AL CRIC en sus 40 años de lucha

25/02/2011
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Queridos amigos y compañeros,
 
Esta es una cita con la historia. Una cita con la memoria. Para recordar con aflicción a los que ya no están aquí con nosotros. Ese es el precio que tenemos que pagar por estar vivos. Es conveniente por eso hablar en presente para  referirnos a ellos, pues así la tristeza disminuye y damos a entender que todavía están con nosotros, que están aquí presentes, acompañando y avivando espiritualmente la lucha. Pero también evitamos que sus imágenes se desvanezcan de la memoria, cuando se alejan cada vez más de nuestros ojos. 
 
Esta celebración del CRIC es la ocasión más propicia para volver a contemplar y abarcar con la mirada todo lo que fuimos acumulando con la lucha en estos cuarenta años de vida del CRIC, la organización indígena más importante del país y quizás de América.
 
Quiero recordar a todos estos protagonistas de las luchas indígenas que con su palabra, su ejemplo y su obra colaboraron para que el espíritu de rebeldía, que todavía se percibe en este espacio, sea indestructible.
 
Empecemos recordando al más grande entre los grandes. A Juan Tama, el hijo de la estrella que señaló el primer camino y le legó a los paéces lo fundamental de las leyes de origen. De él aprendieron los indígenas a andar el camino de la unidad. De él heredaron los paéces la enseñanza de que si permanecían unidos, serían invencibles.
 
Traigo también a la memoria a la cacica Gaitana, que puso en práctica la unidad para derrotar a las huestes españolas, entre ellos al tenebroso conquistador Pedro de Añasco, que pagó con su vida la insolencia de haber matado a su hijo.
 
En Manuel Quintín Lame, recordamos que fue el hombre que jamás se doblegó ante la injusticia de los poderosos y que descubrió en estas montañas y páramos la sabiduría y la fuerza para defender los resguardos. De Quintín Lame el C.R.I.C. heredó su inquebrantable lucha por la tierra y la importancia de utilizar las leyes para apuntalar sus luchas. Pero también la capacidad de movilización, las famosas quintinadas, que hicieron temblar a los terratenientes y gamonales de Tierradentro.
 
Recordemos también a todos aquellos colombianos que sin ser indígenas entendieron la justeza de estas luchas y dieron sus vidas por esta organización indígena. Estamos hablando del líder agrario Gustavo Mejía, del Padre Pedro León Rodríguez, de Luis Ángel Monroy (“Moncho”), Jaime Bronstein, Oscar Elías López y un largo etcétera. De ellos aprendimos que las luchas indígenas hacían parte de las luchas de todos los oprimidos y excluidos de Colombia.
 
Del Yanacona Gregorio Palechor aprendimos las artes de la oratoria y el poder que tienen las leyes, si tenemos claro cuándo y sobre todo cómo debemos utilizarlas. A él le debemos haber desarrollado el programa jurídico del CRIC, un pilar fundamental de las luchas indígenas por la tierra.  
 
De la mano de Álvaro Ulcué Chocué el querido Nasa Pal, reforzaron los paéces su  espiritualidad. De él aprendimos que hay un Dios de los pobres.
 
En Anatolio Quirá tenemos el mejor ejemplo de lo que es ser un líder orgánico.  
 
Quisiera recordar las acciones de todos aquellos indígenas que lucharon y abonaron con su sangre las contiendas del C.R.I.C., y que nos enseñaron que la dignidad de los pueblos no tiene precio. Estamos hablando de Benjamín Dindicué, Avelino Ul, Justiniano Lame, Marcos Niquinás (“Alberto”), Genaro Sánchez, Rosa Elena Toconás, Mario Sánchez, Genaro Yonda, Cristóbal Sécue, Marden Betancur, Rodolfo Maya Aricape y una larga lista más de indígenas, cuyos nombres están gravados en la memoria de los pueblos indígenas del Cauca. Guiados por el ejemplo de estos hombres y mujeres ejemplares es que los indígenas han persistido en sus luchas, desarrollado la resistencia y construido su tan preciada Autonomía.
 
