Casos "Manzur" y "Gonzalez": la justicia tarda... ¡pero tarda!
08/01/2004
- Opinión
El "pase a retiro" del Juez Jorge Imas puede significar la
reactivación de las investigaciones en el caso del crimen de Susana
Manzur, la funcionaria de la Presidencia de la República asesinada
en 1996. La mujer, que tenía 38 años de edad al momento de su
muerte, combinaba sus funciones en el Servicio de Prensa y Difusión
de la Presidencia de la República con el gerenciamiento de una
Agencia de Modelos y la conducción de un programa radial nocturno.
Había llegado hasta Casa de Gobierno desde la Dirección Nacional de
Aduanas mediante sucesivos pases en Comisión; pasando por el
Tribunal de Cuentas, la Prosecretaría de la Presidencia (primera
administración Sanguinetti), y la Contaduría de la Presidencia,
hasta anclar en dicho Servicio de Prensa y Difusión.
El 23 de mayo de 1996 (segunda administración Sanguinetti) fue
encontrada en su apartamento del barrio de Pocitos, con una de sus
piernas atada a la pata de un sofá, varias heridas de arma blanca en
su tórax, y degollada... Al contrario de lo que se suele ver en la
televisión, en lugar de aislar y preservar la escena del crimen
hasta la llegada de los "detectives médicos," los policías pusieron
"patas arriba" el apartamento "buscando pistas." En primera
instancia descartaron el robo como móvil del asesinato, ya que no
constataron la falta de valores pecuniarios. Sin embargo,
investigaciones posteriores comprobaron que se había "vaciado" la
computadora de Manzur y faltaban su agenda personal y una cantidad
indeterminada de fotografías.
Allegados a la ejecutada declararon ante la Justicia que la mujer
les había dicho que en caso de que "le sucediera algo" revisaran en
su computadora, ya que allí "guardaba información muy importante de
cosas que había descubierto." En esos días se rumoreaba que la
Agencia de Modelos de Manzur era en realidad un servicio oficioso de
prostitutas de alto rango que tenía como clientes a importantes
figuras políticas, policiales, empresariales y diplomáticas. La
desaparición de todos los elementos en los que podría estar
registrada esta actividad impidió confirmar dicha presunción. En la
época del crimen también se manejaba la hipótesis de que Manzur
podría estar chantajeando a alguno de sus "clientes," pero las
investigaciones han sido tan lentas, tan ineficientes, y tan
secretas, que lo único cierto es la incertidumbre.
Los investigadores policiales encontraron restos de ADN en el
cadáver de Manzur y en diversos lugares del apartamento. En su
momento se comparó ese ADN con el de un oficial de policía
sospechado de haber participado en el asesinato, pero el resultado
fue negativo. Desde ese entonces hasta que se jubiló, el juez Jorge
Imas no ordenó ningún otro análisis comparativo. El relacionamiento
entre el juez Imas y la fiscal actuante, Mirta Guianze fue
dificultoso desde el inicio de la indagatoria. Ello llevó a que la
Fiscalía de Corte elevara a la Suprema Corte de Justicia un informe
cuestionando la actuación del Juez en el caso. La curiosa respuesta
de la Corte fue archivar el informe y trasladar a Imas a la Justicia
Laboral. El magistrado no aceptó la "degradación" y optó entonces
por jubilarse.
En su queja, Guianze informaba a la Fiscalía de Corte que el juez
Imas entregó el expediente a la Policía, algo no sólo prohibido por
el secreto de presumario, sino bastante inconveniente desde el
momento en que varios funcionarios policiales están siendo
investigados por su eventual responsabilidad en el asesinato. En su
descargo, el juez Imas dijo que él, el expediente no se lo dió a los
policías presuntamente involucrados, sino a los que estaban
investigando el caso. Luego de más de cinco años de "congelamiento"
de las investigaciones judiciales, a comienzos de 2001 Imas tomó
licencia y su suplente, la jueza Marta Alvez, reactivó el
expediente, aunque bajo un gran hermetismo. Alvez junto con Guianze
tomaron entonces declaración a diferentes testigos, pero al retornar
Imas a sus funciones informó a la fiscalía su intención de archivar
el caso. Fue entonces que la fiscal presentó la queja que terminó
con el retiro definitivo de Imas.
