Un feminismo, asentado en comunidades y territorios, parece estar emergiendo en Honduras

22/05/2013
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                                                      Reportaje en tres partes:
1.
Un emergente feminismo asentado en territorios y comunidades
2. Los sueños se construyen “despertando a la realidad desde nuestros deseos”
3. Son hijas de su tiempo* y de la hora del feminismo*
 
 
                                           A manera de motivación: 
 
Las mujeres reconstruimos nuestras vidas cuando re-creamos nuestra historia vivida, usando las categorías feministas que le dan un nuevo sentido emancipador a lo vivido. Esa es nuestra narrativa.
 
Dice el activista estadounidense Marshall Ganz que una de las cosas que distingue a los grupos de interés de las movimientos sociales es que los últimos tienen narrativa construyen una narrativa y que esas narrativas son parte de su construcción social porque los movimientos sociales no solo están tratado de cambiar la política y la economía, sino que buscan resignificar sus sentidos. “No se trata, para los movimientos, de que se distribuyan bien los bienes, sino de redefinir lo que es el bien común” dice Ganz.
 
Las feministas aportamos emancipatoriamente a la narrativa colectiva cuando significamos lo que el “bien común” quiere decir para nosotras cuando, como sujeto político, nos incluimos plenamente en nuestras construcciones sociales. A eso es a lo que yo le llamo tejido social emancipatorio.
 
           Un emergente feminismo asentado en comunidades y territorios
 
Un feminismo asentado en comunidades y territorios parece estar emergiendo en Honduras. Es un feminismo que reta las estrategias tradicionales de resistencia de movimientos sociales que no tocan los cambios personales necesario para desmontar los patriarcados, capitalismos, andropocentrismo y racismos que repercuten en la vida y el tejido social que construimos cotidianamente.
 
La resistencia que hacen las mujeres indígenas, afro y campesinas con sus comunidades en los territorios en Honduras, como son el Valle de Siria en San Francisco Morazán, El Valle del Aguán en Colon, las comunidades Garífunas en Atlántida y las Lencas en Intibucá por preservar sus vidas en sus comunidades y territorios y por preservar las formas de vida del ambiente que es su territorio, tiene características de un emergente feminismo que tal vez hasta estos tiempos no había tenido expresión visible en nuestras sociedades. Casi imperceptible a las miradas que disociamos ambiente de gente, ese feminismo aporta categorías integradas que el mundo necesita hoy más que nunca.
 
Dice Eduardo Galeano en una entrevista con Amy Goodman en Democracy Now el 8 de mayo de ese año que todavía no entendemos a cabalidad que los recursos que son alimento hoy, serán el hambre de mañana, para referirse al problema actual de los movimientos “la separación entre los derechos humanos y los derechos de la naturaleza”.
 
Esas feministas en comunidad lo saben mejor que nadie porque ellas producen alimentos y viven de la tierra o con la tierra. Son feministas porque están desarrollando una resistencia y propuestas integradas que no dejan por fuera que la vida de esos recursos, no está separada de los paradigmas y las formas de explotación y dominación que se ejerce contra ellas y que ellas resisten integralmente desde sus visiones de mundo y propuestas.
 
“El ser humano es lo más importante, que esté bien, porque de lo contrario no podemos luchar contra el capital, que es lo que destruye el planeta. Y para eso hay que descolonizar nuestras mentes y actuar políticamente” dice Miriam Miranda, garífuna, Coordinadora de la no gubernamental organización social Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH).
 
La de esas feministas es una lucha frontal en los territorios y comunidades contra megaproyectos, formas de gobierno y prácticas patriarcales cotidianas que impactan negativamente sus territorios, sus culturas, sus cuerpos y sus vidas.
 
Ese feminismo en comunidad, muy conectado con las luchas por los territorios, la cultura propia, sus cuerpos y la vida (incluidas sus vidas como mujeres), parece estar haciendo aportes y conexiones que rebasan la “resistencia” y la “defensa”, para colocarse en la creación de un nuevo tejido social emancipador que reta individual y colectivamente la separación entre lo público y lo privado y la separación entre el cambio social y el individual en relación con la integración de humanas y humanos del resto de la naturaleza.
 
 
Miriam Miranda, foto Margaret Thompson, Escribana
 
Miriam Miranda también dijo a Escribana que hoy enfrentamos una situación sin precedentes y por eso tenemos que usar todas nuestras capacidades creativas para crecer, porque esos poderes son tremendos contra nosotras. “No podemos seguir dando solamente respuestas reactivas, sino retomar la capacidad de recrear la vida, las alternativas duraderas, para el futuro, integradas… fortalecer la recreación del tejido social desde nosotras. Que en los mismos movimientos sociales podamos romper con las formas de discriminación, hasta mutua entre mujeres, más allá de “tolerarnos.” Esta lucha la vamos a ganar en la medida en que trabajemos esto arduamente.”
 
Explicó a Escribana que quería decirlo como lo hablan en lo comunitario, “allí decimos que las mujeres somos las dadoras de vida, pero también de cultura e identidad, es por eso que nos tenemos que preparar muy bien, porque esas son cosas fundamentales, y por eso tenemos que saber lo que está pasando alrededor nuestro. No podemos quedarnos en el espacio de la casa y tenemos que prepararnos para conocer todo lo que pasa para educarnos y educar a los hijos en libertad. Saber cómo nos afecta lo que pasa en el mundo. Tenemos que luchar por sostener, en las luchas, los valores que nos han caracterizado y que nos están arrebatando: la solidaridad entre nosotras, para serlo con el mundo. La ayuda mutua, luchando por la colectividad.”
 
