Chávez, FARC y Santos

09/08/2010
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  • Opinión
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Juan Manuel Santos es la continuidad de Álvaro Uribe, matizada por la hegemonía relativa de su facción oligárquica respecto a la claque narco-paramilitar que representa este último.
 
Santos es la representación de los sectores oligárquicos más inescrupulosos, más corrompidos, más parasitarios del Estados y más articulado al narco-paramiltiarismo. Extrema derecha tradicional y parte relevante del poder mediático (Periódico El Tiempo, semanario Llano 7 días, Bocaya 7 días, Tolima 7 días, Diario Hoy, Canal CityTv y siete portales de Internet)
 
Uribe es el narco-paramilitarismo súper enriquecido, la lumpen-tecnocracia, los carteles armados elevado a nueva clase política. La nueva derecha.
 
Ambas facciones pactaron para llevar a Uribe a la presidencia y para reelegirlo, y amabas mantuvieron el pacto para el relevo de Uribe por Juan Manuel Santos.
 
Ambas están subordinadas a los halcones de Washington y comprometidas hasta el tuétano con la instalación de la siete bases militares estadounidense, con la acreciente intervención militar de EEUU, con el Plan Colombia Iniciativa Andina, con el TLC, con los planes de exportación del paramiltairismo a Ecuador y Venezuela, con los planes de agresión contra Venezuela y el programa de conquista militar de la amazonía.
 
Obama a su vez ha asumido esa línea de acción con la misma intensidad que Bush.
 
EL factor poder designios imperialista es determinante en esa continuidad, la cual no necesariamente es lineal en su intensidad y formas de ejecución. Por momento oscila, serpentea y tiene altibajos, pero sin resignar planos y propósitos estratégicos.
 
Santos ha sido uno de los ministros de guerra, consecuentemente más funcional a esa vertiente de la guerra global de EEUU. Fueres razones de clase, de esencia socio-economiza, de ideología, alianza mafiosa y dependencia medular determinan esa conducta política; por lo que no hay que asegurar cambios dramáticos y/o significativos en su ejercicios presidencial.
 
Seria fatal hacerse ilusiones frente a ciertas maniobras diversionistas y ciertas conveniencia en ubicar a Uribe como el único malo de la película.
 
Eso también esta pactado y pautado.
 
Claro, el cambio de figura en la presidencia, siempre crea un margen para el rejuego, para las iniciativas políticas, para los nuevos emplazamientos y la reanimación de temas agotados en la administración anterior.
 
Hasta ahí entiendo políticamente oportuno el planteo de dialogar tanto del Presidente Chávez, luego de la ruptura de relaciones diplomáticas con Colombia, como de las FARC-EP, calificada de intransigente por la obligada confrontación con Uribe.
 
Cada uno en su escenario le tomo la delantera a Santos. Anudar lo colocaron, junto a las presiones de no pocos presidentes del continente a la defensiva yy lo han forzado a responder en términos más o menos moderados, aparentemente dispuesto a concertar.
 
Más con Chávez que con las FARC-EP, puesto que para Santos es terriblemente complicado prolongar el corte de relaciones diplomáticas y comerciales con Veniezuelas, dado lo que representan el mercado y los combustibles venezolanos para la gran burguesía de ese país y para toda la económica colombiana.
 
Respecto a las FARC responde con una disposición condicionada que no logra esconde totalmente su negativa.
 
Abriría el dialogo “si las FARC-EP depone las armas”, “si libera a todos los secuestrados” y si “corta sus relaciones con el narcotrafico”.
 
Si las FARC depone las armas no tendría que dialogar para sus acerados paz, pues sencillamente eso equivaldría a su rendición incondicional frente a un Estado narco-paramilitar-terrorista.
 
La insurgencia armada colombiana tiene ya sesenta años de existencia y las FARC tienen ya 44 años de fundada.
 
Sus armas, sus combatientes son la respuesta obligada a toda una época de terrorismo de Estado, ahora ejercido por una fuerza armada de medio millón de soldados, armados y tutelados por el Pentágono, por decenas de miles de para-militares asesinos, por siente bases militares estadounidenses y por miles de asesores y tropas mercenarias.
 
Son la respuesta necesaria a décadas de injusticias sociales inenarrables, de atrocidades conmovedoras, de secuestros estatales y para-estatales, de torturas, de masacres, de falsos positivos y de crueles desplazamientos y despojos, de tumbes colectivos gigantescos, de motosierras y descuartizamientos.
 
¿Por qué no exigir primero disolver y procesar esas unidades militares genocidas?
 
¿Por qué no demandar primero el desmantelamiento de las bandas para-militares?
 
Las FARC-EP tienen en sus cárceles prisiones de guerras y rehenes procedentes de la escoria social para-militar, de la oligarquía voraz y de la partidocracia corrupta.
 
Las FARC-EP es un poder paralelo.
 
Al mismo en los egostalos del Estado colombiano hay miles de guerrilleros, militantes revolucionarios, luchadores/as sociales, combatientes por la paz… sufriendo los rigores de prisiones abusivas, torturas físicas y psicológicas
 
¿Por qué cuando se le pide a las FARC que libere a los “secuestrados” –y no pocos de ellos han sido liberados unilateralmente- no se habla de los/as revolucionarios encarcelados y secuestrados?
 
¿Por qué no se le exige al gobierno una Amnistía política?
 
¿Por qué no se insiste por lo menos en el canje humanitario de prisioneros a lo que FARC ha estado dispuesta?
 
¿Por qué aceptar la versión manipuladora de los grandes medios y las grandes cadenas de comunicación dedicadas a calumniar y estigmatizar a las FARC y al ELN?
 
