El poder del "cuarto poder"

08/08/2010
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  • Opinión
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La década del 90 fue en América latina toda, una etapa de consolidación de profundos cambios en su vida institucional. Los reiterados mensajes buscaban demoler el lugar que debía ocupar el Estado en toda sociedad que procurara desarrollarse democráticamente. Junto a la descalificación del Estado estaba también la descalificación de los políticos y de la política. Se comienza a instalar el concepto de que el interés comercial es más importante que la gente y que se es más cuanto más se tiene.

Gobiernos corruptos acompañados por empresas nacionales y trasnacionales corruptas fueron sostenidos por medios de comunicación que se esmeraron en hablar maravillas de un ficticio mundo que hoy vemos desmoronarse estrepitosamente pero no reconoce sus fallas.  El pensador Paul Tillich dijo: “La sociedad tecnológica occidental creó métodos para ajustar a las personas a sus exigencias de producción y consumo que son menos brutales, pero que, a largo plazo, son mucho más eficaces que la represión totalitaria. Ellos despersonalizan no porque exijan, sino porque ellos ofrecen, dan exactamente aquellas cosas que tornan superflua la creatividad humana”.

Los tentáculos de la concentración de medios han demostrado tener la enorme capacidad de diseñar modelos de horadación de todo buen propósito  cuando perciben que podría afectar sus poderes y dominios. Los grandes medios, cuyos dueños –ocultan rostros y nombres- ser mueven al ritmo de sus intereses y se escudan detrás de la defensa de la declamada independencia y libertad de información para defender la libertad de empresa.

Los medios masivos difunden y tal vez informan, pero no comunican. No admiten una relación de equidad con la sociedad, sino una relación de influencia-dependencia con los grupos de poder. Esa relación de dependencia-influencia está mediada por el poder de los propios medios masivos, lo que ha valido la expresión de “cuarto poder” atribuida a Edmund Burke, hace más de dos siglos. Si ya se consideraba entonces que los medios tenían un poder excesivo en la sociedad, más aún con la aparición de las innovaciones tecnológicas de las última décadas.
 
La prensa ha sido tradicionalmente el principal referente de la discusión y el análisis político. Pero cada vez hay menos medios cuya función de informar se cumple en la búsqueda de la verdad y donde los intereses de grupos propietarios no determinen la línea editorial.
 
Una identificación demasiado clara de un medio con una propuesta política lo pone en desventaja. De cara a los partidos políticos y a los movimientos sociales, los medios de difusión mantienen un delicado equilibrio. Cuando han intentado romper ese equilibrio, orientando su línea editorial a favor o en contra de un grupo de poder específico, se han producido reacciones que amenazaban con restringir su difusión.
 
El problema de los medios de difusión no es tanto lo que dicen sino lo que callan. Los jefes de redacción y los periodistas maniobran dentro de un margen que le permite armar su discurso sin un modelo riguroso. La carencia de análisis y de investigación hace que la cobertura de ciertos y determinados acontecimientos sea precaria, superficial y en muchos casos, revele ignorancia del tema. Muchas veces los periodistas ven su función reducida a difundir información que otros generan, desde boletines oficiales hasta comunicados de empresas privadas, sin capacidad de poder articular la información.
 
Antes se leían dos o tres diarios para formar una opinión. Hoy esa lectura no aporta mucho en la comprensión de los grandes temas del debate político. Hoy los lectores acuden a sitios de internet, a otras formas menos convencionales de información, para armar el rompecabezas de la información política.  La mitad de la información que ofrecen los medios masivos de información es parcialmente sesgada, parcialmente veraz, parcialmente inclusiva, y sobre todo desarticulada, polarizada e inorgánica.
 
“Objetivo” e “independiente”
 
Si algo quedo claro ante la proclamada “objetividad periodística”, que tiene en el “periodismo independiente” una versión  más adaptada a los tiempos es que los periodistas son actores políticos y no dejan de serlo porque se proclamen más “objetivos” o “independientes”.  Seleccionan sus miradas, recortan sus criterios, incluyen u omiten según su parecer o el criterio editorial de las empresas en las que trabajan. Las coincidencias entre las elecciones personales y las de la empresa no siempre existen.
 
Lo que queda claro es que la práctica periodística es política aunque ello no implique posiciones partidarias. Los profesionales de la comunicación construyen “actores”, a los que posicionan en un escenario, se los hace jugar en el ámbito público, se los “personifica”.  Así en su momento “el campo” se convirtió en actor porque había que encontrarle un oponente al gobierno.  En este caso el campo es hablado sólo por poderosos productores agropecuarios con la exclusión de los peones y de la mayoría de los chacareros.
 
