El golpe que no fue

30/06/2011
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La constitución de Brasil, promulgada en 1946, contenía todos los elementos de la crisis política que eclosionó el 25 de agosto de 1961: la contradicción entre el Legislativo democrático y el Ejecutivo autocrático, inherente a la república presidencialista, a cuya proclamación (1889), con un golpe militar, el pueblo miraba “embrutecido, atónito, sorprendido, sin saber lo que significaba”, según reconoció Aristides Lobo (1838-1896), ministro del Interior del gobierno provisorio del mariscal Deodoro da Fonseca (1889-1891).
 
Durante toda la campaña electoral, Jânio Quadros declaró a distintas personas que procesaría al Congreso frente al pueblo, culpándolo por la situación del País, en el caso de que no le diesen las leyes y los instrumentos necesarios para gobernar. Y, después de ser electo, a fin de obtener el apoyo de Leonel Brizola, gobernador de Río Grande del Sur (1959-1963), argumentó que, “con aquel Congreso”, dominado por los conservadores, no podría avanzar hacia la izquierda y tomar iniciativas como la limitación de las remesas de utilidades hacia el exterior, la ley anti-trust y la reforma agraria. Precisaba, por lo tanto, de poderes extraordinarios. Brizola, aunque pertenecía al PTB, se dejó seducir y comentó con el ex-presidente Juscelino Kubitschek la pretensión de Jânio Quadros y su disposición de apoyarla. La conversación con Carlos Lacerda, gobernador del estado de Guanabara (1961-1965), era diferente, sin embargo, la conclusión era la misma: “Con aquel Congreso”, no podría gobernar, sin hacer “concesiones a las izquierdas y apelar a ellas”.
 
Quadros pretendía romper los límites constitucionales, mediante un golpe de Estado, no un golpe convencional, dependiente de las Fuerzas Armadas, sino un golpe aceptado por el consenso nacional, que le permitiese gobernar por encima de las clases sociales y de los partidos políticos. Y, mientras favorecía los intereses del gran capital, adulaba a la izquierda con la llamada política exterior independiente, necesaria desde los años 1950, cuando la complementariedad económica entre Brasil, que se industrializaba, y los EE.UU. comenzó a desaparecer.
 
Quadros, sin embargo, manipuló, teatralmente, la política exterior, para entorpecer a la izquierda y, al mismo tiempo, negociar con los EE.UU. Al embajador Adolf Berle Jr., que vino a Brasil en febrero de 1961 a pedir apoyo para la invasión de Cuba y ofrecer un crédito de 100 millones de dólares, argumentó que el monto era insuficiente y que no podía emprender ninguna iniciativa audaz en el exterior mientras no controlase mejor la crisis económica y social, puesto que no disponía de mayoría en el Congreso. Lo mismo le dijo a Douglas Dillon, secretario del Tesoro de los EE.UU. Alegó no contar con la mayoría en el Congreso, razón por la cual solamente podría adoptar actitudes más enérgicas en cuestiones de política exterior, en la medida en que se fortaleciese, con el éxito de la política económica y financiera. Dillon percibió que Quadros usaba el neutralismo a fin de fortalecer su posición contra la izquierda y previó que iría a obtener efectos inesperados y desagradables, al usar la política exterior como herramienta para resolver los problemas domésticos.
 
Quadros estaba justificando, previamente, el golpe con que pretendía obligar al Congreso a concederle la suma de los poderes, como condición para su retorno al gobierno. Según confirmó su ministro de Minas y Energía, João Agripino, el ministro de Justicia, Oscar Pedro Horta, articuló realmente el movimiento para forzar al Congreso a aceptar el principio de la delegación de poderes y consiguió la concordancia de Carlos Lacerda. El plan consistía en renunciar al gobierno, conmoviendo a las masas, y obligar a las Fuerzas Armadas, bajo el mando de ministros conservadores, a admitir su vuelta como dictador, para no entregar el poder a João Goulart, reelecto vice-presidente de Brasil.
 
La construcción del Muro de Berlín, el 13 de agosto de 1961, precipitó, sin embargo, la crisis. Al agudizar la Guerra Fría, acrecentó la histeria contra Cuba, cuya soberanía y autodeterminación Quadros defendía desde la campaña electoral. En dichas circunstancias, él se convirtió para la CIA y el Pentágono en un peligro aún mayor, en el caso de que obtuviese poderes extraordinarios. De ahí que Carlos Lacerda, alineado con la CIA, traicionó y delató la articulación del golpe, llevando a Quadros a anticipar la renuncia, el 25 de agosto de 1961. Allen Dulles, director de la CIA, el mismo día, envió al presidente John Kennedy un memorando, en el cual comunicaba: “Pensamos que él (Jânio Quadros) probablemente renunció con la expectativa de provocar una fuerte manifestación de apoyo popular, en función de la cual retornaría al gobierno en una mejor posición contra sus opositores”.
 