Teresa López, mestiza que forma parte de la Cooperativa “El Esfuerzo” en El Porvenir en la región garífuna, cooperativa que tiene 20 años de creación y desarrollo y ahora ha sido encerrada en un terreno de un mega proyecto de “barrio modelo”. “Nuestros ancestros nos heredaron estas tierras garífunas y no las vamos a entregar a nadie. Queremos un desarrollo nuestro, desde y para nosotras, en armonía con las naturaleza y nuestra cosmovisión, no uno impuesto sobre la vida de nuestros pueblos. Es comida la que producimos. Nos quieren sacar para mega turismo, pero eso también acaba con toda una cultura. Las mujeres de la cooperativa, además de producir, en el 2008 tuvieron una iniciativa de hacer un pequeño proyecto de ecoturismo para el cual hicieron tres cabañas y una cocina, pero un viento se las destruyó. “Lo levantaremos nuevamente, luchamos hasta contra el impacto del cambio climático; solo hay un planeta y es responsabilidad de todos.”
 
 
                                    Teresa, foto Margaret Thompson, Escribana
 
Ellas aportan nuevas categorías al feminismo que integran, desde sus propias cosmovisiones y paradigmas simbióticamente ligadas al territorio y la cultura, nuevas formas de asumir el feminismo en las luchas neurálgicas del contexto actual en el que una de las principales amenazas que se cierne sobre la posibilidad de la especie humana de seguir viendo en el planeta es la voracidad y el salvajismo de la “economía verde” que recorre nuestra región y el mundo.
 
Ese feminismo en comunidad aporta dimensiones hasta ahora poco integradas por otras expresiones de feminismo que todavía disociamos los derechos humanos de los derechos del resto de la naturaleza.
 
A la pregunta de Escribana a Miriam Miranda si hay un lugar para el feminismo en las comunidades y territorios, dijo que eso es una realidad cambiante, que ha cambiando mucho. Muchas de las personas en la resistencia comunitaria somos mujeres y esas mujeres se consideran feministas. “Lo que ha faltado es sistematización de esas prácticas de resistencia, esas experiencias de las mujeres que día a día luchan en sus comunidades de maneras increíbles por recrear un tejido social desbaratado y cuidar su entorno, a veces un chorrito de agua que crece y por el que pelean porque es nuestro planeta. No le damos importancia a eso, que muchas veces es lo más significativo en este momento que vivimos. Y muchas veces, hay una separación. Se dice que en muchos países hay una crisis profunda del movimiento feminista y creo que se debe a esa separación en relación a las mujeres de comunidades rurales que permanecen ligadas a procesos significativos de lo que vice la humanidad en el planeta.”
 
Ellas, a la vez que resisten el autoritarismo, el militarismo, la degradación ambiental, la mercantilización de los procesos de la naturaleza, el secuestro de los estados y gobiernos por parte de las corporaciones y la violación de los derechos humanos,  levantan alternativas que rebasan la “resistencia” y “defensa” frente a las políticas públicas del estado corporativo como tal, para incluir, en su participación, sus propias experiencias, visiones y necesidades como mujeres cambiando y cambiándose para cambiar sus colectividades. 
 
Noemi Dubón es coordinadora del Foro de mujeres por la vida, una iniciativa de 14 organizaciones de mujeres que nació el 8 de marzo del 2003. “Nos juntamos no solo para compartir lo que pasa, sino lo que nos pasa y hacemos como mujeres.” Ella es una de las organizadoras del próximo Encuentro Nacional de Mujeres a realizarse en agosto en el país. Es la primera vez que se juntarán mujeres de todos los sectores en todo el país para enfrentar lo que pasa en el país pues desde el golpe de estado en el 2009 todo se ha recrudecido, en especial la represión generalizada y la específica contra nosotras y se ha recrudecido el control de los cuerpos de las mujeres en la reproducción, por ejemplo la prohibición de la pastilla del día después.
 
 
                                 Noemí Dubón, foto Margaret Thompson, Escribana
 
“Las fuerzas las sacamos las mujeres del lugar en la procreación, pues tenemos mucha responsabilidad con las generaciones y de eso sacamos fuerza, porque esa lucha no es como un proceso electoral – de un momento y luego dos (se ríe) o cuatro años – esto es un cambio largo porque es cultural también y porque las cosas se han recrudecido. Hay un sistema capitalista que se recrudece, pero hay otro opresor, que es el patriarcado y que está en nuestras organizaciones mixtas y en nuestros compañeros, que tiene que cambiar también. Estar donde se toman las decisiones y tomarlas bien por nosotras y desde nuestras propuestas también. No es contra ellos, pero sí contra sus prácticas en las que somos las que servimos y ellos los servidos, nosotras las que luchamos y ellos toman las decisiones.”
 
La relevancia, para las mujeres mismas, de esta forma de estar en las luchas es que ellas, que son desproporcionalmente afectadas por las políticas del corporativismo en la actualidad, hoy día no dejar por fuera o para mañana los cambios que necesitan hacer en sus vidas, las de sus hijas e hijos, familias, y organizaciones  como parte del cambios que quiere ver en su país y en sus territorios y comunidades. 
 