¿Por qué olvidar la horripilante criminalidad de los Uribe, Santos, Padilla, Montoya y de los que han detentado el poder político y militar durante décadas de terror de Estado?
 
¿Por qué ignorar los roles de las tenebrosas CIA, Mossad y DAS al interior de ese Estado?
 
Las FARC-EP ni cultivan, ni consumen, ni trafica en drogas. De eso pueden dar testimonio todos los que hemos visitado sus campamentos y todos/as sus combatientes forjado en una recia moral.
 
Lo que no hace las FARC es penalizar y reprimir a los miles y miles de campesinos que se han visto forzados a recurrir a esos cultivos como medio de substencion.
 
Las FARC ha propuesto planes alternativos e incluso han pedido que se estudie la legalización de las drogas para debilitar las mafias y los bancos que se enriquecen en grande con su status ilegal.
 
Pruebas –y muchas- las hay de que el Estado colombino opera como un narco-Estado y sus gobiernos como narco-gobiernos, de que existe una narco-política dominante, de Uribe es un intelectual orgánico de la narco-corrupción y el paramilitarismo, de que la familia Santos ha pactado con los capos mas peligrosos de Colombia, de que el partido U es una madriguera de jefes para-militares y de representantes de la narco-mafia.
 
¡Definitivamente el ladrón juzga por su condición!
 
¡Santos y Uribe acusan a otros de los que ellos son!
 
Los presidentes revolucionarios y progresistas de nuestra America, los funcionarios honestos de diferentes gobiernos, deberían tener bien presentes estas verdades a la hora de definir políticas respecto al régimen colombiano ya su nuevo presidente.
 
Deberían apreciar que los grandes medios de comunicación de Colombia, America y el mundo se han confabuliado para ascender esa realidad, proteger a sus protagonistas y responsables y estigmatizar a las FARC y a la insurgencia colombiana.
 
EL presidente Chávez debe tener bien presente que el ha sido y seguirá siendo victima de esos mismos intereses. Que contra Venezuela se ha orquestado un plan agresivo con múltiples vertientes: penetración paramilitar, infiltración de la CIA y el Mossad, provocaciones continuas, planes magnicidas, restructuración de una contra-armada parecida a la nicaraguense, planeo de invasión con participación estadounidense.
 
Contra él existe una campaña mediática feroz y mendaz.
 
Eso es lo medular y lo constante, independientemente de que se hagan todos los esfuerzos persuasivos por emplazar al nuevo presidente de Colombia de contener el rol agresivo de su país asignado por EEUU. Independientemente de la validez de emplazarlo con esos fines o para ponerlo en evidencia a partir de la maniobra que persigue presentarlo como algo esencialmente diferente al agotado gobierno de Uribe.
 
Para eso a nuestro entender no se necesita ni restarle validez al camino emprendido por las FARC y el ELN ni demandarles que hagan concesiones unilaterales en cuanto a desarme, entrega de todas las prisiones y renuncia al combate armado.
 
Ambas organizaciones han tenido pasados, presentes y futuros validos a lo largo de décadas relucha abnegada.
 
Ambos tienen un valor inconmensurable frente a los pérfidos planes del régimen de su país y de la política de guerra y recolonización de los EEUU.
 
Ellos tienen presente y tienen futuro mientras no cambie sustancialmente el cuadro político de Colombia y de esa subregión.
 
En lugar de llamarle a desistir del camino emprendió sin que se haya logrado ese cambio, hay que estimularla a contribuir desde todos los escenarios políticos, militares, culturales en que influyen a contribuir a lograrle.
 
En lugar de solicitarle ese desarme unilateral hay que aspirar a que ellos puedan ser parte, unto a las fuerzas regules no contaminadas, de unas nuevas fuerzas armadas respetuosas de su pueblo.
 
En lugar de pedirle que liberen a todos los rehenes en su poder mientras siguen presos centenares y centenares de patriotas y revolucionarios/as, hay que apoyar su propuesta de canje humanitario.
 
Todo esto reconociendo la validez de una salida política al conflicto armado que se traduzca en democracia, soberanía y justicia social; algo impensable si depone las armas, se desmoviliza y aceptan la “legalidad” del régimen actual.
 
Eso seria sencillamente suicida y realmente inaceptable después de lo que paso con la Unión Patriótica (¡4,000 militantes asesinados) y con el M-19
 
El régimen colombiano es engendro de la peor especie, absolutamente funcional, la política de guerra de EUU y como tal debe ser tratado por todos/as los/as patriotas, revolucionarios y antiimperialistas del continente.
 
Una cosa debe ser las relaciones de Estado obligadas por la convivencia obligada y otra el posicionamiento político respecto a los proceso internos y el proyecto de Patria Grande liberada.
 
La derecha colombiana y estadounidense en eso nunca se han equivocado.
 
Son solidario con los suyos, incluyendo sus planes contrarrevolucionarios.
 
¿Por qué nosotros no podemos serlo a la inversa?
 
¿Por qué distanciarnos de nuestros aliados estratégicos?
 
No olvidemos además que las FARC-EP y el ELN tienen un importante rol disuasivo frente a los planes de intervención de EEUU en la región y son potenciales componentes relevantes de la necesaria resistencia contra la invasión colombo-estadounidense.
 
¿Por qué no combinar el internacionalismo, el latino americanismo revolucionario, con las políticas de coexistencia entre Estado de diferente naturaleza?
 
¿Por qué no separar la diplomacia interestatal de la política revolucionaria?
 
¿Por qué no definir con precisión y franqueza nuestros aliados y nuestros adversarios políticos, y actuar en consecuencia?
 
Esto, pienso, evitaría dar tantos tumbes y expresar tan delicadas incoherencias.
 
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