El almirante Sílvio Heck, ministro de Marina, dijo que Quadros “renunció para volver en la cresta de la ola con el pueblo y tornarse dictador (…) y que su error fue haber renunciado sin antes conversar con nosotros”. Pero la reacción que Quadros esperaba no se dio. El Congreso le aceptó la renuncia, considerándola como un acto de voluntad unilateral. La convulsión de masas, provocada por el suicidio de Vargas, en 1954, no se reprodujo, como Quadros imaginaba, al divulgar un documento, en términos similares a los de la carta-testamento, en el cual se decía “vencido por la reacción” y acusaba a “fuerzas terribles” de levantarse contra él. Y los ministros militares Odylio Denys (Ejército), Sílvio Heck (Marina) y Gabriel Grün Moss (Aeronáutica), que impugnaban la asunción de Goulart, no contaron con la unanimidad de las Fuerzas Armadas. El gobernador Leonel Brizola, que había movilizado la Brigada Militar y ocupado las emisoras de radio en Porto Alegre para apoyar a Quadros, pasó a defender a Goulart y consiguió que el III Ejército se alinease con él en defensa de la legalidad. Y la campaña se extendió por todo el País. Oficiales y sargentos se rebelaron y no cumplieron las órdenes juzgadas como ilegales. El gobernador Mauro Borges levantó el estado de Goiás. Irrumpieron las huelgas en las principales ciudades brasileñas. Y la mayoría del Congreso no atendió el pedido de los ministros militares para votar el impedimento de Goulart.
 
No fue apenas la reacción interna que frustró el golpe. Si bien la CIA y el Pentágono, por intermedio de la Misión Militar en Brasil, fomentasen el golpe contra la asunción de Goulart, los ministros militares recibieron un informe de la embajada americana avisándoles que el presidente John Kennedy tendría que suspender el apoyo financiero al País, en caso de que hubiese una ruptura de la legalidad, de acuerdo con la cláusula de la Alianza para el Progreso. Este alerta también contribuyó para contener a los ministros militares, que, sin la unidad de las Fuerzas Armadas, aceptaron una solución de compromiso, la asunción de Goulart al gobierno, con la aprobación del parlamentarismo por parte del Congreso.
 
Sin duda, la intención de Quadros consistió en crear un impasse político e institucional y volver a la Presidencia de la República con la suma de los poderes (Ejecutivo y Legislativo), como dictador constitucional. Su secretario de prensa, el periodista Carlos Castelo Branco, lo escuchó decirle a Francisco Castro Neves, ministro de Trabajo: “No haré nada para volver, pero considero mi vuelta inevitable. Dentro de tres meses, o menos, estará en las calles, espontáneamente, el clamor por la reimplantación de nuestro gobierno”. Y de él mismo.
 
Quadros confirmó, en la obra Historia del Pueblo Brasileño, escrita en coautoría con Afonso Arinos de Melo Franco, que su propósito había sido forzar al Congreso, frente al impasse, a delegarle las facultades legislativas, sin perjudicar, aparentemente, “los aspectos fundamentales de la mecánica democrática”.
 
Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte
 
Luiz Alberto de Vianna Moniz Bandeira, graduado en Derecho, es doctor en Ciencia Política en la Universidad de San Pablo y profesor titular (jubilado) de Historia de la Política Exterior de Brasil, en la Universidad de Brasilia (UnB). Es Doctor Honoris Causa en las Facultades Integradas de Brasil – UniBrasil, de Paraná, así como en la Universidad Federal de Bahía. En 2006, la Unión Brasileña de Escritores (UBE) lo eligió, por aclamación, Intelectual del Año de 2005, confiriéndole el Trofeo Juca Pato, por su obra Formación del Imperio Americano (De la guerra contra España a la guerra en Irak). Autor de más de 20 obras, algunas de las cuales fueron publicadas en Rusia, Alemania, Argentina, Chile, Portugal y Cuba. Luiz Alberto Moniz Bandeira fue profesor visitante en las Universidades de Heidelberg, Colonia, Estocolmo, Buenos Aires, Nacional de Córdoba (Argentina) y Técnica de Lisboa. Es Gran Oficial de la Orden de Río Branco (Brasil); comendador de la Orden del Mérito Cultural (Brasil); comendador de la Orden de Mayo (Argentina) y condecorado con la Cruz de la República Federal de Alemania, 1ª Clase.
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