Consuelo Castillo es una campesina del Movimiento Unificado Campesino del Aguán (MUCA) y procuradora del Observatorio de Derechos Humanos del Bajo Aguán, inaugurado en noviembre del 2011 ante la situación de violencia que se vive en la zona por el conflicto agrario.  “Desde niña yo pensaba en eso de la discriminación y los atropellos que vivíamos las mujeres porque los miraba y los vivía, pero no tenía ese gesto de una mentalidad avanzada como para desarrollar y expresar lo que veía que se daba contra la mujeres.”
 
 
                               Consuelo Castillo, foto Margaret Thompson, Escribana
 
Dijo a Escribana que aprendió a entender eso en talleres de formación, en los que “lo primero que aprendí es que tenemos muchos derechos como mujeres y se violentan diariamente, empezando por el mismo derecho a la vida y el derecho a la alimentación, a la educación, a la salud – que se viola diariamente y que es fundamental porque sin salud no podemos vivir y luchar. También el derecho a reproducirnos tomando las decisiones sobre nuestro cuerpo – todo el mundo cree que les pertenece, hasta querer decirnos cuántos hijos tener.”
 
Contó que en una asamblea un dirigente propuso que las mujeres ya no pariéramos por decisión de la organización y menos las que no tenían marido. Les caímos encima todas, argumentando indignadas. Es una tremenda discriminación, cada una es dueña de su vida para decidir, un derecho.
 
Es madre soltera jefa de hogar. Explica que educa a sus tres hijos “en igualdad”. Recordó con dolor y tristeza cuando su el padre de su primera hija, al nacer ésta, le dijo a un amigo que había tenido “un juguete para los hombres o carne para los perros”. Dijo que juró que sus hijos no sería como el padre. “Los dos niños míos se lavan su ropa y hacen cocina y lavan sus platos – a los niños les dicen que no se acerquen al fuego porque se hacen maricones, pésimas prácticas discriminatorias. Es difícil porque ellos me retan, diciéndome que no son mujer, pero no los dejo y les hablo. Y las niñas les enseño a pensar en sus derechos. Luchamos por darle vuelta a la página de la historia actual: somos iguales y cuando nosotras cambiamos, cambiamos nuestro país. Es un trabajo pesado pero es parte de la lucha. Con estas prácticas, nuestro país sería diferente.”
 
Su relevancia para el conjunto de los movimientos de resistencia y para los derroteros de la sobrevivencia de formas de vida no corporativizados en nuestras sociedades arraigadas a la tierra, es que ellas, en su diario luchar para vivir, incluyen acciones que promueven cambios profundos en el tejido social conservador que caracteriza casi todas nuestras interacciones entre los géneros, las culturas y en relación con el resto de la naturaleza.
 
Marta Arnold, joven campesina del movimiento MARCA (Movimiento Auténtico Reivindicativo Cooperativo de Aguán), es productora en la Cooperativa San Esteban en el Bajo Aguán y es colaboradora del Observatorio de Derechos Humanos. Dijo que los derechos de las mujeres que están incluidos en el Observatorio son los mismos derechos que los hombres porque es por la igualdad. “En los asentamientos rompemos el obstáculo de que las mujeres estén para servir a los hombres. ¡El trabajo por igual! Por turnos. “Resistir el machismo es parte de la resistencia. Cuando mi marido se fue con otra y quedé sola con mis tres hijos, pedí entrada a la cooperativa para trabajar la tierra. Allí la mayoría de mujeres somos madres solteras.”
 
 
                                   Marta Arnold, foto Margaret Thompson, Escribana
 
Dijo a Escribana que su papel principal como colaboradora del Observatorio es servir a las compañeras en la lucha campesina porque tienen doble lucha: retar a los empresarios, pero también a nuestros compañeros en el machismo porque “los hombres nos hacen sentir menos, pero nos defendemos y en las capacitaciones y espacios propios nos ayudamos a fortalecernos para enfrentar todo eso.” Mi madre, que nos crió sola, nos decía que no querrán que fuéramos como ella, fue nuestra mejor capacitadora.”
 
La profunda desigualdad que se expresa en la construcción de feminidades y masculinidades no trabajadas políticamente y justificadas en nombre del “bien común” por el que luchamos, la que se expresa en la jerarquización racista que hacemos entre humanos y la que se expresa en la relación disociada   de humanas y humanos con el resto de la naturaleza, configura un entramado (tejido) que cimienta, sustenta y reproduce las relaciones discriminatorias que atentan contra las posibilidades de construir formas alternativas de gobernanza, de seguridad social, de justicia, de igualdad y de “buen vivir” en armonía con el resto de la naturaleza tan urgentes hoy, etc.
 
     Los sueños se construyen “despertando a la realidad desde nuestros deseos”
                        (graffiti en una pared en Tegucugalpa, Honduras)
 
Berta Cáceres, coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) dijo a Escribana que una propuesta que atraviesa el accionar de resistencia de los movimientos sociales es la de refundar Honduras, “un proceso de construcción de la propuesta política de los movimientos sociales después del golpe de estado, cuando se propuso una profunda transformación del país desde nuestra cosmovisión y resistiendo los cambios económicos, políticos y sociales de una oligarquía violenta hizo el golpe de Estado, que lo que están promoviendo es una colonización nacional que nunca había visto en estos últimos siglos.”
 