Pero este reuerdo sería incompleto si no ponemos en la balanza de la historia las luchas y sueños de todos aquellos líderes indígenas y no indígenas, aquí presentes en este 40 aniversario, que empezaron la lucha y nos siguen acompañando con su firmeza y entrega desinteresada. Se trata de Álvaro Tombé, Guillermo Tenorio, Trino Morales, Juan Cometa, Rogelio Mestizo, Ángel María Yoinó, Miguel Sécue, Gregorio Aguilar, Daniel Cotocué, Arcenio Hío, Javier Calambás, Pablo Tattay, Graciela Bolaños, Aida Quilcué, Alfonso Peña Chepe y, afortunadamente, un largo etcétera. Sin olvidar a los cientos de líderes y colaboradores que han trabajado en los programas sociales de la organización, buscando un mejoramiento de las condiciones de vida para los indígenas. A manera de ejemplo mencionamos a José Domingo Caldón, Jorge Caballero, Eliseo Ípia, Inocencio Ramos, Henry Caballero, Alejandro Ávila, Marcos Yule, Alcibiades Escué, Rosalba Ípia, Luz Mery Niquinás, Alicia Chocué, Avelina Pancho, Roberto Chepe, el inefable maestro de la escuela la Laguna-Siberia, que ya no está con nosotros y bueno, un “ejército sin fin”, como dice el himno del CRIC, de luchadores y defensores de los derechos de los indígenas.
 
Quiero hacer mencionar, aquí de últimos, pero no por eso los menos importantes, a todos aquellos guardias cívicos, muchos de ellos anónimos, como todos los que se han  rebelado contra los grupos políticos, civiles o armados, que han querido arrebatarle a las organizaciones la conducción política de su movimiento. A esos heroicos defensores de las comunidades, del territorio y la autonomía de sus organizaciones, herederos desarmados del Comando Manuel Quintín Lame, sin el cual la lista de mártires de las luchas del Cauca hubiera sido más larga.
 
De todos ellos hemos aprendido a erradicar de nuestras vidas el egoísmo, la insolidaridad, la mezquindad y el individualismo y a ratificar día a día el compromiso y voluntad de lucha y resistencia de las comunidades.
 
Hoy todas estas luchas, sueños, ideales y herencias espirituales han dado sus frutos. Los indígenas pueden darse por satisfechos y le pueden decir al pueblo colombiano que han cumplido con la misión que le dieron sus mayores, pues estas luchas han sido el puntal de las conquistas económicas y políticas en el Departamento del Cauca, ampliando los espacios de participación política para indígenas y afrocolombianos en el país y convirtiendo a su organización el CRIC en un emblema de las luchas populares en Colombia. Estas luchas tienen el mérito de haber derrotado a una clase retardataria, cuyo poder se basaba en el control de la tierra, excluyendo de ella a miles de indígenas, campesinos y negros. No es una exageración decir que este camino abierto por el CRIC abrió la trocha para el desarrollo económico, modernización política y progreso social del Cauca.
 
En hora buena, un puñado de terrajeros indígenas del Credo en Toribío, de San Fernando y el Gran Chimán en Guambía y de Loma Gorda en Jambaló, los más pobres y desposeídos, los más humillados y ofendidos, decidieron hace 40 años impugnar el poder de los gamonales y recuperar las tierras de sus resguardos. Nos lo decía el corazón, que estábamos viviendo una hora americana, de esas insurrectas que le han dado giros radicales a la historia. Hoy sus hijos y nietos tienen la obligación de mantener vivo este legado, no entregar jamás las conquistas logradas, no dejarse doblegar ante la fuerza y continuar el camino abierto por ellos.
 
Por mi parte quiero darles mis agradecimientos por haber permitido estar al lado de ustedes en esos momentos cruciales de estas luchas y por todo lo que aprendí de ellas.      
 
Para terminar pido para todos ellos, los aquí presentes y los que ya no están con nosotros, un vehemente aplauso,
 
Resguardo La María, Febrero 24 de 2011
 
Efraín Jaramillo Jaramillo
Colectivo de Trabajo Jenzera
 
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