Las fuentes judiciales consultadas por la prensa en diferentes
etapas de la instrucción siempre respondieron que la reserva con que
se tomaron muchos testimonios se debió a lo delicado del caso y a la
importancia de las personas que pueden estar implicadas. Esta
circunstancia -afirmaron- genera temor en los testigos, por lo que
algunos niegan saber algo del asunto y otros piden que sus nombres
no trasciendan públicamente pues tienen mucho temor a eventuales
represalias. Tal fue el caso del ex oficial de policía y
guardaespaldas del presidente Julio Sanguinetti durante su primera
presidencia (1985/90), Washington De María, quien años atrás se
presentó ante el senador José Korzeniak (Encuentro Progresista) y
dijo saber todo sobre este homicidio, pero luego no ratificó sus
dichos ante la justicia ni volvió a hablar más del tema con persona
alguna.
De María está preso sin condena desde hace más de diez años, acusado
por el asesinato del empresario y contrabandista Luis Ernesto
González en 1992. Según recuerda el escritor Enrique Ortega Salinas
en su reciente libro "El pozo de Pandora," De María "lleva más de
diez años en prisión, han pasado siete jueces por la causa y sigue
sin condena." El investigador de este otro caso no resuelto opina
que al ex guardaespaldas de Sanguinetti "le conviene que lo declaren
culpable," ya que si fuera así, saldría en libertad por haber
cumplido más de la mitad de la pena que se le podría aplicar.
De todas maneras, Ortega opina que para tener la certeza de que De
María fue el asesino de González: "Faltan el arma, el móvil, la
oportunidad, testigos confiables y acuerdo entre los mismos, y lo
que es peor: acuerdo entre los mismos peritos, ya que un grupo lo
salva y otro lo hunde. Ni siquiera ha habido acuerdo entre los
mismos jueces; recordemos que la Dra. Schroeder lo liberó y
encarceló a los policías actuantes. Sin embargo, hay tantas dudas
sobre su inocencia como sobre su culpabilidad; de lo único que no
hay dudas en este caso es de que hay dudas, y esto lo sabe cada
integrante del Poder Judicial que actuó en el caso."
Según parece, Luis Ernesto González, dueño de un Free Shop de la
ciudad de Rivera en la frontera con Brasil, se habría quedado con
dineros de la mafia del contrabando, y al no poder devolverlos, fue
ejecutado. Tras permanecer secuestrado varios días (presuntamente
presionándolo para que devolviera lo hurtado), fue asesinado y su
cuerpo depositado en un aljibe abandonado ubicado en la zona rural
del departamento de Canelones en 1992. Según Enrique Ortega Salinas,
de todas maneras lo más importante ahora "ya no es quién mató a
González, sino quién ocupa su lugar en la cadena mafiosa de la cual
era un eslabón importante."
Sobre esta cuestión, el escritor se remite a su libro anterior, "Las
reglas de la mafia," donde explica claramente como funcionan las
cosas en ese ambiente: "Cuando uno de los miembros se halla
acorralado por la Justicia, la prensa o la parte honesta de la
Policía, hay que sacarlo del medio; si ha hecho bien los deberes, se
le hace desaparecer dejando un cadáver irreconocible en su lugar.
Mas si ha traicionado el código de la "omertá" o caso del
narcotraficante Omar Clavijo- actuado de manera desprolija, o caso
de Luis Ernesto González- se ha quedado con lo que no debía, ya no
se toman la molestia de buscar un cuerpo sustituto."
En lo que atañe a la situación de Washington De María, tras insistir
en recordar que fue guardaespaldas del ex presidente Julio
Sanguinetti, Ortega señala que "lleva más de 10 años en la cárcel,
procesado sin condena; y esto es alarmante. Estamos hablando del
sistema judicial del Uruguay, no es un Estado perdido en Africa o
Asia. Uruguay es un país civilizado. Diez años y siete jueces. Como
ha dicho alguien recientemente: la justicia tarda, pero... tarda. Y
esto está por encima de De María; tiene que ver con que nuestro
sistema jurídico necesita un cambio urgente, porque la justicia
cuando es lenta, es injusticia." Finalmente, el escritor explica:
"Para la mafia el caso González es sólo un episodio. La mafia sigue,
los negocios siguen. Se entregan peones y alfiles para salvar al
rey..."
* Andrés Capelán (Comcosur/Montevideo)
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