Aclaró que ese proceso de refundación tiene que ver con la construcción de sus propios pueblos, sus comunidades y sus organizaciones, para reconocer que son muy diversos, que son complejos, pero que tenemos coincidencias enormes para la construcción de un proyecto de vida: una sociedad de libertad y dignidad, con autodeterminación y soberanía (los distintos tipos de soberanía, no sólo económica, sino de territorios políticos), del cuerpo (incluyendo los cuerpos de las mujeres), que tiene que ver con el derecho a la libertad del pueblo, de la igualdad frente al sexismos y el racismo, de nuestra propia construcción de las relaciones económicas de solidaridad con cooperación entre los pueblos.
 
Añadió que sus pueblos luchan por la construcción del derecho de la felicidad. “Escuchar a las comunidades donde viven las personas, decir que la felicidad es un derecho, es para mí una de las cosas más valiosas debido a que en nuestro país estamos en lugar más violento del mundo con la más alta tasa de homicidios. Y por eso aquí, hablar de la felicidad tiene que ver con la construcción de la propuesta de la cosmovisión de los pueblos indígenas, una forma de vida, los derechos de agua, una lógica de construcción del tema de la solidaridad en el  país contra el imperialismo, el neoliberalismo, el patriarcado y el racismo.” 
 
 
Berta Cáceres y Melissa Condesa
en la reunión de Rights Action, foto Margaret Thompson
 
Explicó que la lógica de los mismos pueblos viene de sus raíces ancestrales y la raíz de esto terrible que vivimos ahora que es la pobreza, el militarismo, las bases militares, etc.  Para ella la descolonización pasa por acabar con la opresión en la casa, en la cama, en la calle, en las organizaciones, en el movimiento, en la iglesia, en el sistema educativo, en el sistema económico y político. “La refundación como un proceso nacional, no es un discurso, que no es superficial y que toca todos los espacios: una reforma constitucional profunda en la refundación hecha en la vida cotidiana.”
 
Según Berta, hay temas que son esenciales, por ejemplo el tema del poder, ¿qué es lo que entendemos acerca del poder, del ejercicio del poder hoy día? La clave de la construcción es el tema de poder, por ejemplo el poder de las mujeres indígenas para mantener la cosmovisión indígena, la espiritualidad, el laicismo, etc., es parte de la energía que tenemos.”
 
En el fondo, se puede decir que cuando nos colocamos solamente “en resistencia” contra las políticas públicas del estado o solamente en “defensa” de los derechos humanos, inconsciente o conscientemente estamos avalando que hay cosas que no tienen que cambiar y por lo tanto las legitimamos. Ellas desarrollan prácticas y agendas integradas que recomponen un tejido social emancipador para ellas también.
 
María Luisa Regalado del Colectivo de Mujeres Hondureñas (CODEMUH), es una campesina, dirigente de la resistencia desde pequeña. Trabaja con las mujeres de la maquila.  “Reunir a las mujeres de la maquila para trabajar sus derechos no era fácil para ellas, ni en la comunidad, ni en las fábricas, porque la violencia contra ellas no se daba solo por el trabajo, sino en la casa”
 
Contó que al inicio en el 1992, las obreras le pedían permiso a los maridos o le pedían a ella que le pidiéramos permiso a sus maridos para ir a reuniones. “¡Ya no! Y al inicio, para que los maridos o compañeros no las molestaran por ir a reuniones de mujeres, hacíamos confección de cosas para las casas; piñatas, costura, dulces, etc. Era una complicidad defensiva para defendernos cuando no teníamos mucha fuerza. Sus maridos y padres o hermanos estaban de acuerdo mientras fuesen reuniones sobre la maquila, pero no sobre la violencia, porque incluía la doméstica.”
 
 
María Luisa y Juana hablando a la delegación
de Rights Action, foto Margaret Thompson
 
La salud ocupacional y derechos laborales las plantearon en un socio drama. Hoy día, el 1 de mayo en la capital, esas mujeres dirigieron la actividad. Una consigna decía: “no a la intervención del estado ni de la iglesia” (por lo de los anticonceptivos de emergencia) y nadie se sorprendió.
 
“Mi experiencia emancipatoria es muy triste. Nace de una condición campesina de mucha pobreza y una familia de 8 hijos, seis mujeres y dos hombres. Mucho trabajo, desde la 3 a.m. a las 10 p.m. Cuidar cerdos, cortar café, atender la milpa, desgranar, cocinar, moler desde los 7 años. Mi papá era obediente a las reglas del patrón y no nos dejaba ir ni a la iglesia cuando adolecente. Mamá nos dejaba ir, pero papá se las desquitaba con ella y por eso nos limitamos. Mamá murió primero, yo tenía como 17 años y luego de las tareas nada me detenía. Papá se enojaba, pero nada podía hacer. Nos rebelamos contra la autoridad paternal. Mi primer activismo fue ser catequista. Mandé a mi hermanita a la escuela y en la noche ella me enseñaba a leer. Fui a la escuela eventualmente. Me organicé con la Federación Hondureña de Mujeres Campesinas estando en la iglesia, pero me fui de la iglesia. Me escogieron encargada de proyectos y me di cuenta de que las mujeres, además de trabajar los proyectos, tenían que hacer todo en la casa y por ello dejaban caer la producción. Terminaban sin proyectos, enjaranadas y a mí me mandaban a cobrarles. Era una pobreza terrible y yo no les cobraba, por lo que me echaron con otra y entonces creamos otra organización, pero se repitió lo mismo y me salí. Las sindicalistas amigas me contactaron para trabajar el tema de género en sus organizaciones. Fui con ellas y terminamos creando CODEMUH. “Yo les he aportado para que cambien sus vidas y ellas a mí para cambiar la mía… y la organización si no la tuviera, ya estuviese viejita. “Hay que ver los cambios para afuera, pero también para adentro. Le debo mucho al movimiento feminista, trabajé la violencia de mi padre, mi hermano, mi marido y la de las organizaciones de izquierda.”
 