Sólo tres empresas (Grupo Clarín, Telefónica Internacional y Pramer) controlan más del 70 por ciento del merado de comercialización de señales de TV, lo cual demuestra el efecto restrictivo que implica para el ejercicio de la libertad de expresión, pilar básico de toda sociedad democrática. El mercado mediático se convierte en un mercado de baratijas o de productos que tienen el sello de las mejores marcas pero, en realidad, son de imitación y de mala calidad.

Lo que importa en este mundo de las imágenes y de apariencias, es favorecer los intereses económicos del medio emisor o de sus socios comerciales. Encontrar las causas que requieren pensar y/o profundizar, eso es investigar, eso no da rating y no genera utilidades económicas, según  estiman en forma por demás ligera empresarios devenidos en comunicadores y comunicadores devenidos en empresarios.
 
La agenda de los medios

Los noticieros de la televisión argentina propusieron a la sociedad durante el año electoral de 2007 la construcción de un escenario de incertidumbre e intimidación, basado en la proliferación de noticias sobre cuestiones policiales, crímenes y catástrofes que dominaron la agenda noticiosa, a pesar de tratarse del año con mejores indicadores económicos y sociales en décadas de historia nacional.
Las conclusiones surgen del relevamiento efectuado en el marco de una investigación realizada  para un posgrado en la Universidad de San Martín (Unsam). Durante el mismo se examinó la agenda principal de los noticieros centrales de la televisión abierta en la ciudad de Buenos Aires durante el primer semestre de 2007. En total unos 350 noticieros. El agrupamiento temático surgido de la clasificación de los titulares de apertura permitió establecer un total de 1.446 titulares, que se agruparon alrededor de 9 grandes ejes de articulación.
El resultado fue que 356 titulares correspondieron a Inseguridad y violencia, 227 a Información General, 234 a Información Política (incluyendo la campaña electoral presidencial), 181 a Gestión Gubernamental, 132 a Accidentes y Catástrofes, 105 a Justicia y Derechos Humanos, 105 a Conflictividad Social, 74 a Clima y Medio Ambiente y 35 menciones para Noticias Internacionales.
El agrupamiento temático de los titulares puso de manifiesto que 533 menciones (más de la tercera parte del total) correspondieron a situaciones de riesgo para la integridad de las personas e instituciones -incluyendo crímenes, delitos, catástrofes y atentados-, en tanto que otra buena parte se destinó a la cobertura de conflictos provinciales e institucionales -a  veces también violentos- en conjunto con las campañas electorales.
Ciertamente, la exposición de hechos dramáticos y de violencia en pantalla constituyen aspectos relevantes del discurso televisivo, máxime en su afán de retener audiencia y neutralizar el poder de conmutación de los espectadores a través del recurso del control remoto. Estos principios son comunes en la Argentina, en Estados Unidos y en Europa, y la desconexión entre la agenda mediática y las realidades nacionales ha sido abordada por diversos autores.
 
Telepolítica
 
Formulas como “teledemocracia”, “videocracia” o “videopolítica” pueden ser  considerados como la “fragmentación del soberano” que ya se ve sometido a la “encuestocracia”  y muestran el sentido de todas las presencia en la “plaza electrónica”.
 
La televisión, se asocia con otras tecnologías de uso gratuito a la creación “desde la nada” de una figura pública capaz de competir inmediatamente  con protagonistas ya experimentados de la política, eliminando la pertenencia a un partido, la actividad social, el contacto con las distintas realidades que forman y son parte del aprendizaje político.
 
A través de la televisión la comunicación vertical produce un mensaje dirigido sin intermediarios, puenteando el circuito de las instituciones representativas. Esto determina una recepción pasiva, sin posibilidad de confrontación.  Representa a un  ciudadano segmentado y tendenciosamente reducido a un conjunto de individuos que no están interconectados.
 
El político puede disponer hoy de instrumentos que eliminan la dimensión espacial y temporal que imponía formas de intermediación personal. Las videoconferencias -como las realizadas por CFK (en 2008) en cuatro lugares simultáneos (Hurlingham, Chascomús, Pilar y Mar Chiquita)- permiten la permanencia continuada y autónoma en los lugares y momentos más diversos.
 
De esta forma parecería que se acrecienta la “disponibilidad” del político para los ciudadanos, pero en realidad su oferta política se reduce.
 
Los famosos “duelos políticos” que deberían permitir a los ciudadanos  disponer de una información más completa se realizan previa negociación de las preguntas, hacen que se hayan transformado en un rito interno del establisment.
 
El dinero y los medios sustituyeron a los contactos personales como principales fuentes de energía política. La búsqueda de los medios financieros distorsiona la actividad política, componiendo una red cada vez mayor de los intereses de los financiadores.
 
- Ernesto Martinchuk es Periodista - Docente - Investigador - Documentalista
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