijo, en entrevista con Amy Goodman (Democracy Now, 14/01/10), que era muy probable que, desde el inicio de las operaciones de mitigación en Haití, algunas fuerzas impulsaran la doctrina del shock en su trabajo.
La tesis de Klein se basa en el reconocimiento de que el economista e ideólogo del neoliberalismo, Milton Friedman, articuló la política fundamental del capitalismo actual cuando dijo que "únicamente una crisis —real o supuesta— produce un cambio real; cuando la crisis se produce, las acciones que se adoptan dependen de las ideas prevalecientes."
Ello implica que la conmoción y confusión provocadas en la psiquis social, cuando ocurren desastres y contingencias, posibilitan hacer cambios que en otro momento son inaceptables.
El terremoto, dice Klein, "ofrece la oportunidad para reestructurar el gobierno y la economía haitianos, disfuncionales desde hace tiempo…". Para Klein, esta tesis de Friedman se convirtió rápidamente en una doctrina que, de inmediato, se tradujo en una política prevista por los Estados Unidos para Haití.
No habían pasado dos días del terremoto cuando testigos daban cuenta de los convoyes estadounidenses de camiones militares de guerra entrando en Haití como si de un conflicto armado se tratara. Desplazaron más de 10.000 soldados y se encargaron de tomar las decisiones del aeropuerto, donde además estaba "acampando" el presidente.
Desde allí, al menos en una ocasión, evitaron el aterrizaje de aviones de ayuda de Francia y aprobaron el ingreso de más equipo militar de guerra. Hasta violaron la normativa internacional: distribuyeron la alimentación como lo pueden hacer solo en guerra y conflicto armado, es decir, tirándola desde los aviones.
Se dice que "a caballo regalado no se le mira el diente". Pero esa política del shock es igual a la vieja estrategia de guerra del Caballo de Troya. Klein sostiene que los poderes de la globalización corporativa aprovechan cualquier circunstancia de caos o crisis para implementar lo que no pueden hacer en momentos de normalidad jurídica y social, o natural.
Esa es la doctrina. Cuando las fuerzas vivas de un país están en shock, toleran y a veces hasta aplauden medidas que en otro momento no admitirían. Incluso son capaces de renunciar a sus derechos.
Es el caso de Estados Unidos con el Patriot Act, después del 11 de septiembre, cuando cayeron las Torres Gemelas en Nueva York. En tiempos normales los "usamericanos" no hubiesen renunciado a sus derechos civiles, como queda estipulado en esa ley que permitía al gobierno de Bush interceptar casi cualquier tipo de comunicación y suspender otras libertades sin permiso del Congreso, frente a cualquier indicio de terrorismo, sin definir siquiera qué es un acto o una persona terrorista.
Ahora, en Haití, lo hacen en grande, bien grande, según observadores internacionales. Se han enquistado en un gobierno extranjero. Es tan fuerte la asociación de la doctrina en las diferentes experiencias donde Estados Unidos la ha implementado recientemente, que la propia Clinton dijo el 9 de marzo, en Front Line News, luego de su visita a Haití, que recuerda "cómo me sentí el 9/11 y lo difícil que fue, tan solo, tratar de empezar a catalogar lo que tendría que hacer como senadora de Nueva York".
Lo que hizo en esa ocasión fue avalar la política de Bush de adoptar el Patriot Act.
Y ahora, sobre lo que hace su gobierno en Haití, a pesar de los fracasos del pasado —que fue el tema que le planteó el periodista en la entrevista—, Clinton, en su calidad de Secretaria de Estado de su país, dice que "no hay garantías, pero creo que tenemos una mejor posibilidad ("better shot" es el término que usa, lo que significa un "tiro certero" en su connotación militar), en parte porque el terremoto ha sacudido, literalmente, a todo el mundo."
El shock ha ocurrido, todo lo demás sigue el curso de la doctrina.
* La palabra shock, del inglés, significa tanto "choque" como "trauma", por lo que, en lugar de traducirla, aquí se hace la salvedad, para afirmar que ambas acepciones son relevantes, aplicándose al referente de los que provocan el choque con sus acciones, como si el referente es el estado de trauma de los demás actores que no reaccionan por ello. En Haití, especialmente, el referente del trauma es relevante, con el surgimiento de una palabra: "pantan", que casi no se usaba en el vocabulario créole y que ahora es pan de cada conversación, significando un trauma muy profundo. Se dice popularmente que la gente no reacciona a lo que está pasando como lo ha hecho siempre (resistencia y protesta), porque está en estado de pantan. Pero la misma gente se pregunta qué pasará cuando despierten y vean en lo que se está convirtiendo su país.
Fuente: http://www.redsemlac.net/web/
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