La relevancia para otras expresiones del feminismo es que esas feministas en comunidades y territorios nos retan a crecer en dimensiones que tal vez en teoría ya el feminismo había contemplado, pero que hoy día requieren una re conceptualización contextuada e historizada de cara a la lucha por la vida de la especie humana en el planeta.
 
Es cierto que el eco feminismo ya hace más de 30 años ha venido aportando  a conceptualizar y construir esa conexión que las mujeres hacen entre su condición y la del resto de la naturaleza, pero por el origen mismo de ese eco-feminismo en manos de mujeres de las ciudades, donde la comunidad y el territorio han sido desdibujadas, su lucha ha estado planteada en un  “re-conectarse” con el resto de la naturaleza. El eco feminismo se refiere a una relación quebrantada que a muchas nos llevó a buscar las experiencias con mujeres campesinas y productoras agrícolas, indígenas, afro descendientes en sus territorios, etc.
 
Pero  en el presente se constata que esas mismas mujeres están construyendo su propio feminismo. Es un feminismo definiéndose y construyéndose en manos de mujeres que nunca perdieron esa relación, al contrario, esa relación es su vida.
 
Reina Gamero es una profesora de ciencias naturales en el poblado de San Ignacio en el Valle de Siria en el Departamento Francisco Morazán, ubicado a 70 kilómetros de Tegucigalpa, con una población de 40 mil habitantes, campesina y ganadera. Es una de las dos mujeres que dirigen el movimiento de su comunidad en defensa del valle y su población.
 
“¿Cómo no voy a ser activista contra la minería, si soy profesora de ciencias naturales? Siria fue el segundo valle de mayor producción ganadera y de granos en el país antes de la llegada de la minería, que los destruyó todo en el valle” dice Reina. “En esta región es tan duro lo que enfrentamos, que no es difícil hacer consciencia sobre lo que vivimos las mujeres: muerte, dolor, contaminación. “Unirnos y alzar la voz es lo primero que nos hemos planteado y este año fuimos por primera vez al 8 de marzo a la capital y nos organizamos como mujeres por primera vez como Las Lolas, así nos llamamos, en homenaje a una ancestra.”
 
 
                               Reina Gamero, foto Margaret Thompson, Escribana
 
Dijo a Escribana que son feministas “porque nos protegemos como mujeres, nos valoramos como mujeres y tratamos de involucrar a los hombres en esta lucha que es más allá del simple sexo de una persona. Este año creamos Las Lolas para presentar nuestras voces y quejas, porque las mujeres tenemos muchas habilidades como para dejar que sean destruidas en este medio que nos hunde cada vez más en la pobreza y que para remate nos quita la vida – unas por muerte instantánea y otra poco a poco mediante la represión, violencia y la devastación de la minería.”
 
“El veneno en nuestros cuerpos es un femicidio poco a poco. Las mujeres compartimos los problemas de la humanidad y tenemos las nuestras. Debemos unirnos con nuestras ideas feministas de lucha.”
 
Olga Velázquez, es una campesina en el Pedernal en el Valle de Siria, la otra dirigente femenina en el Comité de Defensa del Valle de Siria. Es considerada por la población la “enfermera” del valle, porque atiende política y socialmente la población afectada por la contaminación de plomo, arsénico y otros metales producto de la contaminación de aguas y el ambiente.
 
“Lo que le hacen a nuestros cuerpos es lo que le hacen al Valle de Siria, las mujeres recibimos el mayor impacto porque tenemos más enfermedades y mayores problemas.” Cómo ayudar a las demás madres fue lo que la motivó, “porque soy madre de cinco y no podemos cargar todo ese peso solas. El impacto en el cuerpo de las mujeres es tremendo: abortos, partos prematuros, ulceras y ahora hasta infartos.”
 
 
                                          Olga Velázquez, foto Margaret Thompson
 
Su madre es ciega y ella le enseñó a ver “más allá de mi mirada”, dice. La ha impulsado a ayudar a otras, así como ella ha necesitado ayuda. “En este Siglo XXI sabemos que tenemos que defender nuestros derechos y hacernos valer en la vida y las luchas de todos; somos denigradas y sufrimos violencia en Honduras, por lo que tenemos que educarnos para hacernos valer. A mi hija la educo para que tenga una consciencia como la mía y a mis hijos también para que trabajen en igualdad en la casa y los llevo a mi trabajo activista para que sepan lo que hago fuera de la casa también.”
 
Igualmente pasa en la relación entre lo comunitario y lo individual. Ellas lo viven y lo han vivido integrado desde siempre y lo que los otros feminismos han analizado, de la ruptura del tejido social de sobrevivencia del neoliberalismo o de la vida en grandes ciudades de cemento y servicios y alimentos que no sabemos de dónde vienen, esas que nos han hiper-individualizado y separado de la vida en comunidad, es lo que ellas resisten desde la vida comunitaria, en el campo, pero también en las zonas pobres de la ciudad donde la comunidad es sobrevivencia.
 
Juana Sánchez, fue trabajadora de la maquila durante 17 años desde los 19 años y ahora en CODEMUH. “Fui a trabajar cuando mi marido se tuvo que exilar en los ́80. Allí experimenté lo que era trabajar en cadena; presionarnos unas a otras para sacar la producción. Doblábamos turnos y de joven no se sentía, pero el daño fue irreparable después. Estoy incapacitada por vida, por una lesión debido al trabajo repetitivo, en la columna vertebral. Desde que me crié la vida fue dura. Un hogar con mi madre, mi abuelita, un hermano varón y mis hermanas. Muy joven yo, murió nuestra madre y empezamos a ser objeto de abuso y de acoso sexual de otros familiares. Tuvimos que salir a trabajar fuera y conocer esa vida. A los 15 años fui a trabajar de empelada en una casa donde fui violada por el dueño. Me fui y a esa misma edad me acompañé de mi primer marido con el que tuve una hija. A é lo acusan de subversivo y tiene que salir del país cuando yo estaba embarazada con mi segundo hijo, apenas a los 19 años. Es entonces cuando decido que tengo que salir a trabajar y busco empleo en una maquila.”
 
Dice que ha ganado mucho con el trabajo y la lucha en la maquila porque “he aprendido mucho al salir de las cuatro paredes de la casa, al estar organizada, reunirnos a aprender de otras mujeres. Eso me ha permitido no deprimirle aún ahora que ya no puedo trabajar por estar enferma. Sigo activa y sigo creciendo.”
 
En su colonia se reúnen permanentemente 18 mujeres de la Coordinadora Nacional de la Mujer Hondureña para analizar lo qué pasa en el país, en la nuestra y con las mujeres.No es fácil porque en eso quedamos expuesta. Por ejemplo, el año pasado fui agredida y golpeada en mi casa por un pandillero de la comunidad. Había sido contratado por un agresor, también de la comunidad, compañero de una mujer que estábamos atendiendo por violencia en el Colectivo. Pero sigo. Me he convertido en una mujer emprendedora y conocer las vivencias de otras mujeres para saber que no soy la única que estoy enferma y que no nos damos por vencida ante los problemas y compartimos conocimientos y vivencias que nunca hubiese podido conocer entre las 4 paredes.”
 
Sobre su vida personal, cuenta que tiene 20 años de estar con su segundo compañero. “Tengo 45 años de edad. Éste no me impide mis derechos. Ni a mí ni a mis hijos. No sé si eso se lo enseñé yo o lo traía, porque es pacífico y nos tenemos confianza. Los niños se acostumbraron desde pequeños a que su mamá no estaba en la casa y que tenía que participar – varones y hembras – en el trabajo doméstico. Somos un equipo con ellos y mi compañero en eso y todo.”
 
Dice que con los conocimientos nuevos, ha cambiado mi manera de pensar. “Mi primer compañero era de la izquierda y pasaba lo que pasa con los dirigentes de esa generación de los 80, ellos en la calle y sus mujeres en la casa, hasta ahora! Seguían las directrices del sistema, aunque decían que lo estaban cuestionando y luchando por cambiarlo. La libertad que hoy me he dado no la tenía con él. Hoy en los movimientos veo a las parejas juntas luchando en la calle y compartiendo en la casa. El sistema patriarcal y machista no está desmontado, pero lo cuestionamos en las acciones y en sus fundamentos. Soy una mujer alegre porque he aprendido a valorarme y a crear mi lugar en el mundo, junto con otras mujeres trabajadoras y a respetar a los demás. El feminismo es una propuesta política para cambiar la condición y la vida de las mujeres y cómo hay tantos feminismos, cada una debe buscar el suyo.”
 
          Son hijas de su tiempo*, han emergido en la hora del feminismo*
 
En los recorridos de Escribana por la Comarca Ngabe Buglé en Panamá en agosto del 2012, en el Festival “Territorio, Cuerpo y Vida, Todas somos Barillas” en Huehuetenango en Guatemala en septiembre del mismo año y la zona norte y en la cobertura del Pre- encuentro de mujeres en Siguatepeque, Honduras, pudimos constatar que muchas mujeres que viven en comunidades y territorios amenazados por la voracidad de la “economía verde” y sus megaproyectos han decidido que ya no se pueden dejar representar por los hombres de las comunidades, que ellas tienen que participar activamente desde su propio liderazgo.
 
 
Panorama Pre Encuentro de mujeres en Siguatepeque, Honduras.
Foto Margaret Thompson, Escribana
 
Las razones son varias, pero es común a todas ellas que de un tiempo para acá se han decidido a auto representarse en los liderazgos comunitarios y sus organizaciones, que ya no le van a delegar a los hombres que luchen por ellas y por sus territorios.
 
Berta Cáceres dijo a una delegación de Rights Action en marzo de este año que “en los procesos emancipatorios de descolonización anti capitalista, anti patriarcal y anti racista, el mayor desafío de los movimientos sociales es desarticular estos últimos, que son hasta más fuertes que el golpe.”
 
Contó a Escribana que la primera vez que las mujeres lencas denunciaron en la radio la agresión de sus maridos y anunciaban a las mujeres que tuvieran cuidado con los agresores, fue su primera emancipación. Denunciar a los agresores comerciantes también, eso es profundo. “Hicimos formación de hombres y mujeres sobre una propuesta anti-patriarcal. En las asambleas indígenas, en las cortes populares de mujeres ellas denuncian a los compañeros. “No teníamos formación, pero desafiamos lo impuesto, que es aceptar la violencia, por lo que denunciarla es un ejercicio pedagógico transformador.” Dijo que la propuesta política es también parte de ese proceso: sanar, cuidar, autoafirmarse, etc. En las asambleas auto-convocadas de las mujeres los hombres cocinan y lo han hecho tan mal, que han solicitado pedido formación en cocina.
 
 “Nuestro cuerpo, sagrado como un territorio, es algo que me llevó al feminismo y saber que hay distintas formas de dominación. Mi forma de llegar al feminismo es como la del COPINH – vengo de familia de una mujer partera y para eso se hizo acompañar siempre de mujeres. La realidad aplastante y la miseria de las mujeres lencas, el racismo, la discriminación fue desafiada por ella y yo lo aprendí. Y luego se involucró en la lucha política para poder seguir su trabajo de resistir esa realidad.”
 
Van desarrollando una complicidad entre mujeres que se puede equiparar, a riesgo de generalizar, con las grupos de auto ayuda en los que se forjó el feminismo de los años 60. Pero ellas lo ligan a sus comunidades.
 
Clara Flores, joven garífuna de El Provenir en Atlántida, acaba de ser electa Presidenta de la Asociación de la Comunidad el 25 de enero, por mayoría abrumadora. “Yo no quería, pero me lo pidieron y acepté, porque había que abordar las visitas a las comunidades para resolver muchos problemas de tierras comunitarias que las mujeres sabemos enfrentar bien.”
 
 
                                   Clara Flores, foto Margaret Thompson, Escribana
 
Dijo a Escribana que cuenta con un buen equipo de trabajo y se preparan y organizan bien para enfrentar los problemas. Sobre los problemas, dijo que se está invadiendo su pueblo y “no podemos dejarlo, por nosotras y por nuestros hijos, que ya no tendrán donde vivir, por eso vale la pena enfrentar esta guerra que nos hacen y pelear hasta la muerte, porque no hay vida sin la tierra.”
 
Añadió que “la fuerza matriarcal viene de Dios, pero también de juntarnos como mujeres con el valor y la fuerza que nos caracteriza. Aprender mucho para enseñar a los hijos, aprender, ser sabían y prudentes en todo. Movernos en todas las áreas de la vida. No estamos llamadas a quedarnos solo en casa, sino hacer mucho en la comunidad.” El liderazgo de las mujeres es distinto. Somos, por lo general, más firmes. No cambiamos de opinión por ver dificultades, porque siempre las hemos tenido.”
 
Una sistematización preliminar de las características del feminismo en comunidad que emerge en Honduras, da cuenta que:
 
Se han decidido a representarse a sí mismas en lugar de delegarle esa representación a los hombres, sean sus propios compañeros o los de sus organizaciones en los movimientos sociales. Las razones son variadas (voz y visión propia, mayor fuerza, perseverancia y calma en situaciones conflictivas, además de no corromperse y vender tierras). Es una decisión que se ve y de la que hablan en todas las experiencias comunitarias, territoriales, etc.
 
Están desarrollando conscientemente, una complicidad organizada entre mujeres para poder desplegar la fuerza necesaria para clamas sus derechos frente a compañeros de lucha, de casa y frente a políticas y poderes gubernamentales y empresas que violan sus derechos, pero no solo para tener su espacio, sino para interactuar con fuerza.
 
Su activismo incluye cambios personales de los que hablan explícitamente y lo constatan como parte de las lucha de resistencia: “cuando nosotras cambiamos, cambia el país, cuando nosotras cambiamos, cambia la realidad”, una versión de que lo personal es político.
 
Reconocen que las mujeres, por su lugar discriminado en la procreación y reproducción de la vida en sus comunidades, país, vidas, familias, etc., han desarrollado una fuerza, unas estrategias y una perseverancia que los movimientos sociales y el país necesita y ellas lo necesitan para defenderse y crecer cambiando.
 
El feminismo y la palabra misma ya no es amenazante para las mujeres en las comunidades y territorios en lucha porque conocen y se identifican con su aporte a las luchas, pero también porque ellas definen lo que significa para ellas al margen de los estereotipos que se le asignan al feminismo.
 
Sus vidas simbióticamente conectadas al territorio en el caso de las comunidades agrarias, con lo cual desarrollan un feminismo asentado en el cuerpo/territorio, con sus familias, sus proyectos productivos, sus comunidades y movimientos. Aportan un eco feminismo integrado al ambiente en un momento donde esto de clave.
 
Llegan al cuerpo como primer territorio, por la vía de la salud y la necesidad del auto-cuido para sobrevivir en medio de las paradojas en la forma cómo viven la reproducción/producción de la vida en el marco de la discriminación y desigualdad patriarcal, capitalista y racista.
 
Sus economías son para la vida, no para la capitalización. Su visión de “riqueza” se refiere a lo que da y reproduce la vida preservándola, incluso la cultura que la co-crea. Intercambian bienes y servicios, los venden y compran, aún los productos de su trabajo, para sostener la vida y su entorno, o lo que algunas economías indígenas llaman “el bueno vivir”.
 
La visión integradora que aportan tiene mucho que ver con el lugar desde donde ellas se colocan hoy día (cosmovisión, cuerpo-territorio y conocimiento), en la que no se dejan a sí mismas fuera de los proyectos y sueños de cambio social por la igualdad y la justicia, al que integran como parte sustancial de ese cambio, no solo sus derechos, sino sus culturas, sus vidas y sus perspectivas y aportes.
 
Poco a poco y mediante revoluciones monumentales cotidianas en su condición de mujeres, están construyendo un tejido social emancipatorio que es casi imperceptible para quienes todavía perciben las trasformaciones exclusivamente desde los estados exclusivamente, de afuera para adentro, de la estructuras a la cultura y lo macro a lo mico como dicotomías, etc.
 
Con ello están haciendo un aporte, no solo a las estrategias políticas de cambio social, sino que retan las propuestas y significaciones sobre cambio social que han dejado históricamente intacta la fibra conservadora, legitimadora y reproductora de desigualdades en las relaciones (entre los sexos, entre las etnias, las etéreas, de diversidad sexual, etc.). Esas que tenemos interiorizadas hombres y mujeres y que constituye una fibra profunda, presente en el tejido social, que ha contribuido a dar al traste con los intentos revolucionarios que hemos conocido hasta ahora.
 
*Hijas de su tiempo, concepto que Galeano aprendió de los Mayas
*Hora del feminismo, concepto que la feminista costarricense Yadira Calvo usa para hablar del momento actual.
Mayo 12, 2013
 
 
María Suárez Toro, Escribana

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Nota:
 
Los extractos de entrevistas e intercambios que aquí se presentan fueron recopiladas entre el 14 – 23 de marzo del 2013 en un recorrido que Margaret Thompson y María Suárez Toro – ambas de Escribana – como parte de una delegación de Rights Action realizamos por Honduras.
 
Estuvimos en el Valle de Siria en el Departamento Francisco Morazán en el centro del país. Fuimos al puerto de Tela, al El Provenir y a Sambo Creek en el Departamento de Atlántida en el norte. Recorrimos Tocoa, Trujillo, La Panamá y sus alrededores en el Valle del Aguán en el Departamento de Colón al norte y nos reunimos con activistas y obreras de la maquila, dirigentes lencas, periodistas, activistas de derechos humanos, feministas y sociólogos hondureños en la capital, Tegucigalpa.
 
Un intercambio especial de delegadas feministas estadounidenses del Comité pro Paz y Justicia de Denver (DJPC) y las Escribanas con tres feministas hondureñas de Petateras Mesoamericanas tuvo lugar en Tegucigalpa.
 
Además una visita organizada por ellas para que Escribana fuese a Siguatepeque en el centro del país, a participar en dos reuniones. Una fue el pre Encuentro Nacional de Mujeres en el que 35 mujeres diversas diseñaron lo que será el primer encuentro nacional de mujeres de todos los sectores y de todo el país, a realizarse en agosto. Y la otra reunión fue la evaluación que hicieron 30 representantes de organizaciones de la reciente Caminata por la Dignidad y la Soberanía Paso a Paso entre el 25 de febrero y el 6 de marzo en los 200 kilómetros entre la meseta de La Esperanza del Departamento de Intibucá al sur occidente del país hasta la capital.
 
Un énfasis de este reporte especial es para abonar al Observatorio de la Cultura Emancipatoria de la Articulación de Feministas Mesoamericanas Petateras, que recoge algunas voces de un emergente feminismo de las mujeres desde sus luchas por sus “derechos y su lugar en el mundo” en las luchas comunitarias y territoriales, que parece recorrer Mesoamérica y que a nuestro parecer le está imprimiendo a las luchas la construcción de un tejido social emancipatorio en locaciones neurálgicas de la resistencia a la economía verde del capital corporativo patriarcal y occidental.
 
Cuando Petateras nació en el 2006, una de sus principales motivaciones fue la de desplegar un accionar, “forma-acción”, comunicación y sistematización (los 4 ejes de Petateras) para resistir transgrediendo, pero BUSCANDO NUEVAS CLAVES políticas.
 
Como Petatera, las recientes giras a Guatemala, Panamá y ahora Honduras, además de la que vivo y comparto en mi comunidad en la costa sur del Caribe en Puerto Viejo, me han devuelto la esperanza – en medio de esas situación límites – acerca de cómo, dónde quiera que nace y se desarrolla feminismo, las muyeres aportamos estrategias y formas de resistir que mueven tejido social emancipador en una forma que aporta “más allá” de lo inmediato y aparente o de lo “correctivo”. Este recoge lo de Honduras. Otros reportes sobre las mujeres mayas en Guatemala y las Ngabe Buglé Panamá saldrán publicados próximamente.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/76221
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